A los 19 años conocí, mientras estaba de vacaciones en Punta del Este, a una chica muy interesante que se convertiría en mi novia durante los próximos dos años y medio. Se llamaba María, tenía la misma edad que yo, era rubia, de ojos marrones, cuerpo atlético y grandes pechos.

De entrada nos llevamos muy bien en todas las áreas, especialmente en todo lo referente al sexo. Si bien ella no era una chica muy experimentada (bueno… tampoco era virgen) no temía probar cosas nuevas como el sexo anal. Otra cosa que nos excitaba mucho era tener sexo en lugares públicos y/o al aire libre.

Empezando por los médanos de Punta, seguimos por lugares como los asientos traseros de un ómnibus mientras íbamos de Buenos Aires a Pinamar, el ascensor de su departamento, las escaleras del mismo edificio y otros, en el mar, en varias piletas de natación, y una noche hasta en el patio de una conocida Iglesia de Barrio Norte. En resumen, teníamos una vida sexual plena e interesante.

Claro que uno siempre quiere más…

Al igual que la mayoría de los hombres de este planeta me excitaba muchísimo (y aún lo sigue haciendo) ver y estar con dos mujeres. Hacía un par de años que había hecho por primera vez pero había sido con un par de prostitutas, lo cual no es exactamente lo mismo.

Un día estábamos hablando con María sobre sexo y de algún modo salió el tema de que a mí me gustaba mucho ver a dos mujeres haciendo el amor. También le dije, en broma, que me gustaría verla a ella en la cama con alguna chica. Ella lo tomó como un simple chiste y la cosa no pasó de ahí. Aquel día…

En las semanas siguientes estas bromas se empezaron a hacer más frecuentes y más explícitas. Por ejemplo mientras veíamos alguna película pornográfica en algún hotel alojamiento y le decía cosas como «Mirá que lindas tetas tiene esa chica… No te gustaría pasarle la lengua por los pezones» o, mientras veíamos como una le chupaba la concha a otra le decía «Imaginate que te la está chupando a vos…» Ella simplemente se reía y contestaba cosas como «Ni loca…» pero en realidad no le molestaba que le diga cosas así. Es más, a veces ella misma sacaba el tema, preguntándome si me gustaría verla haciendo tal o cual cosa.

Finalmente, un día estábamos cogiendo, yo encima de ella, penetrándola con fuerza mientras la besaba en la boca y le decía «imaginate chupando una concha ahora mientras te cojo…» Ella estaba súper excitada y cuando empezó a llegar al orgasmo me dice «Siiii… quiero chupar una concha… siii… vamos a hacerlo…»

Cuando terminamos de coger le pregunté si realmente estaba dispuesta a que tengamos sexo con otra mujer, a lo que me contestó, un tanto indecisa, que si pero su primera pregunta fue: Con quién?

Claro… una cosa es convencer a la novia de uno a acostarse con otra mujer pero otra cosa es conseguir a alguien para hacerlo.

Así que durante los días siguientes intentamos resolver este problema.

La opción más sencilla hubiese sido llamar a alguna prostituta del diario, pero a María no le gustaba esa idea. Otra opción sería «levantarnos» a alguna desconocida pero la realidad es que será muy fácil decirlo pero no así hacerlo.

Finalmente decidimos que debería ser alguna conocida nuestra… pero quién? Después de analizar varias candidatas de nuestro entorno social nos decidimos por una compañera de Facultad de ella. Esta chica se llamaba Natalia y tenía la misma edad que nosotros (para este entonces 21). Era una morocha de tez blanca, para mi gusto tenía algún kilito de más pero no obstante capaz de calentar a un muerto.

Ahora bien, habiendo decidido quien nos gustaba para esta pequeña aventura, todavía debíamos convencerla. Hasta donde nosotros sabíamos, Natalia no era bisexual y estaba en sus planes tener sexo con María o conmigo y mucho menos con los dos juntos. Natalia tenía mucha confianza y le contaba a María todo lo referente a sus salidas con chicos y lo que hacía o no en la cama. En resumen se podría decir que ella era una chica bastante poco experimentada para su edad.

Todo empezó una noche cuando estábamos los tres solos en el departamento de la familia de María. Después de cenar nos quedamos charlando mientras tomábamos un par de botellas de Chandón. De a poco María empezó a llevar la conversación para el lado del sexo. Al principio Natalia estaba un poco avergonzada pero a medida que se rellenaban las copas de champagne se iba desinhibiendo. Empezó a contarnos (con María ya habían hablado de esto antes) que las veces que había tenido sexo los chicos con los que había estado no llegaban a hacerla acabar, estaban demasiado apurados por coger y no la calentaban apropiadamente. María aprovechó ese giro de la conversación para bromear acerca de que si la agarraba yo seguramente sería distinto. Le empezó a contar las cosas que hacíamos nosotros y como le hacía yo el amor. Le preguntó a Natalia si yo le gustaba y, si no estuviese de novio con ella, le gustaría que yo me la coja. Quizá un poco debido al champagne ella terminó admitiendo que sí, aunque totalmente sonrojada.

Ahí nomás María se para (Yo estaba sentado en la cabecera de la mesa, ella estaba a mi izquierda y Natalia a mi derecha) y camina hasta estar detrás de Natalia. Poniendo sus manos sobre los hombros de ésta me dice: ¨Te gusta mi amiga?¨ a lo que yo respondo que sí, claro. A continuación me dice: ¨Tiene muy lindas tetas.¨ Y a ella: ¨Mostrale las tetas.¨ ¨Ayy noo…¨ responde ella, riéndose nerviosamente. María baja las manos y tomando el suéter que llevaba puesto Natalia por la parte de abajo comienza a levantarlo, a lo que Natalia responde con un débil intento de impedírselo, acompañado de varios ¨no… noo…¨ que no tuvieron mayor impacto.

Ese era el momento para que yo entre en el juego. Me arrodillé frente a ella, le corrí el corpiño por debajo de las tetas y empecé a lamerle los pezones al tiempo que le masajeaba las tetas con mis manos.

Natalia estaba súper nerviosa, pero tampoco se apartaba… ¨Qué hago María?¨ ¨Nada, disfrútalo, está todo bien…¨ ¨Pero es tu novio…¨

Las manos de María todavía sostenían el suéter apenas por encima de sus tetas así que aproveché para tomar sus manos en las mías y guiarlas hasta estas tetas totalmente excitadas y de pezones erectos. Seguía lamiéndolas mientras veía y sentía como las manos de mi novia recorrían las tetas de su amiga.

Cuando escuché que Natalia suspiraba ¨Me estoy re calentando…¨ lo tomé como el aviso para pasar a la siguiente etapa. Me pare al tiempo que la guiaba para que ella también lo haga y le quité el suéter y el corpiño. La abracé y la besé en la boca apasionadamente. Ella respondió totalmente entregada al juego, nuestras lenguas entrelazadas en un exquisito ritual erótico. Con mi mano izquierda acerque la cara de María a la mía y comencé a besarla a ella, a centímetros de la cara de Natalia. Empecé a alternar entre ambas bocas, que no estaban a más de 15 centímetros, mientras recorría sus cuerpos con mis manos hasta alcanzar sus caras. Las fui acercando mientras cambiaba de besar a una y a la otra. Llegó un punto en que sus bocas se encontraban una al lado de la otra, mejilla con mejilla, mientras mi lengua las recorría. Y después la distancia entre ambas desapareció, nuestras tres lenguas se fundieron en un solo beso… yo las besaba a ellas… ellas me besaban a mí… ellas se besaban entre ellas…

En eso sentimos la puerta del ascensor en el palier y el ruido de llaves. Natalia salió corriendo al baño a vestirse y María y yo tratamos de componernos y actuar lo más naturalmente posible. Habían llegado la madre, la hermana, etc. y Natalia iba a quedarse a dormir en lo de María por ende la noche estaba perdida así que me tomé un par de copas de champagne más y me fui a casa.

Antes de irme a dormir me hice una buena paja pensando en nuestra escenita.

Al día siguiente hablé con María quién me dijo que a su vez había hablado con Natalia acerca de los eventos de anoche y ésta le confesó que estaba muy apenada por lo que había ocurrido, ya que se sentía muy mal porque, aunque la había excitado, esto ¨no era natural.¨ De todos modos accedió a venir a mi casa a cenar ese fin de semana siguiente. De más está decir que María y yo estuvimos toda la semana expectantes y ansiosos por lo que depararía nuestro próximo encuentro.

Y llegó el fin de semana…

María llegó a casa temprano esa tarde y estuvimos repasando nuestro ¨plan¨ ya que no queríamos presionar demasiado a Natalia de entrada. A eso de las nueve de la noche llegó y nos tomamos unos tragos mientras charlábamos de cualquier cosa menos de lo ocurrido la otra noche. Después de cenar y un par de whiskies más decidimos ver una película.

Para esto fuimos a mi habitación, en donde había una cama de una plaza y media contra una pared y un sillón que corrí al lado de la misma. Como los tres no entrábamos cómodos en la cama las chicas se acostaron en ella con unos almohadones y yo me acomodé en el sillón, quedando prácticamente a la misma altura que la cama y al lado de María (Natalia estaba del lado de la pared).

Al rato nos empezamos a besar con María y ella, diciendo que así estaría más cómoda, se sacó el jean que llevaba puesto, quedando vestida únicamente en bombacha y remera. Ella aprovechó para decirle a Natalia que también se ponga cómoda pero ésta no estaba, todavía, lista para quedar tan desvestida. María insistía, un poco en broma y otro poco no, en querer quitarle el pantalón, desabrochándoselo e intentando introducir sus manos dentro del mismo. A todo esto yo me había quitado la camisa y estaba acostado en el borde de la cama, obligando a María a arrimarse contra Natalia, a quien seguía intentando desnudar y en el proceso la acariciaba y besaba por donde podía.

A continuación le quité la remera a María y comencé a besar sus pezones al mismo tiempo que introduje mi mano por debajo del elástico de su bombacha, masajeando su monte de Venus y bajando hasta llegar a sus labios que separé para encontrarme con una concha totalmente mojada y lista para recibir todo tipo de atenciones. Introduje un dedo y luego otro más, metiéndolos hasta el fondo y luego sacándolos para juguetear con su clítoris.

No pude aguantar más y le quité la bombacha. En una posición un tanto incómoda, mitad en la cama y mitad en el piso, coloqué mi cabeza entre sus piernas y comencé a besar esa apetitosa conchita. Mi lengua jugaba con sus labios, se introducía lo más posible dentro de su vagina, acariciaba su clítoris que se ponía cada vez más durito.

Mientras hacía esto podía ver como ellas se besaban y acariciaban las tetas. También escuchaba que Natalia le decía que no le quite el pantalón, que eso era demasiado.

Yo ya estaba tan caliente que no aguantaba más así que, sin dejar de lamer su concha me quité el pantalón y el calzoncillo. Mi pija ya estaba totalmente parada y luego de masajeármela por unos segundos me paré y vi como los ojos de Natalia se clavaban en mi miembro erecto. Me acosté sobre María, introduciéndole mi pija sin más demora y empecé a cogerla fuerte, mientras las besaba a ambas. María ya estaba como loca, gemía, gritaba, acababa teniendo un orgasmo maravilloso, inolvidable…

Yo ya estaba listo para explotar así que decidí sacar mi pija de esta concha que desbordaba sus jugos y me puse de rodillas sobre ella mientras le daba los últimos sacudones a mi pija que comenzó a largar chorros de semen sobre sus tetas mientras sus manos lo esparcían sobre ellas.