Cuando tenía aproximadamente 18 años la empleada doméstica de mi casa pidió repentinamente su renuncia, pero debido a que nuestra familia siempre la trató muy bien, ella se puso en la tarea de encontrar una sustituta para evitarnos la molestia de buscar y encontrarnos con una desconocida en casa.
Esto fue como si estuviera fumigando, olor puro y concentrado de pie en mi cara, cada ves que frotaba entre sus dedos...
La primera vez que la vi, ella estaba entrando a la casa donde trabajaba, y pude ver aquellos fantásticos diminutos pies que lucían unas bellísimas sandalias rojas que se amoldaban perfectamente a la formas de sus graciosos pies.
Comencé muy chico a oler, chupar y hacer el amor a las sandalias viejas y usadas de mi sirvienta.
Cuando digo mentalmente me refiero a que en algunas ocasiones me he masturbado imaginando que me encuentro en plena acción con un hombre, llegando a excitarme más cuando actúo de manera pasiva y sumisa, no es usual que lo haga, pero he llegado al punto en oportunidades de introducirme objetos por mi ano para hacer un poco más real la fantasía de turno.
Era recién miércoles y vestía un uniforme azul marino, blusa blanca chaqueta y falda hasta las rodillas, debajo unas medias nylon negras y zapatos azules de taco, era la primera vez que veía a mi tía como mujer desde que puede oler sus sandalias años atras.
Mi amigo comenzó a chuparme las sandalias y a masturbarse mientras lo hacia porque ya se había puesto caliente otra vez al ver todo el semen por mis medias y en mis sandalias, yo le deje hacer mientras me recuperaba y jugaba con su polla y mis pies.
Al cabo de un rato, ella me dijo “ya basta, insecto, debes tomarlo con calma de ahora en adelante si quieres volver a besarlos tendrás que hacer todo lo que te ordené”, a lo cual respondí por supuesto.