No volvimos a hablar mas del tema porque quizá pensamos que eran unas frases dichas en un acaloramiento pero un día que quedamos ha cenar y tomar unas copas con unos amigos.
Caderas redondas, un trasero muy apetecible, y unas bonitas piernas. Todo ello enfundado en un elegante vestido de color negro. En torno a su largo cuello, un collar de perlas resaltaba sobre su piel tostada. Estuve a punto de soltar un silbido de admiración.
Llegó arreglada, algo maquillada, con un vestido veraniego, corto, suave, blanco, dejando ver sus rodillas. De cintura para arriba, quedaba muy holgado. No era nada para dejar volar mi imaginación, pero con poco me era suficiente. Yo estaba menos arreglado, con unos pantalones cortos de deportes y una camiseta blanca. Ella estaba muy tensa y me lo transmitía.
Creí que lo haría terminar, ya que Ana da unas mamadas increíbles. Después de unos minutos en la detuvo. Le pidió que se sentara sobre él. Ana se acomodó y con su mano tomo su verga y la froto en su vagina. Se daba masaje con la verga en las nalgas, en el ano y en la vagina. Luego la puso en la entrada de su vagina y se fue sentando en ella lentamente, hasta que vi como desapareció, quedando a la vista únicamente, los huevos.
En ese momento se acercó a la mesa un tipo, que mi amigo saludó y me presentó como Guillermo, el pesquisa que Beto había contratado; se sentó a la mesa, pedimos otra ronda completa de café y nos quedamos en silencio a la expectativa de lo que tenía para decirnos.
Una mujer de vida afectiva y familiar aparentemente estable se ve implicada en una relación con un instructor de su gimnasio.