La hice arrodillarse de manera que su boca quedase a la altura de mi instrumento, abrió la boca y de un movimiento de caderas le introduje mi polla en su boca hasta que rebotó en la campanilla.
Con el vino y el ritmo de una salsa caribeña, la fiesta subió de tono y se desmadró. Los invitados excitados buscaban sexo brutal.
La dueña de casa, era una hermosa trigueña de unos 40 años, relativamente alta. Era dueña de un hermoso y redondeado poto o culo, como suele llamarse a esa parte de la anatomía, en algunas partes del mundo. Sus tetas, eran grandes y a través de sus ropas, muy apetecible.
Tánger había sido en otra época una ciudad de diversión para intelectuales y ricos europeos y americanos, pero poco quedaba de todo eso. Tras el trabajo me dedicaba a pasear por el Bulevar, la calle principal de Tánger.
Cuando voltee vi cómo se quitaba la ropa y como quedaba descubierta aquella gran verga negra. Cuando la vi, mi concha comenzó a sentir unos espasmos, no podía esperar a que me la metiera.
Aquí no acaba la historia de los juegos de mesa, pero tengo que contar lo que me sucedió dos o tres semanas después.
Después de tantos meses de inactividad sexual se encontraba al borde del clímax. Una indescriptible oleada de placer nos invadió al mismo tiempo. Ella dio un gran suspiro y mientras que su cuerpo experimentaba un tremendo e insospechado orgasmo yo empecé a correrme con grandes convulsiones.
Su marido se excitó muchísimo al ver a su esposa con las piernas abiertas y como otro hombre que no era él, la tocaba.
Una chica se dirige a su hermano con una petición muy concreta: que sea él el que acabe con su virginidad.
Un desayuno muy bien aprovechado.