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El maletero VI

Las jornadas seguían igual, mi vida actual me encandilaba, y no podía existir otra forma de vida que me llenara más; mi ocupación principal, mi razón de existir era servir a aquella criatura tan maravillosa, ponerme a sus pies y volcar toda mi capacidad de trabajo, de sacrificio y de sumisión en aras de su capricho y su deseo.

El maletero V

Cuando apareció me deslumbró, pues iba ataviada con una minifalda muy mini, unas botas altas de cuero negro y una camisa blanca poco abotonada lo que dejaba asomar por el balcón de su escote los encajes del sujetador.

El maletero IV

Se había adueñando de mi vida tan rápido que no me había dado tiempo a pensar en lo que me estaba pasando, solo me limitaba a disfrutarlo, vivía la vida que quería y que yo solo había elegido, y me sentía bien, por una vez en la vida tenía sentido mi existencia, o así yo lo creía.

Marcela I

Brotó en tal cantidad que pensé que me iba a atragantar. Lo mantuve en la boca, mientras ella continuaba bombeando cada vez con menos potencia. Unos momentos después dejé que esos fascinantes y calientes néctares goteasen desde mi boca y resbalasen por su polla. A medida que perdía consistencia, continué chupando su polla con su leche.

La diosa del amor II

A la mañana siguiente fue despertada por un nutritivo desayuno que Albert le llevaba en una linda charola, se alimentó, se bañó se vistió muy elegantemente, con un hermoso traje verde agua, unos hermosos zapatos de tacón a media altura, que hacían juego con la cartera ejecutiva que llevaba, que a su vez combinaban perfectamente con su piel tostada, lo que hacía que su imagen luciera mucho mejor; Salió rumbo a la universidad nacional de la Habana donde daría inicio las exposiciones del encuentro al que asistía.