Capítulo 1

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—¿Qué tal si le damos la oportunidad a nuestra anfitriona?—preguntó Stephanie.

—Bueno, me parece lo más correcto—dijo Lina—. Es mi novio, tengo derecho a disfrutármelo.

Entonces Lina se subió a la cama y con rapidez tomó su pene. Luego solo tuvo que introducirlo en su vagina para comenzar a degustar las penetradas. Mientras tanto, Stephanie y Mónica se apropiaron de un lugar de la cama. Ahí comenzaron a besarse a la vez que se manoseaban.

Yo me quedé sola pero acostada al lado de Gustavo. Yo tenía mi cabeza recostada en la almohada y lo contemplaba a él con unos ojos de enamorada. Estuve consintiéndolo, acariciándole las tetillas sin dejar de mirarlo de esa manera encantada. Lina seguía saltando sobre su miembro viril. Cabalgaba sobre su pene dándose una gran satisfacción y gimiendo con frecuencia. Y todo eso alimentaba aún más mi frase de: Esto es sexo y amor del puro.

Sé que su éxito para darnos amor a todas fue el satisfacer a una mujer a la vez. Esa fue la estrategia que él decidió respetar para salir victorioso de aquella orgía. Estuvo en posición bocarriba, en la cama durante los primeros diez minutos. Mantenerse en coito con Lina le resultaba muy delicioso. Pero aún más lo era saber que me tenía a mí, a su lado, consintiéndolo.

Yo podía leer en su rostro la tremenda sensación de placer y fantasía que lo gobernaba. Si movía su cabeza a un lado, observaba Stephanie y Mónica besándose. De modo que para él era fascinante sentir que esa cama estaba saturada de sexo.

El instinto sexual de Gustavo le decía que debía regular sus emociones. En su mente debió forjarse la idea de “solo puedo satisfacer a una mujer a la vez. A una mujer por turno”. Así me pareció reconocerlo en su nueva actitud y determinación. Y fue esta convicción la que aportaría en que su cuerpo y su mente no se desbordara ante tanto placer. Aquella disposición realmente se vio proyectada cuando, después de los diez minutos de Lina saltando sobre su miembro, decidió cambiarla de posición. Con gran rapidez logró dominarla y recostarla. El coito solo se interrumpió unos cuatro segundos. Esto es sexo y amor del puro.

Al volver a la acción, Lina le estaba regalando una sonrisa de felicidad. Estaba contenta y orgullosa por el modo en que se desempeñaba su hombría. Las penetradas eran fuertes, llenas de convicción y entusiasmo. Yo me aproximé a ella para acompañarla, regalándole besos candentes en los labios de su boca.

—Qué lindo, mi amor, lo estás pasando delicioso, ¿cierto?—dijo Lina—. ¿Te imaginabas que te iba a dar algo así esta noche?

—Para nada amor. Eres mi novia. No pensé que fueras a ser tan atrevida y complaciente conmigo.

—Disfruta, amor, disfruta. Me encanta que estés gozando de este momento.

Lina es una mujer de veintiocho años que ha sabido entrenarlo en el mundo del sexo. Por lo que satisfacerla le exigía derramar todo su amor y cariño. Tenía que llevar cada penetrada a un nivel más intenso. En ese momento ella tenía sus manos sobre sus rodillas y su piernas se encontraban abiertas, mientras los talones realizaban contacto con la cintura de Gustavo. Al parecer, en esa posición, él tenía una gran experiencia.

Gustavo sabía que en dicha posición podía otorgarle penetradas profundas. A veces tan profundas que sus ojos pasaban en un solo segundo al blanco total. “Me encanta ver esas estrellitas” nos confesó ella alguna vez ella, narrándonos sobre sus momentos de intimidad con él. Y esa noche lo afirmó una vez más, mientras nosotras nos reíamos.

—¡Nos encanta ver esas estrellitas!—opinó Mónica—. Avisa cuando llegues al orgasmo. La siguiente será Tatiana.

—Ya casi, mis amores, ya casi—respondió Lina con esfuerzo—. Este hombre está follando como una máquina. Felicitaciones Mónica por traer esas pastillas de la fortuna.

—Siempre las llevo conmigo—respondió ella—. Me encanta el sexo duro y sin misericordia. No soy buena en eso de esperar que un hombre se recupere.

Gustavo seguía con su meta presente de satisfacer a una mujer a la vez. Al cabo de una intensa faena, las penetradas fuertes lograron que Lina llegara al orgasmo. Ella liberó un gritito de emoción cuando conquistó el placer. Y sin anular el coito, estuvo respirando con intensidad.

Verla así, sofocada de placer, con sus ojos cerrados mientras descansaba su cabeza sobre la almohada nos llenó de orgullo a todos. Respiraba como si hubiese recorrido un kilómetro sin tregua. Cómo si al conquistar la meta hubiese llegado a un cielo delicioso y liberador. Cuando abrió sus ojos, le lanzó una mirada matadora a su novio. La mirada se complementó cuando mordió sus labios de manera provocadora.

—Es mi turno—dije—, ahora me corresponde a mí, querida Lina.

—Por supuesto—afirmó Lina anulando el coito—. Qué te des gusto con este hombre.

—Ahora tengo un nuevo reto—dijo él—. Es hora a satisfacer a la mujer que se ha tragado mi semen.

—Estaba deliciosa esa leche—le aseguré—. Ahora clávame con toda tu potencia sexual.

Volví a colocarme en la misma posición de Lina, mientras ella se ubicó en una de las esquinas de la cama para masturbarse. Desde allí estuvo acariciándose su vagina, mientras contemplaba todo el espectáculo. Mónica y Stephanie seguían besándose, intercambiando caricias. Aquellas dos estaban viviendo su momento juntas.

Gustavo mientras tanto, sabía que tenía que responder a su nueva misión. Ahora que era mi turno, tras percatarme del placer que le había dado a Lina, yo sabía que mi mejor opción era imitar de manera idéntica su posición. De modo que también coloqué mis talones junto a su cintura. Mis piernas formaron entonces las alas de una mariposa. Y esa mariposa tenía un punto central muy hermoso: mi vagina.

Con gusto hundió su pene erecto para satisfacerme. Se apropió de esa posición y me dio penetradas fuertes, rítmicas. Mis gemidos de placer no tardaron en aparecer. También le regalaba miradas tiernas, a la vez que disfrutaba de todo el espectáculo que acontecía en esa cama. En un momento de arrebato sexual, le propiné una fuerte nalgada a Stephanie, quien se sobresaltó.

—¡No seas brusca, Tatiana!—dijo Stephanie, con tono de regaño—. No ves que Mónica y yo estamos en plan de novias.

—Sí, déjanos tranquilas—agregó Mónica—. Hace un buen tiempo que ella y yo no nos besábamos.

—Está bien, discúlpenme—me excusé, achantada.

En ese momento, la experiencia de sexo se intensificó para mí. A Lina se le dio por acercar su boca a la zona del coito. Así que estuvo besando mi vagina y el pene de su novio. A veces, cuando las penetradas eran fuertes y rápidas, su pene se salía de mi vagina. Entonces Lina le daba una chupada al pene, antes de volver a meterlo en mi cuerpo.

Yo me sentía orgullosa de él. Se notaba que estaba contento y decidido con su filosofía de satisfacer a una mujer. Una actitud que iba más allá de su propio placer. Gustavo sabía que su satisfacción ya estaba garantizada. Estoy segura que entendía que, en caso de conquistar un orgasmo, su pene se mantendría erecto. Esto es sexo y amor del puro.

Un rato después, Lina decidió ubicar su vagina sobre mi boca. El modo en que el sexo fluía y fluía era impresionante para todos los presentes en esa habitación. Todas nosotras, esas cuatro mujeres que acompañaban a Gustavo, nos comportábamos como si aquella fuese nuestra primera y desesperada orgia, a pesar de las muchas orgías que entre ellas y yo ya habíamos vivido. Quizá lo que más vibraba en el aire era nuestro natural sentimiento lésbico. Nuestro hombre parecía no tener en claro si todas éramos bisexuales. Aunque considerando la expresión de su rostro al escuchar el último comentario de Mónica, él interpretó que eso indicaba lo que era verdad, qué habían sido novias antes. A nosotras lo único que nos importaba cuando estábamos juntas, era alcanzar el máximo placer y satisfacción, sin importar qué tanto tuviésemos que transgredir nuestros prejuicios sexuales.

Esa noche, lo declaramos a él como el rey del coito. Mónica, Stephanie, Lina y yo estuvimos de acuerdo en darle dicho título. Después de haber follado conmigo durante un buen rato, siguió Stephanie. Y por último, el ciclo se cerró con Mónica.

Mientras estuvo en coito conmigo él llegó a un orgasmo. La emoción súbita de su rostro, cuyos ojos brillaron de felicidad, fueron la pista nítida de que había cruzado el límite que se estaba prohibiendo a sí mismo. Su pene se estremeció de placer, pero sin dejar su actividad de pujar dentro de mí. Y entonces, se asombró al reconocer que la erección se mantendría hasta el final de su tarea de hacernos gozar. Su pene estaba rígido, erecto, proporcionándome placer sin tregua.

Era hermoso pensar que su pene había penetrado a cada una de nosotras. Había estado en coito con cuatro mujeres en una misma noche. Era algo que incluso escapaba a su imaginación. Luego nos confesó que nunca había llegado a considerar una orgía así. Nos dijo que, durante años, antes de perder su virginidad, tuvo muchas fantasías, derivadas de las escenas intensas y ardientes que veía en webs pornográficas.

Nos develó que, durante mucho tiempo, en su mente, tuvo relaciones sexuales con una mujer de piel morena. Era una morena de piel caribe, con un pelo liso de color negro muy hermoso. “Fue mi amante secreta y recorrimos medio mundo viviendo mis fantasías. Confieso que en todo momento fui egoísta y ella siempre estaba bajo mi control” nos describió con mucha alegría e inocencia.

De hecho, Gustavo tuvo el valor de relatarnos una escena muy común vivida con esa mujer de sus sueños. “¿Qué quieres hacer, querido?” afirmaba él que preguntaba esa mujer al abrirle la puerta de su casa. “Vamos a tener el fin de semana para los dos.”

—Y entonces yo le respondía: ‘Qué rico, amor mío. ¿Será una simple coincidencia que mis padres también hayan decidió viajar?’ A lo que ella me susurraba al oído: ‘Qué importancia tiene. ¡Lo importante es lo que tú y yo vamos a vivir juntos!’

A aquella mujer terminó dándole su propio nombre: Victoria. Y con ella vivió incontables encuentros sexuales. También degustó en su imaginación momentos de gran intensidad. Nos reveló que cuando se masturbaba con pasión, pensando con sus ojos cerrados en esa mujer, lograba verla con total nitidez en su mente. Al final, cuando eyaculaba, para su decepción, Victoria desaparecía al instante.

Nos dijo que algunas de las fantasías más frecuente que tuvo con Victoria fueron los tríos de sexo, siendo él, naturalmente, el protagonista. Para mantener en equilibrio la balanza, la invitada era una mujer rubia. Así, se daba el capricho de turnarse en coito con la rubia y la morena. Se aterró de felicidad al reconocer ante nosotras que nunca llegó a pasar de ese límite marcado por su imaginación, qué siempre respetaba que fueran tríos.

—¿O quizá sí? Sí, tal vez sí—me afirmó con tono dubitativo—. Quizá sí lo hice en esos sueños en los que uno pierde el control. Quizá en ese territorio, mientras dormía, dejé que mis fantasías viajaran. Pero ahora, hoy… muchas gracias a cada una de ustedes. Porque tener la dicha de acostarme con cuatro mujeres en una misma noche, sobrepasaba por completo mis límites. Ahora cuento con ese privilegio. Acabo de estar en coito con cuatro mujeres. ¡Cuatro mujeres!

Cuando declaró esto, él se encontraba acostado en la cama junto a mí. Al otro lado de él tenía a Stephanie, quien dormía sobre su hombro. Lo escuché atenta, mirándolo con ojos de enamorada, sobre sus impresiones acerca de lo que acababa de vivir con nosotras. Me dijo que estaba muy emocionadísimo de tener tan tremenda suerte. Que no se creía haber estado en coito con nosotras. Que era fantástico estar así, en medio de dos mujeres, mientras en el baño había otras dos bañándose juntas. Que nunca en su vida hubiese imaginado que el sexo pudiese vivirse a tal intensidad.

—Tú todavía eres un buen mozo, un mozo joven—le respondí—. A medida que despiertes en esto del sexo, vas a gozar mucho. Entenderás al final que el sexo es una forma pura de amor. ¿Por qué crees que todas te miramos con ojos de enamoradas?

—Bueno, ustedes acaban de darme el título de rey del coito.

—Pues sí, con todo honor lo eres. A todas nos hiciste gemir. ¿Acaso ya olvidaste el grito que pegó Mónica?

—No, para nada lo he olvidado. Fue un coito espectacular. Esa vagina de ella es toda estrechita.

Comencé a preguntarle sobre si tenía otras fantasías. Y fue entonces cuando, sintiéndose en más confianza conmigo, me habló más sobre su querida Victoria. Me describió más detalladamente las características y la belleza de aquella mujer, siendo muy enfático en cómo usaba su imaginación para saciarse. Incluso me confesó que algunos de esos deseos sexuales los había vivido con Lina.

—¡Wow!—le dije—. Qué imaginación tienes, muchacho. Me hubiese gustado ocupar ese rol de Victoria. ¿No te gustaría tener sexo conmigo… ocasionalmente…?

—Bueno, pero Lina…

—No te preocupes por ella. Tú eres libre. Después de lo ocurrido esta noche, tú puedes follar con quien desees.

—Pues, tienes razón. Lina se ha mostrado muy orgullosa de lo que ha ocurrido aquí.

Le aseguré que estaba segura de que aquella no sería nuestra primera orgía y que lo mejor es que se fuera preparando para futuros encuentros: igual de intensos. Vi a través de su rostro, cómo en su mente, visualizó cada coito vivido. Una sonrisa apareció en su rostro al observar a cada vagina realizando contacto con su pene.

—Ahora estamos un poco cansadas—le dije—. ¡Oh, mira, aquí acaban de salir mis dos amigas!

Stephanie que hasta entonces dormía sobre el hombro de Gustavo se despertó en ese instante. Se levantó de la cama para dirigirse hacia el baño, anunciando que era su turno de ducharse.

En la puerta del baño se encontraban Lina y Mónica, desnudas. Cada una se estaba secando el cuerpo, mientras nos veían sonriendo. Entonces Lina y Mónica se acercaron al closet para sacar dos pantys y dos sostenes. Era evidente que ambas se habían colocado de acuerdo en el baño. Y ahora, como en otras ocasiones nuestras, Mónica estaba a punto de vestirse con esa ropa interior prestada. La novedad de que Mónica se vistiese con ropa interior que no era suya, excitó a Gustavo, quien sonrió al verla colocarse el panty.

—Y ahora, ¿Qué más vamos hacer con el rey del coito?—pregunté—. Me ha estado hablando más sobre sus fantasías.

—¿Qué te ha dicho?—preguntó Lina—. ¿Te habló de cuando él y Victoria estuvieron en París?

—No, aún no.

—Es una de sus mejores historias—respondió Lina.

Entonces todas tres comenzamos a reír. La atmosfera que se vivía en ese momento en aquella habitación era fantástica. Esto es sexo y amor del puro. Los cinco nos habíamos reunido para saciarnos. Nos habíamos dado gusto viviendo esa intimidad natural de la vida. Los orgasmos de aquella noche certificaban el afecto que nos habíamos dado. Y ahora flotaba en el aire una sensación humana de libertad y felicidad.