Una pareja que corre por la playa conoce a otra que cambia su vida sexual
Conocí a mi mujer en un complejo deportivo que hay en mi ciudad.
Ella es profesora de aeróbic y yo soy fisioterapeuta.
Por entonces estaba con un equipo de fútbol sala y después aprovechaba para hacer pesas o nadar.
En el gimnasio fue donde vi a Sonia por primera vez.
Todos los hombres cada vez que entraban le echaban el ojo encima. Sonia tiene el pelo castaño y largo, aunque suele llevarlo recogido casi siempre.
Sus pechos son pequeños pero bien formados y lo que más me gusta es de cintura para abajo.
Tiene el mejor culo del mundo, y una piernas que sin no ser demasiado alta, si las tiene preciosas.
El roce diario y una lesión que tuvo, la acercaron más a mí.
Lo cierto es que nos llevamos pocos años de novios, dos años, cuando nos decidimos a casarnos.
Nuestra relación era bastante buena y más cuando conseguí que me contratasen en el complejo. Yo, de vez en cuando, me metía en algunas de sus clases.
También nadábamos juntos en la piscina olímpica climatizada con la que disponía dicho complejo.
Como el complejo estaba junto a la playa, aprovechábamos para hacer un poco de footing. Lo cierto es que cuando íbamos a correr a la playa y llegábamos a una distancia bastante lejos de la ciudad, cerca de las dunas, durante el estiramiento nos gustaba tocarnos e incluso hacíamos el amor entre las dunas.
Solíamos correr durante todo el año y era normal que en algunas épocas la playa estuviera sola para nosotros, puesto que corríamos bastante.
Hace dos años, por el mes de septiembre, nos ocurrió algo que cambió nuestra vida sexual. En verano solíamos correr por la tarde sobre las nueve.
Es lógico que cuando corres te fijes en las demás personas que, al igual que nosotros, practicaban el footing.
Me llamó la atención una pareja. Ella era morena tanto de pelo como de piel. Su bronceado era prácticamente perfecto.
Sus ojos azules y una cara realmente bien estructurada, hacían que fuese casi imposible no fijarse en ella. Llevaba un top azul marino que dejaba su barriga al descubierto.
El sudor marcaba sus pezones en la fina tela. Por debajo unas mayas que hacía conjunto con el top.
Por detrás se le podía distinguir, por el sudor, las líneas del tanga que llevaba puesto. Él era un poco más alto que yo. También bastante bronceado.
Se podía observar una mayor robustez gracias a su camiseta de tirantes negra. También llevaba unas mayas de ciclista negras que dejaban ver unas piernas más delgadas que las mías pero más fibrosas. Más adelante supimos que se llamaban Helen y Eric.
Eric practicaba Judo y Helen hacía aeróbic. Trabajaban en un hotel de la ciudad de relaciones públicas.
Llevaban diez años en España aunque solo uno en mi ciudad. Al parecer eran franceses.
El caso es que poco a poco al vernos tan a menudo, pasamos de no saludarnos a hacernos un breve gesto cada vez que nos cruzábamos.
La verdad es que cada día rezaba para poder cruzarme con ellos y poder ver el conjunto que llevaba esa morenaza.
Cuando llegó Septiembre, ya la gente no solía correr tan frecuentemente.
Es por ello que prácticamente teníamos la playa para nosotros solos. La pareja ya no corría tan a menudo, pero aún los veíamos al menos tres veces en semana.
Una tarde, cuando íbamos bastante lejos de la ciudad, observamos de lejos a dos personas. Una llevaba en brazos a la otra.
Cuando nos acercamos nos sorprendimos al ver que se trataba de la pareja que nos cruzábamos. Nos acercamos y les dije:
Hola, ¿ Os podemos ayudar en algo?
Mi novia se ha doblado el tobillo y no puede caminar bien.
Mi novio es fisioterapeuta. Si queréis le puede echar un vistazo –respondió mi novia-
Vaya te lo agradecería
Después de sentarla y explorar su tobillo, les dije que se quedaran allí. Lo tenía un poco doblado pero era mejor que no lo moviese.
Yo iría por el coche y vendría a recogerlos, puesto que se estaba haciendo de noche y a ese paso tardarían una eternidad. Ellos accedieron quedándose mi novia también con ellos.
Dicho esto me puse en marcha hacía el complejo que es donde tenía el coche y las llaves.
El complejo está a la entrada de la ciudad, así que, en unos 20 minutos llegué, cogí un par de sudaderas que tenía, vendas, esparadrapo y un cool-pack para que no se le inflamara demasiado.
Llegué a la altura de la carretera más cercana a las dunas. Aparqué el coche y fui andando hasta la altura de las dunas donde estaban ellos. Ya había prácticamente anochecido, así que la visión no era del todo buena.
Como la luna era llena, decidí acercarme por la orilla.
Cuando me dispuse a cruzar las dunas, escuché unos ruidos. Me acerque con sigilo para que no advirtieran mi presencia. En verano las dunas están repletas de jóvenes que buscan un cobijo para hacer el amor.
Aunque ya no hacía tanto calor como en verano, la noche estaba despejada y no hacía mucho viento. Conforme más me acercaba, más nítido era el ruido.
Podía distinguir dos voces de mujeres. Pensé que podían ser unas lesbianas. Sentía que estaban en la duna de delante. Solté las sudaderas y lo demás. Fui subiendo por la duna hasta copar su cima.
Cual fue mi sorpresa cuando vi que se trataba de mi mujer y la otra pareja. Mi mujer le mamaba la verga junto a la morena.
El tranco del tío era bastante más grueso que el mío. Sonia se magreaba los senos con una mano mientras que con la otra le masajeaba los huevos. Por su parte Helen tenía su mano derecha profundizando por las calzonas de Sonia, tocando su sexo y su ano.
La escena me ponía bastante cachondo, así que empecé a masturbarme. Pero era una estupidez teniendo la oportunidad delante mía de que me lo hicieran.
Así que me puse en pie y me acerqué. Los tres pusieron cara de asombro pero les dije que venía a unirme a la causa. Por lo que sin dudarlo más me abalancé sobre Helen, la desnudé, la puse a cuatro patas y, poniendo saliva en su ano, la enculé hasta dentro. Aquel culo me volvió loco desde el primer momento en que lo vi, así que no perdí la oportunidad.
Eric levantó a Sonia, creo que también se enamoró del culo de mi mujer, la cogió en brazos y se la metió poco a poco. Mi mujer gemía de placer y dolor a la vez pero le gritaba – sigue cabrón, sigue- esto hizo que Eric introdujera su verga más aún.
Yo mientras tanto alternaba el culo con el chochito de Helen. Tanta excitación hizo que tuviera ganas de correrme. Así que saque la polla y me corrí en la espalda de Helen.
Eric tardó unos minutos más tarde dentro del culo de Sonia. Exhaustos pero aún excitados decidimos darnos un baño en el mar, desnudos. Helen parecía que el problema del tobillo había desaparecido. Bromeábamos sobre como se había curado mientras andábamos hasta la orilla.
Íbamos abrazados cada uno con su mujer. Comenté al oído a Sonia que le había parecido, a lo que ella me respondió con una sonrisa acompañada de una cara de satisfacción total.
Cuando llegamos al agua, entre juegos y toqueteos se empezó a caldear el ambiente. Eric decidió nadar un poco alejándose de nosotros.
Eso lo aprovecharon Helen y Sonia para acercarse más aún y empezamos a magrearnos. Yo tocaba ambas nalgas y acariciaba sus conchas y agujeros anales mientras que nos besábamos. Fue algo extraño pero morboso ver como mi mujer y la de Eric se besaban. Empezaron a tocarme el tranco. Éste cada vez más aumentaba su tamaño hasta parecer que me iba a explotar.
Eric no se había dado cuenta de la escena todavía, cosa que aproveché para intentar poseer a las dos mujeres. Empecé por comerme sus tetas mientras ellas se besaban y se metían mano.
Sentí unas ganas enormes de metérsela a Sonia pero lo incomodo del lugar hizo que nos fuésemos a la orilla.
Allí me puse detrás de mi mujer y comencé a introducírsela por la vagina mientras seguían ellas en lo suyo. Eric se percató de lo ocurrido y se dirigió hacia nosotros.
Se colocó igual que yo pero detrás de Helen y la penetró. Sonia giró un poco la cabeza y me dijo – por el culo, mi amor, rómpeme – a lo que contestó Helen – Eric, haz tú lo mismo, encúlame – ambos muy obedientes la penetramos analmente y eso pareció excitar más aún a nuestras respectivas cónyuges que gritaban obscenidades. Yo estaba a punto de descargar y lo grité. Eric también estaba a punto y gritó también.
Esto hizo que las damas se nos separaran, se arrodillaran cogieran nuestras vergas y la mamasen hasta que nos corrimos en sus caras. Luego mi mujer limpió con más esmero la poya de Eric, mientras Helen hacía lo propio con la mía.
Tras acabar nos marchamos a recoger las ropas mientras las mujeres se limpiaban en el agua.
Esto fue solo el principio de una larga relación. Ya os contaré en otra ocasión las experiencias que tuvimos durante varios años.