Este relato sucedió hace poco, y es verdad todo lo que les cuento.

Estaba en la oficina tranquilo, era un día más, cuando tocaron la puerta y cuando ordené que pasara la secretaria me anunció que la monjita del convento que había llamado el día anterior estaba en la antesala para la cita que había separado para hoy.

Le dije que pasara, pensando que era una de esas monjitas todas viejas y feas que siempre venían a consultar sobre sus casos.

Sin embargo grata fue mi sorpresa cuando ingresó una monjita relativamente joven, tendría unos veinticinco años aproximadamente, y a pesar del hábito que traía, se notaba que debía manejarse un cuerpo de campeonato.

Lo que realmente me sorprendió era que a pesar de ser tan joven, estaba de superiora del convento colindante a la oficina que tenía.

Ella me consultó sobre unos inquilinos que quería desalojar, y mientras me explicaba el caso, yo no dejaba de mirar esos labios carnosos y sensuales que a medida que hablaba me imaginaba la maravilla que sentiría si me la estuviera mamando, movía la boca tan sensual que de inmediato tuve una erección enorme que casi rompe la bragueta del pantalón, además del sube y baja de sus senos que por poco me avalanzo a tocárselos.

Estaba tan absorto en mis pensamientos que no le presté atención a lo que me decía, y cuando terminó de hablar regresé a la realidad y le dije que no habría problema que me haría cargo de los casos, y quedamos que al día siguiente yo la visitaría en su despacho del convento para que me firmara algunos papeles para poder iniciar los procesos.

Al salir noté bajo la sotana el bien formado y delicioso trasero de la monjita, que aunque no era muy alta, si se manejaba unas formas de reina de belleza, al ponerme de pie ella notó mi erección y se sonrojó, a la vez que observé que miraba mi bragueta con un brillo lujurioso en los ojos color caramelo que se manejaba.

Esto, lejos de avergonzarme me calentó más y llamé a la secretaria y le ordené que cancelara mis citas para el día siguiente, además que le ordené que pasara a mi oficina y cerrara la misma por que le tenía que dictar unos «textos».

Ella ya sabía de que se trataba, despachó a la monjita y cerró el estudio, ingresando a mi oficina, encontrándome ya sin los pantalones y con la camisa abierta, ella no perdió el tiempo y se arrodilló delante de mío y empezó a mamármelo como sólo ella sabía hacerlo, despacio, con calma, calibrado lo que le entraría luego, me pasaba la lengua por los huevos para luego subirla por todo lo largo del pene, luego habría la boca y de una sola se tragaba el íntegro de mi polla en su boca, sentía que la punta de mi glande tocaba su garganta y sentía sus labios tocando mi vello púbico, lo que me indicaba que se había tragado todo mi pene, eso me volvía loco, estuvo un momento así, y sacó mi pene de su boca bañado en saliba, estaba a punto de venirme en su cara, pero ella sabía muy bien como prolongar mis orgasmos, me apretó la punta y me jaló despacio los huevos, eso detiene el orgasmo y me ponía a cien.

La hice incorporarse y la senté sobre el escritorio, levantando su minifalda lo necesario para poder jalar a un costado sus bragas y dejar al descubierto su chocho afeitado, sin decir nada coloqué la punta de mi pene en su entrada que estaba chorreando de sus jugos y la penetré de una sola, ella emitió un gemido prolongado, y mientras se la movía ella habría su blusa y dejaba ver sus senos perfectos bamboleándose al ritmo de mis arremetidas, ella gimió mas fuerte cada vez, y estalló en un orgasmo descomunal, mientras yo me imaginaba estar tirándome a la monjita, estando a punto de venirme junto con mi secretaria, ella se retiró y empezó a hacerme una paja cubana y me vine en su boca, haciendo saltar mi semen a su cara que recibía mi descarga con una gran satisfacción y deseo.

Al día siguiente, toqué las puertas del convento, y mientras ingresaba al mismo escoltado por una de las monjitas, no dejaba de pensar en la superiora y en lo que le haría si no fuera religiosa.

Llegué a su despacho y me recibió cordialmente, ordenando a mi escolta que cerrara la puerta y que nadie la molestara por que tenía que resolver un problema legal.

Coloqué los documentos sobre la mesa, ella los firmó, y luego me miró con esos ojos cautivadores y excitantes, y me dijo: «Doctor, tenemos un problema, no tenemos dinero para sus honorarios, y no se cómo pagarle por sus servicios».

Le dije que no se preocupara que tenía la obligación de ayudarlas en lo que fuera necesario y que por el dinero no se preocupara.

Ante ello se puso de pie y sin decir nada se me acercó, y al oído me dijo que ella «sabía» como pagarme por el servicio, para ello yo seguía sentado en el sillón frente a su escritorio, y nuevamente sentí una enorme erección de mi pene. La superiora se colocó a un metro de donde me encontraba y empezó a sacarse el hábito lentamente, mientras yo miraba su hermoso cuerpo, no llevaba nada debajo, tan sólo su hábito que cayó por el suelo. Se me acercó y empezó a quitarme el terno, al principio con cuidado y luego con desesperación, estaba que no cabía en sí de lo excitada que se encontraba, la ayudé quitándome la ropa para quedar tan solo con la camisa, ella se apoderó de mi pene que estaba mas duro que el día anterior, y empezó a mamarlo con desesperación, no podía creerlo, me estaba tirando a una monja, su lengua se movía a una velocidad increíble y ronroneaba con gusto, lo que producía una sensación magnífica en todo mi pene, me sentía en la gloria, ella sabía aplicar la presión justa a mi polla y disfrutaba de lo que me hacía, casi me vengo en su boca y la aparté para halarla de sus brazos y hecharla en el diván que había en su despacho, le abrí las piernas y con sorpresa me encontré con una vagina afeitada y perfumada, eso me excitó aun más y empecé a hacerle una lamita de chocho tan rica que sentía como sus jugos salían de su interior y chorreaban por sus partes llegando a su ano chiquito y parduzco, le dí una lamida desde el ano hasta el clítoris y dio un gritito de excitación, de pronto sentí como me cogía de los cabellos y apretaba mi cabeza contra su vagina a la vez que emitía unos gemidos prolongados mezclados con unos grititos entrecortados, casi chillidos, estaba teniendo un orgasmo descomunal y que baño literalmente mi cara, sorbí lo más que pude del interior de la monja, estaba lista para el combate.

Sin decir nada la senté sobre mi pene y ella se dejó caer, que rica cintura se manejaba, mientras la penetraba en esa posición me dediqué a tocarle las tetas tan grandes que tenía, ella se movía en círculos y luego en un sube y baja lento para aumentar la velocidad a medida que la excitación subía, la eché de costado y empecé a penetrarla lentamente, ella gemía de placer al sentir un pene que la movía tan rico, la ice voltearse y la penetré en pa posición normal, hice que se me colgara del cuello y la levanté cargándola y penetrándola, era tan pequeña, casi del tamaño de una adolescente que no tuve mayor problema en cargarla y penetrarla cargada, eso la excitó más y empezó a gemir fuerte señal de que tenía su segundo orgasmo, esta vez con mi pene dentro suyo, fue largo y prolongado su segundo orgasmo, pero yo quería más, así que la coloqué de cuatro patas sobre su sillón y coloqué la punta de mi pene en la entrada de su ano, me dijo que por allí era virgen y que nadie la había penetrado, yo le contesté que no se preocupara que lo haría con cuidado, ella asintió por lo excitada que estaba, ya no le importaba lo que le hacía, metí mi pene en su vagina para lubricarlo y se lo coloqué en la entrada del ano, empecé a relajarla despacio, jugando con su columna vertebral, mientras que su ano se habría a cada empujón que le daba, , había entrado la cabeza y sentía su calor interior en la punta de mi pene, ello permitió que de una sola se la encajara hasta la mitad, me dijo que se la sacara, que le dolía, pero sabía que si lo hacía se terminaba allí la cosa, por eso que cogiéndola de la cintura, empujé de una sola hasta tocar mis huevos con el borde de su culo, ella gritó y cayó desmayada por un momento mientras yo seguía en un mete y saca descomunal, que rico culo me estaba comiendo, me ajustaba como un guante, que delicioso sentir los anillos de su ano apretando mi pene, ella reaccionó y se puso a llorar, mientras yo seguía, al poco tiempo empezó a cambiar el llanto por quejidos para luego empezar a gemir fuertemente, teniendo su tercer y más prolongado orgasmo justo cuando le bañaba de semen el interior de su culo, tuve un orgasmo tan descomunal que creo que mi semen le llegó al estómago, su culito no dejaba de latir a cada intento de sacarlo, hasta que se lo saqué despacio.

Me dijo que nunca había sentido algo tan rico, luego nos vestimos, recobramos la compostura y nos despedimos, al día siguiente le traería los documentos para que firmara, y no saben lo que hicimos, eso se los cuento luego.