Concha abre su concha
Me llamo Concha y soy una mujer casada de 54 años.
Llevo casada 22 años y tengo un hijo de 16.
Trabajo y llevo la casa sin ayudas.
Debo decir que soy muy tradicional y que en todos mis años de matrimonio no le he sido fiel a mi esposo.
Hasta que descubrí esta web se puede decir que no fantaseé con ningún hombre.
En el trabajo aprendí a navegar en internet y en casa descubrí que mi hijo la tenía como página de inicio.
Al principio me escandalicé al ver los tipos de relatos que había, pero pronto me empezaron a gustar y me enganché.
En ellos se producía todo lo que en mi vida no se daba: sexo por placer, no como rutina de un día.
Al principio los que me gustaban más eran los de autosatisfacción, ya que gracias a ellos aprendí a masturbarme como no lo había hecho nunca.
Quizá fuera porque mi imaginación estaba excitada o por otros factores como el calor y la presencia de cuerpos jóvenes, pero el hecho es que en el verano pasado inicié una nueva etapa en mi vida:
Pasamos el verano en un bonito hotel de la costa.
Allí mi hijo se juntó con una pandilla de chicos, que venían a buscarlo todas las tardes para salir con él.
En cualquier otro momento les hubiera visto como unos niños que están creciendo, pero no pude evitar fijarme en ellos: eran tres, uno delgado y alto, Marcos, de 17, otro más bajo y robusto, Pablo, de 16 y otro de estatura normal, pero muy guapo, también de 16 llamado Jorge.
Si para salir a la playa o a la piscina lo hacía en bañador, en casa tomaba el sol en la terraza con mis bikinis más atrevidos, casi todos de tirante por la espalda.
Pese a que soy baja y rellenita y mi cuerpo no tiene muchas curvas, salvo la de la tripa y las de mis pechos, les llamé la atención: los chicos no dejaban de mirarme cuando me movía o cuando tomaba el sol con la espalda desnuda.
Eso de sentirme observada e incluso deseada me excitaba.
Yo, con mi anchura de caderas y mi culo flácido, estaba siendo mirada con deseo.
Mi hijo y mi marido se iban juntos a veces a pescar y pasaban todo el día fuera.
En una de estas ocasiones, los tres chicos le vinieron a llamar.
Les dije que no estaba, pero que pasaran a tomarse algo.
Ellos aceptaron y estuvieron hablando conmigo.
Yo soy una persona muy agradable y ellos se sentían como en casa.
Me propusieron ir con ellos a la piscina.
Les dije que me iba a poner el bañador, pero Marcos me dijo que no hacía falta.
¿Quieres que todos se rían de este cuerpo?
Está muy bien, Concha, no se preocupe.
¿Quieres decir que te gusto, Marcos?, le pregunté con picardía.
Él, que era el más lanzado, me dijo que sí, sin ponerse colorado.
Así que no me cambié y cogí la toalla y la bolsa.
Pasé una tarde muy buena con ellos en la piscina, nos divertimos mucho juntos.
Pese a que sus bañadores eran pantalones bastante más largos de lo que me hubiera gustado, cuando salían del agua la tela se les pegaba a la entrepierna y podía comprobar que sus aparatos en desarrollo estaban muy bien, no del todo en reposo como a ellos les gustaría.
Yo a ellos también les gusté, la tela del sujetador trasparentaba mis pezones, que estaban empinados por la excitación.
Me notaba las tetas más duras y grandes que de costumbre.
Es la parte del cuerpo de la que más orgullosa estoy, porque pese a su gran tamaño no me caen sobre la tripa, se mantienen firmes y además mis pezones redondos y rosados son deliciosos.
Cuando me excito se me ponen más duros y encarnados, como aquel día.
Chicos, si queréis o no tenéis planes, podéis subir a mi habitación y nos tomamos algo, habéis hecho que me lo pase muy bien hoy.
Pensé que no aceptarían mi propuesta, pues ya era casi de noche y supuse que saldrían de marcha; pero me dijeron que sí.
Así que cada uno se fue a su habitación a cambiarnos y les cité en un cuarto de hora.
Les pedí que si tenían algún radiocasete que se lo trajeran para oír música.
No creo que en esos momentos yo estuviera pensando en tener sexo con ellos, aunque cuando iba a vestirme estuve pensando mucho qué ponerme para resultarles atractiva.
Opté por una falda corta blanca de una tela muy fina pese a mis piernas bastante gruesas y por una camiseta de tirantes que me estaba bastante ajustada.
Mi sujetador era negro y se transparentaba; incluso estuve pensando en quitarme las bragas, también negras, pero no me atreví, me pareció demasiado.
Antes de vestirme me di una ducha para intentar quitarme el calentón, cosa que no logré.
Mi pelo ondulado estaba mojado cuando ellos llamaron y mis pezones estaban erectos y se notaban incluso con la camiseta.
Abrí la puerta y les vi muy guapos, muy apetecibles.
Habían traído el radiocasete y varios discos.
También algún refresco, por lo que les dije que si aún sus padres no les dejaban beber alcohol.
Abrí el mueble bar y sus caras se pusieron alegres.
Bebimos y hablamos durante un rato, de cualquier tontería, tomando confianza.
Marcos era el que más me miraba, incluso de frente.
No se cortaba a veces mirándome el escote. Jorge y Pablo me miraban sólo cuando creían que yo no les veía.
Las bebidas, el calor y la música hizo que el ambiente fuera mucho más acogedor y les dije que bailáramos juntos.
Eran canciones lentas y aceptaron encantados.
Los tres nos apretamos en un abrazo. Tenía a Marcos delante y a Jorge y Pablo a los lados.
Sus «pijas» estaban bastante nerviosas.
Sin embargo, no se atrevían a mover sus manos de mi cintura.
Marcos al principio tampoco, pero estaba muy cachonda y creo que se me notaba, le miraba con fijeza, como diciéndole ¿no te atreves a tocarme?
Pronto bajó su mano y me rozó el muslo, con disimulo, casi sin tocarme.
Yo bajé mis manos a su culo y se lo apreté con lujuria.
Me mordí los labios y él subió una mano al culo y otro al pecho.
Ninguno dijimos nada. Los otros dos chicos estaban alucinando: no podían creerse que Marcos estuviera metiéndole mano a la madre de su mejor amigo y que ésta a su vez a Marcos.
Sus pollas ahora sí que estaban realmente duras y se me clavaban en las caderas.
Marcos me besó con auténtica pasión y yo estaba muy excitada, le devolví el beso con la misma entrega.
Me besó la oreja y me susurró que me deseaba.
Había visto muchas películas porno, se le notaba mucho.
Me tocaba todo el cuerpo y pronto las dos manos se convirtieron en seis manos que me transportaban a los placeres más insospechados y eso que los toqueteos eran por encima de la ropa.
Les dije a Pablo y a Jorge que se fueran desnudando. Tenía unas ganas de follar enormes.
¿Habéis hecho alguna vez el amor? Por su falta de respuesta, deduje que no.
Vamos a pasárnoslo muy bien, ya lo veréis, les dije, mientras se me salían los ojos viendo el cuerpazo de Pablo.
Marcos me había quitado la camiseta y me sobaba las tetas incluso por debajo del sostén. Me sacó el pecho izquierdo y se puso a chuparlo.
Mis gemidos empezaron a resonar en la habitación. Pablo y Jorge, a quienes veía de reojo, estaban ya en calzones.
Mientras besaba a Marcos, bajé mis manos hasta sus paquetes y los palpé, primero por fuera y luego metiendo la mano guiada por su calor.
Estaban muy mojados, casi tanto como yo. Marcos se hizo con mi pecho derecho.
El sostén me apretaba por debajo las tetas y hacía que se realzaran aún más de la cuenta.
Pablo y Jorge se habían quitado los calzones para facilitarme la paja que les estaba haciendo.
Espera, cielo, le dije a Marcos.
Quería ver las pollas de mis chicos.
La de Jorge era de un tamaño normal, blanca, tenía la piel encima del glande.
Se lo retiré y salió un capullo colorado y terminado en punta, no redondo como el de Pablo, circuncidado y esplendoroso.
Debía de medir más de 18 centímetros y se le notaban las venas; además era más oscura; de grosor era como la de Jorge, quizá algo menos gorda.
Ambos penes apuntaban arriba y estaban empapados de líquido pre-eyaculatorio, transparente.
Los llevé al sofá y me arrodillé.
Sin pensármelo me los llevé a la boca ambos a la vez, por lo que les senté muy juntos.
Absorbí todos sus flujos como una loca; al tiempo, me metí el dedo en el coño para comprobar que estaba casi más empapada que ellos.
Por suerte Marcos se tumbó en el suelo y me subió la falda y bajó mis bragas y me empezó a mamar el coño.
No estaba muy experimentado, porque se entretuvo demasiado en limpiarme los pelos que cubren mi gruta, aunque no me disgustó nada.
Pero cuando llegó hasta mi vagina y me separó los labios vaginales y buscó con la lengua mi clítoris, mmm…
Casi les muerdo la polla a Jorge y Pablo.
Los dos enseguida me dijeron que se iban a correr, así que me levanté y me tumbé.
Quiero que me inundéis con vuestro semen.
Cogí la polla de Jorge y seguí chupándosela. Pablo se la sacudió frenéticamente sobre mis tetas.
Se la apoyé contra ellas y gimió y siguió frotándosela contra mis pezones.
Marcos siguió con su fantástica comida, que tantos espasmos me había provocado.
Llegó por fin el esperma de Jorge, salado, agrio, fuerte, espeso, abundante, caliente.
Me bebí sus primeros chorros y luego dejé que me apuntara a la cara, al pelo, al cuello.
Mi niño no terminaba nunca. Pablo también se corrió encima de mi pecho, en el estrecho canal, en el estómago.
No fue tan abundante como Pablo, pero también estuvo muy bien.
Yo ya había tenido muchos orgasmos gracias a Marcos, que me estaba matando con sus dedos, ya tenía cuatro dentro de mí.
Me levanté y le tumbé en la cama.
Su excitación era brutal.
Un bonito pene, duro, empapado, grande.
Le chupé todos sus jugos, le exprimí y luego me tumbé.
Marcos no esperó y me la clavó de una estocada, haciéndome mucho daño.
Grité como una loca.
Marcos empezó con un ritmo lento, besándome, magreándome las tetas, llenando sus manos de semen y extendiéndomelo por todo mi cuerpo, apretándome el culo; no paraba de gritar y gemir, ah, ah, sí, sí, sigue, métemela, más, más, me estás follando muy bien, sí, sigue así, todas esas frases que había leído en los relatos y que tanto le excitaban a Marcos y que hacían que su bombeo fuera cada vez más frenético, hasta que por fin se corrió en mi coño.
En ese momento hubiera querido descansar, pero los otros dos ya estaban empalmados de nuevo.
Vamos, puta, no hemos acabado.
Me sorprendió oírle eso a Jorge, pero me excitó de nuevo.
Se subió encima de mí y empezó a bombear con prisa, con excitación, casi con rabia; me mordía el cuello y las tetas y él también gritaba.
Vamos, puta, te voy a joder con esta polla, cosas así para excitarse.
No tardó en correrse, de nuevo soltó mucha leche, esta vez más líquida, aunque no demasiado.
Luego vino Pablo. Tenía la raja un poco irritada, pero no me dejó tiempo y procedió como sus dos amigos. Le dije que si no quería probar otra postura.
A cuatro patas, me dijo. Puse mi enorme culo en pompa y Pablo apuntó su enorme polla a mi culo, que estaba bañado también de flujos y de semen.
Ábrete más, puta, que no entra.
Su capullo me estaba destrozando el agujero. Intenté relajarme más y pudo meter su capullo entero.
Me dolió mucho y grité, a lo cual Pablo me respondió con otra arremetida, dejando la mitad de su verga dentro de mí. Volví a gritar de dolor, creí que no podría soportar otra embestida de su rabo, pero él de nuevo arremetió y noté sus huevos en mi culo.
El grito se debió de oír en todo el hotel.
Le dije que esperara a que me pudiera acostumbrar, pero él estaba muy caliente notando una presión increíble y empezó a bombearme.
Para, para, ah, ah, me duele, me estás matando, cabrón, déjame, pero no lo hacía; al rato empecé a sentir placer y los gritos decían lo contrario: sigue, sigue, cabrón, rómpeme el culo, jódeme más, sí, sí… Se corrió dentro de mi culo y me lo mordió.
Vi que Marcos estaba sentado en una silla otra vez empalmado y me senté encima de él.
Su polla me entró de un tirón en el culo.
Me dolió mucho, pero empecé a botar sobre él, que me agarraba las tetas por detrás y me decía que tenía un culo enorme.
Olía a sudor y a sexo, a semen, a mi coño por todo el cuarto…
Marcos acabó de darme por culo con otra bonita corrida.
Me levanté y me miré en un espejo: chorreaba semen por todos los agujeros de mi cuerpo, el semen de los amigos de mi hijo…