El cura que me amó
Yo soy una mujer de 35 años, mi esposo un hombre maduro con un pequeño negocio que atiende casi todo el día, tenemos dos hijos, salvo los problemas que normalmente tiene un matrimonio, nuestra relación iba sobre ruedas, de sexo no se diga, yo me considero una mujer muy fogosa y mi esposo es un experto en todas esas artes, yo me casé muy joven con él y prácticamente no sabía nada de sexo, pero él me enseñó todo lo relacionado y lo practicábamos regularmente y me hacía gozar de mil maneras. Hasta que apareció en mi vida José Luis, un hombre de 36 años, blanco, atlético y atractivo, pero lo malo es que es un sacerdote católico.
Todo esto sucedió en uno de tantos municipios que tiene Jalisco, en esos días yo sentía la necesidad de buscar ayuda espiritual ya que consideraba que andaba cargando algunos problemas y necesitaba desahogarlos, y qué mejor que acudir a la iglesia con un sacerdote, cuando lo vi le dije que me quería confesar, me dijo que hiciera un examen de conciencia y regresara nuevamente, cuando me despedí de él, me estrechó suavemente y me dio un beso en la cabeza, hice algunos intentos de hablar con él en varias ocasiones y él me daba evasivas, pero en cada una de ellas me daba un ligero abrazo y un beso en la cabeza, ya se que había otros sacerdotes para ello, pero yo quería confesarme con él, además de que me gustaban sus chiqueos, y en la última de ellas, un domingo, nos dimos nuestros números telefónicos para ponernos de acuerdo, quedamos que le hablaría al día siguiente, así lo hice y me citó para el martes en su oficina, se me hizo raro que no haya sido en el confesionario pero no le di importancia, así que cuando llegué me pasó y cerró la puerta, después me di cuenta que tenía puesto el seguro, me ofreció asiento, él se sentó en su escritorio frente de mi y preguntó qué me pasaba, entonces empecé mi relato y a desembuchar mis penas, sentía tanto peso encima que no soporté y me puse a llorar inconsolablemente, enseguida se acercó a mi y empezó a consolarme estrechándome fuertemente junto a él, me dijo que estaba muy tensa y empezó a darme masaje en el cuello y los hombros, para entonces todavía no me daba cuenta con qué ojos me miraba, ni que me estaba trabajando muy sutilmente para que yo cayera en sus redes, por eso tanta evasiva de entrevistarme, pero sí buscaba el contacto físico por eso los besos y abrazos, pero el masaje realmente lo sentía riquísimo. Entonces me dijo: ven vamos allá arriba ya estando ahí me di cuenta que era su recámara, y continuó consolándome, para esto estábamos frente a frente y me estrechó entre sus brazos, fue cuando sentí sobre su pantalón toda su virilidad, y se me ocurrió preguntarle si había tenido relaciones sexuales alguna vez y contestó que a los quince años se fue al seminario y se olvidó de todo eso, – y cuando tienes erecciones, ¿qué haces? -nada, lo dejo pasar y me olvido de todo, es como cuando a ti te llega la menstruación te llega y ya, para entonces ya se me habían olvidado mis penas y éstas se transformaron en una excitación que me recorría todo el cuerpo, entonces se zafó la camisa y nos abrazamos nuevamente y me dijo: «No tengo llantitas, ¿o si? Enseguida se sacó el pene erguido en toda su plenitud, lo puso en mis manos y empecé a acariciarlo y como estaba muy caliente, en un dos por tres se derramó, entonces nos quedamos viendo una al otro sin saber qué decir, enseguida me despedí , me dio mi respectivo beso en la cabeza y me fui a casa, pero antes me dio un pequeño regalo que trajo de Washington.
Al tercer día me llamó pidiéndome que fuera a verlo, me dio mucho gusto escucharlo y darme cuenta que ahora era él el que quería verme, ¡ya me había atrapado!, ni tarda ni perezosa me arreglé y acudí a su llamado, cuando llegué subimos inmediatamente a su recámara, me estrechó entre sus brazos y yo le pregunté qué quería que hiciéramos, él me dijo que yo sabía mejor lo que se debía hacer, entonces le desabroché el pantalón tomé su miembro y empecé a darle una mamada, cuando estaba gozando me preguntó: -¿esto le haces a tu marido? -si, ¿es pecado? – no, disfrutas y haces disfrutar, ama mucho a tu marido. Al terminar le pregunté si le había gustado y dijo: es bello; todavía platicamos un ratito y me fui a casa. Algunos días después le llamé y quedamos que nos veríamos por la tarde en su casa, así que llegada la hora me arreglé y en el camino compré nieve, y brindamos con ella y esta vez hicimos el amor, para esto él seguía fingiendo que era un inexperto en las cosas del sexo y me dejó que yo hiciera todo, nos desvestimos y se me echó encima pero yo no gocé realmente, ya que terminó muy rápido, luego nos quedamos platicando un rato, de repente me dijo «te quiero» yo contesté que yo también lo quería, y me dijo que se lo demostrara, que le diera mi argolla de matrimonio y se la di sin pensarlo, después le diría a mi esposo que se me había extraviado, pero en eso sonó el teléfono me vestí rápidamente y salí de ahí escabulléndome rumbo a mi casa, esa noche, por supuesto me desquité con mi marido.
Pasaron varios días y esperaba ansiosa su llamada, y una mañana en que mi esposo ya se había ido, llegó José Luis, supongo que primero fue a ver si mi esposo ya había abierto el negocio y luego tuvo el valor de venir a mi casa, se veía que traía todas las intenciones de coger, pero ese día mi hija amaneció algo mal, y mi esposo dijo que no fuera a clases, y por esta razón no pudimos hacer nada, se despidió diciendo que luego llamaba, dejándome un dulce sabor de boca por su visita.
Al siguiente domingo fui a misa de cinco, con mi hija, sabiendo que era él quien la oficiaba, me di cuenta que traía mucha tos, ya que esta no lo dejaba hablar ya que constantemente carraspeaba y pensé que cuando terminara la misa iba a llevarle un remedio y lo que le compré fue un te de Abango y a mi hija le invité una hamburguesa y con ese pretexto nos fuimos a verlo a su casa. Al llegar nos pasó a la sala, yo pedí subir al baño y mi hija se quedó abajo, entonces José Luis corrió tras de mí con un rollo de papel como pretexto y empezó a acariciarme y besarme, pero le dije que me había llegado mi regla y se calmó, pero yo no quería dejarlo así, entonces nos encerramos en el baño, tomé su verga entre mis manos, la llevé a mi boca y empecé a darle una rica mamada que le saqué un suculento orgasmo, cuando terminó se limpió, yo me enjuagué la boca y me volvió a decir «te quiero» y yo de pendeja me lo creía, nos bajamos enseguida y me fui con mi hija de regreso a casa. Pero un poco antes de esto me había dicho que tenía que ir a Villahermosa porque se casaba alguien de su familia y estaría fuera del pueblo unos días, mismos que se me hicieron eternos, pero el siguiente jueves me llamó y me dijo que quería verme que si podía ir a su casa, le dije que sí, para esta llamada mi esposo todavía no se iba y preguntó quién había hablado, yo le dije que era mi tía que quería verme y platicar algunas cosas que si iba más tarde, mi esposo se quedó tranquilo con la respuesta y se fue al negocio, pero antes me volvió a preguntar por mi argolla y como le dije que todavía no la encontraba, se quitó la suya y la guardó, yo no dije nada y se fue al trabajo, enseguida me bañé y arreglé y cuando iba hacia allá casi corría para llegar pronto con José Luis, cuando llegué le dije: vengo por mi ración de cariño, nos reímos y subimos a la recámara, ya desnudos, después de algunos besos y caricias se me montó y ya a punto de venirse se zafó de pronto y corrió al baño a terminar de derramarse ahí, cuando regresó, nos pusimos a hablar de nuestra situación y ver la realidad, empezamos a sentir remordimiento de conciencia, él por haber roto sus votos de castidad y yo por haber traicionado y serle infiel a mi esposo, pero es que yo creía estar locamente enamorada de José Luis y nada me importaba.
Hablamos largamente de nuestra situación y nos dimos cuenta que estábamos actuando incorrectamente, y a pesar de nuestro supuesto cariño, decidimos terminar de tajo nuestras relaciones y quedar únicamente como buenos amigos. José Luis me dijo que se sentía arrepentido y que se iba a confesar y a hacer un retiro espiritual de una semana para regresar a la normalidad de todo lo que vivimos, como si con ello arreglara todo lo pasado, unos días después me llamó como a las 8:30 de la noche, para esto les estaba dando la cena a mis hijos y a mi esposo, yo corrí a contestar el teléfono, me dijo que todo había terminado entre nosotros y que se iba a su retiro, yo me quedé impávida por la forma como me lo dijo, mi esposo preguntó quién había llamado, le conteste que era el padre José Luis, mi esposo hizo el comentario de que lo que me había dicho me dejó muy confundida porque me quedé quieta y pensativa. Al terminar con mis deberes del hogar, me fui a mi recámara y empecé a llorar amargamente, pues lo había perdido, mi esposo me veía pero no decía nada, ni trataba de saber qué tenía. Para acabarla de amolar esa misma noche tuve un malentendido con una de mis hermanas y eso vino a derramar el vaso, entonces si me puse a llorar desconsolada. De lo que nunca me di cuenta, es que mi marido ya sospechaba que había algo entre José Luis y yo, ya que cometí la torpeza de que todo el tiempo yo hablaba del padre José Luis, de sus cualidades y virtudes, sabía de todos sus movimientos y lo que tenía que hacer, y de esto y de aquello, etc.
En esos días mi esposo tuvo que salir de viaje por pocos días y en ocasiones me hablaba por teléfono, en una de esas veces le dije que había que pagar el recibo del teléfono y que era necesario ir a las oficinas de Telmex a ciudad vecina que se encuentra a treinta minutos, porque aquí en el pueblo ya no se podía pagar porque ya estaba vencido, y quedamos que yo iría al día siguiente en el autobús. Pero para entonces ya José Luis había regresado de su retiro le hablé por teléfono y le pedí que si me llevaba en su auto, quedamos de vernos a las 8:45 después de dejar a la niña en la escuela y ella se dio cuenta que me fui con él. Yo quería saber cómo se sentía después de una semana de no vernos, nos fuimos platicando de nuestras experiencias y cómo estábamos, cuando llegamos, él se quedó allá pues dijo que iba a visitar a su mamá que vive en esa ciudad, yo hice los trámites que necesitaba y aproveché para ir a un templo y confesarme, por cierto que el sacerdote me dio una gran regañada, me llamó sacrílega y un montón de cosas, después de eso me regresé al pueblo en autobús, cuando llegué a casa encontré que mi hija ya había llegado del colegio pero nunca me imaginé que también estaba mi esposo, intenté saludarlo como de costumbre efusivamente tratando de abrazarlo y besarlo, pero me recibió fríamente, preguntó que en cuál autobús me había ido, yo contesté nerviosamente que en el de las 9:15 (no hay y él lo sabe muy bien), aún así no dijo nada, pero me daba cuenta que algo traía porque su actitud era muy diferente a la de siempre, entonces cuando tuvimos oportunidad de hablar, sentí la necesidad de decirle que me fui con José Luis en su carro, cosa que me dijo que ya sabía, entonces me soltó la bomba y dijo: «Y vienes bien cogida, ¿verdad?» Rápidamente le contesté que no, que si quería me revisara, entonces volvió a disparar otra pregunta: «¿y nunca has tenido algo que ver con ese cabrón?» Yo contesté con la fuerza que me daba mi nerviosismo, No, ¡nunca! Entre nosotros sólo existe una bonita amistad y nos llevamos muy bien. Lo que yo no sabía es que regresó de su viaje como a las 10:30 y como ya traía la sospecha muy pronunciada y casi firme, sólo le faltaba tener las pruebas, tuvo demasiado tiempo de buscar en toda la casa algún indicio ¡y lo encontró!, encontró mi diario en el que detallaba cada momento que viví con José Luis, entonces me dijo que ya lo había leído y ya no pude evitar que explotara la bomba, quise abrazarlo buscando su comprensión pero me rechazó como si estuviera leprosa, me dijo que no me atreviera a tocarlo, entonces me sentí descubierta y tuve que aceptar que todo era cierto y ya no pude seguir engañándolo.
Enseguida nuestra relación se deterioró completamente, mi esposo que me tenía toda la confianza del mundo, y me dejaba ir a donde quisiera, ahora se sentía traicionado y con mucha razón, pero lo que más le duele no es tanto que haya tenido una aventura, sino saber que mis sentimientos de amor, los tengo divididos entre los dos y que todo esto lo hice a sus espaldas. Se perfectamente que José Luis y yo le hicimos mucho daño y se siente despedazado moral, anímicamente y sentimentalmente.
Quería romper totalmente nuestro matrimonio, pero le rogué y supliqué que no lo hiciera por nuestros hijos que adora muchísimo, que no nos abandonara y después de mucho aceptó, pero ya nada es igual, me tiene completamente prohibido poner un pie en la iglesia, dice que me deje de andar con tanta pinche catoliquería que no sirve para nada, y lo único que hizo fue deshacer su matrimonio, me tiene muy restringida no me deja salir a la calle y de plano se le acabó la confianza en mí. Algo de lo que me alegro realmente, es que no se violentó ni se dejó llevar por sus impulsos, ya que de otra forma José Luis y yo ya estaríamos muertos.
Se que fue a hablar con él de hombre a hombre, le dijo que era un hijo de la chingada y un puto aprovechado, y él se quedó callado sin decir nada pero mi esposo lo amenazó diciéndole que si despedazó su vida con todas sus pendejadas que hizo, él va a despedazarlo social y religiosamente desprestigiándolo en público, y José Luis para evitar el escándalo huyó del pueblo rápidamente como un cobarde y nadie en el templo quiere dar razón de su paradero, pero mi esposo que pertenece a una agrupación muy especial, tiene relaciones que le indicaron en donde se encuentra y lo tiene bien ubicado. Después de todo esto, intenté junto con mi esposo, continuar nuestra relación durante unas tres semanas, pero él a cada rato recordaba lo sucedido y se enojaba o se deprimía mucho, en varias ocasiones o lloraba o se agarraba golpeando con todas sus fuerzas a la pared y las puertas con los puños, creo que se lastimó mucho las manos, todo esto lo hacía para no golpearme a mi, cosa que nunca sucedió, en una de esas veces fue por su argolla de matrimonio y con mucho coraje la hizo pedazos y la tiró a la basura. Y una mañana, de buenas a primeras empacó sus ropa y sus cosas y se fue de la casa, se despidió de los niños sin decir la razón a nadie, cosa que le agradezco, porque si mi familia y la sociedad se hubieran enterado, creo que ya estuviera también despedazada, tampoco nos quiso decir a dónde se iba, y la verdad que ésta vez si me sentía desprotegida y desesperada, lloré mucho su partida y ahora me encuentro sola con mis hijos sin saber de él, desde hace diez meses soy yo la que atiende el negocio, lo extrañamos muchísimo y vivo arrepentida de todo lo que hice. Lo peor del caso es que por haber aceptado las ideas calenturientas de José Luis, yo me quedé como «la perra de las dos tortas», sin esposo y sin sacerdote amante.