Tiro por la culata

No era una visita de las habituales la que la contadora efectuaba ese día a su cliente.

Esta vez, por las proximidades de las fiestas de fin de año, el empresario la había invitado a un asado que se realizaría en las instalaciones de la empresa.

La idea era ver primero la contabilidad en la oficina y después concurrir al almuerzo.

Como la mujer se retrasó y llegó más tarde de la hora pactada, convino con su cliente revisar la papelería luego del almuerzo, Fue una mala decisión.

En la reunión, que fue amenizada por uno de los operarios que cantó acompañado por su guitarra, se comió un exquisito asado y se bebió en forma abundante.

Mientras el resto de la gente continuaba con los brindis posteriores, el empresario invitó a la contadora a concurrir a la oficina para abocarse a las tareas contables.

Ya instalados en ella la convidó con whisky pero ésta se rehusó.

Mientras la profesional efectuaba cálculos y trasladaba cifras a las planillas, el hombre revoloteaba a su alrededor con una sola intención que hacía rato le daba vueltas en su cabeza: tener algún tipo de contacto físico con la mujer.

Hacía un tiempo que la deseaba.

La contadora tiene un físico bien proporcionado en el que se destaca su buen par de tetas que luce generosamente a través de los escotes o de las transparencias de sus blusas y el empresario varias veces le había hecho insinuaciones -tanto en el estudio de ella como en la empresa- que ella había rechazado elegantemente.

Esta vez, influenciado por el alcohol, se mandó directamente.

Se le acercó por detrás y apoyándole el bulto sobre la nuca le acarició la cara y deslizó luego una de sus manos hacia los pechos de la contadora acariciándoselos suavemente.

Esta sorprendida, se quiso apartar pero no pudo porque él ejerció toda su fuerza y no la dejó mover. Con rapidez se bajó el cierre del pantalón y sacó a relucir su erguido miembro que puso cerca de la cara de la mujer pidiéndole que se lo chupara.

La contadora se negó rotundamente y empezó a ponerse muy nerviosa por la situación. El hombre insistía y cada vez se lo acercaba más. Nunca nadie la había acosado de tal forma y se sentía muy incómoda.

El empresario ya casi le rogaba que lo hiciera, le decía que estaba muy caliente con ella, que era una hembra espectacular y siempre había fantaseado con que ella se la chupara.

Que nadie se enteraría y que nunca más le pediría nada por el estilo. Que se conformaría con que se la besara un poquito, nada más.

Que eso lo haría muy feliz y estaría agradecido de por vida con ella. Que sabía que no era una cualquiera, que estaba casada y respetaba a su marido pero que no podía aguantar más y hasta sollozó un poco.

La mujer no sabía cómo manejar la situación. Por un lado no quería que se le faltara el respecto de ese modo.

No quería parecerse a este tipo de mujeres que a la primera insinuación accedía a los requerimientos sexuales de un hombre, pero tampoco quería perder un cliente que era de los importantes que tenía en el estudio y que le pagaba sus buenos honorarios.

No quería engañar a su marido, a quien quería mucho, pero tampoco podía arriesgarse a perder otra contabilidad (en los últimos tiempos se le habían caído por diversas razones dos buenos clientes).

Pensó que tal vez podía arriesgarse y acceder al pedido del empresario ya que ello no saldría de esas cuatro paredes y que además como éste estaba bastante borracho podría llegar después a olvidarse de lo que ella le había hecho y .

Así que tomó valor, dejó lo que estaba haciendo, se dio vuelta y agarró suavemente con sus manos el miembro del empresario.

Después se la introdujo en la boca sin hacer ningún movimiento especial y tratando de pensar en cualquier otra cosa.

El hombre que estaba excitadísimo le sujeto su cabeza con ambas manos y empezó a bombear como si quisiera cogerla por la boca llegándole a producirle arcadas a la contadora.

Acabó rápidamente sin darle tiempo a ella de sacársela, lo que le produjo fastidio y asco al mismo tiempo. Cuando pudo retirarla todavía estaba chorreando y las últimas gotas cayeron sobre su blusa.

Cuando pensó que todo terminaba y se iría a higienizar, el hombre le dijo que quería cogerla y levantándola bruscamente de su lugar la hizo girar y la recostó boca abajo sobre el escritorio, tirando previamente al piso toda la papelería.

El hombre que era muy corpulento prácticamente la tenía inmovilizada e imposibilitada de oponer resistencia. Estaba indignada y a punto de largarse a llorar por la situación. Nunca le había pasado nada igual. Prácticamente la estaban violando.

Pensó que el tipo podía llegar a hacerle daño dado la situación en que se encontraba, así que por favor le pidió una vez más que la dejara ir, que no lo hiciera, que la respetara como mujer y pensara con qué cara podría mirar luego a su marido a quien quería tanto.

El tipo no se inmutó y procedió a levantarle la pollera y bajarle la bombacha. Se vio perdida y trató de pensar que por el estado en que se encontraba y que recién había eyaculado, se la metería un poco y se retiraría fatigado sin poder hacer nada.

Pero cuánto se equivocó.

El empresario, que a pesar de no ser tan joven, tenía un vigor impresionante pronto estuvo recuperado y con la verga dura nuevamente dispuesta a todo.

La contadora empezó a sentir cosas porque ya se estaba humedeciendo pero trató de pensar en otras para no excitarse.

El hombre le introdujo la pija suavemente y comenzó a moverse acompasadamente. Le decía que la deseaba, que siempre había pensado en ese momento y que la iba a hacer gozar como nunca su esposo lo había hecho.

La contadora le rogó que acabara afuera, porque éste no se había puesto preservativo y no quería encontrarse con ninguna sorpresa.

El empresario que sabía cómo hacer gozar a una mujer la llevó a un éxtasis impresionante.

No se apuraba y le hacía sentir plenamente toda su verga. Se la había introducido hasta el fondo y los testículos golpeaban casi sobre el escritorio.

Cuando presintió que la mujer estaba a punto de desfallecer con el orgasmo, aceleró el ritmo y alcanzó a sacarla un instante antes de correrse desparramando su leche sobre el culo de la mujer que había gozado sin quererlo.

La contadora se arregló un poco y se fue al baño a higienizarse.

Cuando volvió se encontró con una desagradable sorpresa.

No solo el empresario no le pidió disculpas por lo que había hecho sino que había prendido el televisor e introducido un video en el que sorprendida pudo observar su actuación más digna de una película porno que de su capacidad profesional.

El muy cretino la había filmado y prometía mandarle copia a su esposo si ella de vez en cuando (le dijo una vez por semana) no tenían relaciones con él.

La mujer se puso a llorar.

Le había salido el tiro por la culata.

Quedaba totalmente en manos de ese individuo y no sabía cómo seguiría esta historia.