La flamante esposa de mi amigo

El relato que inició sucedió cuando un compañero de trabajo se casó y en un viaje de vacaciones que hice, conocí a su flamante esposa.

Trabajaba yo de asesor en inversiones para una empresa financiera y tenía compañeros de ambos sexos, con los cuales siempre me llevé muy bien, hasta que un día uno de ellos me comunicó que se casaba.

Lo que me sorprendió es el poco tiempo que conocía a la chica, pero me dijo que era una chica linda que había conocido en el interior del país.

Pienso lo difícil que debe ser conseguir la chica ideal, es por eso que sigo soltero a mis 32 años de edad.

Me invitó a su matrimonio, pero por cuestiones de trabajo no pude ausentarme y así transcurrieron los días hasta que volvió.

Lo felicité y le pregunté cuando podría conocerla, pero me mencionó que no había podido traerla ya que ella vivía en la provincia y por eso había vuelto solo.

Particularmente pienso que las relaciones a distancia no funcionan, pero cada cual tiene su forma de pensar.

Por esos días yo debía salir de vacaciones y le mencioné a este compañero que no tenía idea donde ir este mes que tenía libre y él me dijo que porque no visitaba la provincia donde vivía su mujer.

No me pareció mala idea así que le agradecí la sugerencia y prepare una valija con prendas ligeras ya que al lugar donde iba hacía calor.

Mi compañero me dio la dirección de la casa de su esposa por si tenía algún inconveniente y me entregó un paquete para que se lo entregue a su mujer.

Estando en mi departamento y un día antes de tomar un avión para ir a mi destino, se me ocurrió abrir el paquete que me había encargado y pude ver que eran prendas íntimas, como braguitas pequeñísimas, medias de encaje y sujetadores transparentes.

De solo pensar en cómo se vería la esposa de mi compañero a la cual no conocía, enfundada en estas prendas se me puso la verga como un fierro y empecé a olerlas, su aroma era de ropa nueva y empecé a frotarlas contra mi pene parado, imaginándome el momento en que se las pusiera, yo tendría la satisfacción de haberle dejado mi aroma encima.

Al día siguiente, apenas aterrizó el avión y antes de buscar un hotel para hospedarme, decidí ir a dejar el encargo.

La ciudad era muy calurosa y las muchachas que veía en el camino, iban muy ligeras de vestimenta.

Llegué a la casa a eso de las 12 del mediodía y al tocar salió a abrirme una chica como de unos 23 años, dos años menos que mi compañero, la cual me dejó con la boca abierta, ya que era muy bonita y estaba vestida con un vestido corto, que dejaba ver sus apetecibles formas.

Traté de alejar esos pensamientos y me presenté, alcanzándole el encargo que traía y me invitó a pasar a su casa, la cual era pequeña pero acogedora.

Conversamos un momento de la boda y el grado de amistad que yo tenía con Goyo, su esposo.

Mientras ella hablaba no podía dejar de observar sus piernas y sus pechos, los cuales eran muy generosos y al parecer no llevaba sujetador, por el movimiento libre que tenían cuando se levantaba por algún motivo.

Me paré diciéndole que iba a buscar un hotel para hospedarme, a lo me respondió que en ese lugar debido a que estaba alejado de la ciudad, no tenia hoteles pero que siendo amigo de Goyo y por la gentileza que había tenido en traer el encargo, me rogaba que me quedase en su casa.

Iba a ser un poco difícil dormir en las noches, teniendo la cercanía de esa hembra, pero por otro lado podría enseñarme las bellezas naturales del lugar.

Acepto si no causo molestias le dije, al momento que ella tomaba mi valija inclinándose y dejándome ver la redondez de sus pechos.

Tomamos confianza rápidamente y conversábamos de todos los temas, inclusive de su actual relación con Goyo.

Le pregunté si el paquete que traje había llegado en buenas condiciones y un poco colorada me respondió que sí, sin saber que yo ya sabía el contenido.

La casa tenia dos habitaciones y un baño solamente, así que cuando cayó la noche me fui a mi habitación, que colindaba con la de ella y debido a que la casa era de madera, se podía escuchar cualquier movimiento en la habitación contigua.

Apagué la luz de mi habitación, disponiéndome a dormir, cuando me di cuenta que la luz proveniente del otro cuarto, se filtraba hacia la mía por unas imperfecciones en las uniones de la madera.

Me acerqué a una de las rendijas, sintiendo mi corazón acelerarse por lo que podría ver y ahí estaba ella, sentada en su cama sacando el regalo de su marido.

Se puso de pie y dejó caer el vestido que traía puesto, quedándose en braguitas ya que no traía sujetador.

La boca se me empezó a secar de verla desnuda, con esos pechos parados y su piel tan perfecta.

Seguidamente se quitó las braguitas, dejándome ver una matita de pelos cubriendo su conchita y un par de nalgas redondas que hizo que se me pusiera la pinga como un tubo.

Se probó la ropa íntima que traía el paquete, poniéndose las medias, las braguitas pequeñísimas y el sujetador transparente, el cual estaba un poco pequeño ya que hacía que sus tetas desborden por encima y haciendo que sus pezones marrones se noten a través de la tela.

Estaba hecho toda una puta vestida así y mis ganas de revolcarme con ella, por momentos me hacían olvidar a mi compañero.

Esa noche me masturbe tres veces en honor a mi anfitriona, imaginándola en todas las poses posibles y pensando un plan para poder disfrutar de ese manjar tan apetitoso.

Al día siguiente me levanté y ella ya había servido el desayuno.

Estaba vestida de manera más cuidadosa, con un vestido corto y de vuelo y con unos zapatos de taco bajo.

No sé si era mi idea o si se había esmerado para vestirse ese día.

Terminamos de desayunar y me ofrecí a ayudarla en los quehaceres ya que la veía sola, pero para mis adentros pensaba que quería estar cerca de ella para disfrutar de la visión de ese cuerpo.

Me dijo que no me molestara y que mejor conociera los alrededores, pero le dije que no era problema ya que había venido para relajarme del stress diario de la ciudad.

Me respondió con una sonrisa y me empezó a enseñar en que la podía ayudar y me llevó primeramente al pozo donde sacaba agua y me dijo que ella lo iba a hacer primero para que yo aprendiera.

Me puse detrás de ella y mientras se afanaba en sacar los baldes de agua, yo podía ver desde la posición en que me encontraba, sus braguitas nuevas cada vez que se inclinaba.

Debido a la excitación que me producía ver sus nalgas y sus piernas, me atreví a ponerme detrás de ella para ayudarla a sacar el balde, pegándome a su culo y poniendo mi brazo sobre el pozo, presionando una de sus tetas.

Lo único que dijo ella fue, que pesado esta este balde y se fue dentro de la casa.

No sé si era mi imaginación, pero ella estaba aceptando mis avances y al mediodía luego de pasear por los alrededores, entré a la casa mientras ella acomodaba unos cuadros de su sala subida en una silla.

Le pregunté si podía ayudarla y me pidió que le fuera pasando los cuadros que estaban en el suelo y pude ver que entre los cuadros había uno que tenía marco de espejo.

Con el pie lo arrime de tal forma que el reflejo me permitía ver sus braguitas debajo de su falda, provocándome una erección inmediata y un deseo de meterme debajo y lamer sus muslos con mi lengua.

La situación de vivir junto a ella y estarla deseando, estaba poniendo mi resistencia al límite.

Luego de almorzar nos sentamos en la sala y comencé a preguntarle sobre su relación con Goyo.

Me dijo que lo conocía hace poco tiempo pero que era muy buen chico.

Y en el colmo de mi atrevimiento, le pregunté si sus relaciones sexuales eran satisfactorias.

Se quedó callada un momento y de la forma más natural me dijo que Goyo era un poco inocente para su edad y que habiendo conversado con sus amigas sobre el tema, le habían comentado que le faltaba más experiencia.

Para mis adentros pensaba que gustosamente yo podría enseñarle todo lo referente al sexo, pero hubiera sido demasiado lanzado y no quería arriesgarme a que me echara de ahí o le contara a Goyo sobre mi atrevimiento.

Llegó nuevamente la noche y cuando la espiaba vi que se bañaba en una tina que tenía en su habitación, colocándose luego solo unas braguitas para dormir y un camisón transparente.

Me fui a dormir y empecé a sentir escalofríos, seguramente por el clima al cual no estaba acostumbrado y por mis pensamientos con ella.

Al parecer me movía mucho en mi cama y eso hizo que ella se despertara y en un momento la vi parada al pie de mi cama un poco preocupada.

Le dije que tenía frío a pesar del clima existente, pero aún con la fiebre pude apreciar a media luz sus pechos a través de la bata, lo cual hizo que se me note un bulto en mi bóxer que era la única vestimenta que usaba para dormir.

No tengo frazadas aquí me dijo, al momento que se quitaba la bata y se echaba encima de mí para abrigarme con su cuerpo.

No se me ocurre otra manera de que entres en calor, dijo ella y tenía razón, porque dejé de temblar y la abracé besándola en los labios.

Ella abrió su boca para recibir mi lengua y echada como estaba encima de mí, le empecé a agarrar las nalgas bajándole las braguitas que en anterior oportunidad había restregado en mi pene.

Me quité los bóxer y quedamos desnudos en mi cama con mi tranca apuntando al techo y le dije, por favor chupamela.

Ella se arrodilló en la cama y empezó a mamarla metiéndosela toda en la boca, luego se sentó en mi verga moviéndose como si cabalgara.

Yo le agarraba sus tetas, una en cada mano, amasándolas y haciéndola dar gemidos de placer.

Luego me incorporé y la puse en cuatro patas, metiendo mi verga en la concha de la recién casada.

Se la empecé a meter con fuerza, haciendo que dijera cosas como, esto es lo que me imaginaba, tener una verga de verdad penetrándome.

La acosté boca arriba y comencé a lamerle la chucha que se encontraba mojadita y me comí su ano a lengüetazos, penetrándola luego por ahí mientras ella se metía sus dedos a la boca y se los chupaba.

Solté un torrente de leche contenida en su agujero negro, en medio de gritos de parte de ella y mío.

Esa noche lo hicimos tres veces, comiéndomela literalmente y practicando todas las poses posibles.

El sudor que me provocó tal despliegue de energía, hizo que la fiebre desapareciera de mi cuerpo, pero no pudo desaparecer la fiebre que tenía por esa hembra, ávida de conocer y aprender lo que ella podía hacer con su cuerpo y con mi verga.

Pasó el mes, sin que dejáramos de hacer el amor ningún día y a veces cuando Goyo llamaba por teléfono, ella respondía mientras tenia mi verga en su culo y tenía que hacer esfuerzos para hablar normalmente, cuando le lamía la chucha y el ano.

Me hizo prometer que vendría en otra oportunidad a visitarla y yo estaba deseoso de salir de vacaciones nuevamente para meterme a la cama con ella.

Al regresar, Goyo me preguntó qué tal la había pasado y le contesté que lo que más me había gustado eran los cerros y las matas que había conocido y que él era afortunado en haber encontrado una chica tan buena y hospitalaria.