Historia sobre la evolución de un fetiche viviendo con tres mujeres.
Al terminar la platica le insinue que me gustaba, a lo que ella respondio que por algo lo habia soñado y asi se fue dando la cosa hassta que llegamos los dos a confesarnos que no nos desagradaba la idea de pasar un buen rato juntos.
La besa profundamente y luego la hace situarse de cara al cristal. Desde atrás la abraza, acaricia su cuerpo, desde sus tobillos finos hasta su largo y rubio cabello. Juega con él, peinándolo entre sus dedos, disfruta viendo la fluidez y limpieza con que cae, como un riachuelo.
Me explicó que la única forma de controlarme es cuando estuviésemos juntos, a escasos metros, por lo cual ya nunca se separaría de mí, por mucho que yo protestase; ya podía ir olvidándome de todo, de mi novia, de mi familia, de mis estudios, de mi vida, y que a partir de ese día solo viviría por servirla, adorarla y darle placer.
No, mi niña, esto te prometo que no lo vas a olvidar en tu puta vida dijo el gigante y la sujetó de los muslos para separárselos aún más pese a que ya las chicas la tenían sujeta de los pies, apoyada sobre el cuello, de forma que María sintió que iban a partirla en dos.
Yo luché hasta el cansancio para no venirme pues quería prolongar ese momento tan delicioso pero no pude más, era demasiado, la leche brotó abundantemente mojando esas dos preciosidades que no olvidaré jamás.
No lo sabía pero una chica muy sexy le esperaba en recepción, mientras él en su despacho aprovechando que era la hora del almuerzo leía historias eróticas en Internet.
Un viaje casi onírico y barroco por el mundo del sexo y la mujer como meta, fetiche y objeto de culto.
Una chica encuentra sus fetiches en la ropa interior y sus zapatos, disfrutando a tope con los de su tía, que al final termina siendo su amante y desvirgando su ano con un consolador.
Una muchacha busca trabajo por la ciudad. Consigue una en una sex shop muy especial y los celebra tanto con su prima y el novio, como al día siguiente en su primera entrega a una empresa ¡nudista!.
Una mujer acude a un salón de estética por sugerencia de su marido, donde además de atender al pelo de su cabeza tratan con mucho arte el vello del pubis.
Nuestro protagonista narra la experiencia que tuvo al quedar con una lesbiana y dejar que ésta le poseyera penetrando su ano con un consolador atado a su cintura.