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El perdón de Dios

Hace doce años desde que paso lo que ahora mismo me dispongo a contaros, yo tenía 18 años, provenía de una familia adinerada, mi padre tenía su propia fábrica textil en Barcelona, con lo cual casi nunca estaba en casa, debido a sus largos viajes.

Mi madre como buena esposa lo acompañaba a todos los viajes, el temor de que pudiera serle infiel, la mortificaba, ella era y es una persona muy celosa, tenía y tiene un amor enfermizo hacía mi padre.

Pase parte de mi infancia junto a mi abuela Caterina, era una mujer de carácter, inteligente, liberal, independentista, muy avanzada para su tiempo, ya que, le tocó vivir en una Cataluña restringida, esclavizada y silenciosa ante una dictadura militar, creo que parte de mi forma de ser la he heredado de ella.

Pero mi padre no compartía sus ideologías políticas y pronto me interno en un colegio de pago, para que pasara el menor tiempo posible con ella.

Como todos sabéis en aquel tiempo los colegios de pago con internado formaban parte de alguna orden eclesiástica, aparte de ser un colegio masculino, con lo cual no conocí lo que era el sexo femenino hasta pasados unos años, en que ya existían colegios de pago mixtos.

Pues debido a eso, mi curiosidad era insaciable, casi siempre estaba castigado, lo cual me encantaba, por que el castigo casi siempre era dar 50 vueltas al patio o recoger 5000 hojas del mismo, las cuales evidentemente yo no daba, ni recogía.

Pero aprovechaba para subir las escaleras que accedían hasta las habitaciones de los hermanos y curiosear entre sus habitaciones, las cuales dejaban con las puertas abiertas, pero un día me lleve una sorpresa.

El hermano Santiago, profesor de música, me había castigado con 16 años, a dar 100 vueltas al patio, evidentemente no las di, eran cerca de las cinco de la tarde de un invierno muy frío, recuerdo que hasta las gafas se me entelaban, suerte de mi poca dioptría, con lo cual cosa no me las ponía muy a menudo, ya que sólo se trataba de vista cansada, pero aquella tarde las necesite, ya que, dude entre si era yo o la realidad.

Como siempre hacía subí la larga y ancha escalera de granito que comunicaba con las habitaciones de los hermanos, abrí la puerta principal y me situé en el largo y estrecho pasillo, empapelado con flores naranjas, la mayoría de las puertas estaban cerradas, dude entre seguir o no, el pasillo se veía oscuro y agobiante, sin ningún tipo de claridad, debido a que el pasillo era interior y toda la luz provenía de las ventanas de las habitaciones, seguí hacía adelante hasta traspasar todas la habitaciones, la biblioteca y el despacho privado del hermano directo.

Al final del pasillo se encontraba una pequeña sala de estar, transformada en mini iglesia, ya que sólo constaba de un pequeño altar, la imagen de Jesucristo, un pequeño confesionario y dos banquetas, nunca había osado a entrar allí, para mí era un lugar sagrado, el cual se debía de respetar y venerar tal y como me habían enseñado los hermanos y mis padres, pero ahora ya no pienso así, por que después de mirar tras los cristales me encontré con la más grandes de las orgías.

Mis ojos se abrieron como naranjas al ver aquel espectáculo, el hermano Miguel, profesor de sociales, se encontraba de rodillas haciendo una felación al hermano José, profesor de matemáticas, ambos estaban desnudos, pero mientras el hermano Miguel se la chupaba al hermano José, el hermano Jaime, le hacía una estupenda paja a esté.

Mire alrededor y pude comprobar que en la puerta del confesionario colgaban unas piernas de mujer, por lo que pude adivinar se trataba de la cocinera, que mostraba sus enormes tetas al hermano Paulino, el cual las lamía con devoción, mientras que el hermano Manuel, le comía el sexo a la estupenda cocinera, que no dejaba de gemir, diciéndoles:

Por el amor de Dios, no paréis, no paréis…

Por mi boca pasaba un tren, las mandíbulas se me desencajaron del sitio, pero aquella situación me daba un morbo inimaginable, no podía cree como aquellos hermanos podían tener ese tipo de sexo, bueno mejor dicho sexo, y para colmo en la casa de Dios como ellos decían, mi sexo se endureció solo de pensar y ver aquellas imagines, aunque todavía me quedaba por verlo mejor, el hermano Rogelio, sostenía los tobillos de la ayudante de cocina, una joven muy maja, mientras que la penetraba encima del altar, y le decía:

Dios té esta follando, dime que te gusta que te folle Dios!

Follame Dios!, follame

Mientras mantenían este diálogo, el hermano Rogelio le pasa la imagen de Jesucristo por encima de sus pechos, hasta llegar a su vagina y la rozaba contra este repitiéndole una y otra vez que Dios le estaba comiendo el coño.

Por un momento deje de mirar y me apoye contra la pared, tenía mi respiración acelerada, mi polla dura como el cemento, y un shock mental en mi cabeza, en el transcurso de un flash pasaron por mi cabeza miles de imágenes sobre aquellos hermanos, momentos de clase, la misa de los viernes por la mañana, su comportamiento con nosotros…

Nunca hubiera imaginado una situación como la que estaba pasando a mis espaldas ni el más morboso y macabro de mis sueños, pero como ángel perseguido por el demonio, corrí a lo largo y estrecho de aquel pasillo, mientras las lágrimas nublaban mi visión, y en mi cabeza no se repetía otra cosa que todo es mentira, todo es mentira, todo es mentira…

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