Berta se tumbó en un sillón y encendió otro cigarrillo. Parecía haber perdido todas sus fuerzas. Miraba gélidamente a Ana, sabiendo lo muy caliente que la ponía verla fumar así, con las piernas abiertas ante ella.
Hasta ese momento, era una nena alimentada , que le alquilaban un departamento en Barrio Palermo, que hacia que estudiaba, con sus 19 años, era una vaga que lo único que le interesaba era pasarla bien, sin drogas pero con un gran sentido de no hacer nada.
Me sumergí en el pecho de mi tía echándonos ambos en su cama, su olor a hembra ya no me dejaba pensar, quien iba a pensar que mi tía era una mujer tan ardiente, se movía apretando mi cabeza contra ella y me decía, dime que me quieres hacer, dime que le quieres hacer a tu tía, le dije tía quiero lamerte toda, quiero lamer tu concha y tu ojete.
El tiempo camina lento. Ya que prendí el calefón me voy a dar un baño de inmersión, es más largo que un duchazo. Me relajo, me limpio y el tiempo pasa ¿Qué más se puede pedir?
Un nuevo y extraño caso que se desarrolla en una mansión...
Me dio las bragas y el sujetador y me indico donde estaba el probador, era un cubículo que tenia un espejo de cuerpo entero una silla transparente para sentarse y una cortina, la cual cerré bien para que no me vayan a espiar.
Las erecciones de los 3 eran descomunales, estaban muy excitados, los 3 capullos estaban en su máximo apogeo y derramaban líquidos por el cuerpo de mi mujer y por la cama.
Por un largo rato todavía, permaneció con la pija en la boca, rodeando una y otra vez la cabeza con la lengua, hasta que estuvo segura de que ya no saldría ni una gota más del sabroso jugo.
Eran las cinco y mi suegra empezaba a sufrir los efectos del alcohol, por lo que le pedí que se tomara un hidalgo (trago de todo el vaso) de lo que le quedaba del jugo y que nos retiráramos del lugar, eso hicimos.
Al contrario que mucha gente, a mí el sexo no me daba mucha hambre, así que charlamos un poco de todo mientras lo veía devorar las porciones de pizza como si llevara años sin probar bocado.