Capítulo 2
De lo virtual a lo real II
– ¿Conocéis algún motel por aquí cerca? La noche no ha hecho más que comenzar…
O eso creía yo. Pero fue salir de la discoteca y volver María a su actitud mojigata.
Era como si yo ya no estuviera allí.
Sólo atendía a Juan (como ya estuviste con nosotros prefiero tratarte como un personaje más).
Eso me calentaba aún más.
Por el polvo de antes, no estaba dispuesto a permanecer como un mirón, así que me ocupaba de amasar el trasero de María.
A Juan no le parecía mal y por eso María se callaba.
-Aquí podríamos estar muy bien.
Era un motel como otro cualquiera.
Cuando Juan fue al recepcionista a alquilar la habitación, le metí la mano en la falda y la besé el cuello.
Ella intentó apartarme, pero la cogí de la muñeca y con un tono bastante enfadado le dije:
-¿No te enteras de lo que venimos a hacer? Tu novio me ha brindado la oportunidad de follarte. Te quiere ver ensartada por otra verga. Y esa verga es la mía, la que has disfrutado como una zorra antes sin decir ni mu.
La pobre no supo qué contestar. Cuando volvió Juan me vio con la mano dentro de la falda de María.
Vi cómo su paquete se hinchaba. Aún más cuando le acaricié una teta con descaro en el ascensor.
Los frotamientos que la estaba propinando la estaban excitando más de la cuenta.
Ahora eran cuatro manos las que tenía encima la pobre y una no es de piedra.
Cuando llegamos a la habitación la falda se había quedado en su estómago y sus tetas estaban al aire.
Juan, del espectáculo anterior, estaba muy caliente, por lo que fue el primero en sacar su instrumento. María lo recogió con su boca con ardor.
De nuevo sobraba de la escena, pero qué va. Ella estaba a cuatro patas sobre la cama, así que se la clavé por detrás de un golpe. No pudo gritar porque estaba ocupada con la polla de Juan, así que empecé un brutal mete saca.
-Mira, Juan, mira cómo me follo a tu novia. Mira cómo le gusta, cómo se le mueven las tetas con mis arreones. Está muy buena, esta zorra. Hoy nos lo vamos a pasar a lo grande con este pedazo de cuerpo.
Vi cómo Juan se deslechaba en la boca de María, que no tuvo más remedio que limpiarle el aparato. Aproveché que su polla estaba flácida para abrazarla y besarla de cara.
Practicamos mil posturas diferentes y era ella ahora la que decía obscenidades a su novio:
-Mira cómo me folla este cabrón. ¿Esto era lo que querías? Ver cómo disfruto con otra polla que no es la tuya. Pues me gusta, me gusta ser follada por otro macho, me gusta que me penetre y que aguante tanto dentro de mí. Me estoy corriendo a cada minuto con esta verga. Mmm… Quiero que me rompa el culo.
Se lo decía a Juan, pero cogí el recado. Me la saqué y apunté a su agujero negro. Le metí la mano en el coño y saqué sus jugos y se los planté en el ojete. Escupí sobre él y mi glande entró de un tirón.
Ella gritó y pidió que parara, pero se la metí más. La penetración estaba costando, así que le dije a Juan que ensalivara su culo.
La escupió él y lo volví a intentar, pero seguía costándome mucho. Fue María la que propuso que me ensalivara la polla, que le excitaría mucho verle chupándomela. Él al principio no supo qué hacer, pero a mí no me pareció mal.
-Intentaré no correrme, le dije bromeando.
Con disgusto (se lo vi en la cara), se metió mi polla en la boca. La ensalivó a conciencia y no quiso seguir más. Prueba ahora, me dijo. Ahora sí que entró hasta el fondo.
-¡Qué culito tiene tu novia! Qué estrechito. Voy a rompérselo.
Se la sacaba casi hasta fuera y se la metía. Ella pedía más y más y que Juan la mirara cómo gozaba. Juan volvía a estar empalmado y se estaba masturbando.
-Oye, Juan, o participamos todos o esto no tiene gracia. Ocupa mi sitio y la ensartamos los dos a la vez, esta vez yo por delante.
Juan, encantado, cambió mi puesto y se la metió por detrás. Yo me puse debajo de María, que con los empujes de su novio se iba metiendo mi polla por delante.
Ella estaba en la gloria. Yo la besaba y ella no se cortaba en responder a mis besos con lujuria. Ahora fui yo el que se corrió y se quedó mirando la parejita dándose por culo con brutalidad.
Cuando acabaron, frené a María, que tenía la intención de ducharse.
-Oye, Juan, una vez me contaste las cosas que era capaz de tragarse ésta, ¿tú crees que le cabrán nuestras manos? Yo por detrás y tú por delante.
Juan metió dos dedos en su vagina y yo otros dos en su ojete.
Nos llenamos de semen los dedos, cada uno del semen del contrario. Era poco para ella. Metimos cuatro y los absorbió. Ya sólo queda la mano entera, me dijo.
Y la mano fue para adentro. Era increíble. Cerraba el puño dentro del culo de esa mujer y sólo oía gemidos de gusto. Juan volvía a estar empalmado.
Besó a María con la intención de montarla de nuevo, pero ella le paró y le dijo que ahora quería ver otra escena de mamada entre sus dos machos. No podía negarme.
Por primera vez en mi vida, tenía en la mano derecha una polla que no era la mía. Su capullo estaba reluciente.
Dudaba de si me entraría en la boca, pero allá fui. Su tacto era suave, y mi lengua recorrió su glande.
De haber leído otros relatos, jugué con sus testículos (aunque no me los metí en la boca) y lamí su tronco. Intenté metérmela toda dentro, pero me era imposible, era bastante gruesa y grande y me quedé a medio camino.
María me metió un dedo en el culo de repente y pegué un respingo.
Pronto fueron dos y sin lubricante de por medio.
Yo hice lo mismo con Juan, pero dos a la vez.
Él tampoco se lo esperaba.
Pronto los dedos fueron sustituidos por la lengua de María. Lengua y dedos. Joder, me estaba gustando la faena.
Propuso que Juan me diera por culo, pero me negué en redondo y le metí la polla en la boca para que se callara.
Estaba caliente y me respondió con una mamada de ensueño. Juan volvía a estar por detrás de su novia.
«Me apetece una cubana».
Y dicho y hecho. Se la metí entre sus tetas y no tardé en darme cuenta de que me iba a correr. Juan estaba igual. Venga, vamos a inundarla.
Nos levantamos y nos pusimos de frente a su cara pajeándonos con furia. Los chorros cayeron sobre ella, sobre su pelo, su boca, sus tetas, su tripa.
Y ella se frotaba el semen y se lo restregaba por el cuerpo.
Ya no había más remedio que ducharse, aunque preferimos darnos un buen bañito.
Yo abajo, María encima de mí y Juan de pie. Bonito cuadro.