Capítulo 2
- El sabor de la venganza I
- El sabor de la venganza II
- El sabor de la venganza III
El sabor de la venganza
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El hombre soltó tras ser increpado por su compañero el pezón de la rubia que tenía la cara surcada por dos regueros negros. El hombre más alto se la subió sobre su cintura.
- Sujétate a mi cintura, por tu bien.
La rubia hizo caso omiso y el hombre le clavó su gorda polla de una dejándola caer. La rubia volvió a gritar. El hombre más alto hizo señas al de las barbas para que le penetrara por el ano. La rubia al sentir la polla en su agujerito empezó a chillar.
- No, no, por ahí no, por favor, soy virgen, por favor.
- Vas a tener suerte, dijo el más alto.
El hombre de las barbas tenía una polla fina y larga. Escupió en el culo de la rubia y apuntó su capullo al estrecho orificio. La rubia se agarró fuerte del hombre alto. Este al sentir entrar la polla del hombre de barbas, sacó un poco la suya para dejarle entrar sin problemas.
La rubia gemía y lloraba agarrándose todo lo fuerte que podía del cuello y la cintura del grandullón. Notaba como esas pollas se juntaban en su estrecho canal y como estaban a punto de reventar su fina tela de separación.
- Tranquila putita, tranquila.
El más alto de los tres, sujetó con fuerza las caderas de la rubia y empezó un mete y saca, con una buena cadencia. El de las barbas, ya tenía toda su polla dentro y le daba a la rubia con fuerza. La rubia gemía y sentía como su culo le ardía. Esa polla entraba demasiado deprisa en ella y le producía un cierto escozor.
Pero su calvario solo había empezado. El hombre más alto sacó la polla del coño de la rubia y dejó que el hombre de las barbas se acostara en el suelo.
- Putita, siéntate sobre su polla.
La rubia se sentó sobre la polla del hombre de las barbas. Se dejó ir lento, sintiendo como esa polla le llenaba el coño, sintiendo un extraño placer. El hombre de las barbas apretó con fuerza sus pezones, a la vez que el hombre más alto clavaba su polla hasta lo más hondo del culo de la rubia. Esta gritó, gritó con fuerza con todas sus ganas, pero un fuerte y sonoro azote, acalló su grito.
- Cállate puta, no estás aquí para gozar, estás para darnos placer.
El hombre alto miró al más pequeño que ahora quedaba fuera del cuadro y le dijo.
- Fóllale la boca.
Empujó a la rubia hacia delante hasta que tuvo la polla en su boca. Le dio un fuerte azote, se sujetó a sus caderas y le dio con todas sus fuerzas. La rubia gemía y se retorcía de gusto, esas tres pollas le estaban destrozando, pero nunca había sentido tanto placer. La polla del hombre más grande ahora entraba y salía a su antojo en ese culito ya totalmente dilatado, la rubia gemía, sujeta al pecho del hombre de barbas se retorcía de placer.
- A esta puta le gusta como la follamos, está encharcada.
El hombre grande se cambió con el pequeño, metió su polla en la boca de la rubia y dando un fuerte empujón, se la metió hasta traspasar su garganta. Una vez la traspasó, grandes reguerones de espeso esperma empezaron a descender por el esófago de la rubia, que tragó hasta la última gota. Saliéndose de ella buscó sus pezones y los apretó con saña. El hombre de las barbas notó como el coño de la rubia soltaba ingentes cantidades de flujo y empezaba a temblar. El que perforaba su culo de un fuerte golpe de cadera le clavó la polla hasta el fondo, dejándose ir en sus intestinos. El de las barbas, sintiendo los temblores de la rubia, aguantó aún unos minutos más, mientras le pedía parar, no podía dejar de temblar y esto aceleró la corrida del hombre de barbas que le llenó el coño con su caliente semen. Se salió de ella y la dejó temblando en el suelo.
Los hombres la miraron, apuntaron sus pollas y empezaron a orinar sobre la rubia. A esta una arcada le iba y otra le venía, hasta que vació su estómago sobre el frío suelo. Recogieron las ropas que les habían regalado y se fueron por donde habían venido.
La rubia estuvo temblando durante varios minutos en el suelo, hasta que llegó, Oliver.
Este la metió en una jaula donde justo le daba para estar de pie, pasó unas correas por debajo de sus sobacos y cerró la puerta de la jaula dejándola casi suspendida. Eran ya más de las doce, Oliver salió de la casa y se dirigió al Iris Air, un pub que solía cerrar tarde y donde posiblemente estaría su segunda víctima. Entró y se colocó al final de la barra entre la penumbra. Se pidió un whisky con agua y se dispuso a esperar. Sobre las doce y media, entró una morena, no muy agraciada de cara, con un cuerpo normal, pero con unos impresionantes pechos. Se sentó cerca de él y este aprovechó para invitarla a una copa. La morena se volvió, lo miró de arriba abajo, se fijó que era un hombre fornido y apuesto y se relamió los labios.
- ¿Nos conocemos?
- Creo que no, pero cuando me senté aquí me dije que a quien se sentase ahí cerca le invitaría a una copa. Tu fuiste la afortunada y me alegro de que lo fueses.
- Muchas gracias que galante. ¿Seguro que buscas algo más?
- Ya veremos, la noche acaba de empezar.
Estuvieron departiendo durante un par de horas, hasta que Oliver dijo.
- Es tarde, me tengo que ir, ¿vienes conmigo?
- Claro guapo, vamos.
Salieron del pub y se dirigieron a un parking cercano montaron en el todo terreno de Oliver y se dispusieron a salir del parking. Al llegar a la barrera, Oliver buscó en la guantera, sacó un pañuelo y lo acercó a la nariz de la morena. Está sorprendida no reaccionó y cuando se quiso dar cuenta, dormía profundamente.
Oliver llevó a la morena a la nave, la ató a una camilla de tal manera que fuera imposible moverse y fue a buscar a Dona.
Dona salió montada en su silla en busca de Oliver.
- Ya está jefa, ya la tengo atada a la camilla.
Dona bajó de la silla y torpemente entró en el vehículo. Oliver llevó a su jefa hasta la nave. Una vez en la nave Dona Recogió unas muletas y ayudada por ellas se acercó hasta la camilla donde la morena estaba sedada y atada.
- Trae las velas.
Oliver se acercó a un estante donde había unas velas. Estás eran de cera, pero tenían un producto que hacía que la cera fuera mucho más espesa. Oliver prendió la vela y se la dio a su jefa. Dona blandió la vela y dejó que la cera se fuera derritiendo. Una vez tuvo una buena cantidad, depositó un hilo de cera sobre el cuerpo de la morena. Este hilo fue desde su cuello hasta su sexo, pasando entre sus tetas. La cera dejó un rastro de color rojo que llegaba hasta el clítoris de la morena sin llegar a tocarlo. Otro hilo de cera partió Desde una axila hasta la otra, en ese justo momento, la morena empezó a espabilar.
Notó con cierto susto que no podía moverse y como su piel ardía. Gritó, gritó con fuerza.
- Que haces puta, para, para de una puta vez.
- No pares, no pares, arranca, vámonos- decía Dona
La morena abría mucho los ojos y a lo lejos distinguió la jaula donde se hallaba la rubia, vio cómo se retorcía sujeta a los barrotes y hasta pudo distinguir como de su boca manaban abundantes babas.
- Me cago en tu puta madre zorra, te vas a arrepentir de esto.
- Aquí la única zorra que se va a arrepentir de haber sido una verdadera hija de puta, vas a ser tú.
Dona siguió impertérrita con la vela, pasando una y otra vez sobre esos preciosos y abultados pechos. Acercó su mano acariciando esa piel que notó suave y sedosa, esos pezones duros que sobresalían de su areola formando una montañita. Los apretó mientras se mordía el labio. Gozó viendo la cara de dolor de la morena. La vela seguía escupiendo cera inexorablemente. Los pechos parecían casi totalmente cubiertos y los gemidos de la morena, cada vez eran más audibles. Dona llamó a Oliver.
- Prepara la mesa.
Oliver separó una parte del centro de la mesa, dejando expuesto el sexo de la morena. Sus piernas seguían sujetas a los lados, pero al quitar las tablas centrales, su sexo quedaba expuesto. Dona acercó la vela al sexo de la mujer y empezó a dejar caer la cera sobre él.
- Para puta, para, eso quema, joder.
Dona la miró y volvió a repetir.
- No pares, no pares, acelera, vámonos de aquí.
La cera seguía cubriendo los labios del sexo de esa mujer. Dona subía hasta su vientre y volvía hasta tapar con la cera su sexo.
- Oliver, desnúdame.
Oliver se acercó a Dona y le desabrochó los botones de la blusa, sacándola por sus brazos. Unos preciosos y duros pechos aparecieron a la vista de la morena.
- ¿Qué vas a hacer, que me vas a hacer?
- No pares, no pares, acelera, vámonos de aquí.
Oliver seguía desnudando a Dona, acariciaba sus pechos y pellizcaba sus pezones. Dona ronroneaba como una gata. Soltó el botón de su pantalón, bajó su cremallera y lo deslizó hasta el suelo, sacándolo por sus pies. Un precioso culote de raso negro apareció a los ojos de todos. Oliver tiró de la prenda, descendiendo ésta por las piernas de Dona hasta sacarla por sus pies. La morena abrió los ojos como platos. Ante ella apareció una polla de más de veinte centímetros totalmente empalmada.
- ¿Qué vas a hacerme hijo de puta, que me quieres hacer?
Dona levantó con unos gatos el sitio donde la morena estaba atada, escupió sobre su polla y se acercó está al culo de la morena.
- Para, hija de puta, para. Por ahí no, no seas hija de puta, para.
Dona la miró con suficiencia, acercó el capullo de su polla al agujerito del culo, se escupió en la punta y dio un golpe de cadera. La morena gritó, gritó con todas sus fuerzas.
- No pares, no pares, acelera, acelera.
Dona sujetó con fuerza las caderas de la morena. La miró a los ojos y de un fuerte golpe de cadera, entró hasta el fondo de ese culo.
- Hijaaaa de putaaaaa.
Dona sintió como ese culo atrapaba su polla, como las paredes rodeaban su miembro y como la morena hacía lo imposible por expulsarla. Notaba la fuerte opresión sobre su polla, pero el roce tampoco era placentero para ella. Oliver le pasó un electro estimulador que Dona aplicó al clítoris de la morena.
- Para, hija de puta, para.
Dona seguía metiendo y sacando su polla de ese estrecho culito, roto por primera vez. Durante toda su vida se había debatido entre ¿qué ser?, hombre o mujer. El accidente disipó sus dudas, seria ambas cosas y disfrutaría de su cuerpo y de su potente atributo.
Cuando Dona se cansó de partir el culo de la morena, le dijo a Oliver.
- Ponle la máscara.
La máscara eran unos hierros que mantenían las mandíbulas abiertas y con un agujero en el medio. Esto impedía que la otra persona pudiese cerrar la boca.
Oliver colocó el artilugio en la boca de la morena y Dona se acercó a ella. Oliver soltó un poco los amarres, lo justo para dejar colgando de la mesa la cabeza de la rubia.
- Ahora te voy a llenar esa boquita de zorra que tienes.
Dona miró su polla que estaba algo sucia y con una gran carcajada la introdujo en la boca de la morena.
- Toma puta, toma tu propia mierda, cómetela.
La morena al sentir el sabor de sus propios excrementos tuvo una arcada y vomitó sobre su propia cara. Dona rió y Oliver le enchufó con la manguera limpiando el vómito. Dona metió su polla hasta el fondo de esa caliente y húmeda boquita, empezando a fóllar con ganas su garganta. La morena era una arcada constante con la polla de Dona en su garganta. Esto excitó sobremanera a Dona que en pocos minutos llenó con su abundante y espeso semen las entrañas de la morena.
- ¿Ves como no ha sido para tanto?
Llevó su mano al coño de la morena y lo sintió húmedo.
- Si te ha gustado y todo jajajajajajaj
Oliver quitó el aparato a la morena.
- Hija de puta, te voy a matar, te voy a matar.
La mano de Dona cruzó la cara de la morena.
- Jamás vas a salir de aquí hija de puta. En unos días me pedirás que te mate.