Capítulo 5
- El hilo dental
- El hilo dental II
- El hilo dental III
- El hilo dental IV
- El hilo dental V
CINCO
DESPUÉS, DE VEN, VOLVISTE
GATACOLORADA & CHARLINES.
Habías estado feliz con tu marido todo el fin de semana, disfrutaste de él, de tus hijos y de tus suegros, pero tu cuerpo te pedía adrenalina, esa que tenías conmigo, esa que sacaba a la puta que tenías dentro y le hacía volar por mi casa, y por mi cama.
Tu cuerpo estaba ávido de esa sensación que hacía que tu sexo se contrajera y destilase gran cantidad de flujo. Estabas deseosa de que llegara el lunes para volver a vivir una nueva sensación, una nueva aventura que volviese a llevarte a la locura, al desvanecimiento. Esa sensación donde tu control desaparecía para ponerte en mis manos y dejar que te guiará a ese nuevo mundo de placer y dolor que tanto te había gustado. Necesitabas tanto esas sensaciones como un drogadicto necesita su dosis o un fumador, su tabaco.
Por fin llego el lunes, despediste con un beso a tu esposo y rauda fuiste al tocador a arreglarte, querías impresionarme y por ello volviste a cubrir tu sexo con nuestra escueta tanguita negra. De igual modo, un vestido atado al cuello cubría tu cuerpo y unos zapatos muy, muy altos, realzaban el contorno de tus impresionantes piernas. Un poco de labial, rojo putón, cubrió tus labios, tu pelo en coleta realzaba ese color. Te azotaste la cara y saliste camino a mi casa.
Me contaste después que tus piernas temblaban en ese corto camino y que la tanga ya estaba empapada al llegar a mi puerta. Cuando te abrí, un hormigueo te recorrió entera y mil sensaciones llenaron tu cuerpo.
- Pasa hasta el salón y no te muevas.
Tu paseaste lenta hasta el salón, bamboleando exageradamente tus caderas. Te paraste en su mitad y te quedaste quieta.
- Las manos en la nuca y las piernas abiertas.
Una vez cumpliste mi orden, me acerqué a ti por detrás. Mis manos, recorrían tu espalda, acariciando esa piel que el vestido dejaba a la vista. Seguí la línea de tu espalda para bajar a tus caderas y volverte hacia mí. Mis manos se fueron directas a tus pechos y los acaricié sobre el vestido. Tus pezones ya estaban erectos. Con la palma de mi mano los acaricié, abracé esas tetinas con mis dedos apretándolos suave y prolongadamente. Tras apretarlos, abarqué suavemente el contorno de tus pechos y los acaricié lenta y prolongadamente. Notaba su dureza en la palma de mi mano y esto hacía que mi polla se tensara dentro de los pantalones de deporte.
Tu ya habías empezado a gemir, buscabas mi boca para aplacar tu calentura y rozabas tu sexo sobre mi pierna.
Mis manos acariciaban esos perfectos y redondos pechos, buscando sus prominentes pezones, que pellizcaba suavemente. Los apretaba entre mis dedos, para luego acariciarlos con dulzura.
Tu gemías mientras echabas tu cabeza hacia atrás.
Lentamente desaté el lazo que unía tu vestido a tu cuello y lo dejé deslizarse por él.
El roce del vestido sobre tu piel te hizo gemir a la vez que cerrabas tus ojos.
Mis manos volvieron a tus pechos, los dibujaron y tiraron de las tetinas de tus pezones haciendo que te desplazaras hacia adelante.
- Uhmm bruto. – susurraste
Tus pezones estaban tan duros que rayaban las palmas de mis manos. Los acariciaba lento notando como temblabas. Mis manos, ávidas de ti se deslizaban por tu cuerpo, tu espalda, tus caderas, hasta llegar a tu culo. Ese duro culo que me recibió terso y duro, pues tu apretabas tus nalgas para recibir así mayor placer. Lo rodeé, lo acaricié, lo amasé y lo azoté. Todo ello muy suave. Rodeé tu cintura para acercarme a tu sexo, mientras mi boca buscaba la tuya, mi lengua te invadió a la vez que lentamente descendía por tu vientre. Descendí muy lento, conquistando cada centímetro que me separaba de la humedad y el calor de tu sexo. Mis dedos lo recorrieron en su entera plenitud, recibiendo el regalo de tu flujo. Recorrí esos labios vaginales sin prisa, con delicadeza.
El concierto de tus gemidos tenía mi polla tiesa y dura. Tú te revolvías sobre mis dedos buscando una mayor rapidez o una pronta penetración. Impertérrito no te daba tregua, acariciaba tu sexo que se me abría como una flor, mis dedos estaban húmedos de ti, llenos de ti. Tu querías más, jadeabas, te retorcías, buscabas mi boca y polla con tus manos.
- Por favor, por favor. – gemías
Mi boca se posó ahora sobre uno de tus pezones. Lo sorbí y lo mordí ligeramente. Notabas el calor de mi boca en tu pezón y mis dientes sobre él. La caricia de mi boca en tu pezón y de mi mano en tu sexo te estaban volviendo loca. Sorbia tu pezón, saboreándolo, dibujándolo con mi lengua. Mis dedos acariciaban el interior de tus muslos en una muy lenta caricia que hacía que tu cuerpo bajase a buscarlos para acogerlos en tu interior. Estabas caliente, muy caliente y no parabas de gemir.
- Túmbaté sobre la mesa.
Así lo hiciste, tiré de tus piernas hasta dejarte al borde de la mesa. Deslicé hasta sacarla por tus pies la tanguita. Te puse un antifaz y procedí a atarte a la mesa. Tu mano derecha a la pata derecha y la izquierda a la izquierda. Até tu rodilla derecha a la misma pata de la mesa y con la izquierda hice lo mismo. Estabas expuesta ante mí y podía ver como tu sexo destilaba jugos, jugos que me alimentarían más tarde.
Tu excitación se sentía y se olía. Olías a hembra en celo, hembra deseosa y caliente. Los labios de tu boca y de tu sexo, estaban abultados e hinchados. Tus pezones erectos, mientras tu sexo dejaba ver un ligero hilillo de flujo que descendía entre tus piernas. Volví a tapar tu boca con la tanga y empecé a besar y lamer tu boca, tu cuello, tus pezones. Te lamía suave y sorbía tus pezones tirando de ellos con mis labios. Acariciaba entre tus piernas llenando mis dedos con tu flujo. Apreté con mis dientes tu pezón, a la vez que mi dedo acariciaba la entrada de tu culito. Diste un ligero empujón hacia adelante, pero la tanga, acayó tus palabras. Movías la cabeza en señal de desagrado.
- Tranquila, tranquila, no haré nada que tu no quieras.
Estas palabras te tranquilizaron y seguiste disfrutando de los besos y caricias. Bajé por tu cuerpo hasta llegar a tu monte de venus que lamí, besé y mordí. Seguí mi lento caminar hasta llegar a los húmedos labios de tu sexo. Los recorrí, de arriba hacia abajo, hasta llegar a tu ano. Recorrí este con mi lengua, lo lamí e introduje mi lengua en él. Tu cuerpo se arqueó con la caricia, buscando más cantidad de lengua. Me salí y volví a recorrer muy lento el canal de tus labios, bebiendo de ti, llenándome de ti. Gemías y te retorcías, querías que atacará tu clítoris.
Pero tus deseos no eran escuchados, volví a subir por tu cuerpo, lento, muy lento, mordí tu pezón y azoté tu pecho. Llegué a tu boca y te saqué la tanga, quería escuchar tus gemidos. Me acerqué a tu boca y metí mi lengua hasta tu garganta, tu lengua ávida buscó la mía para bailar sin descanso durante una eternidad. Lamí tus labios, los mordí y apreté tu pezón. Noté que tu orgasmo estaba próximo y lo quería en mi boca. Volví a besarte con pasión, mientras esta vez, dos de mis dedos entraban en ti, buscando tu punto G. Un gemido llenó mi boca a la vez que mojabas mis dedos y abrías los ojos para mirarme.
Me deslicé por tu cuerpo, a sorber esos líquidos, que me alimentarían ese día. Mi lengua aró entre tus labios, abriéndolos para mí y mostrándome tu clítoris hinchado. Mi polla dio un respingo y mis labios se pegaron a él, lo sorbí, lo acaricié con la punta de mi lengua hasta que perdí la noción del tiempo. Notaba tu flujo bañar mis labios y adentrarse en mi boca, prueba de que tus orgasmos ahora se sucedían uno tras otro. Tu intentabas cerrar tus piernas, presa de un intenso placer. Sorbí tu clítoris a la vez que volví a acariciar tu culito.
- Eso, si te lo doy será un regalo.
- Tranquila, solo lo acariciaré y te volverás loca.
Seguí con mis labios sorbiendo tu clítoris a la vez que lo circundaba con mi lengua. La yema de mi dedo, húmeda de tus jugos, acariciaba la entrada de tu culito sin prisa y sin descanso. Esta caricia te excitaba y yo aprovechaba para beber sin descanso de ti. Quería volverte loca, por lo que aumente el batir de mi lengua. Tu alzaste tu cuerpo al ritmo de mi lengua, que ahora frenética se movía de lado a lado. Gritaste y tensaste tu cuerpo a la vez que procedías a bañarme con un potente y largo squirt. Recogí lo que pude en mi boca, tragué una parte y compartí contigo el resto.
- Sos un sátiro y un cabrón, fóllame, ¿a que estas esperando?
Te miré sonriendo con mi sonrisa de cabrón y acercándome a tu oído te dije.
- Te follaré, no lo dudes, pero, primero te follaré esa boquita de puta que tienes y azotaré esas tetitas mientras aprieto tus pezones. Quiero ver mi polla cubierta con ese labial de putón que me trajiste hoy.
Solté con gran parsimonia tus ataduras, primero las manos y después tus piernas. Llevé tu cabeza hasta dejarla colgando en un extremo de la mesa. Abriste la boca ofreciéndote ante mí. Sujeté tus hombros y me acerqué a tu boca, metí media polla y me movía lento adelante y atrás. Apreté tus pezones con ambas manos y los acaricié después, tú movías como podías tu cabeza intentando tragar toda mi polla. Por fin, di un golpe de cadera y atravesé tu garganta. Una arcada apareció en tu boca y después otra más. Saqué mi polla y te dejé respirar, volví a meterla despacio, follando tu boca con parsimonia. Mi polla, roja de tu labial aparecía espléndida dentro de tu boca. Disté una arcada, seguí con mi penetración, una arcada, otra, otra y salí de tu boca despacio para darte respiro. Me gustaba sentir tus arcadas y ver mi polla cubierta por el rojo de tu carmín.
- Cabrón me llegas al estómago.
Sujeté tu cabeza y durante unos segundos te di bien fuerte. Cuando saqué mi polla, tu cara se llenó de babas y tosiste para buscar el aire que te faltaba. Te saqué de la mesa, apreté tus pechos contra ella y te penetré con fuerza, con tanta fuerza que te levantaba del suelo. Te di la vuelta y te puse frente a mí. Metí mis manos bajo tu culo y te levanté dejándote sostenida en el aire.
- Si quieres que te fólle, métete la polla dentro.
Soltaste de mi cuello una de tus manos, agarraste con fuerza mi polla y la metiste en tu húmedo coño. Entro de una, hasta el final y gemiste. Te estuve follando en vuelo unos pocos minutos, tu mojaste mis piernas mientras te sujetabas con fuerza a mi cuello. Te apoyé sobre la mesa y ahí te di fuerte, muy fuerte, hasta acabar dentro de ti.
- Si cabrón, si, dame fuerte, más fuerte, no pares, no pares ahora.
Aunque ya me había corrido, seguí dentro de ti, moviendo mi polla hasta que noté como tu boca se pegaba a la mía y mis piernas eran regadas nuevamente. Apretada a mí, estuviste unos minutos hasta que de un salto te bajaste de la mesa.
- Cabrón, es casi la una, he de hacer la comida.
Te vestiste y saliste corriendo hacia tu departamento.