relatos eróticos sexo con curas

9 relatos

La confesión

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El cura tomaba mis pechos y los masajeaba, dejando pasar mis pezones por entre sus dedos … mi blusa y mi sujetador desaparecieron … estaba desnuda de la cintura para arriba y juntando mis piernas con mi coño excitado al máximo … comencé a gemir y a mover mis caderas … Mis tetas en plena libertad tremaban y se bamboleaban de lado a lado, cuando logró correr mis bragas y me metió un dedo sobre mi clítoris … ¡oh! padrecito … mas que una súplica, me salió como un incentivo a sus caricias … me tenía tremendamente caliente ...

Cuatro chicas muy modositas participan en una ceremonia erótica satánica con el nuevo cura del pueblo

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Entre a la iglesia hacia las nueve caliente como una perra en celo , mire al altar y habían un montón de velas negras colocadas ordenadamente para dibujar el símbolo de Satán, había sangre por todos lados y Roberto se encontraba desnudo, entonces se cerró la puerta tras de mi de golpe, intente abrirla pero no pude.

Le dí mis conocimientos y mi leche

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Cuando terminé fui al baño y le limpié la almeja para evitar que se diese cuenta. Le puse las bragas en su sitio, el camisón y la metí en la cama, no sin antes besarle por última vez su coño recién regado, sus pezones aún erectos y sus labios de miel.

Madre, hija y un amante especial

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Un cansancio y paz de satisfacción se había apoderado de ella, en veinticuatro horas, toda su vida se había transformado, el cura le indico que si alguien la veía salir, solamente le dijera, que había venido a charlar con él

Los seminaristas

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A partir de la tercera vez sabíamos todas las poses sexuales inimaginables , sabíamos la practica, esa realidad que supero todas nuestras fantasías de adolescentes, en un momento determinado uno de los seminaristas marcaba en un kamasutra todas las posiciones y variantes

Le confieso a mi sacerdote que he follado con mi novio y me pone como penitencia repetirlo con él

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Yo hacía lo imposible por contener mi eyaculación cuando ella platicó que, para no hacerlo enojar, accedió a las caricias de rigor el besito en la boca, las caricias con las manos, pero que cada vez eran más atrevida, pues comenzó a pasar sus labios y lengua por el cuello y nuca, mientras sus manos lo mismo le daban ligeros apretones a sus pezones, que le masajeaba las nalgas y le hacía sentir su entrepierna, con un paquete bastante duro.