Capítulo 3

La primera infidelidad consentida y gozada con un visitante extranjero III

Después de lo que me ocurrió con mi amigo Venezolano, llamaba periódicamente al Hotel preguntando, cuando llegaba, arreglábamos unas salidas y nos dábamos unas sesiones sexuales buenas.

Sus llegadas a Santa Cruz eran cada 6 a 8 meses, por 10 a 15 días de forma tal que en unos tres años tuve unas 8 salidas muy buenas y me dio una experiencia inigualable, experiencia que compartí con mis amantes.

Simultáneamente a esto tuve algunas salidas esporádicas con otros hombres, unos tres, pero las experiencias fueron muy malas y esto me ocurría por mi falta de experiencias sexuales a más de Esteban (mi marido) y Roberto, que hasta ésa época habían mis dos únicos amantes, en principio creía que las diferencias entre ellos no iban a ser grandes y me encontré con la realidad de la vida, los hombres solo quieren meter su paloma dentro del sapo, sacudirse, terminar y chau.

Era decepcionante, no había contacto humano y ello me apegaba más a esos dos hombres que me hacían gozar tanto, pero como todo en la vida, eso me enseñaba a valorarlos en su verdadera capacidad.

Sin embargo no hay que escupir muy alto… porque te puede caer en la cara. Se me produjo la experiencia inversa, fui yo la que procedí de ésa manera y fue una experiencia única.

Desde aquella época en que conocí a Roberto yo comencé a desarrollar trabajos de pinturas en telas y algo de óleo en bastidor, una afición que mantengo hasta ahora.

Tenia que ir de compras por el Mercado «Siete calles», después que mi marido salió a su trabajo a eso de las 3:00 de la tarde, me alisté para salir, mi cabeza estaba en los materiales, colores y calidades que tenía que comprar, procedí a vestirme, ése día recuerdo muchos detalles.

Era un día de mucho calor me puse mi ropa interior y un vestido sin mangas de una tela blanca no muy delgada, me miré en el espejo y me saqué el sostén, en una actitud muy mecánica, aunque no acostumbro a llevar las tetas libres, prefiero tenerlas sostenidas y que no se me muevan.

El vestido ése, se abría por adelante, con cierre de cremallera y resultó fácil su extracción, me miré en el espejo, el vestido blanco cortito, a mitad de los muslos, un cinturón marrón de cuero, y unas sandalias planas atadas a los tobillos con cintitas de cuero, resultó una imagen muy juvenil, sin joyas ni en manos ni cuello, pelo cortito, suelto y poca pintura.

Subí a mi jeep, había cambiado el auto anterior hace unos dos años, y me fui hacia el centro, en el mercado había mucha gente, caminé por las calles y entré a los locales, de a poco iba recibiendo los piropos y las sugerencias masculinas, de a poco comenzaron a hacer efecto, fui comprando los materiales, entre un tendero que miraba descaradamente mis tetas que, desde que me acomodara frente al espejo no había subido bien el cierre, por lo que mis dos amigas quedaron muy expuestas, más aun cuando me agachaba, lo dejé deleitarse y como premio recibí un buen piropo muy sugerente de intenciones, seguí haciéndome la zonza, a la salida de otro local, se formó una aglomeración, no duró mucho pero una mano pasó varias veces por mis nalgas, y en un momento de esos metió la mano bajo el vestido, la cantidad de gente y los empujones me impidieron ver al autor.

Toda esta situación me puso, no a mil, sino a millones, encima de todo tenia que ir a cambiar más dinero, no había cambio para un billete grande de dólar, fui a buscar mi vehículo y mientras caminaba me sentía totalmente excitada, mi arrechura me hacia sentirme que estaba caminando mal, como de mal que lo haría, que los piropos fueron innumerables.

Entré al jeep sintiendo mi calzón y mis piernas mojadas, arranque rápido y en el corto trayecto a la Av. Cañoto a buscar un cambista (cambiador de dólares callejero) metí mi mano a mi entrepierna, estaba totalmente mojada, me tentó meterla debajo el calzón y sentí que mi clica vibraba buscando placer, metí un poco mi dedo y me estremecí, un estremecimiento que casi me lleva al orgasmo, saque la mano rápidamente y continué conduciendo.

En la avenida me acerque a la zona de la terminal de buses y vi un cambista, más o menos joven, contextura regular, de uno 1,80 m, muy moreno (mestizo) pelo ondulado negro.

Le pregunté por la tasa de cambio y mientras me entregaba el dinero me miraba descaradamente las piernas que estaban casi totalmente al descubierto, me entregó el dinero en moneda nacional y cuando yo le entregaba el billete de dólares, mi arrechura pudo más que yo, le dije que suba que quería que me acompañe, sin preguntar porque ni para que, subió y arranqué inmediatamente. ¡¡El desgraciado sabia para que había subido!!

Nos alejamos de la terminal y, en primera instancia definí ir por la Av. Roca y Coronado, al final casi sobre el antiguo Jardín Botánico había (no se si sigue habiendo) un Motel pero recordé que se veía muy feo de afuera, muy ordinario y, por otro lado, mi arrechura no aguantaba el trámite de entrar y acomodarse. Mientras pensaba qué hacer el hombre comenzó a meterme mano, en las tetas y en las piernas, se las saqué violentamente, no vaya a ser que alguien me viera, si el se moderaba, yo puedo poner cualquier pretexto laboral para excusar la presencia de este hombre, de otra manera quedaba de loca.

Decidí enfilar por la Av. Busch (Bolivia tubo dos presidentes de ése nombre, antes que los Yanquis, esos gringos resultaron muy copiones), al final de esta avenida, en ésa época era poco habitada y llegaba hasta el río.

El camba volvió a iniciar sus metidas de mano, tuve que parar el vehículo y de forma muy violenta le indique que;

¡¡si continuaba se bajaba, que en esta situación la que mando soy yo!!

Más claro, agua. El hombre me miraba con una lujuria increíble, que pensaría de mi, yo no pensaba nada no tenia cerebro, mi cerebro era mi clica.

Llegué cerca del río había un desvío hacia la izquierda, lo encaré y a poco me encontré con los defensivos y pasé al otro lado, puse el jeep de vista al río, entre unos árboles, aparentemente no se veía nada y no nos iban a descubrir.

En ése momento le dije al hombre que solo se baje el pantalón, que el resto lo hacia yo, mientras el manipulaba su vestimenta, yo me bajé la bombacha y el cinturón de mi vestido, giré la cabeza y lo vi con los pantalones bajos, había reclinado levemente el respaldar y se veía una paloma de muy buen tamaño, justo para mi gusto se me hizo agüita el sapo, la tomé con la mano y le inicié una paja suave, estaba muy dura, sus venas brotaban por todo lado, era muy oscura y la cabeza brillaba, en la punta asomaba un poco de liquido viscoso.

Que golosina buenísima que me iba a comer.

Lo que hice fue, subirme el vestido, los ojos se le salían al hombre, me pasé al asiento del acompañante, monté sobre él, me agarré del asa que hay para el pasajero, yo miraba al rió y daba espaldas al hombre.

Cuando quise guiar su paloma a mi concha, sentí que su mano ya hacia que apunte correctamente, me fui sentando con calma, mi concha chorreaba y yo sentía que esa paloma grande me llenaba, primera vez que tenía una de este tamaño adentro, sentía que me resbalaba, llegó hasta el fondo y me quedé quieta sintiendo el placer de la llenura de mi sapo vicioso.

El hombre no movía ni un pelo de su cuerpo, pero sus manos comenzaron a correr el cierre, abriendo mi vestido y dejando libres ambas tetas, más o menos que me bajó el vestido a medio cuerpo y yo comencé a moverme suavemente hacia arriba, sentía salir el monstruo de dentro mío, cuando estuvo totalmente afuera volví a entrar suavemente bajando hasta el fondo y cuando entró toda, dura y gorda, inicié un movimiento suave lateral, me meneaba como puta en baile, era delicioso, después de un meneo volví a subir y así seguí durante un rato, subía, bajaba, meneaba y volvía a subir…

No se cuanto tiempo lo estuve haciendo de esta forma, solo se que el hombre jadeaba y empecé a aumentar el ritmo, a momentos me agarraba la cola, me hurgaba el culo con los dedos, la posición era optima para ello, no articulaba palabra, solo jadeaba, gemía, ronroneaba, etc. ¡Ni una palabra!

Mi placer era inmenso, seguía sintiendo la paloma llena pero escuchaba el chapaleo de mis líquidos en cada entrada y salida, con una mano me agarraba del asa del jeep y con la otra tocaba con suavidad mi clica, no quería llegar al orgasmo, muy rápido, era muy delicioso, el tiempo estaba totalmente fuera de mi mente, solo estaba llena de placer, quería meter y sacar y quedarme así por siempre.

Pero no todo es eterno y el hombre comenzó a jadear fuerte, se comenzó a mover de arriba abajo, agarrándome de mi cintura, me la metía hasta el coto (la garganta), me agarré fuerte del asa, con ambas manos, pues las embestidas de la fiera eran muy fuertes y la bestia que ardía en mi interior estaba más desbocada, todavía.

Sentí que mi concha se inundaba, me llenó de su lecha caliente, con chorros fuertísimos, llegué a un orgasmo sensacional, no recuerdo mucho el resto, solo se que quedé con la cabeza apoyada en el vidrio del jeep.

Después el hombre no se movía nada, me levanté como pude, me acomodé en el asiento del conductor, vi su paloma llena de semen, me agaché y lo lamí entero, se lo limpié como la mejor puta del mundo.

Le pedí con calma, pues no tenía fuerzas, que se vista, yo me acomodé, limpiándome con mi mismo calzón, que termine echándolo entre los árboles, acomodé el vestido y arranqué como pude, a media avenida, entre el 3º y 2º anillos, frente a la Universidad le dije al hombre que se baje, callado y obediente se bajó y yo seguí mi camino a mi casa, traspirada, mal acomodada, sin bombacha, y bien culeada.

Totalmente satisfecha.

Cuando le contaba de mi culeada a mi marido, me di cuenta que no sabia el nombre del hombre que me había pegado una tirada fenomenal.

Esa noche tiramos con mi marido un par de veces escuchándole como había tirado con su negrita de turno.

Otro día continuaré con otras historias, pues entre que conocí a Roberto y este negro culeador ya habían pasado algunos años y yo rondaba los 30 años.

Continúa la serie