Una noche, festejamos el cumpleaños de mi tía. Invitamos únicamente a una vecina nuestra, de la cual se habían hecho muy amigas entre ellas y nadie más porque no era mucha la gente que ellas conocían.
Haciendo uso de sus encantos naturales y de sus medidas que impresionaban a todos en la oficina, se convirtió aquel día en una auténtica perrita muy excitada con sus compañeros.
Tomé mi pija y se la fui acercando a su cola muy lentamente, fue algo de otro planeta, estaba viendo cómo la cabeza de mi verga se perdía en ese agujero que parecía interminable.
Volvieron a vendarle los ojos, Se sentía como una yegua que se había rendido, aceptando la voluntad de sus dos amos. Cualquier cosa que le hubiesen pedido se las hubiese concedido sin chistar.
El fin de semana había quedado con un amigo que conoció a través del chat en Internet. Lo que nunca imaginaría era la noche de sexo que le esperaba.
Se encontraron al salir de la farmacia, hacía frío y llovía, ella no llevaba paraguas y le pidió que la acompañara a su casa con el suyo. Al llegar, estaba húmeda por la lluvia y por el contacto con el cuerpo viril de él.
No sabéis, o quizá sí, lo difícil que es quitarse unos pantalones en esas circunstancias, así que opte por no quitármelos y con mi polla totalmente tiesa me aproxime a ella buscando la calidez de su interior.
Lo más atrayente de él era, como ya he dicho, el magnetismo sexual que se desprendía de todo su cuerpo. Fue tan grande el impacto sexual que me produjo que sentí como mi vagina se humedecía y contraía, como preparándose para una penetración que ella, antes que yo, deseaba.
Una mujer, hermana de un cura muy popular en el barrio, pierde a su marido y padres en un accidente. Va a vivir con su hermano y descubre a su lado una auténtica y tórrida pasión sexual.
Esa vieja amiga, se encontraba dominada, y yo la envidio.