Ayer por la tarde mi mujer y yo estábamos en el estudio de nuestra casa, ambos frente al ordenador, ella buscando artículos en Internet sobre un proyecto que preparaba para la empresa en la que trabaja, y yo en mi ordenador trabajando en un programa que estaba desarrollando.
El trato fue que Fabiola se estaría conmigo toda la noche, y yo tenía derecho a todo, sin perder tiempo la llevé a un cuarto que utilizo de bodega en el mercado, entré y de inmediato la comencé a fajar.
Esperaba sentada en la estación de tren, con el libro recién comprado y apenas leído, para poder ser correctamente identificada por su señor, llevaba puesta una falda plisada de tenis, a la altura de las rodillas, un polo azul ajustado, bragas y sostén negros.
Resulta que donde yo vivo es en la zona céntrica y por acá existen muchas plazas comerciales se podría decir que todas las mas importante siendo un chico que le gusta ir de compra y siempre estar en la vanguardia de la moda debía acudir con frecuencia a las tiendas es ahí donde conozco a Angie una esplendida mujer de 38 años
Esta historia está basada en un relato que describe un amigo del autor, es bastante extraña como suceden las cosas, pero final mente, pasa lo que se supone que debe pasar, es bastante entretenido.
Después de almuerzo los niños fueron a la casa de la vecina a bañarse en la piscina de ella por que allá estaban unos sobrinos de esta y allí podían jugar tranquilos, en la casa de mis tíos también hay piscina, pero a los vecinitos no los dejaron venir acá porque estaban de visita.
El tipo rubio masturbándose frente a mi, viendo con sus binoculares como me masturbo frente a él, viéndolo con mis binoculares.
Luego, mire a mi mujer que estaba aún a cuatro patas, con la cara colorada por el orgasmo y el coño rebosante de mi semen y le dije: Bueno, ahora cual iba a ser mi recompensa?
Dos jovenes mujeres que seducen a un joven, llegando a compartir el sexo en todas las varientes, una historia real en Buenos Aires.
Espera un momentito que estoy apurado, me decía metiéndose en el aseo. Vi cómo entraba todo apurado al aseo, a la vez que se iba levantando el pequeño mandil que llevaba puesto por encima del pantalón.