Así se le alecciona a las muchachitas que no quieren obedecer...
Sus piernas divinas casi completas (la camiseta le llegaba al borde de los calzoncitos) ante mi vista, sus pequeños pies, sus senos ondulantes bajo la camiseta y sus pezones deliciosamente agresivos dibujando perfectamente su forma y permitiendo ver su color.
Su concha rebosaba jugos, estaba excitada con aquel juego. Entonces soltó un grito de placer al notar mi lengua acariciando su clítoris y empezó a moverse como si estuviera cabalgando. Sus gemidos eran sordos y sus manos agarraban mi cabeza con fuerza, ella nunca había experimentado algo así. Los dos empezábamos a sudar cuando ella susurró
Y ahí estaba yo en el auto, esperando, como un colegial de secundaria nervioso, la verdad es que no sabía hasta donde podía llegar con ella, Lu me había dado a entender que quería todo conmigo pero yo no estaba seguro, igual y a la hora de la hora me dejaba con un palmo de narices y la verga dura.
Me viro boca abajo y comenzó a acariciar la espalda, me daba mordiscos y me pasaba la lengua a la vez que me acariciaba la pinga. Iba bajando la espalda y me llego al culo, le comenzó a pasar la lengua.
Le puse un seis sobre diez. Sé que pueden pensar que podría haberle puesto más nota. Pero no se la merecía. Después del verano Ester organizó un fuerte revuelo al denunciarme. Sus padres presentaron una querella contra mi y la Universidad. El Rectorado consiguió acallarlo todo y que desestimaran la querella.
Agarrando mis hombros me levantó del suelo, a mí casi ni me sostenían las piernas, debido al orgasmo tan intenso que había tenido a la vez que él descargaba en mi boca.
Me beso, tomo mi pene y me ordenó, vamos a un motel, tuve que obedecer, imaginé ese cuerpo, desnudo, joven y no dije palabra, allá fuimos, saben en este apartado, cuando ven entrar el auto, me mandaron la botella de champagne dulce, que siempre he pedido.