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La primera infidelidad consentida y gozada con un visitante extranjero II

La primera infidelidad consentida y gozada con un visitante extranjero II

Como les conté la vez anterior, había conocido a Roberto, fue mi primer infidelidad, desde la gran noche de nuestro matrimonio que llegamos a la cama a eso de las 2:00 de la madrugada y que la gimnasia sexual duró hasta las 6:00 a.m. no me sentía tan llena como ése día de mi primer infidelidad, era una mezcla de haber logrado una picardía con la mezcla de haber manejado otra paloma con un buen resultado, Roberto se fue muy satisfecha, lo reafirmé después, yo estaba muy satisfecha, además que después había tenido postre con mi marido que ya era un excelente amante. Su paloma es más bien del tamaño chico, en mis sucesivas experiencia pude comprobar que es del tamaño medio para abajo, pero su manejo en la cama lo hace olvidar el tema de tamaños, además que pone una dosis muy grande de romanticismo que resulta ser su mejor faceta.

Desde el primer día, con mi marido habíamos tenido una actividad sexual muy fuerte, de todo el camino por el que me fue llevando solo me costó aceptar el sexo anal, en esto tardé bastante, eso es objeto de otra de mis historias, para el futuro.

En el resto de los temas, el tiempo me facilitó saber llegar a lo máximo en erotismo.

A los pocos días del primer encuentro con Roberto, había sido un Martes, para el Viernes dispuse que mis hijos se fueran a dormir donde mi familia, mi marido tenia una fiesta de los Ingenieros y llamé al hotel “Los Tajibos” buscando a Roberto, lo invité a pasar una noche de novela, es bueno aclarar que en ninguna de las ocasiones que me fue posible no di mi nombre verdadero, con Roberto es que inauguré mi nombre de “guerra”, Marina, por lo tanto esto me mantenía tomando el control de las situaciones, gracias a Dios me fue bien en este sentido, ello es por que debo cuidar mi nombre y el de mi marido, socialmente, y proteger a mis hijos. Como les contaba llamé a Roberto y convinimos que yo pasaría a recogerlo de una de las calles transversales del barrio de Equipetrol, para las 21:00 hrs.

Ala hora precisa, muy puntuales ambos, nos encontramos, subió a la camioneta de mi marido, que me la había prestado, pues él se fue con sus amigos. Nos dirigimos a un Motel muy lujoso, le deje manejar a Roberto mientras yo bajaba el respaldar del asiento del acompañante para esconderme de miradas curiosas. Llegando, fue muy amable al ayudarme a bajar del vehículo que era alto, entramos a la suite nos sentamos en el sofá mediano que hay, adecuadamente en el lugar, y él pidió una champaña el que sirvió en un par de copas, que eran más adecuadas para vino que para el efecto. Brindamos por nuestro encuentro y charlamos un poco de todo, su vida la mía, esposa, hijos, trabajo, viajes y otros, todo muy romántico, muy agradable.

Después unos minutos me invitó a bailar, me levantó suavemente, conduciendo de la mano y nos abrazamos cal ritmo de la música del equipo del lugar, sentí su paloma que ya se encontraba dura, no la apoyaba mucho dejaba que bailemos pegados, pero sin exagerar, me apoyé en sus hombros y el comenzó a besarme suavemente en la oreja, pequeños mordiscos, su espiración pausada, todavía, me excitaba de a poco, paso a acariciarme el rostro y con el otro brazo me acercó mucho a su cuerpo, yo continué cadenciosamente a balancearme, tratando de rozar mi vientre a su pene, que se lo sentía durísimo, buscó mi boca y la encontró entreabierta, primero jugó con mis labios, luego metió suavemente la lengua, hasta rozar la mía; me apreté a él, sentía su cuerpo fuerte, su calor, sus ganas de tirarme, yo temblaba entera.

Comenzó a sacarme la ropa primero la blusa, luego la falda, sin separarse de mi, cada una fue cayendo a su tiempo con breves maniobras para ello cuando acordé me encontraba solo con los calzones diminutos que había traído (nunca pude usar hilo dental).

Me deslizó suavemente hacia la cama, que fue cuando aproveché para desprenderle la camisa, por suerte era muy holgada y no me costó sacarla, sus pantalones eran de vestir (por suerte, pues cuando son vaqueros, como le agrada a mi marido, cuesta sacarlos), los zapatos eran mocasines, es decir que Roberto estaba vestido como para desvestirse rápido, entonces quedamos en igualdad de condiciones, mientras le basaba el pecho, iba bajando suavemente, hasta que casi llegué a su ombligo donde me dijo con mucha suavidad:

Despacio, que hay tiempo, primero a ti.

Comenzó a besarme el cuello, cada beso era suave, rozando labios y lengua, sentía la humedad de su saliva, que me invadía desde el cuello a mis tetas, estas estaban durísimas las empezó a sobar con la punta de sus dedos desde la base hacia arriba, mientras bajaba la boca y tomaba los pezones entre sus labios, succionó un poco fuerte mientras movía su lengua, me llevó a los cielos casi llego a mi primer orgasmo.

Cuando se dio cuenta de mi estado de arrechura, soltó y continuó con sus besos se inclinó para levantarme y echarme en la cama, y se concentró en mi ombligo, metió la lengua como si fuera mi vagina, me volvía loca, sus manos acariciaban mis piernas, el se encontraba a un costado mío arrodillado en la cama. Una mano en las tetas, la otra en las piernas y la boca iba rondando por mi pubis, sin embargo, en lo que iba bajando lo esquivo buscando las piernas las apartó y fue besándolas hasta la rodilla, una y después la otra, volvió por el centro, ¡¡Por fin!!, rozó mi clica, que estaba redurísima, chupó los labios, metió la lengua que, en ese momento, me pareció una paloma, llegó mi primer orgasmo, me perdí no supe lo que pasó, solo se que me retorcía, gemía y terminó todo.

Reaccioné y se encontraba a mi lado besándome las tetas, y en eso pensé que era mi turno, casi sin fuerzas lo empujé para que se ponga de espalda, bajé directo a su paloma, la puse en la boca, la anterior vez no le había chupado, hasta este momento estaba acostumbrada a la paloma de Esteban, que me entraba cómodamente en la boca, en esta no pude llegar hasta el fondo pues ya topaba mi garganta, me acomodé y le di una chupada de novela, le pasaba la lengua por la base, el glande, chupaba y el repetía:

¡Que buena chupada! ¡ Que buena chupadora!…

Continué mordiendo su tronquito y sobando sus bolas lampiñas, pero vi que no aguantaría mucho y yo quería sexo largo, me acomodé a su lado y busque su descanso, lo cual fue inútil, volvió a buscar mis tetas, me acarició mi clica con suavidad mientras que con la otra mano manipulaba la otra teta, con toda la carga que tenía llegué a un nuevo orgasmo, yo que quise que él descanse me deshice en una terminada fuertísima, cuando reaccionaba lo sentí que me abría las piernas y me introducía su paloma suavemente, se apoyó sobre mi, abrazándome, y comenzó a culearme rítmicamente la sentía que entraba y salía calentísima y muy dura, la sentía más grande que la anterior ocasión, mi sapo chorreaba y se oía el ruido, comencé a moverme al mismo ritmo y pedirle que lo haga más fuerte. El me besaba la cara, las orejas, los ojos, me acariciaba las tetas, el rostro, la cola, hasta que llegué al colmo de la tirada, comenzó a descargar su leche, caliente, abundante, él seguía moviéndose y rebalsando de mi concha toda su pasión, y quedé exhausta echada debajo de él, no quería que se levante, lo apreté fuerte sintiendo su paloma flácida dentro de mi.

Quedamos rendidos en la cama, cuando se recuperó, se levantó a traer el Champaña que había quedado a medias, después de las rondas al baño, brindamos, hablamos de nosotros y nuestras vidas, ambos teníamos claras la figuras de nuestro futuro, nada que ver entre nosotros, esto solo llegaba a una agradable y arrechísima aventura de infidelidades (consentidas, aunque Roberto no lo sabia).

Después de una media hora, en un momento de esos, comenzó a chorrear champaña sobre mi pecho, un chorrito pequeño, unas cuantas gotas y él las lamía, después en una teta, en la otra, lo siguiente fue derramarlo cuidadosamente sobre un pezón, luego el otro, a medida que avanzaba, iba poniéndome en estado, la piel se me ponis de gallina, el pancito se iba humedeciendo, y Roberto seguía, paso a beber champaña usando mi ombligo de copa, derramaba y lo chupaba, yo continuaba, media sentada con la copa en una mano brindando y con la otra mano en su nuca, acariciándolo.

Lo mano fue que en la medida que más me calentaba, bebía más champaña, y la calentura iba rápidamente en aumento. Me dio la vuelta (tuve que dejar la copa) y derramó el líquido en el inicio de mi cola, la champaña corrió por mi culo, mientras el la chupaba y, simultáneamente iba echando más, seguía chupando y metiendo lengua y champaña en mi culo; levanté la cola para que me introdujera mejor.

Yo ya tenia experiencia en sexo anal, pero lo único que no iba bien con mi marido, las chupadas de Roberto estaban despertando mi placer anal, me serviría en el futuro para instruir a mi amante oficial ( mi marido). Bajaba, con la champaña, del culo al sapo, volvía a subir sucesivamente, cuando me encontraba cerca del orgasmo, dejó su copa y, después de meter mucho líquido dentro de mi culo , sin dejar de sobarme la clica, se acomodó e introdujo su paloma en mi orificio cloacal, fue la locura, entró libremente sin resistencia, cuando había entrado totalmente y me sentía horadada hasta el cerebro apreté fuerte y el comenzó a bombear, ambos nos movíamos como enloquecidos, no duramos mucho la terminada fue de los dos juntos, creo que grité, la verdad no lo supe nunca, solo sé que la terminada fue sensacional. Tirada corta y fuertísima.

Después del segundo nos costó recuperar, después de mas champaña otra tirada, de perrito, al sapo, porque mi culo me ardía mucho y no quise repetirlo, este ardor me duró unos tres días y me costó recuperarme. Terminamos dos botellas de ése líquido que, debe ser afrodisíaco, nos vestimos, lo dejé en su hotel y llegué a casa a las 3:00 de la madrugada.

Mi marido, había llegado recién y cuando me miró la cara, me dijo:

¡Mira esa cara de putita borracha!

La verdad es que me conoce muy bien, yo estaba exhausta, borracha e, increíblemente, arrecha. Lo que supuso que mi marido me tome en el hall de ingreso de la casa y me comience a tirar preguntándome, cuantos tires habían sido, los detalles, etc. Quiso tirarme por el culo pero no pude. Mi noche terminó con cinco tiradas, tres descargas descomunales de Roberto y otras dos de la misma magnitud del arrecho de mi marido.

Otro día les cuento otra aventura de mi vida.

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