Esa mañana quedé con mi amor de recoger unos discos que nos ibas a prestar, yo quería elegirlos personalmente porque a veces sus gustos no son completamente afines a los míos, así que suficientemente temprano pero no demasiado, me dirigí a tu casa.

Estacioné el auto, lo cerré y me dirigí a tu puerta.

Toqué sintiéndome un poquito incómoda por llegar a la casa de un hombre solo, ya que él no pudo acompañarme.

Unos momentos después abriste la puerta, me preguntaste por él, y quedaste un poco sorprendido al decirte que se tuvo que quedar porque tenía un asunto que arreglar, y que yo había decidido venir de cualquier manera.

Me invitas a pasar al estudio para que escoja los discos, al subir las escaleras, siento la extraña sensación de tu mirada posada en la parte trasera de mi cuerpo, eso hace que de alguna manera me sienta halagada y porque no decirlo, quizá un poquitín excitada.

Al llegar arriba te dejo pasar, en ese momento me percato de tu torso desnudo y tu pantalón corto, con reserva yo también puse mi mirada en ti, y con sorpresa volteaste al sentir mi mirada, sentí un calor suave en mi rostro e imaginé que al ver mi rubor adivinarías mis pensamientos.

Me muestras el mueble de los discos y yo me acerco a él, no sé si yo me acerqué demasiado, o tú no me diste suficiente espacio, pero al pasar junto a ti mi brazo rozó la tela de tu pantalón y con enorme sorpresa pude constatar que no era solo yo la de los locos pensamientos.

La certeza de tu excitación hace que esté demasiado nerviosa para revisar claramente los títulos de las canciones, y nombres como dormir contigo, quiero amanecer con alguien, mi historia entre tus dedos, solo hacen que crezca una cierta humedad entre mis piernas y locamente se me viene la imagen a la cabeza de ti, parado detrás de mí, firme como te había sentido hace un momento y quizá deseándome tanto como yo te estaba deseando.

De repente mis dedos torpes por la excitación sueltan los discos que caen en el suelo, lo que hace que me sienta aún más avergonzada y rápidamente me incliné a recogerlos, entonces me doy cuenta de lo realmente cerca que estas de mí, ya que siento tus piernas pegadas a mi trasero, tú también te agachas y al hacerlo siento más tu cercanía, al recoger los discos pones tu mano sobre la mía, nos incorporamos al mismo tiempo rodeando con tus brazos mi cuerpo.

Presionas tu brazo sobre mi cintura, y gentilmente retiras de mis manos los discos y los pones sobre el mueble, al sentir tu aliento muy cerca de mi oído siento el impulso irrefrenable de voltear mi cara hacia ti, al hacerlo tu rostro queda justo frente al mío, y siento sobre mi cara tu respiración excitada y en tu mirada veo una pregunta que no es necesario formular, y la contesto entreabriendo mis labios y humedeciéndolos con mi lengua.

Me aprietas más contra ti posando tus labios sobre los míos mientras tus manos se deslizan por debajo de mi blusa dirigiéndolos hacia mis pechos, apretándolos con suavidad para luego girar mi cuerpo y quedar frente al tuyo, yo te susurro que me despojes de mi blusa.

Al quedar semidesnuda siento como se endurecen aún más mis pezones mientras posas tus ojos en ellos y te agachas frente a mí para rozarlos con tu lengua.

En ese momento dirijo una de mis manos por debajo de tus pantalones y el pongo sobre la dureza de tu pene, el cual siento firme y deseable, lo aprieto ligeramente para sentirlo a plenitud.

Te incorporas dejando mis pezones húmedos y deseando más, tomas una de mis manos y te me llevas a una habitación con una gran cama en medio, al llegar a ella, volteas hacia mí y me dices tengo muchas ganas de cogerte, al escucharte, siento que mi excitación crece de manera desmesurada, me siento a la orilla de la cama.

Contigo frente a mi coloco mis manos en tus caderas, y empiezo a deslizar tu ropa hacia abajo quedando justo enfrente de mi boca tu pene erecto como pidiendo ser chupado, y yo mojándome por hacerlo.

Lentamente abro mis labios y rozo con ellos la punta sabrosa, me inclino hacia enfrente para tener toda su longitud adentro, entonces empiezo a apretarlo con mi boca saboreando cada centímetro y sintiendo como se pone más rígido con los movimientos de arriba hacia abajo; unos momentos después tomas mi cabeza entre tus manos y tratas de alejarla de ti, lo cual yo no dejo que suceda aferrándome a la sensación que tengo en mi boca, al fin te retiras y yo me abalanzo a saborear tus huevos que se ven antojables, los succiono y finalmente logras retirarme de ti.

Con un movimiento suave pero a la vez firme me recuestas sobre la cama, desabrochas mis pantalones y los jalas hacia abajo, yo te ayudo con un movimiento de mis caderas, hasta que quedo completamente desnuda a tus ojos, los cuales se concentran en mi sexo el cual está escurriendo el placer que me dio mamártela.

Te arrodillas lentamente separando mis muslos, siento tus labios posarse sobre los vellos de mi pubis, me das un apretoncito con ellos, y luego con tus dedos separas los labios de mi conchita, con tu lengua buscas mi clítoris y al encontrarlo haces movimientos rápidos horizontalmente, yo siento maravillosas oleadas de placer sobre mí, especialmente cuando siento que tus pulgares exploran más hacia abajo, justo en la entrada a mi sexo, permaneces así unos momentos hasta que empiezo a pedirte que me la chupes toda, fuerte, como queriendo comértela entera, lo haces y nuevas oleadas recorren mi cuerpo ardiente.

Levanto mis muslos por sobre tu cabeza, tu lengua queda exactamente entre tus pulgares, delicadamente la pasas por mi agujerito no sin dejar de introducirla un poco haciéndome desear tu pene dentro de mí, luego me cubres con tus labios y succionas fuertemente haciendo que mis jugos pasen gustosos a tu boca.

Mi deseo crece enormemente, y en el siguiente instante me encuentro pidiéndote cógeme ya, por favor… No siento que me escuches, así que junto fuerzas y te lo digo más fuerte, hasta que levantas tu cabeza y me preguntas si dije algo, separo mis muslos y con mis manos tomo tu cabeza y la jalo hacia mí, te incorporas un poco y mirándote a los ojos te digo como en un ruego: necesito sentirte dentro de mí.

Me tomas en tus brazos y delicadamente me deslizas hacia el centro de la cama, al soltarme me dices que tienes muchas ganas de poseerme, yo te digo que estoy lista, separando mis piernas para dejarte el camino libre, tú te arrodillas entre ellas, las tomas con tus manos y las colocas a ambos lados de tu cabeza y siento como vas dirigiendo esa parte de ti y me acaricias con esa delicia separando mi sexo con tus dedos para descubrir mi clítoris, acariciándolo con la sedosa puntita de una manera que calentaría a cualquier mujer, pero yo me siento completamente lista y la necesidad que crece en mi me obliga a pedirte de nuevo: métemela ya por favor, métemela toda, méteme la verga papazote.

De repente siento tu pene ardiente introducirse en mi provocando una sensación de infinito placer que me recorre por toda la espina dorsal hasta estallar en mi cerebro, se regresa hasta llegar a mis caderas y las obliga moverse hacia arriba, tratando de engullir en su totalidad ese placer que introduces dentro de mí, tu respondes moviendo las tuyas en un vaivén delicioso.

De tan dura que la siento me parece que me estás metiendo un fierro ardiendo que hace que las profundidades de mi sexo se licuen de puro placer, con tus manos me tomas de la cintura y con las puras palmas, sin presionar los dedos, me jalas hacia ti al mismo ritmo que mueves tus caderas provocando que cada embestida sea un poco más fuerte, mi deseo se incrementa enormidades sintiendo los golpes de tus muslos en mis nalgas y la deliciosa sensación de tus huevos rozando el punto preciso donde comienzan mis nalgas. Estoy gozando enormemente, pero mi gozo me vuelve ambiciosa y quiero sentir mis nalgas aún más pegadas a ti, así que doblo mis piernas hacia mi cabeza y con mis brazos te jalo un poco hacia mí, estás en la posición perfecta, tus rodillas separadas, mis nalgas descansando en tus muslos, tu cuerpo recargado en los míos y yo sintiéndote completo dentro de mí, mis caderas se mueven arriba y abajo, aprisionando ese delicioso palo que me estás metiendo, y yo quiero que ese momento no termine.

Comienzo a sentirte a temblar, tu cuerpo se contrae un poco claramente de placer, y me dices: ay chiquitita, no aguanto las ganas de venirme, y yo siento en tu cuerpo la veracidad de tus palabras, y la conciencia de ello me produce una oleada de placer tan grande que provoca que todos los músculos de mi pelvis se tensen, siento mis tobillos cerrarse alrededor de tu cuello y te jalan hacia mí, tu pene comienza a hincharse dentro de mí y en sus espasmos me regala con un líquido hirviente que riega las profundidades de mis entrañas, mi cuerpo lo agradece recibiéndolo en mis propios espasmos que van logrando que esa tensión se convierta en una sensación de placidez que me va dejando extasiada hasta lo más profundo de mi ser.

Después de tan maravillosa experiencia, nos vestimos, tomo los discos, me acompañas a la puerta y nos despedimos, yo me dirijo a mi auto todavía con una deliciosa sensación en mi vientre deseando llegar con mi amor para contarle el rico placer que me produjo su amigo.

Este es un relato de una experiencia real escrita por mí con ayuda de mi amor para deleite de quien lo lea.