Capítulo 3

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La quedada III

CHARLINES

Tras un baño tranquilo, nos vestimos nuevamente para salir a la quedada.

Esa noche había baile de máscaras, las chicas estaban irreconocibles y los chicos también, en el fondo de eso se trataba. Al llegar a la discoteca todos se dispersaron, iban a pasarlo bien y eso intentarían hacer. Pablo deambuló por la discoteca, hasta que decidió ir a la barra a pedir una tónica con ginebra, ya no bebería más, pero le apetecía esa copa.

Se le acercó una mujer de edad indefinida, con la máscara no se apreciaba bien y por su cuerpo diría que tenía más de treinta años, seguro.

  • Eres un tío grande. ¿me invitas a una copa?
  • Claro, como no.

Empezaron por lo típico, ciudad, trabajo, etc, etc. Poco a poco el tema se fue acercando a lo sexual. Ella que se llama Marta, le comentó que se había divorciado hacía poco y estaba a dos velas desde hace más de tres años. Pablo le comentó que él también estaba divorciado, y mirándola le dijo que tres años era demasiado tiempo, él por suerte llevaba menos tiempo.

  • ¿Así que eres un hombre experimentado?

Tampoco diría yo tanto, digamos que me gusta y tengo suerte.

Marta en su fuero interno estaba empezando a notar esa cosita que te parte del estómago hacia las zonas erógenas. La verdad es que Pablo era un tiarrón, algo pasado de peso, pero un tiarrón.

  • ¿Cuánto tardarías en hacer que me corra?
  • Jajajjaa ¿vete tú a saber?, cada cuerpo es diferente, pero si hace tanto tiempo y tu cuerpo responde, diría que poco jajajajaj

Marta vestía un vestido corto, apretado a su cuerpo y ese día no llevaba ropa interior, ese día quería gozar e iba a gozar. Se había depilado su hasta ahora descuidado coño y quería que se lo volvieran a abrir, a lamer, a volverla loca, quería volver a sentirse viva, quería sentir como una polla la volvía a llenar, haciéndola gozar.

Ya estaba harta, harta de ser la mujer perfecta, de hacer siempre lo que querían todos los demás menos ella. Esa noche la máscara le protegía y quería disfrutarlo y aprovecharlo.

  • ¿Me acompañas a fumar?
  • Claro mujer, no te dejaré sola en ese callejón.

Pablo presentía que esa mujer quería más, además del cigarro y que además lo quería ya. Salieron al callejón y buscaron un lugar tranquilo y algo apartado. Marta sacó un cigarrillo y se lo ofreció a Pablo.

  • No gracias, lo dejé hace un tiempo.

Marta lo prendió y le dio una larga calada al cigarro, cuando se disponía a expulsar el humo, sintió una boca pegada a su cuello y unos pequeños mordiscos que empezaron a encender su ansioso cuerpo. Se dejó hacer mientras daba otra larga calada al cigarrillo. Las manos de Pablo ya estaban en sus pechos, apretando ligeramente sus pezones. Marta gimió suave al sentir la opresión en sus pezones. Pablo deslizó su mano por el cuerpo de Marta, rodeó sus caderas y entrando por debajo de su falda, buscó su sexo. Si no le decía nada, estaba hecho, si lo hacía, pararía y lo daría por perdido. Pero ella no dijo nada. Acercó sus dedos a la entrada de esa cueva inexplorada en tiempo y notó una tremenda humedad, ahora el que gimió fue él. Pablo, volteó a Marta, le quitó la careta y la besó en la boca a la vez que dos de sus dedos buscaban ese punto escondido, dentro del coño de Marta. Dio con él y no tuvo piedad, le dio muy, muy fuerte hasta que noto como le llenaba la mano de líquido, en menos de un minuto le había vuelto loca. Esa mujer era un volcán.

Marta apretaba entre sus piernas esa mano que le había hecho volver a su juventud, la tuvo que parar, pues sus orgasmos se repetían una y otra vez. Ese hombre había sabido buscar el punto exacto y lo había encontrado muy pronto.

Con sus labios abultados y sus ojos entrecerrados, sus labios buscaban los de Pablo, quería fundirse con él.

  • Joder, me has vuelto loca en menos de un minuto, quiero pasar la noche contigo, ¿quieres tu?
  • Nada me apetece más.
  • Quieres venir a mi hotel, está relativamente cerca.

Pablo, por si ocurría esto, que se fuera con alguien. Había dejado las llaves de su coche en el mostrador, si él no pasaba por ellas, volvería al día siguiente a recogerlas y si alguien recogía su coche le tenía que mandar un mensaje.

Sujetando a Marta por sus caderas, se dirigieron hacia su hotel, Marta recogió su llave en recepción y entraron en el ascensor, donde se fundieron en un tórrido beso.

  • Te prometo que si te dejas hacer, disfrutarás como nunca has disfrutado.
  • Ahora mismo, soy tuya, hazme una reina.

Al entrar en la habitación, Pablo le dio la vuelta, la apretó contra la pared y la besó el cuello mientras bajaba la cremallera de su vestido y lo dejó caer haciendo que serpenteara por todo su cuerpo. La llevó a la cama y la sentó en ella, dando dos pasos hacia atrás empezó a despojarse de su ropa. Primero su camisa, luego sus pantalones, los calcetines y el calzoncillo. Tumbó a Marta sobre la cama y él se tumbó a su lado. La besó en la boca y fue directo a su sexo. Este le recibió húmedo y ansioso de sus caricias. Los dedos de Pablo acariciaban el surco que le proponían sus labios, desde el clítoris hasta el ano y desde el ano hasta el clítoris. No tenía prisa, y notaba como los labios se iban abriendo dejando vía libre a sus dedos. Ese coño cada vez estaba más húmedo y Marta cada vez gemía más fuerte.

  • Me voy a correr, joder que gusto, que gusto, no pares.

Mientras Marta se corría, Pablo la besó en la boca y apretó con fuerza su pezón, esto hizo que Marta se estremeciera y botara sobre la cama, mientras depositaba con un ávido beso el orgasmo en sus bocas.

Pablo separa el abrazo de sus lenguas, para ahora atacar sin piedad su clítoris. Lo hacía suave y despacio y notaba como la respiración de Marta se aceleraba cada vez un poco más. Gemía, buscaba sus dedos meneando su pelvis y se corría una y otra vez en silencio. Cuando ya no pudo más, apretó sus piernas contra la mano de Pablo.

  • Me vas a matar, me vas a matar. Voy a recuperar todos mis orgasmos en un solo día.
  • Ahora, ponme el coño en la boca y chúpame la polla.

Marta se sorprendió ante la petición, pero le pasó una pierna sobre la cabeza y le dejó el coño pegado a su boca. Pablo metió un par de almohadas bajo su cabeza y así tuvo un acceso perfecto a ese coño que se le presentaba, rosado y húmedo. Lo lamió de arriba hacia abajo, recogiendo la miel que le iba proporcionando. Así estuvo unos minutos, a la vez que disfrutaba de la fenomenal mamada que marta le estaba haciendo. Ahora, se dirigió al clítoris donde toda su lengua lo pasaba una y otra vez en un lento lamer, que hacía que Marta abriera cada vez más su boca. Chupó su clítoris, lo sorbió y tiró de él mientras acercaba un dedo a su culito, lo acariciaba y notaba como este se abría y cerraba sobre la yema de su dedo. Aquí Marta tuvo su primera arcada, se había metido la polla hasta el fondo. Lentamente ese culito se fue comiendo el dedo de Pablo.

Marta se estaba volviendo loca, esa lengua y ese dedo la tenían loca al borde de un gran orgasmo que le llegó sin remisión, explotó en el centro de su sexo y le llevó a pegar con todas sus fuerzas su cabeza a la boca de Pablo. Tras unos segundos donde ambos se mantuvieron muy quietos, Pablo sacó su dedo del culito de Marta, la volvió hacia un lado, se bajó de la cama y sujetándola con fuerza de las caderas, la atrajo hasta el borde de la cama.

Una vez cerca del borde sujetó su polla con la mano izquierda y la acercó a la entrada del coño de Marta. Está gritó al sentirse completamente abierta y llena de polla. Apretó su culo contra la polla y empezó a follarse ella misma. Pablo la dejó hacer un par de minutos, para tomar el las riendas, quería llenar ese coño con su esperma y por eso, sujetó con fuerza las manos de Marta a su espalda, mientras apoyaba sus pechos en el colchón.

Salió de ella casi hasta el final. Volvió a entrar de una y tirando de sus muñecas empezó un fuerte mete y saca que le llevó a vaciarse dentro de ella.

  • No pares, no pares, no pares. Joder, joder
  • Toma, toma, toma,

Icharlines54@gmail.com

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