Finalmente llegamos al Camping el Sábado por la mañana muy temprano, colocamos todo el equipaje en su sitio y nos fuimos mi amigo Juan y yo a dar un paseo por el Parque Natural en el que está ubicado; mientras tanto Mari y Sara se quedaron en la caravana intentando calmar el llanto de la hija de esta primera.
Tardamos aproximadamente una hora en regresar, y nos encontramos con que la cría continuaba llorando, su madre estaba realmente preocupada, parte de esta preocupación era porque temía que nos pudiese amargar el fin de semana, pero mayormente se debía a que no sabía que le ocurría a su pequeña.
Tras darle muchas vueltas, decidió que lo mejor sería volverse para su casa para atender convenientemente a su hija, incluso si era necesario, llevarla al médico.
Como era consciente del stress y del cansancio acumulado de Juan, le rogó a este que se quedase en el Camping con Sara y conmigo, ya que no había porque preocuparse, ella cuidaría a su hija convenientemente.
En principio se mostró algo reacio, pues también él estaba preocupado, pero no le quedo más remedio que ceder finalmente ante los consejos de su mujer y la insistencia de (¡sorpresa!) mi esposa Sara.
Una vez que Mari se hubo marchado, y nos quedamos los tres solos, a mi esposa le cambio la cara, y se comenzó a reflejar en su rostro una sonrisa picarona que decía: ¡quiero guerra, par de cabrones!
Cogimos nuestro coche y fuimos a un centro de interpretación de la naturaleza en pleno corazón del Parque Natural.
Juan regalo una preciosa camiseta a Sara, y esta no tardo en agradecer su regalo nada más volver a subir al coche…… ¿sabéis cómo?………. pues la muy puta se subió en el asiento trasero y nos dijo: volveros un momento antes de arrancar, que quiero que veáis como me queda la camiseta.
Comenzó a desabrocharse la camisa que llevaba puesta y me quede flipado (aunque no tanto como Juan) pues no llevaba sujetador, se despojó de ella y quedaron al aire sus dos magníficos pechos con los dos pezones apuntando hacia el frente, lo que dejaba claro lo excitadísima que estaba.
No contenta con esto, no se cortó un pelo y pregunto a Juan: ¿qué te parecen mis tetitas, «chiqui»? ……
Este se quedó de piedra sin saber que preguntar, me miro como pidiendo mi aprobación para darle una respuesta, yo le dije que no me mirase con esa cara de preocupación y que contestase a la calentorra de mi esposa.
Fue entonces cuando le dijo que le parecían los pechos más bonitos que jamás había visto y mucho más desde que su mujer quedó embarazada, pues había perdido para el todo el encanto que anteriormente tenia y sus pechos se habían vuelto tremendos y muy caídos, cuando a él lo que realmente le gustaba eran unos pechos erguidos y de un tamaño manejable, hizo un comentario que nos hizo carcajearnos: «teta que mano no cubre, no es teta, sino ubre».
Volvimos al camping y preparamos la comida, tras ella, en la sobremesa, Juan y yo comenzamos a conversar sobre el trabajo y otros temas que no acababan de entusiasmar a Sara, entonces nos dijo que ella se metía en la caravana a echarse una siestecilla. Me sorprendió mucho, pues ella nunca pega una cabezada al medido día.
Hubo un momento en el que me pareció escuchar un gemido de Sara, así que le dije a mi amigo que esperase un momento y entre a ver qué ocurría……… Joder que novia tan calentorra que tengo, la muy putona estaba totalmente desnuda sobre la cama haciéndose una paja de campeonato; como parecía no tener bastante con sus manos, se había armado con un gran pepino que guardábamos en la nevera para la cena, y estaba masturbándose como una posesa con él.
No me quedo otro remedio que sentarme enfrente a contemplar la escena; pero ella no parecía estar muy conforme con esta situación y ni corta ni perezosa invito a mi amigo Juan a que entrara a la caravana gritando su nombre de forma entrecorta, pues la excitación no le permitía articular una palabra seguida.
Me gustaría que hubieseis visto la cara de Juan, se le ilumino el rostro al ver tan bello cuadro delante suya, se sentó a mi lado y me dijo: tengo que felicitarte, colega, tu mujer me parecía sumamente atractiva, pero ahora viéndola totalmente desnuda me quedo fascinado al contemplar su hermosura, además lo que más me gusta de ella es que es una calentorra de mucho cuidado.
Tras unos cinco minutos dale que te pego y con una erección salvaje tanto mía como de mi amigo, Sara se arrancó y nos dijo ¿qué os pasa par de maricas? ¿Pensáis dejarme aquí todo el día follandome esta mierda de pepino?, venid los dos ahora mismo y sacaros ese par de pijas que voy a comérmelas enteritas.
Dicho y hecho, nos despojamos de la ropa y nos acercamos a ella, se abalanzo salvajemente hacia nuestros rabos y agarro cada uno con una mano, comenzó a comerlos alternando el mío con el de Juan, era sumamente excitante ver como cabeceaba de un lado a otro introduciéndose prácticamente integras las dos pollas en su boca.
Juan se animó ante la escena, y se separó de nosotros para coger posición tras Sara.
Comenzó a trabajarle el coño con su mano, y me la mostró; pude contemplar como chorreaban los jugos del chocho de mi novia por sus dedos, la muy zorra estaba súper excitada.
Paso a cosas más técnicas, y comenzó a lamerle la almeja con su lengua, eso fue lo máximo para ella, pues ya casi no podía continuar comiéndome la polla, dado que no paraba de emitir sonidos de placer, aun así no la soltaba de su mano y de vez en cuando me dispensaba algún que otro lametón que fueron suficientes para que estallara en su cara, gran parte del semen se esparció por todo su rostro, otra parte fue a parar a su boca y luego relamió mi rabo dejándolo reluciente.
Mientras tanto Juan seguía dale que dale comiendo coño fresco. Sara recogió todo el semen de su rostro con su mano y cogió a mi amigo por los pelos de la cabeza, obligándole a que se tragara el resto de mi semen, Juan tenía tal calentura que no dudo ni un instante y se lo relamió de sus manos.
Tras este aperitivo, conseguí que mi verga se pusiera de nuevo dura, me tumbe en la cama y comencé a follarme a mi chica la cual cabalgaba arriba y abajo de espaldas a mí, frente a ella Juan estaba de pie ofreciéndole toda su polla la cual aceptaba de buen agrado en su boquita.
Cuando estaba a punto de correrse paro de chupársela de golpe y le dijo que no quería desperdiciar tan rico tesoro, pues pensaba que era un excelente reproductor, prueba de ello era la preciosa hija que tenía.
Así pues se sacó mi polla del coño y la introdujo lentamente en su culo, tumbada de espaldas sobre mí, ofrecía todo el esplendor de su coño afeitadito a mi amigo del alma, el cual no dudo ni un instante en penetrar.
Sorprendente amigos míos, estábamos haciendo un perfecto sándwich con mi mujer, os puedo asegurar que es una experiencia inigualable: por un lado ver gozar a tu mujer como una loca, por otro a tu mejor amigo follando como un salvaje y comiéndose un par de buenas tetas que tú mismo ofreces con tus manos desde atrás, y por otro tu taladrando el culo de tu chica y sintiendo las embestidas de la otra polla desde delante, fabuloso, de veras, tanto que no pude aguantar mucho rato y me volví a correr en el culo de Sara.
No creáis que Juan duro mucho más pues, al instante de notar como me corría, correspondió a los deseos de mi esposa y vació toda su semilla en su coño.
Menos mal que no estaba en los días críticos, pues sin lugar a dudas la habría preñado también como hizo con Mari no hace más de un año.
Tras esto cada uno nos duchamos y todo volvió a la normalidad, el resto de la tarde lo pasamos jugando al tenis, paseando, escuchando música…
No fue hasta pasada la cena cuando Sara volvió a pedir guerra, pues se dirigió a nosotros en tono picaron diciéndonos que si nos apetecía tomar un buen postre.
Como podéis imaginar no pudimos decir que no, y entre los dos volvimos a follarnosla una y otra vez, por delante, por detrás, por la boca, incluso llego a hacerle a Juan una paja con sus pies, pues al parecer mi amigo es muy fetichista y le rogó que le permitiese correrse en los preciosos deditos de sus pies.
El domingo fue un poco más de lo mismo, o sea, fantástico en todos los sentidos.
No es difícil deducir quien fue la que más disfruto de los tres, pero no creáis que Juan y yo nos quedamos a la zaga, pues mi querido amigo, a la hora de despedirse de nosotros nos rogó que lo invitásemos de nuevo tantas veces como quisiésemos a pasar con nosotros el fin de semana, pero eso sí, nos rogó que solamente a él, que su mujer estaría mejor en casita cuidando de su hija.