Capítulo 4
LA PROFESORA
CHARLINES
CAPÍTULO CUATRO
ELENA.
Aquel chaval me había puesto muy cachonda con su mensaje, claro y conciso. Comí algo para tener fuerzas, sabía que la tarde sería larga. Me fui a la piscina e hice unos cuantos largos, me gusta estar en forma. Después subí al baño, y preparé una bañera con sales, donde me dispuse a darme un buen baño. Me había elegido por música una ópera y la escuchaba con detenimiento, mientras bebía una copa de vino bien frio.
Recordaba la furia con la que el chaval me había penetrado y me había excitado, como apretaba mis pechos, mis pezones y ¡ohh dios! su lengua en mi coño, que maravilla que bien comía el coño el cabrón y que gusto me dio.
Me sequé con mimo y me perfumé, ya eran las cinco menos cuarto. Encendí ese artilugio que me pedía, tuviera dentro de mí al llegar ellos, subí la potencia un poco y me tumbé en el sofá a esperarlos. El sonido del teléfono móvil me sacó de mi ensoñación, me levanté y dejé la puerta entornada. Al poco tiempo oí como se cerraba la puerta y un chaval algo enjuto y más bien feo aparecía en la puerta. Me senté y los miré. El nuevo, Andrés creo que se llama, se me acercó y mirando babeante mis pechos, me pidió permiso para tocarlos. El chaval era inexperto, brusco y duro. Tuve que pedirle calma, me hacía daño. En estas, Pablo, metió su cabeza entre mis piernas y empezó a lamer, chupar, sorber, ¡joder ¡, como comía el muy cabrón.
Andrés inexperto y algo brusco quiso horadar mi culo, pero así, a lo bruto, me hacía daño y sutilmente sujeté su dedo, lo llevé a mi boca, lo lamí y le dije.
- Así, bien lubricado, si no me harás daño.
Aprendió rápido, pero entró en mi salvaje, con mucho ímpetu.
- Tranquilo, tranquilo, más despacio.
La lengua de Pablo me volvía loca y lentamente fui dejándome caer en el suelo. Pablo una vez estaba en el suelo, abrió mis piernas y me penetró el culo, después de haber esparcido una buena cantidad de saliva. Joder, el cabrón sabía lo que hacía, me clavó hasta el fondo, subiendo mis piernas a sus hombros y llevando mis manos detrás de mi cabeza.
De repente, me dio la vuelta y con sus piernas abrió las mías, dejándome totalmente expuesta. Su amigo me penetró y me noté totalmente llena. Pablo alzó mis nalgas y me dio con ganas, mientras su amigo, gemía y se movía torpemente.
Pablo no aguantó mucho más y me llenó el culo de semen, pero no salió de mí. Dejó terminar a su amigo y esperó a que su flácida polla salera de mí. Al salir noté un vacío y un gusto extremos, mientras me apretaba con fuerza los pezones. Así, con esa “caricia”, me volví a acorrer otra vez. Mis piernas y el suelo ahora estaban llenos de fluidos. Los chavales se marcharon, pero antes de salir le dije a Pablo.
- No te olvides que mañana a esta hora has de volver.
Loca, joder, me tenía loca, esas ganas y esa fuerza me volvían loca. Ya estaba deseando que volviera mañana para entregarme de nuevo a él.
La noche la pasé agitada, el deseo me comía, no quise masturbarme, quería mis ganas enteras. Me levanté y desayuné, fui a la piscina y estuve casi una hora nadando, me vestí y salí a comprar algo, quería estar sexi.
Así que decidí ir a mi lencería favorita y ahí le pedí a Mariana que me enseñara las novedades más sexis. Me presentó un par de conjuntos fantásticos, uno blanco y otro negro. Me los probé y eran una verdadera delicia. El blanco era un satén muy fino que sujetaba perfectamente los pechos y dejaba ver los pezones. La braguita era una tanga diminuta que transparentaba perfectamente los labios de mi sexo. El negro era un raso con transparencias que dejaba ver lo justo e insinuaba todo.
- Mariana, son fantásticos, me llevo los dos.
- Me alegro, los disfrutarás mucho.
Sali radiante de la tienda y al pasar por otra de las tiendas, vi un vestido blanco, que parecía perfecto para mí. Entré en ella, pedí el vestido y me lo probé, la verdad que me sentaba fenomenal. El vestido tenía un escote en uve, que resaltaba mis bonitos senos y era más o menos una cuarta por encima de la rodilla. Lo justo para marcar a la perfección este culito trabajado que tengo. Pagué el vestido y fui para mi casa. Como siempre hacía, entre y subí directa a mi habitación. En esto sonó el teléfono. Era mi marido que me contaba que ya había llegado y que esta vez le habían escogido un buen hotel. Estuvimos un cuarto de hora hablando.
Había comido algo en el centro comercial, por lo que, aunque ya eran las cuatro tenía tiempo para prepararme. Me duché y perfumé, me vestí por dentro con el nuevo conjunto de satén blanco y por fuera con el nuevo vestido. La verdad estaba espectacular, en los pies me calcé unos estiletes de casi quince centímetros. Mis piernas y mi culo ganaron mucho a la vista. Anduve por la habitación para hacerme a esos tacones y ya casi a las cinco, bajé a esperar a Pablo. A las cinco en punto llamó a la puerta. Le abrí y su boca se abrió desmesuradamente.
- ¡Joder tía, qué buena estás!
Sonreí mientras él se acercaba, me echaba las manos al culo y me metía la lengua hasta la campanilla.
- ¿Qué quieres que te haga putita?
- Destrózame, reviéntame, no dejes nada sin comer.
Me dio la vuelta, colocándome de cara a la pared mientras apretaba con fuerza mi cabeza, bajó sus manos hasta mi tanga y haciéndolo a un lado, metió dos de sus dedos dentro de mí. Sus dedos entraron con fuerza y empezó un rápido e interminable mete y saca que en pocos minutos me hizo mojarle las manos y mojarme mis muslos.
No me dio tiempo a respirar, me tiró sobre el sofá, mi culo en el reposabrazos y mis piernas colgando, me quitó con suma presteza las bragas y puso su boca sobre los labios de mi coño. Joder, creía que moría en ese preciso momento. Me lamió de arriba a abajo, deteniéndose en mi culo, donde introducía su saliva y su lengua que yo sentía en lo más profundo. Tras unos minutos de ataque a mi culo, pasó a mi clítoris. Joder, lo sorbió tirando de él mientras su lengua lo rodeaba. Me creía morir y para colmo, cuando la punta de su lengua volaba sobre mi clítoris, su dedo entro en mi culo y ahí, ya no pude más y descargué todos mis jugos en su boca.
- Fóllame cabrón, ¿a que estas esperando?
Me miró con unos ojos endiablados, llenos de deseo y de lujuria. Me dio la vuelta sobre el respaldo del sofá, levantó mi vestido hasta dejar mi culo al aire y me clavó la polla en el culo.
- Hijo de puta, me vas a desgarrar.
Paró un segundo y lentamente sacó su polla, la volvió a meter de una y volvió a salir. Me follo el culo, me follo sin piedad, mientras yo era un orgasmo continuo, de repente, se paró.
- Chúpame la polla zorra, chúpala bien.
PABLO
Esa zorrita me estaba esperando, vestida de zorra y con ganas de fiesta. Me pidió sexo duro y yo se lo di. Después de follarme su culo con ganas y antes de correrme le pedí que me comiese la polla, quería disfrutar de esa preciosa boca que tan bien sabía utilizar.
La quité su vestido y pude observar la perfecta cara de puta que le había quedado después de los orgasmos. Me senté en el respaldo del sofá y dejé que se pusiera entre mis piernas. Acerco sus manos a mi polla y le di un manotazo en ellas.
- Sin manos, te voy a follar esa boquita de puta que tienes.
Acercó su boca a mi polla y lentamente la fue cobijando dentro de ella, se movía muy despacio, sabía que eso me gustaba. Lamía todo mi tallo y después se recreaba en mi capullo. Le sujeté la garganta con una mano y alcé un poco su cara. Mi polla entró hasta su garganta, produciéndole una arcada, pero se rehízo. Yo empecé a follárle la boca, no muy rápido, pero si profundo. Sus ojos se llenaron de lágrimas y sus pechos de babas, estaba preciosa. Me estaba poniendo muy verraco y no quería correrme aún.
La levanté y la tumbé en el sofá. Me puse entre sus piernas que levanté hasta mis hombros, la acerqué a mi polla y la penetré muy lento, sintiendo como las paredes de su coño apretaban mi polla, como me ordeñaba apretando esas paredes sobre mi polla. La miraba a los ojos y veía estos, abultados, llenos de deseo, sus pezones duros y sus gemidos altos, cada vez más altos. Me miró, sonrió y me dijo.
- Follas como un primerizo, ¿así quieres hacerme correr?
La miré desafiante, le di la vuelta, le puse en cuatro y azotando su culo le di con todas mis fuerzas.
- Así cabrón, así, destrózame, caliéntame el culo, vamos, joder.
Mi orgasmo estaba próximo, muy cercano y sus gritos lo acercaban más.
- Toma zorra, toma, hasta dentro, te voy a reventar, toma.
Le clavé mi polla en lo más hondo y la levanté en vuelo, mientras llenaba su coño de mi blanca leche, a la vez que ella me regaba la polla.
- Joder. Cabrón, que rico, joder, sí.
ELENA
Después de esa dura follada, estaba exhausta, me levanté, le di mi mano a Pablo y lo llevé hasta mi cama. Nos acostamos y yo me quedé traspuesta, no sé cuánto tiempo, la verdad. Desperté, ya anochecía, pero ese semental, no paraba. Ahí le tenía entre mis piernas, lamiendo mi coño con suma dulzura. Este chaval es incansable, ¡joder, me va a matar! Me dejé hacer, lo hacía muy bien, muy suave y directo a mi clítoris. Ahora la punta de su lengua, ahora sorbia mi clítoris estirándolo y haciéndolo más largo y ahora pasaba toda su lengua muy lento por él.
El muy cabrón me estaba matando. Eché mis manos a su cabeza y lo pegué a mí, pero su lengua no paraba, lamía y lamía sin parar y yo me volvía loca. Abrí mis piernas cuanto pude y las estiré hacia arriba, regándole con mi flujo, gritando como una loca.
- Joder, joder, joder, que bueno, que bueno.
El muy cabrón me había hecho una de las mejores comidas de coño de toda mi vida. Se tumbó a mi lado y buscó mi boca para fundirnos en un largo beso.
Quería su polla y fui a por ella. Me acerqué despacio, lamiendo su pecho y su abdomen. Llegué a esa polla dura que buscaba mi boca, mirándome descarada a los ojos. Lamí sus huevos y subí lento hasta su capullo y ahí, como había hecho él, la metí en mi boca y la saboreé como el mejor de los manjares. Disfruté esa polla en mi boca, disfruté tragándomela entera y me calenté, me calenté mucho. Mi coño estaba totalmente inundado y mi mano acariciaba mi clítoris, ahora ya con suma presteza. No tardé en correrme con la polla en la boca, un orgasmo muy fuerte que hizo clavarme ese ariete hasta traspasar mi garganta.
Tras unos minutos para recuperarme, subí lentamente hasta llegar a su oído y le susurré, fóllame, fóllame como me has comido el coño.
Me miró, sonrió y me puso de lado. Me introdujo su polla en posición de cucharita y la sentí entrar en mí, muy lento, abriendo mis carnes llegando hasta el final. Entraba y salía de mi muy despacio, a la vez que apretaba mi pezón, cada vez con más fuerza. El dolor casi era irresistible, pero también me producía mucho placer.
- Fóllame fuerte, muy fuerte.
Entró en mi con fuerza y empezó un frenético movimiento de caderas, que me llevó junto con la pinza en mi pezón, a un largo orgasmo, que se unía a otros, hasta que por fin paró y se corrió dentro de mí. Al soltar mi pezón, un dolor agudo recorrió mi cuerpo, que se volvió a convertir en agua, cuando lo acarició con extrema dulzura.
Esa noche dormimos juntos.
me he corrido tres veces