Capítulo 4

EL SABOR DE LA VENGANZA

ICHARLINES

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Dona entró en la nave y se dirigió a la morena.

  • Veo que vas prosperando. Tráeme a la nueva.

Oliver fue a por Marina y la postró a escasos centímetros de la morena. Le puso una barra extensora en sus piernas y las levantó para dejarla expuesta.

  • Holaaa, preciosas, me echabais de menos. No pares, no pares, deja ahí a esa puta, vamos, vámonos de aquí. Hola Marina, si eres buena, solo tendrás placer, si eres mala también tendrás dolor.

Dona recogió un látigo de doma de encima de una mesa sobre el aparador de la tortura y se acercó a las dos chicas.

  • Ahora le vas a comer el coño a Marina, cada veinte segundos te daré un azote con el látigo de doma. No pararé hasta que Marina se corra.

Oliver abrió la barra que unía las manos de la morena y ésta cayó casi de bruces sobre el suelo. Oliver puso un extensor en las piernas de la morena y ató sus manos a la barra extensora. Ahora, tendrás que comerte el coño de Marina. En cuanto de las luces, empezará la cuenta atrás.

  • El tiempo empieza ya…

La morena altanera, expuesta y con la cabeza gacha, casi encima del coño de Marina con las manos atadas, se resistió a comer el coño de su amiga.

Dona hizo restallar el látigo y a los veinte segundos, este cayó con dureza sobre el culo de la morena que chilló junto al coño de su amiga, pero permaneció impertérrita. A los quince minutos, después de cuarenta y cinco latigazos, la morena con grandes lágrimas en los ojos abrió su boca y empezó a chupar el coño de Marina. Las lágrimas corrían por la cara de Marina, mientras su amiga repasaba su coño con su lengua. La morena lamía sin demasiado interés.

  • Tienes cinco minutos para que se corra.

La morena seguía su lento e infructuoso lameteo en el coño de Marina, que parecía no sentir nada.

  • Tu morenito, ven aquí y véngate de esta puta que te mordió la polla. Rómpele el culo.

El negro se puso detrás de la morena, se escupió un poco en la punta de su polla y de un solo golpe atravesó el culo de esta hasta más de la mitad de su grande y gorda verga. La morena chilló con ganas y con fuerza.

  • Hijoooo de putaaa

El negro sacó un poco su polla para volver a embestir a la morena, esta volvió a gritar, así hasta que tuvo toda la polla dentro. Se detuvo durante unos segundos, ahora la morena chupaba con más ganas. El negro apretó su mandíbula y empezó a follarse ese culo con todas sus ganas. Marina no parecía tener ninguna sensación.

  • Tráeme aquí al pipiolo- gritó Dona

Oliver se acercó a la jaula, colocó una barra extensora en las manos y otra en los pies de Claudio y lo llevó donde estaba Dona.

Dona se soltó la falda y al no llevar nada debajo su polla apareció inmensa y gruesa. Tras echarse en la polla una buena cantidad de lubricante, metió dos de sus dedos en el culo de Claudio y lo fue dilatando y embarrando de lubricante.

  • Si se corre el antes que tú, serás entregada a los indigentes.

Dona apuntó la polla al culo del chaval y lentamente fue entrando en él. Unos grandes lagrimones resbalaban por sus mejillas.

  • Tranquilo, verás como te gusta.

Dona lentamente empezó a entrar y salir del culo del chaval, ella sentía un gran placer. Ese culito virgen y estrechito, oprimía su polla dándole un placer extra. Dona gozaba como una buena puta enculando al chaval y este parece que también, pues su miembro ya estaba completamente erecto.

  • Hummm veo que te gusta ehhhh, ¿vas a echar a tu novia a esos apestosos indigentes?

Al decir esto, notó como la polla del chaval se ponía más dura, lo pajeó con vehemencia mientras horadaba su culo. Claudio no aguantó mucho y su semen hizo un pequeño charco sobre el suelo.

Marina miró la escena aterrada, no sabía lo que le sucedería, pero ver correrse así a su novio, siendo enculado, le produjo una sensación extraña. Entre el odio y el asco. ¿Cómo había podido correrse en esa situación? Marina sintió náuseas y volvió a su realidad y a sentir la lengua de la morena sobre su coño. Increíblemente, ahora sí le producía placer, un gran placer. La morena sorbía su clítoris y lo lamía con ganas, mientras el negro perforaba su culo sin cuartel. La morena gemía, se estaba corriendo sobre el coño de Marina, está al sentir la corrida de su amiga, se tensó y se corrió sobre su boca. El negro se salió del culo de la morena y se pajeó sobre el rostro de Marina, al poco, grandes reguerones de esperma cruzaban la cara, el cuello y las tetas de Marina.

Marina jamás había sentido en su cuerpo el calor de una corrida, no le desagradó, pero, aun así, una arcada salió de su boca llevando un grueso pegote dentro de ella. Marina lo escupió con asco, haciendo otra gran arcada.

Los tres muchachos fueron metidos en sus jaulas y les colocaron sendos consoladores dentro de su cuerpo. Marina quedó colgada de la jaula, mientras sus compañeros estaban de rodillas.

Dona y Oliver se fueron a comer al centro, al volver pasarían por algún barrio pobre y se darían el gusto de elegir a tres o cuatro agraciados. Se sentaron a comer y a mitad de la comida, Dona le dijo.

  • Tengo unas increíbles ganas de que me la chupen. Ese culito me ha puesto muy caliente.
  • Joder Dona eres incorregible.

Una vez hubieron comido, salieron del restaurante y bajaron camino de los suburbios. Cuando entraban a los barrios más pobres, vieron a una morena de no más de veinte años. Oliver asomó la cabeza, atrajo a la chica y le dijo.

  • Te doy cien euros si se la chupas a mi amigo.

La morena abrió la boca y puso los ojos en blanco.

  • Toma, sube.

Oliver abrió la puerta de la furgoneta y la chica abrió mucho los ojos, ahí había una chica, no un chico. Bueno a ella le daba igual cien euros eran muchos euros.

Desnúdate dijo Dona.

La muchacha se desnudó y en ese momento Dona levantó su falda dejando a la vista una polla morcillona. La muchacha se agachó, cogió la polla y la meneó levemente. Bajó su boca a los huevos y fue subiendo hasta el capullo. Lo lamió mirando a Dona a los ojos, observando cómo se acariciaba las tetas. Se tragó esa polla y la fue chupando lento, recorriendo ese duro tallo con su lengua. Lo hacía con vocación, proporcionando a Dona un gran placer.

  • Me has caído bien, doscientos euros si dejas que mi amigo te folle. Te aviso que tiene un trabuco especial.

La muchacha se sacó la polla de la boca y le dijo a Dona.

Por trescientos euros hago una orgía.

Sigue chupando.

Oliver dejó doscientos euros sobre la ropa de la muchacha y sacó su polla. La muchacha al ver tamaño instrumento no pudo reprimirse.

  • Jodeeer, ten cuidado.

Oliver poseía una polla de veinticinco centímetros y al menos diez de diámetro, con una cabeza muy gorda. Se embadurnó bien de lubricante en su polla, hizo lo propio en el coñito de la joven y apuntó la polla al coño de la chica. Entró muy lento, muy lento, milímetro a milímetro. La muchacha abría la boca sobre manera y Dona aprovechaba para ganar centímetros con su polla. La muchacha se sentía llena y sentía como esa gruesa cabeza le iba abriendo el coño. Cuando llegó a tocar el culo de la chica con sus huevos, esta se corrió, retorciéndose sobre esa polla.

  • Joder, joder, que gusto, que polla tienes jooodeer. Me llenas entera, mi coño es una fuente. No me des muy fuerte que me partes.

Ahora la muchacha se comía la polla de Dona con gran ansia, llevándola hasta su garganta y follándola ahí adentro. Oliver imprimía un ritmo, digamos cansino, rozando con gran fruición las paredes de ese joven coñito. Dona se tensó y sujetando la cabeza de la chica, se vacío en su garganta. La chica se lo tragó todo y siguió limpiando la polla de Dona. Oliver aumentó un poco el ritmo. La muchacha creía morir con esa polla dentro. Era un orgasmo constante y cuando Oliver se la clavó para correrse dentro tuvo su primera corrida con abundante líquido. La muchacha aguantó todo lo que pudo la polla de Oliver dentro, apretándola con las paredes de su coño hasta que le sacó la última gota. Se volvió y besó a Oliver con gran afecto, jugando con su lengua dentro de su boca.

  • ¿Vas a volver?

Nadie contestó, la muchacha se vistió y bajó como en una nube de la furgoneta.

  • Le has dejado impresionada.
  • No es para menos, menudo coñito, casi me la vuelve a poner dura.
  • Vamos a lo nuestro anda.

Cuando Oliver salió de la furgoneta para ponerse al volante, la muchacha le dio un papel con su número de teléfono.

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