Lo que a continuación relato, me sucedió hace una semana. Mi nombre es Arturo y tengo 35 años de edad, estoy casado con Mónica desde hace 5 años.

Vivimos en Guadalajara, de donde somos originarios. Nuestra casa es de tipo dúplex y en la casa de abajo vive una pareja que conocimos cuando llegamos a vivir ahí.

Él se llama Raúl y es de mi edad, su esposa se llama Karla, tiene una cara hermosa, tiene 32 años y un cuerpo bellamente formado y conservado, aun después de la maternidad. Son muy agradables y hemos hecho una buena amistad con ellos. Nuestros hijos van a la misma escuela y son de edades similares.

De vez en cuando los invitamos a nuestra casa, cuando tenemos reunión, y ellos nos corresponden de igual manera. Casi desde el principio de nuestra relación hemos tenido una especie de coqueteo inocente entre Karla y yo. No pasa de decirle, -«que guapa te ves», y cosas así. Siempre he tenido un gran respeto por ella, por Raúl y en especial por mi esposa, a quien le he sido fiel desde que nos casamos. Hace una semana nos invitaron a pasar el fin de semana a una casa de playa que les prestaron en Vallarta y aceptamos.

Nos fuimos en una minivan de ellos y yo maneje. Raúl venia adelante conmigo, Mónica detrás de mí y Karla detrás de Raúl. Dejamos a los niños con mi suegra y ellos dejaron a los suyos con una hermana de Karla. Durante el camino me pude dar cuenta que Karla me miraba constantemente por el retrovisor y yo le correspondía, pero sin distraerme mucho del camino.

Al llegar a Vallarta, bajamos el equipaje y nos acomodamos en nuestras habitaciones. Después, Raúl y yo fuimos a hacer despensa y dejamos a las mujeres desempacando. Cuando regresamos, las dos estaban en la alberca de la casa y nos invitaron a meternos. Me puse mi traje de baño y me metí con ellas a la alberca después de servirles una copa. Luego llego Raúl y también se me metió.

Como ya era un poco tarde, Mónica y Karla se salieron para preparar la cena. No pude evitar mirar a Karla cuando salió de la alberca. Llevaba un traje de baño de una sola pieza, pero se veía bastante bien.

También vi como Raúl no dejaba de ver a Mónica que si traía puesto un bikini. Nos quedamos un buen rato en la alberca, mientras ellas preparaban la cena, y cada que salía de la alberca para preparar otros tragos, le decía a Karla que no se tardara, que se viniera pronto.

Después llegaron las dos con una charola de botana, bocadillos ligeros y un juego de mesa. Nos salimos de la alberca y nos sentamos en una mesa de la terraza, que estaba junto a la alberca a jugar y platicar. Como a eso de las tres de la madrugada Mónica no regreso de una ida al baño. Yo me imagine que el vino le causo sueño y se quedó dormida. Nosotros seguimos jugando, tomando y platicando.

Después, Karla dijo que se sentía muy mareada y que se metería a la alberca para que se le bajara un poco el cuete. Cuando se metió nos dijo que el agua estaba muy rica que nos metiéramos. Nos metimos y Raúl dijo que estaba muy fría, que mejor se daría un regaderazo y que regresaba. La verdad es que si estaba fría, pero yo quería estar con Karla.

Yo le dije a Karla que me estaba dando frío y me contesto que no fuera miedoso, que nadara un poco para que se me quitara. Le dije que no me mintiera, porque se veía que ella también tenía frío.

Me dijo, -«¿cómo sabes?» -«se nota», le conteste. Y es que sus pezones la delataban. Nade de lado a lado de la alberca y me pare cerca de ella. -«No se me quita». «Déjame frotarte un poco, a ver si se te quita» Me froto los brazos, el pecho y luego las piernas.

Le dije, -«ahora vas a hacer que me de calor». Me contesto, -«ahora yo tengo frío». -«¿quieres que te frote yo?» -«¿Tu qué crees?». La di la vuelta y le frote los hombros, los brazos y las piernas y en ese momento sentí como mi miembro se empezaba a levantar en mi bermuda. Con el movimiento del frote, tocaba suavemente con mi miembro en su trasero.

«Se nota que se te está quitando el frío». -«¿Quieres que pare?» Se volteo y me tomo las manos y las puso en sus pechos, que ahora estaban erectos y no de frío, sino de excitación. Los acaricie primero suavemente y cada vez con un poco más de fuerza y me di cuenta que estaban bastante firmes. Mientras le acariciaba los senos, ella metió sus manos en mi bermuda y tomo mi pene. Lo acaricio desde los huevos a la cabeza con ambas manos, como para sentir el tamaño y me dijo. -«Que cosota tan grandota, métemela rápido que no tenemos mucho tiempo»

La tome de la mano y la lleve a la escalera de la alberca, la senté, le abrí las piernas y le moví el traje de baño para un lado, le metí un par de dedos y me lo saque con la otra mano. Cuando estaba por metérsela, me detuvo y me dijo que la dejara besarlo un poco. Me subí tres escalones y se lo puse a la altura de la cara. Lo tomo con ambas manos me dio una mamada que casi me hace terminar. Le dije que parara y baje los escalones para penetrarla. Fue algo muy excitante, ya que sentía miedo de que regresara Raúl y además el agua de alberca nos llegaba a la cintura, por lo que hacíamos algo de ruido. La verdad estábamos tan excitados que ninguno de los dos tardo mucho en terminar.

Después me salí de alberca por unas servilletas porque mi semen se regó y me dio miedo que no se disolviera y lo recogí. Le dije a Karla que había sido una experiencia increíble y que desde hacía mucho tiempo fantaseaba con hacerla mía. Ella me dijo que no había sido antes porque yo no había querido, pero que también ella estaba deseándolo igual. Se despidió y me dijo que buscáramos al día siguiente la oportunidad de repetirlo. Llegue a mi cuarto y Mónica estaba sentada en la cama llorando. Tenía en la una mano un cigarro y en la otra un encendedor Zippo.

Cuando le pregunte qué, que tenía, me lanzo el encendedor con todas sus fuerzas. Alcance a meter la mano, pero de todos modos me golpeó el pecho. Me dijo que, qué poca madre tenía, que como era posible que en sus propias narices la hubiera engañado y con su amiga. Me quede como estúpido, escuchando todo lo que me decía sin saber que decir. Solo le pedí que no gritara por que se daría cuenta Raúl. Lo único que pude alegar en mi favor fue que realmente no era nada importante para mí, que todo se debía a un simple deseo sexual. Le dije que nunca antes lo había hecho y que me perdonara. Me dijo que me pusiera en su lugar. Entonces llegó a mi mente una idea perversa. Le dije que si me perdonaría si yo le permitía hacer lo mismo.

Me contestó que ella no deseaba a nadie, que como era posible que le dijera algo así. Le dije que solo quería demostrarle que no había sido más que sexo y que no me importaba si ella lo quería hacer porque yo estaba seguro de sus sentimientos. Estuvimos hablando casi hasta el amanecer. Por fin después de mucho hablar y más tranquilos, me dijo que estaba muy cansada y muy lastimada, que me saliera del cuarto y que en la mañana hablaríamos. Me salí del cuarto a tratar de dormir un poco en la sala. Al día siguiente me despertó un cerrón de puerta. Era Raúl y me dijo que por que dormía en sala. Le dije que Mónica me había pedido que me saliera, porque estaba roncando mucho. Entre al cuarto y Mónica no estaba ahí.

Luego fui a la playa y ahí la encontré sola mirando el mar. Le pregunte como estaba y si había pensado las cosas. Después de un momento de silencio me dijo que estaba bien, que lo haría solo para demostrarme que me haría sentir nada bien. La besé y le dije que lo único que me interesaba era que me perdonara y le repetí que estaba seguro de sus sentimientos y que no le reprocharía nada. El día transcurrió más o menos normal, solo que Mónica estaba un poco seria y Karla se había vuelto más descarada en sus coqueteos. En la tarde Karla y Raúl se metieron al mar y nosotros nos quedamos platicando.

Le dije que si Raúl le parecía bien para hacerlo y me contesto que no era su tipo, que mejor le diera tiempo para elegir con quien lo haría, que tal vez sería mejor esperar a llegar a Guadalajara para con tiempo decidirlo. Eso no me hizo sentir muy bien, ya que yo suponía que sería con él, pero como yo fui quien dio la idea no me quedo más que aceptarlo. En la noche nos fuimos a un bar tipo disco. Karla y Mónica iban súper despampanantes. La verdad no acostumbramos mucho ir a ese tipo de lugares, pero el ambiente estaba muy bien, había muchas mujeres buenísimas, pero la verdad las de nosotros eran de las mejores.

Predominaban los jóvenes, pero también había gente de nuestra edad. Raúl y yo no bailamos mucho, pero como ahora se acostumbra que las mujeres bailen solas, las dejamos bailar, mientras nosotros platicábamos y tomábamos.

Como a eso de las dos de la mañana, Karla ya estaba muy tomada y Raúl me dijo que si ya nos íbamos. Le dije que sí, pero Mónica me dijo al oído que los llevara y le pidiera la camioneta, porque se quería quedar otro rato. Me dijo que hay en la disco había mucho para escoger y que se sentía con ganas de hacerlo de una vez. Me di cuenta que el alcohol la había motivado y me dio miedo lo que podía pasar. Sin muchas ganas le dije a Raúl que si no habría problema en que los llevara y me prestara su camioneta y por supuesto que aceptó. Le dije a Mónica que fuéramos a llevarlos, pero me dijo que no, que ella me esperaba ahí.

No podía creer lo que me estaba diciendo, pero ni modo de armar un papelito ahí. Era capaz de decirle a Raúl lo que había pasado. Raúl me dijo que como era posible que la dejara sola y le dije que no había problema, que ella no estaba tan tomada y que además no estábamos muy lejos de la casa. Fui a llevarlos lo más rápido que pude y cuando regrese, no podía dar crédito a lo que veía. Mónica estaba bailando con dos tipos y le estaban dando una agasajada en frente de todo mundo. Eran como de unos treinta, treinta y cinco años. Uno mulato y el otro negro. El mulato estaba detrás de ella y le restregaba su miembro en las nalgas ella se movía como una bailarina exótica.

El otro se le pegaba por adelante y le decía algo al oído. No me había visto y me quede parado viendo como mi esposa que siempre se había comportado como una dama, se había transformado en una piruja. En menos de un minuto e inexplicablemente sentí como mi miembro se empezaba a acomodar porque se me estaba parando. Tome un banco de la barra y me senté a pensar que podía hacer.

Mónica me vio y se soltó de los tipos y se acercó a mí. Me preguntó que me parecían. Le dije que si no le daba vergüenza que todo mundo la estuviera viendo. Me dijo que nadie la conocía y que además yo había estado de acuerdo. Se sentó en mi pierna y me toco sobre mi miembro y me dijo.

-Además estas excitado, no me lo niegues. Me dijo que si aceptaba yo, ya le había propuesto ir a su hotel y que sabían que su esposo la acompañaría. Me puse a pensar y decidí que cualquier cosa sería mejor que seguir dando esa exhibición ahí. Le dije que estaba bien, pero que nos fuéramos ya, que saldríamos nosotros primero y que ellos nos alcanzarían en su hotel. Me contesto que no, que ellos no traían carro y que se irían con nosotros, que les iba a decir que los esperábamos afuera. Con un español muy deficiente me preguntó el mulato que si estaba de acuerdo con mi esposa y le dije que sí, pero que había ciertas reglas que respetar, que tendrían que usar condón y que solamente harían lo que ella y yo estuviéramos de acuerdo.

El mulato se sentó adelante conmigo y Mónica se fue atrás con el negro. En cuanto salimos del estacionamiento, el negro empezó a agasajar con Mónica y yo recordé como en el camino de Guadalajara a Vallarta venía coqueteando con Karla y como da vueltas la vida. El mulato no se quiso quedar atrás y se pasó con ellos. Yo volteaba por el espejo y veía como se besaba con uno y con otro.

En una de esas vi que Mónica acariciaba sobre los miembros de los dos, mientras el negro la besaba en la boca y el mulato le metía una mano entre las piernas. Les pedí que se calmaran y esperaran a que llegáramos al hotel, que no estaba muy lejos.

Afortunadamente se controlaron y no paso de eso. Al llegar al hotel les pregunte en que habitación estaban y que se adelantaran, para no hacer escena en lobby y en los pasillos. Se adelantaron y mientras yo trate de convencer a Mónica de hacerlo en otro lugar y con otra persona y me contestó que siempre había querido hacerlo con un negro y que la otra fantasía que tenía era hacerlo con dos hombres. Yo le contesté que éramos tres y me dijo, -«Pero tú no vas a participar. ¿Que acaso yo participé contigo? Además tu estas seguro de mis sentimientos, ¿no?» Llegamos al cuarto y el mulato me mostró una caja de condones, como pidiendo mi aprobación. El negro encendió una grabadora y sacó vino refrescos del frigobar.

Mónica se puso a bailar con el mulato y yo me senté en una silla a ver el espectáculo, mientras el negro terminaba de servir unos tragos y me daba uno. Se acercó a ellos y les dio su vaso y cuando Mónica, después de darle un trago al suyo, se acercó conmigo y me dijo que si no quería ver que me metiera al baño. Yo le dije que me quedaría a cuidarla y a checar que utilizaran condón.

La verdad tenía miedo que fueran violentos, que tomaran drogas o algo así. Se quitó los zapatos, apagó casi todas las luces y regresó con ellos a bailar. Abrazó al mulato por el cuello y lo besó mientras el negro la tomó por la cintura y le frotaba su miembro por atrás. Ella se movía en círculos y el negro comenzó a subir sus manos hasta llegar a su pecho.

Luego le bajó el cierre del vestido, hasta la altura del ombligo, dejando al descubierto sus senos. Yo no sabía para donde voltearme, pero curiosamente, quería seguir viendo. Mónica soltó al mulato y se dio vuelta con el negro. Con las dos manos le acarició sobre su pene y empezó a desabrocharle el cinturón, luego le bajó el cierre y salió una verga de gran tamaño. La tomo con una mano, se subió el vestido y se la frotó en la vagina.

Luego se hincó se la empezó a mamar. El mulato se empezó a desvestir completamente y me fijé que también tenía una verga casi igual que la del negro. Se acomodó a un lado del negro y Mónica lo masturbaba con una mano y con la otra tomaba la del negro. Luego empezó a cambiar de una verga u otra. Yo no podía más, me la saque también y me acerque, pero Mónica me hizo una seña con la mano de que me regresara a mi lugar. Me fui al baño por papel y me senté de nuevo a masturbarme.

Cuando regresé los dos se ponían los condones y Mónica estaba completamente desnuda.

Después Mónica se subió a la cama y le pidió al negro que se acostara, se sentó en su vientre y le hizo una seña al otro para que se acomodara enfrente de ella. Parecía como si fuera una experta en hacerlo con dos hombres. Se levantó y con una mano acomodó la verga del negro en la entrada de su vagina y se fue bajando poco a poco, hasta desaparecerla por completo.

No me explico cómo pudo ser así, ya que la mía es un poco más chica que la del negro y yo siento que le toco el fondo de sus entrañas. Luego comenzó a subir y bajar y hacer todo tipo de exclamaciones. Después de estar un minuto así, tomo la verga del mulato, le quito el condón y se la llevó a la boca. Yo tomé mi silla y me acomodé más cerca para ver mejor. Mónica le pidió al mulato que se pusiera otro condón, mientras ella se levantó, se dio vuelta y se acomodó la verga del negro en el ano.

Se la empezó a meter despacio y cuando el negro sitió que entró la cabeza le dio un empujón que le metió casi la mitad. Mónica gritó en señal de dolor y yo le dije al negro que no la lastimara. Después ella sola se empezó a mover poco a poco. Cuando le entró más o menos la mitad, llamó al otro, para que la penetrara por la vagina. En ese momento empezó a gritar como nunca.

Me habló y me pidió que le diera mi verga, para mamármela. Me subí a la cama y se la acerque a la boca, pero casi no me la mamaba, se la pasaba, pegando de gritos. De todos modos no aguanté mucho y terminé en su cara. Después de bajarme de la cama, estuvieron como cinco minutos en esa posición hasta que terminaron todos. Mónica se levantó rápidamente, tomo su ropa y se metió al baño. Ellos se reían y hablaban algo en inglés.

Salió Mónica del baño y sin decir nada me jaló de la mano para que nos fuéramos. En el camino no me hablamos nada y al llegar a nuestro, se quitó la ropa, se acostó y me dijo, «a mano».

Se dio la vuelta y se durmió.