Orgía en el campo

Os voy a contar una historia que me ocurrió hace unos seis meses, y que de forma rotunda cambió mi vida.

Desde aquel día me he convertido en una auténtica ninfómana, y prácticamente a diario necesito mi dosis de sexo.

Mi nombre es Nuria. Tengo 32 años.

Soy morena, de estatura media, bastante guapa de cara y con un cuerpo resultón.

Hasta que ocurrió lo que a continuación os cuento, había follado en no demasiadas ocasiones con personas distintas de los dos novios con los que había salido.

El sexo con ellos era de lo más aburrido, limitándose a penetrarme al estilo tradicional y sin buscar nuevas posturas y situaciones que alegraran un poco las veladas.

La historia ocurrió un sábado del mes de julio, cuando me disponía a visitar una casita de campo que había visto anunciada en Internet, y que se ajustaba bastante a lo que andaba buscando en ese momento para abstraerme de la ruidosa y acelerada ciudad.

Acudí al lugar que indicaban en el anuncio y tras varias vueltas por caminos forestales sin ninguna indicación, ví una casa de madera que parecía habitada y decidí entrar a preguntar.

Bajé del coche y llamé a la puerta con los nudillos mientras preguntaba en voz alta si había alguien.

Tras varios minutos de espera, y dado que parecía no haber nadie, decidí desistir en mi intento y seguir buscando a mi aire.

Pero antes dí una vuelta completa a la casa y de repente ví a un tipo alto y con el pelo largo que se escondía tras la cortina.

Me asusté y pensé que lo mejor sería salir deprisa de ese lugar para evitar problemas.

Me dirigí a mi auto pero cuando quise abrir la puerta alguien me lo impidió.

Otro tipo distinto al que había visto a través de la ventana, me agarró bruscamente del brazo y me metió en la casa, advirtiéndome que si gritaba, amén de no ser oída por nadie, recibiría una tremenda paliza.

El tipo me lanzó al suelo que estaba cubierto por una gruesa alfombra y fue ahí cuando pude ver donde estaba metida.

En la casa había cinco tipos con bastante mala pinta y una sola mujer.

La chica, estaba completamente desnuda y atada con una argolla al cuello y una cadena que llegaba hasta la pared. Parecía maltratada y actuaba al parecer totalmente en contra de su voluntad.

Tuve poco tiempo para evaluar la situación pues los acontecimientos sobrevenían rápidamente. Uno de los tipos se levantó del sillón y llamó a la chica diciendo:

» Vamos puta. Acércate a gatas y chúpame la polla.»

La chica se acercó lentamente y cuando llegó a donde se encontraba el tipo, puso cara de guarra en celo y desabrochándole la bragueta, le sacó la verga y comenzó a chupársela con verdadera maestría.

Otro de los tipos se acercó a mi y cogiéndome del pelo me dijo:

«estás viendo lo que hace tu amiguita» » Pues tú tienes que hacer lo mismo zorra de mierda».

Mientras me decía eso me soltó dos ostias de vértigo y poniéndome tumbada boca abajo, me agarró de la cintura y me levantó el culo, colocándome con el mismo en pompa.

Acto seguido me subió la falda y me arrancó las bragas de un tirón mientras decía: » Aquí no te harán ninguna falta putón de mierda».

Yo estaba totalmente aterrorizada, pero en el fondo sentía un cosquilleo en mi coñito y notaba que se empezaba a lubricar a toda velocidad.

El tipo que se había dirigido a mí, me soltó una fuerte patada en el culo que lo tenía en pompa, y me dijo:

«Que haces puta de mierda. ¿Acabas de llegar y ya ofreces tu culo para que te lo folle?.

Yo le contesté de inmediato diciéndole que había sido él, pero sin que me dejara terminar la frase, me soltó otra patada en los riñones que me dejó practimente sin respiración.

Mientras tanto, pude ver como la chica, seguía chupando la polla del que aparentemente era el jefe de la banda, y la verdad es que lo hacía con suma dedicación.

A los pocos minutos el supuesto jefe se corrió y la chica se tomó toda la leche que salió de esa tremenda polla y luego la limpió hasta que salía brillo del capullo.

Así transcurrieron varias horas en las que yo me recuperaba del «cordial recibimiento» al que había sido sometida, y durante ese tiempo la chica fue doblemente penetrada mientras le obligaban a repetir que la follase, que era una golfa de mierda y que su coño y su culo estaban deseosos de ser follados cuantas más veces mejor.

Yo empecé a pensar que todo lo que le ocurría a esa chica me acabaría ocurriendo a mí, y solo de pensarlo, mi coño se retorcía de gusto.

Cuando me encontraba en pleno sueño erótico, uno de los tipos dijo: «Mirar, parece que nuestra nueva putita ya está recuperándose. Vamos a probarla».

Sin tan siquiera hacer «previo» alguno, uno se tumbó en el suelo y fui suspendida en el aire y dejada caer sobre su polla.

El dolor fue tremendo pero sin tiempo para recuperarme, otro chico me penetró de golpe por el culo.

Ambos empezaron un brusco movimiento que me bandeaba de adelante a atrás.

Un tercero se sacó la verga y me dijo: «Mira zorra de mierda. Métete mi polla en tu boca y procura que no se te salga, porque sino te mato a ostias».

Por supuesto yo comencé a mamar ese gran falo, aunque me costó meterme el capullo que era mán ancho y grande de lo que yo estaba acostumbrada.

Así estuvieron varios minutos, y cuando el que me enculaba arremetía violentamente, sentía la polla que mamaba meterse hasta la nuez.

Cuando los tres se corrieron, me obligaron a limpiarles sus pollas y pedirles que me volvieran a penetrar.

Fue pedirlo y los otros dos se acercaron a mi y me volvieron a penetrar por el ano y el chocho.

Al principio no disfruté, pero conforme me iban follando empecé a sentir un placer intenso que hacía las delicias de esos cafres hijos de puta.

Durante el resto del día, y cuando esos auténticos sementales no nos follaban, teníamos que hacer de esclavas, haciendo la comida, preparando copas y chupándonos una a otra para calentarles y después ser penetradas.

Por la noche, nos ataban de cuello, manos y piernas, en habitaciones separadas y con un recorrido de correa que impedía prácticamente moverse.

A mí, como era nueva, me pusieron de pie, y solamente podía descansar sentándome en una silla de la que salía un tremendo pollón que tenía que montar para poder relajar las piernas.

Cuando se me irritaba el coño, me lo introducía en el culo y así alternativamente.

A la mañana siguiente uno de los hombres me despertó de un profundo sueño y agarrándome del pelo me levantó, me soltó el collar y me llevó arrastrándome hasta la cocina.

Me gritó que estaban esperando el desayuno y que calentara unos cafés con tostadas. Mientras tanto, la otra chica era follada por todos ellos, mientras chupaba con ansiedad el resto de los falos que no estaban dentro de su culo y coño.

Cuando terminé con los cafés, uno de ellos me pidió que me acercara a por mi ración de leche y poniéndome de rodillas, recibí tremendos chorros de esperma que no pude tragar en una primera tacada.

Verdaderamente esos tipos eran unos auténticos sementales y no nos dejaban tregua.

Estábamos en un agujero sin salida y no sabía exactamente cuanto iba a dudar esta pesadilla.

Durante los primeros días, los cinco hombres no paraban de follarnos a todas horas, lo que suponía un inmenso placer que sin duda me dejó huella.

Pero transcurridos 5 días de cautiverio, nuestros «dueños» comenzaron a pensar en ganar dinero con nosotras y decidieron prostituirnos.

Así, la mañana del sexto día, acudieron a la casa ocho tipos muy bien arreglados, que venían con la única intención de desfogarse por completo y cumplir todos los sueños más porno que jamás habían tenido.

Nuestros amos, nos pusieron desnudas completamente y bien aseadas y perfumadas en la parte de arriba de la casa, que era donde dormían los hombres, y en pocos minutos, aparecieron los ocho hombre con los rabos tiesos y unas miradas matadoras y sin mediar palabra, se repartieron en dos grupos y comenzaron a meternos mano primero, a obligarnos a que se la chupáramos después y por último a follarnos en todas las posiciones posibles.

A mí, me penetraron analmente unas quince veces.

En mi boca se corrieron otras tantas y fui doblemente penetrada en cuatro o cinco ocasiones.

Mi culo y mi coño rezumaban esperma por todas partes y mis músculos estaban agarrotados y completamente agotados.

Cuando los tipos se marcharon, nuestros dueños que habían grabado la orgía, se pusieron cachondísimos y nos volvieron a follar en varias ocasiones.

Cuando acabó el cautiverio, que duró 14 días, mi cuerpo necesitaba ser follado y desde entonces, me he convertido en una auténtica ninfómana, y busco desesperadamente una buena polla que me permita calmar el mono diario.