Una noche con mi amante

Era tarde, regresaba del trabajo con intención de pasar la noche contigo.

Al llegar a tu casa la puerta estaba abierta, entré y no había nadie , me dirigí a tu habitación y allí pude verte. Estabas tumbada en la cama completamente desnuda. Me acerqué a ti y pude observarte detenidamente. Tus labios… Tus hermosos pechos…duros como rocas… Tus hermosas y torneadas piernas… No resistí la tentación y me desnudé… me tumbé a tu lado y comencé a acariciar todo tu hermoso cuerpo.

Pronto una de mis manos se dirigió a unos de tus pechos. Lo agarré con ganas, la verdad, no me cabía en mi mano, acerqué mi lengua en tu pezón y comencé a comerlo como un lobo hambriento.

Tu reaccionaste rápidamente, abriste tus hermosos ojos verdes y al ver el estado en que me encontraba llevaste una de tus manos a mis entrepiernas agarrando mi miembro, el cual ya estaba duro y dispuesto para la acción.

Mi lengua saltaba de un pecho al otro sin cesar.

Poco a poco fui deslizándome hasta tu entrepierna tu detuviste mi acción , te incorporaste y te sentaste en mi cara ofreciéndome todas tus intimidades a la altura de mi lengua.

Poco a poco fui metiendo mi lengua en tu preciado botoncito rosado, ese dulce clítoris que me fascina mordisquearlo, se podía apreciar claramente como estabas disfrutando al máximo en esos instantes, el olor de tu sexo inundaba todo el cuarto, provocando que mi verga se pusiese más dura todavía.

Cuando la observaste en ese estado te lanzaste como una tigresa en busca de su más preciada presa, lamías y mordías con gran dedicación la humedecida punta roja de mi pene, mientras yo seguía humectándome con el exquisito jugo de tu preciada conchita, tus gemidos cada vez se hicieron más intensos, mi lengua entraba y salía de tu jugosa chuchita hasta que comenzaste a temblar enérgicamente como si una descarga eléctrica hubiese recorrido por todo tu cuerpo, pronto un chorro de tu flujo inundó mi cara a la vez que cerrabas tus piernas con intención de no soltar mi lengua pues querías dejar de disfrutar la espectacular mamada que te estaba ofreciendo.

Tus nalgas se pusieron muy duras y ya no aguanté mas y cuando te percataste que estaba a punto de vaciarme sacaste tu lengua de mi picha con unos de tus dedos presionaste la punta con intención de que mi descarga no saliese, pero la presión del semen saltó a presión como cuando revienta una tubería, la corrida fue tan impresionante que saltó a la altura de tu cara, lejos de importarte te lo comiste todo dejándomela reluciente y bien ensalivada, no se como lo hiciste pero no necesitó limpiarse y con voz dulce me dijiste:

«Bien, ahora deseo tenerte dentro de mi»

Al instante te abriste de piernas ofreciéndome le tesoro mas preciado: tu rasurado bollito, agarraste mi endurecido pene y de un solo envión te lo introdujiste sin pena ni gloria, ahí estábamos los dos, bombeando hasta la locura, aproveche el instante para mordisquear tus endurecidos senos y puse énfasis en tus maravillosos pezones rosa , y me pedías más y más que no parara, y yo estaba dispuesto a complacerte.

De repente me salí de improviso y lubriqué mi dedo con los manjares de tu vulva y lo inserté en tu ano de a poquito dándole vueltas mientras te susurraba al oído:

«¿Puedo correrme aquí?

Con una sonrisa lasciva contestaste que si, te acomodé a cuatro patas y luego introduje la punta de mi tranca entre tus nalgas y sentí como resbalaba de a poco mi ardiente lingote en tu apretado ojetito, cuando te lo metí hasta el fondo ya no pude aguantar más y después de un adecena de bombeos empecé a soltarte la leche de una manera exagerada, viniéndome igual conmigo en un espectacular orgasmo, luego de unos minutos caímos agotados en la cama, y quedamos en lo brazos de Morfeo rendidos del cansancio, para recuperar fuerzas y sobrellevar el siguiente día que nos esperaba grandes sorpresas…