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Laurita II

Serie: Laurita

Laurita II

Viernes 14:00

“… Aún no sé cómo demonios me habían convencido estos 3 rufianes de ir a su casa. El caso es que allí me encontraba, tumbada sobre la mesa camilla, atada de pies y manos, y con una polla realmente grande en la boca. De todas formas, me estaba gustando. Tan atareada estaba chupando ese rabo, que no fue hasta el momento en que noté una gran presión en la entrada de mi vagina cuando vi lo que estaban tramando los otros dos tíos. Apenas vi que habían traído un enorme perro con un enorme aparato, noté cómo el perro rompía algo dentro de mí. Fue una embestida brutal, hasta tal punto de desmayarme…”.

– Arriba dormilonas! – Era Sonia. El ruido de la persiana al levantarse me hizo girar la cabeza a la derecha: Álex. Sandra acurrucada a mi lado. Menuda estampa. – Sé lo que estás pensando, y la respuesta es sí. Os

hemos sacado unas cuantas fotos, jajaja. – Dijo al tiempo que me enseñaba la cámara.

– Y las demás?

– Se han ido a casa. Hemos quedado para esta noche.

– Nos han visto?

– Te importa? Yo diría que no, pero aun así, no. No os han visto, aunque las fotos están para mostrar los detalles que se nos escapan, jajaja.

– Psss, tienes razón, la verdad es que me importa poco. Y vosotras no os váis?

– No, vamos a quedarnos a haceros compañía – Intervino Álex.

– Muy bien. Pero algo tendremos que comer no?

– He llamado al Telepizza. En 20 minutos tendremos la comida lista y servida. – Álex estaba extremadamente jovial.

– Y a ti qué te pasa que estás tan contenta?

– No puedo estar feliz?

– Sí, claro. Pero… Sandra tiene novio, lo sabes?

– Laura, qué tonta eres! Jajaja.

– Cómo? Me estoy perdiendo… a ver explícame, por qué estás tan feliz?

– Porque sí, no te dije que no tenía muchas amigas? Estoy contenta por lo bien que me lo pasé ayer, y esta mañana, y porque vamos a comer juntas, y luego a salir… En fin, por todo.

– Álex es fantástica. Lo sabías? – Me preguntó Sonia.

– Claro que lo sabía, por eso la invité a la…

– Tengo que reconocer que tienes muy buen gusto. – Interrumpió Sandra.

– Vaya! Por fin abres los ojos!

– Que sepáis que lo he estado oyendo todo. En fin… me voy a duchar. Alguien se viene?

– Sandra, vete a la mierda, no puedes dejar de pensar en lo mismo ni siquiera recién levantada??

– Joder, Laura, era una broma. Cómo te pones!

Se levantó y se encaminó hacia la puerta, meneando su lindo trasero. Sonia, Álex y yo la observamos en su corto trayecto. Sandra lo estaba alargando más de lo normal, haciendo los pasos inusitadamente lentos, meneando pronunciadamente el culo. Luego se apoyó en el quicio de la puerta, se volvió y nos dijo:

– Bueno, se apunta alguna o qué?

En apenas 2 segundos, la almohada voló desde la cama a estamparse en la cabeza de Sandra, que ágilmente la esquivó por poco, mientras Sonia y Álex se reían.

– Ya sé que lo estás deseando Laura. Te espero en la ducha. Jajaja.

– Y no olvides abrir el grifo del agua fría. Necesitas una ducha fría urgentemente!!! – Y la perdimos de vista.

– Ves Álex? Ya te dije que se querían mucho.

– Jajaja, sí, tenías razón.

– Sonia, eres graciosísima, me parto con tu humor.

– A que sí?

– Por cierto, no sois muy amigas vosotras?

– Pues sí, hemos estado un buen rato hablando desde que se fueran éstas hasta que os habéis dignado a levantaros. Bueno, en realidad, hasta que os hemos obligados a levantaros, porque si no venimos, vosotras seguís durmiendo.

– Y si os vais y me dejáis en paz, me acostaré otra vez.

– Sí, pero como no vamos a dejarte en paz, vas a levantarte. Así es la vida, jajaja.

Mientras Sonia se duchaba, nos fuimos las 3 al salón, que pude comprobar estaba perfectamente limpio y ordenado.

Si la alegría de Álex servía al menos para eso… yo encantada. Tanto Sonia como Álex me estuvieron comentando lo que habían estado haciendo mientras dormíamos, y que lo habían limpiado todo.

También Álex me explicó por qué no me había sido sincera la primera vez que hablamos en el parque, pues allí me había contado que no era virgen, aunque la verdad es que yo ni me acordaba de qué me había contado. La razón era que no quería parecer muy rara.

Sin embargo por lo visto era lo único en que me había mentido. También dejó claro que en absoluto era lesbiana, que en realidad era la primera vez que tenía un contacto así con una chica, y también que le había encantado. Reconozco que también estaba un poco celosilla.

Todas intimaban con Álex menos yo. No, pero me alegraba mucho por ella, parecía estar haciendo amigas, y eso la entusiasmaba. Realmente sí que parecía muy feliz, y eso también me daba una especie de felicidad interior.

– Bueno, de qué estáis hablando? De cómo soy en la cama? – Sandra, muy oportuna. Estaba en la puerta con una toalla enrollada a la cabeza, y otra al cuerpo.

– Sandra, un día de estos deberías aprender lo que es la palabra modestia. Te hace falta mucha a ti.

– Laura, encanto, reconoce que soy mejor que tú.

– A ver si cambias rica. Siempre igual – Y cogí, me levanté y me fui al cuarto de baño a ducharme.

– Y tú a ver si eres más simpática, porque… – Ni caso, cerré la puerta y abrí el grifo del agua caliente.

La camiseta que llevaba Sandra, una mía, porque la suya había volado por la ventana la noche anterior, estaba arrollada y mojada, tirada en el suelo. Las bragas encima del lavabo. Joder, esta no sabía aún lo que era vivir sola.

Hay un par de cosas que no se pueden pasar por alto, y una de ellas es el orden y la limpieza, y eso viniendo de una desordenada como yo… En fin, me desnudé y me metí debajo del chorro caliente. Wow! Me estaba quemando, pero a la vez me gustaba.

Sin embargo no aguanté mucho la ferocidad del agua caliente, y la templé lo justo para hacerme sentir en el paraíso. “Uhmmm, casi mejor que el sexo”. Todavía tenía pendiente el baño calentito con espuma de una hora. Me lo había prometido el lunes pasado, pero yo es que para las promesas… Me restregué bien para quitarme el sudor y todo lo demás, tratando con especial cuidado esas partes que las mujeres tenemos que tratar con especial mimo.

Tras secarme, me puse el albornoz y salí afuera a ver qué diablura estaría haciendo ahora Sandra. Esperaba encontrarla desnuda, con Sonia y Álex a su vera masturbándola o algo así. Más sorpresa me llevé cuando vi a un jovencito de 18 años recién cumplidos, aunque eso sí, por lo menos estaba vestido, lo cual era un alivio. Menos mal que Sandra tenía novio, no quiero imaginarme lo que hubiera sido capaz de hacer en caso contrario.

– Y este quién es?

– Es el de las “pichas” – Me respondió Sandra con una voz del todo melosa, y pronunciando mal a posta, al tiempo que le dirigía una mirada por el rabillo del ojo hacia su paquete.

– Ya lo veo, pero por qué está aquí?

– Pues esperando a que le pagues. No tenemos un duro y no queríamos rebuscarte entre las bragas para buscar el dinero – Joder, Sandra se estaba ya pasando. Pobre chaval.

Me acerqué a mi cuarto a por el bolso y cogí el dinero. El chico se acercó a la entrada al ver que ya le iban a soltar la pasta, si bien intentaba echar alguna miradita hacia el salón.

Parecía estar esperando que Sandra se le echara encima en cualquier momento. Le di lo que costaban las pizzas y cuando el chico ya se estaba marchando, Sandra se acercó a mí por detrás y me desabrochó el albornoz, intentando enseñar mi cuerpo. El chico apenas vio nada, porque cerré de un portazo.

– Pero, tía, tú de qué vas? Estás gilipollas o qué?

– Jajajajaja – las 3 se estaban partiendo de risa.

– Laura, ostia, cómo te pones por nada!

– Por nada? Mira, vale que le hayas dado el espectáculo al pobre chaval, pero a mí no me metas en tus gilipolleces de cría, vale? Estoy hasta el moño de ti y de tus estupideces. Se ve que tú no escarmientas, lo de la policía tenía que haber sido peor.

– Laura, total, ha sido una broma sin importancia – Sonia intentaba quitarle hierro al asunto -. No os pongáis a pelear otra vez como esta mañana.

– Y tú no la defiendas!!

– Vale, vale, ya me callo.

– Faltaría más, que encima le riais las gracias.

– Bueno, Laura, te estás volviendo una arisca de cojones. Hace unos años, habrías sido tú la que habría hecho esto.

– Sandra, tú no creces, o qué? Ayer te podrían haber metido un buen paquete por cómo abriste la puerta. Hay momentos en que hay que saber comportarse.

– Vale, joder. A partir de ahora seré una niña buena – Dijo haciendo pucheros.

– Eso espero – Sonreí -. Porque sino lo de esta mañana no se va a volver a repetir en mucho tiempo.

– Jajaja. Ésta es mi Laura – Rió al tiempo que me daba un abrazo -. Reconocerás que ha tenido su puntillo, eh?

– Sandra, por favor, deja el tema, eh?

– Seguro que el chaval se la estará machacando ahora mismo – Dijo al tiempo que movía la mano imitando a un chico masturbándose.

– Sandra, por dios, déjalo ya!

– No, no, Laura. Sandra tiene razón. Con el espectáculo que le ha dado no me extrañaría nada que estuviera haciéndolo. Le ha faltado nada para ponerle el coño delante de las narices. Y luego encima te ha visto medio desnuda. No conozco muchos chicos que aguanten eso. Jejeje.

– Eres la ostia, Sandra. Menudo zorrón estás hecho. Y vístete ya de una vez!

– Me enseñaste muy bien en su momento… Jajaja. Y qué coño quieres que me ponga?

– Con eso podría hacer un chiste muy bueno…

– Sonia, tú también vas a empezar? Venga, Álex, comienza a decir guarradas tú también.

– No, si yo no… Pero yo le recomendaría a Sandra el moreno, porque va muy bien con su color de ojos.

– Jajajajajaja – Todas partiéndose el culo -. Aprendes rápido, Álex. Jajajaja.

– Ohhhh, ya está bien. Vaya tres!

– Jajajaja. Muy bueno, Álex. No, ahora en serio, Laura, no querrás que me ponga las bragas sucias?

– Es verdad, a ver que te deje algo.

Mientras Sandra y yo nos fuimos a mi cuarto a ponernos algo de ropa, Álex y Sonia se quedaron gastando más bromitas entre ellas y sacando algo de bebida, al tiempo que comenzaban a degustar las pizzas.

Para pasar el rato, Sandra escogió una película, bajada de internet por supuesto, de comedia sexual, durante la cual evidentemente no dejaron las 3 de hacer comentarios a las diversas situaciones que iban aconteciendo.

Alrededor de las 6, y tras una pequeña siesta, Sonia propuso ir de tiendas, argumentando que para una noche tan especial, debíamos de estrenar algo de ropa, y que además así se ahorraban tener que ir a casa. Aunque de mala gana, acepté y me arrastraron a la calle. Una vez allí, Sonia nos sorprendió sacando las llaves de un Seat Ibiza.

– Vaya con Sonia! Con cochecito y todo.

– Una que sabe.

Así desde luego las cosas se ponían más fáciles, pudiendo evitar el asqueroso transporte urbano. El problema sería al salir, que necesitaríamos otro vehículo más, pues todas no cabíamos. Por lo pronto Sandra comentó que quizá Luis las podría llevar, aunque aún estaba por ver.

Fuimos a unos famosos grandes almacenes donde, tras un buen rato de probarnos ropa, ya sabéis cómo somos las mujeres, Álex se compró un vestido negro, con buen escote y cortito; Sandra, como de costumbre, y para lucir bien provocativa, una minifalda y un top blancos; y Sonia y yo optamos por los tradicionales pantalones ajustados, ella blancos y yo marrones, y un reducido top negro para ella y una camiseta para mí.

Compré con desgana, pues en mi casa ya tenía ropa de sobra para salir, pero como se empeñaron tuve que tragar. Tras esto, nos pasamos por una zapatería, donde nos gastamos otros cuantos euros en sandalias y similares, con unas botas muy chulas, si bien bastante caras, que se pilló Sandra. Tras esto, era inevitable el paso por una tienda de lencería, donde Sandra aprovechó para recriminarme sobre mi ropa íntima:

– Laura, hija, a ver si engordas un poquito. Las bragas que me has dejado me apretan de lo lindo.

– Es que eres una culona.

– Pues Luis opina lo contrario, que tengo un muy buen culo. A todo esto, Álex, cuando lleguemos a casa habrá que hacer algo con el matorral que tienes, porque chiquilla, eso echa para atrás al más lanzado.

– Yo… – Álex estaba perpleja, además de roja como un tomate -. No sabía que…

– Pues por eso te lo digo, para que le pongas remedio. Nunca te has afeitado?

– Ahí no.

– Pues ya va siendo hora. Te picará un poco, pero a la larga es mejor. Así que píllate un tanga bonito, para lucirlo bien, que esta noche vas a triunfar, te lo digo yo.

– Nunca me he comprado ninguno, me parecen bastante incómodos.

– Pero qué dices! Mira, pruébate algunos.

Sandra seguía asesorando a Álex, mientras Sonia elegía un pequeño tanga color blanco. Yo cogí uno amarillo crudo, y le comenté a Sonia:

– Oye, tú sabes lo que se marca eso con los pantalones que te has pillado?

– Sí – Y me sonrió -. Por eso lo hago. A los tíos les encanta, jajaja.

– Vaya, veo que intentas quitarle el puesto de putón a Sandra, eh?

– Y digo yo… por qué no puede haber dos putones en la misma pandilla? Jajaja.

Tras la compra, nos pasamos por un bar a tomar algo. Sandra se ausentó un momento y al rato volvió con una bolsa de la farmacia en la que traía un paquete de condones.

– Coged – Dijo, como si nos estuviera ofreciendo un cigarrillo.

– Uhhhmmm, 24, muy optimista tú, no?

– Entre las cuatro tocamos a 6, tampoco es tanto. Jajaja. Joer, pillaos 3 y el resto se lo daré a las demás.

– A mí me vienen de perlas, sólo me quedaba uno en el bolso – Apuntó brevemente Sonia, cuando apareció Alberto con unos colegas. Tras pedir en la barra, se acercó a nuestra mesa.

– Eeeey, qué pasa, Laurita? Uhmmm, haciendo planes para la noche, eh? – Dijo cogiendo el paquete de condones -. Vaaaya, los vais a matar a polvos, eh? Jajaja, la verdad es que ando un poco pillao, y me vendría bien uno.

– Cógelo, invito yo.

– Uhhhmmmmmm, tú eras… Sandra?

– Bingo!

– Sí, te recuerdo de la fiesta de la facultad. Menudo revuelo armastéis tu amiguito y tú. Se estuvo hablando durante más de una semana…

– De veras? Laura no me dijo nada.

– Como si no te lo imaginaras… – dije en un susurro.

– Qué decías?

– No, nada, que se me olvidaría comentártelo.

– Wow! Pues como para olvidarlo. Todos vieron perfectamente cómo te lo tiraste en el baño. Si es que hay que comprobar que la puerta esté cerrada…

– Jajaja, pues sí.

– Te hiciste famosa, te lo puedo asegurar. A las otras no las conozco…

– Sonia y Álex. Chicas, éste es Alberto.

– Bonitos nombres para chicas aún más bonitas.

– Al, por favor.

– No he dicho ninguna mentira no? – Le recriminé con la mirada -. Bueno, y aparte de destrozar a vuestros novios, qué vais a hacer esta noche? Por cierto Laura, aún te debo una cerveza.

– Pues lo primero es buscar a esos novios que dices tú – Intervino Sonia, mostrando una amplia sonrisa.

– Pues me acabas de encontrar preciosa… – Se ve que no tenía plan para esta noche, no paraba de coquetear.

– Jejeje, y luego ya veremos qué hacemos…

– Iremos por la discoteca – Tuve que intervenir.

– Ahm, pues yo no tengo nada decidido, estos dicen que conocen a no sé quién que tiene unas amigas que yo que sé, un lío de cojones, y no sé en qué van a quedar al final.

En ese momento sonó el móvil de Sandra. Era Luis. Mientras tanto Alberto estuvo conversando un rato conmigo y Sonia, pues Álex seguía muy callada en su sitio. Sandra colgó, un poco molesta. Por lo visto Luis no iba a poder llevarnos, porque habían quedado ya con sus amigos y a esa hora le era imposible.

– Nada, que seguro que se van de putas. La madre que lo parió!

– Veo que tenéis problemas de movilidad. Yo os puedo llevar, no tengo ningún problema.

– No te preocupes, Al, nos las apañaremos de algún modo.

– No, en serio, paso de estos.

– Pues la verdad es que nos vendría de puta madre – Dijo Sonia.

– Pues no se hable más. A qué hora y dónde?

Así que quedamos con él, y así quedaba zanjado el tema de vehículos. Tras la llamada de Luis, recordé que aún tenía apagado el móvil, así que lo encendí, y pude comprobar cómo Juan había realizado ya unas cuantas llamadas. Le mandé un mensaje y le dije que el fin de semana no estaría disponible porque venía una tía mía y tenía que estar con ella.

Al rato me llamó y me contó que tenía reservado un hotel en la sierra, que vería qué podía hacer, y que lo sentía mucho, que me echaba muchísimo de menos y todas las cursilerías que dice un tonto enamorado. Alberto se quedó un rato más hablando con nosotras, tanteando el terreno a ver si esta noche podía caer alguna.

Sonia y Sandra parecían muy interesadas en él, si bien conociendo a Alberto, seguro que le había echado el ojo a Álex, tanto por su físico como por su timidez. Alberto tenía la extraña teoría de que las más tímidas luego son las mejores amantes y de momento, al parecer, no le había fallado. Pensé en Sonia, y la verdad es que parecía ser así, pero Sonia ya no era tan tímida.

Regresamos a casa, pasando para recoger antes la cena por un McDonald’s (bien por la comida rápida!) y las demás fueron llegando poco a poco. Alberto también llegó, le invité a subir a tomarse algo mientras terminábamos de arreglarnos.

Estuvo hablando con el resto de las chicas mientras Sandra, Sonia, Álex y yo nos vestíamos y maquillábamos.

Cayó bien a todas, como suele suceder, es un chico muy abierto y muy simpático, además de bastante guapo, por lo que suele hacer amigos fácilmente, y novias con la misma facilidad. Tras terminar nosotras en apenas 30 minutos ya estábamos en la discoteca, no sin antes haber pasado por una tienda frutos secos a pillar un par de botellitas. Sería la 1 aproximadamente, nos quedaba por delante toda la noche para disfrutar, y según las intenciones de Sandra y Sonia, a Álex le quedaba toda la noche para estrenarse.

Sábado 1:00

Tras tomarnos un par de cubatas en el aparcamiento y un par de minutillos en la cola, entramos adentro. La discoteca aún no estaba muy llena. Es una discoteca bastante grande con 3 salas con distintos tipos de música. Las chicas comenzaban ya a echar el ojo a algún buen especimen que fuera de su agrado.

Pude comprobar cómo Alberto conocía a prácticamente todo el mundo, y no paraba de saludar a cualquiera con el que se cruzase.

El ambiente iba aumentado progresivamente. Andrea y Virginia bailaban en mitad de la pista mientras se liaban un porro. Sandra estaba en la barra coqueteando con el camarero. A pesar de ser 9 chicas, y ser bastante aceptables, parece que la presencia de Alberto en el grupo echaba un poco para atrás a los demás chicos.

Aun así puede advertir que varios grupitos miraban sin cesar a varias de mis amigas. Por su parte, Sonia también empezaba a ver a gente conocida, y a presentarle a Álex a todos los chicos que conocía y pudieran, según ella, valerle en su “cruzada”.

– Vaya, estoy conociendo más gente en una noche que en toda mi vida, me siento un poco turbada, la verdad – Me comenta Álex en un momento de suspiro.

– Tú tranquila y relájate. Baila y pásatelo bien, y si encuentras a alguien de tu agrado no dudes en hacer lo que te pida el cuerpo. Que la vida son 2 días!

– Sí, tienes razón, pero aún así…

– Álex, ven aquí, voy a presentarte a Pablo – Interrumpió Sonia de pronto -. Tiene novia, pero sus amigos están disponibles, y hay algunos que no…

Su voz se perdió entre la muchedumbre, a través de la cual vi nada menos que a Juan. Hay que joderse, qué mala suerte. Me acerqué a Alberto:

– Oye, tú no me debías una copa?

– Sí, claro, vamos por ella?

– Vamos.

Esperaba de este modo pasar inadvertida, si bien iba a ser complicado estar toda la noche escondiéndome, pero tenía que intentarlo. Desgraciadamente, Juan no tardó nada en acercarse a la barra, moviéndose rápidamente, y aún tardó menos en percatarse de que allí estaba yo.

– Vaya, así que a tu tía le va la marcha, eh?

– Estoo… jeje. Qué puedo decir?

– Perdón?

– Es una opción – En ese momento llegó Alberto con los dos vasos.

– Ey, Laura, tienes que conocer a un colega mío. Es un cachondo mental y está aquí currando de camarero… Hola, qué tal? Nos conocemos?

– No lo creo…

– Al, este es Juan, un buen amigo. Juan, este es Alberto.

– Ah, encantado.

– Igualmente. Oye, Laura qué es eso de “buen amigo”? Creí que había algo más entre tú y yo. Al menos eso me dejaste ver.

– Bufff, Juan, por favor, no empieces…

– Ah, que os habéis enrollado antes, no? Bueno, yo os dejo, voy a ver si encuentro a alguien por ahí. No hagáis nada que yo no haría, eh… Hasta luego.

Me costó rato explicarme a Juan, el cual se sintió bastante dolido, y al final se cabreó bastante. Ya sabía yo que esto acabaría mal, pero no en este lugar y de esa forma.

En fin, tarde o temprano tenía que ocurrir. Tras la larga discusión con Juan volví a donde estaban mis amigas. Andrea y Virginia bailaban provocativamente con otros 2 chicos, Sonia y Álex habían desaparecido, Sandra según me contaron se había largado con un chico y las que quedaban se debatían entre proposiciones de chicos.

Nuria tampoco estaba ya que, por lo visto, tenía ciertos contactos en la discoteca y es posible que estuviera por algún escondrijo con ese contacto. Pregunté por Alberto y ninguna supo decirme qué había sido de él.

Necesitaba explicarle algunas cosas, más por mí que por él; necesitaba desahogarme y contarle lo de Juan a alguien. Necesitaba consuelo.

Tras cuarto de hora esquivando gente y recibiendo toqueteos de todo tipo, veo a Alberto, dándose el palo con una chica rubia, muy mona ella. Sin embargo le veo como forzado. Me hago la despistada y, tras verles enrollándose un buen rato, ella se disculpa para ir al servicio. Él aprovecha para ir a la barra y yo le abordo en ese instante.

– Qué tal Laurita? Dónde has dejado al Juan ese?

– Y yo qué sé. Él tenía una visión de lo nuestro que ya había caducado la semana pasada.

– Ya veo. No sé, parecía buen tipo. Yo me he encontrado con Paula, una vieja amiga. La verdad es que es una pesada, y además está un poco colocada, pero como no tenía nada mejor que hacer…

– Oye, por qué no vamos a algún lugar tranquilo a charlar. O te molesto mucho?

– No te preocupes. Me haces un favor, de veras. Vámonos a la planta de arriba, que se oye menos la música – En ese momento apareció la tal Paula.

– Dónde te metías Al? Me estaba enfriando yo solita… – Es verdad, llevaba un buen colocón. La lengua se le trababa al hablar.

– Estoo, Paula, te presento a Laura, es mi…ejem…novia.

– Tu novia? – Se puso blanca – Ah, hola, eeh, qué tal? Bueno, Al, te dejo, que me está esperando un chico que está buenísimo, jejeje. Chao!

Tras un par de comentarios sobre Paula, le conté a Alberto toda la historia de Juan. Aunque no le parecía mal su forma de ser, sí pensó que era un poco gilipollas, porque yo le había estado dando largas toda la semana, sin contestar sus llamadas ni nada. La cosa es que yo estaba muy a gusto sincerándome con él y copa va, copa viene, cada vez me sentía mejor.

Él también me contaba cosas suyas, y yo pensaba que eso sólo tenía un final posible, que termináramos enrollándonos. Alberto y yo éramos amigos desde que había comenzado mi andadura universitaria. No tardamos ni 2 meses en acostarnos.

Sin embargo, tras un principio arrollador, lo dejamos porque él llevaba una vida tremendamente alocada. Hoy dormía aquí, mañana allí. Era muy inquieto, y lo vivía todo al 200%. Era encantador, siempre haciendo lo que a mí me gustara, y lo que fuera para que me sintiera cómoda, pero aquello no iba a ninguna parte. En cuanto me daba la vuelta ya estaba de marcha.

Si bien Alberto nunca dejó de gustarme, tanto física como intelectualmente. Unos meses más tarde volvimos a tener sexo, en un fin de semana aburrido en el que no teníamos nada que hacer, quedamos y estuvimos follando todo el fin de semana. Era incansable incluso para el sexo.

Era capaz de aguantar hasta el último minuto, y si aún así no era suficiente, luego se aplicaba fenomenalmente por otros métodos. Así que tampoco era tan raro que yo pensara que acabaríamos de esa forma, porque en aquel instante estaba muy a gusto.

Alberto y yo estábamos en ese espacio de tiempo que cuesta tanto acercarse y empezar a morrearse. No decíamos nada y nos costaba mirarnos fijamente. Puede parecer un poco infantil, pero a mí me cuesta empezar y, por lo visto, dada la situación a él también le costaba arrancar.

También hay que tener en cuenta que otras veces ya nos habíamos liado y como luego nunca llegábamos a cotas más sentimentales, nos costaba un poco liarnos de nuevo. Y justo cuando ya íbamos a empezar, apareció Juan.

– Laura, por favor, tenemos que hablar… – Iba un poco mareado.

– Juan, ya hemos hablado antes y creo que las cosas están bastante claras.

– Por favor, Laura, sólo 5 minutos.

– Oye, no la has oído? – Intervino Alberto.

– Déjalo, Al – Yo no quería que se armara bronca; así que acepté su petición -. Vamos, dime lo que me tengas que decir.

– Aquí no, a solas.

– Ok.

Salimos al aparcamiento. No era la primera vez que me enfrentaba a una disculpa. Más de uno había intentado arreglar una relación y por norma general no les hacía ni caso. Creo que no hay que dejarse mangonear, porque entonces luego ya es imposible terminar la relación.

Juan comentaba que quizá me había agobiado un poco (sólo un poco!) y que las cosas se habían precipitado; que lo lamentaba todo y que me daría algo de tiempo si yo quería; que no tenía por qué engañarle, porque aceptaba que no saliera algún día con él; que me daría toda la libertad que quisiera; y que me quería mucho, que estaba enamorado de mí.

Desconozco el porqué, pero le volví a aceptar. Puede que fuera porque estaba al borde del llanto, o no sé por qué demonios sería. La verdad es que el alcohol no ayuda en nada a pensar. Nos abrazamos y pensé que mi noche de juerga se iba a la mierda.

Entramos de nuevo a la discoteca y me invitó a otra copa. Estuvimos un rato bailando y comenzamos a enrollarnos en mitad de la pista. Nos metíamos mano despreocupadamente, sin apenas darnos cuenta que se había hecho un corrillo alrededor nuestro.

Nos miraban de forma lasciva, algunos con envidia, otros en forma de reproche. Decidimos marcharnos a otro lugar más calmadito. Yo, la verdad es que después de varios cubatas estaba bastante exultante y le comía la boca literalmente, le tocaba todo el cuerpo y él no era menos. En tres palabras: estábamos cachondos perdidos. Tras más de cuarto de hora de sobeteos, besos y demás, decidimos irnos al coche a terminar de la mejor manera posible.

Sin embargo tuvimos que hacer una pequeña paradita en los servicios porque yo tenía que desalojar parte de los cubatas. Y por arte de la casualidad, allí estaba Sandra. Hablaba animadamente con una chica morena de pelo largo, que tenía un marcado acento sudamericano.

– Laaaaaura! Tía, de dónde sales? – Estaba borracha -. No te había visto en toooda la noche – Muy borracha.

– Pues ya ves, por ahí. Tú ya veo que estabas en la barra.

– Jaja, pues sí. El camarero es amigo mío. Una, que tiene contactos, jaja.

– Claro. Tú no sabrás dónde están Sonia y Álex, verdad?

– Yo? Pues… ahora que lo dices, no. No tengo ni idea. Pero ven, mira, te presento a… a… cómo era?

– Estrella.

– Eso es! Estrella. Es de… Colombia?

– Sí.

– Eso, de Colombia. Es majísima, y tiene un montón de tatuajes, uno en la espalda otro en el tobillo, otro en el… jejeje, bueno, tiene muchos – Me guiñó un ojo.

– Me parece muy interesante, pero he venido a mear, y ese retrete está libre.

– Por supuesto, Laura! Mea tranquila. Yo te espero aquí con…

– Estrella.

– Exacto! Oye, qué bien te sabes tu nombre!

Por lo visto Sandra ya había encontrado pareja para pasar el resto de la noche. Y esa no era otra que el alcohol. Cuando salí le comenté que iba a desaparecer un rato con cierta persona:

– Ah, ya veo pillina, jejeje. Y a quién te vas a cepillar? Eh, venga dímelo!

– Estooo, bueno, a Juan.

– Siii?? En serio? Jajaja, al final va a haber boda, ya lo decia yo.

– Tú qué vas a decir!

– Bueno, oye, te puedo pedir un favorcito? De amiga a amiga.

– Dime.

– Quiero verlo.

– Pero si ya le conoces!

– No, no. No me has entendido. Quiero ver cómo os lo montáis.

– Quééé?!?

– Que si, mujer, yo me pongo en el asiento de delante y vosotros folláis detrás.

– Tú estás loca. Si quieres ver gente follando vete a la casa de campo.

– Venga, jodeeer. Te prometo que no diré nada. No voy a molestaros.

– Que no, ostia!

– Además a Juan seguro que le gusta la idea. Vamos a preguntárselo.

– Adónde te crees que vas? – Le dije al tiempo que le agarraba del brazo.

– A preguntarle a Juan si quiere que os vea.

– Tú estás borracha.

– Sí, como nunca – Pedazo de zorra, siempre me acaba metiendo en embolaos de este tipo.

– Pero tú no estabas con la peruana esa?

– Era de Colombia, como el café.

– Da igual.

– Pues no, la acababa de conocer en el baño, abrí una puerta sin querer y la vi tirándose a un tipo.

– Y la viste sin querer, no?

– No, la estuve mirando adrede y me metí dentro del retrete, jejeje.

– Ya veo que hoy vas de mirona. Bueno, venga, vamos. Pero si Juan no quiere te jodes.

– Si no quiere me jodo.

– Exacto. Pues vamos. Antes que me arrepienta.

Sandra era casi siempre la que montaba estos líos de padre y muy señor mío. Me acuerdo una vez en un viaje de fin de curso que después de que nos hubiéramos ligado a dos chicos me dijo que cambiáramos de pareja un rato. Acabamos en la habitación del hotel follando todos juntos.

Fue una bonita experiencia. También recuerdo aquella vez que le dio por hacer un trío, más de uno se quedó babeando, pero el que más babeó fue el afortunado, aunque he de reconocer que nuestros conejitos también babearon un poco. Y aquella otra que…

– …Y resumiendo que lo quiero es ver cómo folláis. Me dejas? Venga, di que sí…

– Bueno, y Laura que opina de esto.

– Ella dice que no le importa. Depende de ti.

– Sandra yo no he dicho exactamente eso!!

– Mira, si estás aquí! Pensé que seguías en tu mundo.

– Bueno, si a Laura no le importa… – Le miré furibunda. Joder, y yo que pensaba que un tío tan tradicional iba a decir no rotundamente.

– Entonces no se hable más. Al coche!

Yo no iba muy convencida, pero la verdad es que la idea me parecía muy excitante. Pero nunca había hecho esto adrede, no sabía cómo comportarme.

Quiero decir, ya nos habíamos visto haciéndolo pero nunca estuvo planeado. Podía echarme atrás pero, quería? Por muy tradicional que fuera, Juan seguía siendo un hombre, y como tal, poder contar que había estado con dos tías en el mismo coche era algo que no tenía precio. Podía echarme atrás. Sandra era una zorra, seguro que acababa entrando al juego. Podía echarme atrás. La muy guarra, como no tenía a Luis a mano, tenía que entretenerse con algo.

Podía decirles que no, a Sandra que se buscara la vida y a Juan podía mandarlo a la mierda en ese momento.

Pero realmente quería echarme atrás? Quedaban 50 metros para llegar al coche. Sandra no paraba de preguntarle cosas a Juan; este contestaba bastante cortado, pensando también en lo que iba a suceder, como yo.

Pero él no pensaba en echarse atrás, sólo se repetía una y otra vez la suerte que tenía. 30 metros, podía echarme atrás. Pero seguía andando a paso decidido. 15 metros. Aún podía negarme a hacerlo. Pero no quería echarme atrás, necesitaba hacerlo, deseaba que Sandra me viera follando.

Hemos llegado, Juan abre las puertas. Sandra pasa delante como había dicho y nosotros dos nos situamos en los asientos traseros. “Puedo echarme atrás”. Silencio, o casi; la música llega amortiguada. Hace calor. Noto mi respiración agitada. Ellos también respiran nerviosos y excitados ante la situación. “Todavía puedo echarme atrás”.

– Bueno, cuando queráis… Hacedlo como si yo no estuviera.

No hace falta más, Juan empieza a tocarme. Muy suave, muy delicado, igual que el sábado pasado; es la forma de preguntarme si quiero hacerlo, sin palabras, sólo con delicados roces y caricias. Me recuesto en el asiento.

“Si me echo atrás ahora, se acabó todo. Puedo echarme atrás”. Juan continúa, una mano en mi muslo izquierdo, la otra en mis pechos, su boca en mi cuello. “Puedo echarme…”. Más caricias. “Puedo…”. Besos. “No puedo. No voy a echarme atrás. Me lo voy a follar y Sandra va a verlo todo”. Aunque los asientos están echados hacia delante todo lo posible, el coche es pequeño y se nota. Pero eso no impide que nos lo estemos montando delante de mi amiga.

Me dejo llevar por completo, más adelante llegará el momento de tomar las riendas. Antes de cerrar los ojos veo a Sandra, mirando atentamente la escena.

Se muerde el labio inferior y se aferra con fuerza al asiento. Es evidente que tarde o temprano se va a masturbar, si es que no hace de las suyas, cosa también muy probable. Juan sigue cariñoso, pero no tanto como la primera vez. Noto mi camiseta al cuello, mis pechos fuera del sujetador, su lengua en mis pezones.

Otras dos manos me descalzan: Sandra. Abro los ojos y la veo agachada quitándome las sandalias. Puedo recriminarla y decirle que ella sólo viene a mirar, pero no quiero hacerlo. Sé que he acertado al no decirle nada, pues el masaje de pies posterior es genial, y los lametones también.

Antes de volver a cerrar los ojos y dejarme llevar, me quito el sujetador, aunque sigo con la camiseta enrollada a mi cuello, de igual forma que la lengua de Juan se enrosca con la mía y nos besamos apasionadamente, antes de que vuelva a retozar con mis pechos.

Tras varios minutos con los ojos cerrados, justo cuando Juan empieza a meterme mano bajo los pantalones al tiempo que los va desabrochando, noto que Sandra ha dejado ya mis pies, húmedos de su saliva. Al abrir los ojos me la encuentro con el top quitado, la falda remangada y las bragas por las rodillas.

Ya lo sabía yo… También advierto sus miradas furtivas a Juan, el cual también la mira, y cuando sus ojos se cruzan saltan chispas. En apenas un momento, Juan me agarra del culo y me levanta unos centímetros del asiento, lo justo para que Sandra agarre los pantalones y me los baje hasta los tobillos. El tanga no aguanta mucho más en su posición normal y también acaba como los pantalones.

Llega uno de los grandes momentos del evento: Juan se agacha y empieza a lamerme desde el ombligo hasta el pubis. Sus manos me acarician los muslos, que se van abriendo poco a poco. Al mirar hacia Sandra me encuentro de lleno con la intensidad de sus ojos ligeramente azulados. Me estremezco de placer: Juan ya ha comenzado a deshojar los pétalos de mi flor. Con una suavidad inusitada aparta mis labios a la vez que los va chupando y acaricia con un tercer dedo. Si le quedaba por crecer algo a mi clítoris, lo hace ahora, surgiendo lustroso a los ojos de mi amante.

El primer contacto de su lengua con el fruto de mi flor es como una pequeña descarga eléctrica, haciendo salir un poquito más de miel, la cual embadurna mi amante por toda la zona.

Su lengua sigue retozando con mi clítoris, enroscándose una y otra vez, haciéndome llegar a altas cotas de placer. Mi cuerpo ya está preparando mi primer orgasmo. No sé si será por la peculiar situación o por qué, pero Juan se está empleando a fondo, y me está comiendo el coño de una forma realmente deliciosa.

Su lengua sigue enzarzada con mi clítoris mientras uno de sus dedos atisba el interior de mi vagina y otro explora la zona alrededor de mi ano; y paralelamente a todo esto, yo sigo derritiéndome en sus brazos, notando cómo crece mi excitación, cómo se desplaza por mi vientre, cómo se prepara para hacer aparición entre los gemidos y jadeos que soltamos los tres en aquel pequeño coche.

Un ligero aumento de mis fluidos vaginales le indica a Juan que me estoy corriendo, que me encuentro en estos momentos en la cumbre de mi primer orgasmo. No para de masajearme el clítoris y el ano durante el tiempo que dura mi estallido de placer. Al cabo de poco menos de un minuto, me mira:

– Qué tal? – Por qué esa estúpida manía de preguntar qué tal después de follar o de algún acto sexual?

– Bien. Ahora te toca a ti.

Miré a Sandra, pensando que se iba a unir a la fiesta, pero me sorprendió ver que no era así. Ahora se tocaba tranquilamente, sin prisa. Podía ser que ella también se hubiera corrido ya. Lo que sí pude percibir era que le estaba dejando la tapicería bastante pringada.

Ahora me toca a mí agacharme sobre la entrepierna de Juan. Tras bajarle los pantalones, agarro su instrumento con las manos. Ya está bastante duro y también ligeramente mojado con los líquidos preseminales. Le pajeo suavemente, descapullándole el miembro, pudiendo apreciarlo en toda su longitud.

Mientras sigo con el movimiento arriba y abajo, echo una miradita a Sandra, que está nuevamente mordiéndose los labios. Miro ahora a Juan, que está mirando a Sandra. Dándole unos ligeros golpecitos en la polla atraigo su atención. Me mira a los ojos.

Me relamo e introduzco su capullo en mi boca. La saco, y mientras acaricio sus huevos, voy pasando la lengua por toda la longitud del aparato, recogiendo saliva y otros jugos. Vuelvo a introducirla en mi boca, pero ahora entera, bajando todo lo posible.

Con toda la polla en mi boca miro su cara nuevamente. Tiene los ojos cerrados, concentrándose en todo el placer que siente. La saco otra vez, le pajeo un poco con la mano derecha, con la izquierda le masajeo los huevos.

Sacando la lengua, jugueteo con el glande. Vuelvo a mirarle y veo, ahora sí, que está admirando mi trabajo. Le guiño un ojo seductoramente e introduzco el glande en mi boca.

Sigo con el mismo jueguecito, moviendo rápidamente la lengua, saboreando el glande, sin dejar ni un sólo hueco sin impregnar de mi saliva. La saco y vuelvo a pajearle con mi mano derecha.

Me concentro ahora en la zona del frenillo, reportándole un inmenso placer. Puedo notar cómo late su polla en mi mano.

Sigo moviendo la punta de la lengua a gran velocidad sobre su rojo capullo: el frenillo, el glande, la uretra, todo. Paso ahora a hacerlo con los labios, los acerco a su polla y la rozo con los mismos.

La voy metiendo poco a poco, volviendo atrás cada cierto tiempo, para luego intentar engullir unos centímetros más. Cabeceo un poco de arriba abajo y, al sacarla de nuevo, aprieto el glande con los labios. Le doy otro lametón por la parte de abajo, para culminar de nuevo con la polla dentro de mi boca. Paro un momento, y mientras sigo pajeándole le pregunto:

– Sigo hasta el final?

– Sí… – Jadeos -. Sigue, Laura, por favor – Más jadeos.

Con una sonrisita en la boca, volví a agachar la cabeza. Podía echarme atrás ahora? Sería una putada para Juan, pero tendría que joderse y terminar el solito mientras yo recogiera mis cosas. Pero no, no podía. Seguía tan cachonda como antes y sabía que antes de que folláramos me comería otra vez el coño. No, quién en su sano juicio iba a echarse atrás en ese momento?

De modo que retomo otra vez lo que había dejado a cargo de mi mano, la cual seguía bajando y subiendo en un agradable masaje para el pene de Juan. Aparto la mano y tomo los huevos. Todo el miembro está pringoso, mezcla de mi saliva y sus jugos. Le doy un lametón desde la base hasta el capullo. Meto una vez más el capullo en mi boca, aprieto con los labios.

Succiono. Aspiro todo lo posible para dentro. La punta de la lengua está taponando la uretra, y la muevo ligeramente. Abro los labios y entra prácticamente entera. Cabeceo un par de veces más, velozmente, sin decaer el ritmo, y al sacarla me detengo otra vez en el capullo. La misma operación: aprieto los labios, muevo la lengua, y con la mano le voy pajeando. Repito lo mismo varias veces, hasta volverle medio loco. Está a punto.

– Sandra, alcánzame un kleenex, rápido. Sandra, joder!

– Qué?!? – Estaba ensimismada viendo el espectáculo – Qué quieres?

– Dame un kleenex o algo – Seguía moviendo la mano sobre su polla.

– Aquí no hay nada de eso.

– Mira en la guantera, ostia – Casi sin darme cuenta, aumentaba el ritmo y la presión.

– Pues como no quieras el carné de conducir.

– Laura… – Fue casi un susurro -. Me corro.

– Mierda!

Al tiempo que Sandra ponía todo el coche pringado de su flujo buscando inútilmente algo donde Juan descargara, este se corría intensamente. El primer chorro me impactó en el lateral izquierdo de la cara, manchando parte de mi pelo. Inmediatamente dirigí su polla hacia mi mano izquierda, donde Juan terminó de echar toda la leche.

– Lo siento.

– No, Juan, la culpa ha sido mía – Abrí la ventana y dejé caer todo el semen al suelo -. Pero por lo menos, límpiame la mano – Y le puse carita tierna al tiempo que acercaba mi mano con algunos restos de su corrida a su cara.

– C..Cla..Claro.

Tras chupetearme toda la mano y dejarla reluciente, siguió lamiendo, sin que decayera la juerga. Limpió también los restos de mi cara y pelo, con suaves pasaditas de su lengua.

Y subiendo por todo el brazo volvió de nuevo a mi cuello y a mi boca. 5 minutos de intenso morreo y sobeteo mamario con sus manos libres sirvieron para que olvidara el pequeño incidente y Juan fuera bajando por segunda vez hacia mi coño.

Otros 10 minutos de pasional cunnilingus fueron suficientes para que experimentara un nuevo orgasmo y, al mismo tiempo, para que Juan estuviera completamente recuperado (y también empalmado). A un gesto mío, Sandra alcanzó con apenas demora mi bolso y me pasó un preservativo. Me acerqué al miembro de Juan; él se dejaba hacer; vertí un poco de saliva y la esparcí con mi mano; con la otra mano coloqué el condón y lo fui bajando hasta su base.

Me coloqué encima de él, con los problemas de un espacio tan reducido, y sujetando su pene con una mano y abriendo los pliegues de mi coñito con la otra, fui bajando poco a poco hasta notar cómo iba entrando dentro mío, cómo mi vagina se adaptaba a su forma y tamaño, hasta juntar mi pubis al suyo.

Me recosté sobre su pecho, pudiendo notar mis pechos aplastándose sobre su torso. Moví las caderas ligeramente a los lados y hacia delante y atrás, de tal forma que su pene se acomodara correctamente en mi interior. Sentí su boca húmeda besándome en el cuello, sus manos en mis caderas, y comencé a subir y bajar… muy despacio.

Los dos jadeábamos al unísono, presas del placer que nos embargaba en aquellos momentos, según íbamos incrementando el ritmo hasta llegar a un punto en el que yo prácticamente botaba sobre él, dándome algún que otro golpe contra el bajo techo del vehículo. Juan me tomó por debajo de las axilas y me tumbó a lo largo del sillón trasero del coche.

Por aquel momento los dos nos habíamos olvidado ya por completo de Sandra. Situándose encima mío, ahora era él quien llevaba el ritmo.

Mis piernas cruzadas en su espalda, sus manos apoyadas en mis tetas, y los dos jadeando como animales. Juan me penetraba profundamente, con golpes secos pero suaves. Yo movía mi pelvis hacia delante, para no perder tan maravilloso contacto con aquel instrumento.

Con cada nueva embestida, me empujaba un poco más hacia delante, y mi cabeza ya golpeaba contra la puerta, de modo que volvimos a cambiar la posición.

Ahora era él quien quedaba tumbado y yo me colocaba encima de él, llevando nuevamente el ritmo: 15 segundos a toda velocidad; parón; 15 segundos muy suaves, a cámara lenta, desde el fondo hasta que casi salga de dentro de mí; otros 20 segundos intensos, a todo trapo; otro ligero parón; de nuevo, rápido; ahora más lento, haciendo círculos, asentándola bien en mis dominios.

Le beso en el cuello, en la oreja, le lamo, le susurro cosas al oído. Mi cuerpo se agita, me estoy corriendo. Mi sexo late, aprieta el aparato de Juan, se contrae y se dilata, segrega más jugos; le aprieto fuertemente con las uñas durante el tiempo que dura el orgasmo y no puedo evitar soltar un pequeño pero prolongado grito:

– Ohhhhhhhhhhh…!

Tras este precipitado orgasmo, la situación se relaja de nuevo, al menos por mi parte. Froto de manera pausada y suave mi sexo contra el suyo, saboreando mi orgasmo hasta el fin, hasta la última sensación, la última gota de placer.

Me encuentro tumbada sobre él, soy como un peso muerto, no tengo fuerzas en ese momento de continuar, pero mis fuerzas van a ser suplidas por las de Juan, quien me toma de nuevo y me coloca debajo en una difícil maniobra. Me sigue penetrando y me chupa los pezones entusiasmado. Mi sexo vuelve rápidamente a la vida. La suavidad de su lengua contrasta con la violencia de sus penetraciones.

De pronto suelta mi pezón derecho, que estaba entre sus labios, y sus penetraciones son más profundas y espaciadas en el tiempo. Puedo notar perfectamente su miembro vibrar dentro de mí. Al tiempo que jadea en voz baja y un hilillo de saliva se descuelga de su boca hasta llegar a mis pechos, percibo las convulsiones de su polla en mi interior: también él llega al final.

Nos fundimos en un beso apasionado que pone fin a su actuación. Tras salir de mi interior, y mientras se quita el condón y se viste, alcanzo el último orgasmo que había dejado a medias masturbándome en silencio, mirando a Juan fijamente. Es una verdadera pena que tenga ideas tan radicalmente opuestas a las mías.

– Bueno, Laura, y tú no te vistes o qué?

– Eh? – Me había olvidado por completo de Sandra – Ah, Sandra, cariño, sigues ahí? – Sandra ya estaba vestida, ella debió terminar mucho antes que nosotros.

– Sí, aquí sigo. Anda, vístete y vámonos. Esto es como una sauna.

Hacía mucho calor y, a consecuencia de ello, los cristales estaban empañados. Ahora que ya habíamos terminado, Sandra había bajado un poco los cristales, para que se renovara un poco el aire.

Me acomodé la camiseta y comencé a ponerme el tanga y los pantalones, no sin antes limpiarme un poco el pubis con unos kleenex que a Sandra no se le había ocurrido buscar antes en mi bolso. Metí el sujetador en el bolso, me puse las sandalias y salimos del coche.

– Andrea me ha mandado un mensaje. Dice que ella y Virginia se vuelven por su cuenta.

– Sí, ya las había antes muy cariñosas con dos tíos.

– Pues adivina… Jajaja.

– Son peores que tú, eh?

– Tampoco tanto. Que yo aún no he mostrado todo mi potencial, jajaja.

– Jajaja. Vamos a ver si vemos a alguna. Juan, tú te vas ya?

– No, voy a buscar a estos y nos iremos en un rato.

– Vale.

– Laura, nos vemos mañana? Conozco un restaurante que…

– No puedo, he quedado ya con mis amigas para comer.

– No hemos quedado Laura.

– Claro que sí, tú estabas tomando vodkas cuando hemos quedado – Será estúpida! Casi me jode el día.

– Bueno, como quieras, Laura, ya te llamo, ok? – Y los dos besos en la mejilla. Joder, acabábamos de echar un polvo antológico y se despide así.

– Y tú, maldita zorra, para qué abres la boca?

– Era para ver cómo salías del apuro, jajaja, pero lo has solventado bien. Te doy un 9.

– Encima sólo un 9? Vete a la mierda.

– Sabes dónde podrán estar?

– No sé, antes de irnos, estaban un poco desperdigadas ya. Busquemos por ahí.

Al rato de buscarlas, localicé a Alberto, que estaba dándose el lote con una chica morena de pelo largo, a la que tenía bien cogida por el culo.

Todo un relaciones públicas, sí señor. Decidí no molestarle más, al fin y al cabo antes le había aguado la fiesta con Paula para luego volver con Juan. Localizamos a Nuria, que estaba charlando con Silvia y Raquel. Nos acercamos a ellas.

– Hola chicas, qué tal la noche?

– Pues Nuria, por lo que nos cuenta, bastante bien – Respondió Silvia.

– Ah, si? Y cómo es eso?

– Nada, que por lo visto, se ha apuntado a una especie de orgía.

– Nuriaaaa, por qué no nos llamaste? Venga, cuenta.

– Joder, Sandra, para una que te pierdes, jajaja. No, joder, es que no es así. Yo llevo ya algún tiempo con uno de los que dirige el cotarro en esta discoteca.

– Cómo?!? Y aún seguimos pagando? Ya nos estás invitando a una ronda, jejeje.

– Ostia, os jodéis, que la que se lo ha ligado he sido yo, jajaja.

– Bueno, bueno, a ver entonces que me aclare. Entonces la zorra esta se folla al gerente de la disco o qué? – Sandra, como siempre, tan fina.

– Sí, bueno, a veces. El caso es que hoy nos estábamos animando y nos fuimos a una de las salas que tienen para sus menesteres.

– Si, si. Me gustaría ver esas salas…

– Bueno, y había otra pareja. La hija de no sé quien se la estaba chupando a uno. Y Pedro me empezó a insinuar que si no quería ayudarla y esas cosas y, bueno acabamos los cuatro un poco liados, jeje.

– Menuda pedazo de zorra! Sandra, veo que te salen rivales, jajaja.

– Bah, aficionadas, jajaja.

Estábamos entre risas cuando aparecieron Sonia y Álex, las últimas que faltaban. Sonia estaba muy dicharachera, mientras que Álex, por el contrario, estaba algo más callada, aunque se veía claramente en sus ojos esa chispa que tiene quien acaba de echar un kiki.

Por lo visto, al final Sonia se había salido con la suya. Estuvimos hablando animadamente hasta bien avanzada la noche. Más o menos, y algo resumida, esta es la historia de Nuria:

Tras llegar a la discoteca, y moverse un poquito de un lado para otro, localizó a Pedro, que es uno de los gerentes de la discoteca, uno de los que dirige el cotarro.

Conoció a Pedro hace un par de meses, cuando varias facultades quisieron montar una fiesta y eligieron aquella discoteca para celebrarla.

Nuria fue una de los integrantes del grupo que fue a hablar con los mandamases del local y Pedro fue quien les recibió. Ella apenas se fijó inicialmente en Pedro, si bien éste se quedó completamente obnubilado mirándola repetidas veces de arriba abajo.

Tras cerrar el trato, Pedro les invitó a comer, y durante la comida se dedicó a conocer más a fondo a Nuria e intentar seducirla. Finalmente lo logró y hasta aquel viernes por la noche, habían mantenido una relación bastante alocada y frenética.

Tras verlo aquella noche, Pedro le hizo unos gestos y se encontraron a los 5 minutos en una de las múltiples puertas de los almacenes de la disco. Evidentemente, esa puerta no conducía al almacén sino a una serie de pasillos y salones destinados a los trabajadores y dueños.

No era la primera vez que Nuria entraba ahí, era una especie de nidito de amor, donde aquellos a los que les era permitido el acceso podían gozar de lujos, drogas o sexo. Se dirigían, como de costumbre al despacho de Pedro, donde poder follar tranquilamente.

Sin embargo, de camino a éste, encontraron la puerta de otra sala abierta, y en su interior encontraron a una bella chica de la edad de Nuria, o quizá menos, haciéndole una mamada a un guardia de seguridad de la disco. Pedro animó a Nuria a que vieran el espectáculo durante un rato, y se acomodaron en un pequeño sofá.

Mientras Nuria observaba todo con detalle, Pedro había dispuesto sobre una pequeña mesilla de cristal un par de rayas de polvo blanco que Nuria, como de costumbre, rehusó.

Nuria pudo comprobar que la corpulencia del guardia no se correspondía con el tamaño de su miembro, que era cercano a la media. Sin embargo la joven, que según le comentó Pedro era la hija de algún jefazo, trabajaba entusiasmada de rodillas enfrente del corpulento individuo. Con tal espectáculo no fue extraño que Pedro comenzara a palpar los muslos de Nuria y acariciarle el pelo sensualmente, intentando promover la excitación de la misma.

La chica seguía atareada en sus quehaceres bucales mientras Pedro comenzaba a besar a Nuria y posaba distraídamente una mano en su entrepierna, ejerciendo una suave presión por toda la región.

Según Nuria iba excitándose más y más, Pedro comenzó a susurrarle al oído: “Por qué no la ayudas? Lleva mucho tiempo ahí ella solita y parece no conseguir nada. Qué me dices?”. Al tiempo que decía esto, la iba levantando y la acercaba al lugar donde se encontraba la linda joven. Guiándola como un muñeco, la iba haciendo arrodillándose al lado de la chica y volvió a susurrarle: “Venga, ayúdale a chupar esa polla. Haz que se corra”.

Y así, se acercó al miembro del hombre y, mirando fijamente a los ojos de la jovencita, como si estuviera pidiendo permiso, sacó su lengua y comenzó a lamer aquel instrumento. “Verdad que es hermosa?” preguntó de pronto la joven, y Nuria asintió introduciéndose la polla en la boca, saboreando la saliva de la chica y los jugos del hombre, mezclados en sinigual sustancia.

Al tiempo que Nuria boqueaba sobre aquel pene, la otra chica lamía y chupaba concienzudamente las pelotas del hombre, que no podía casi tenerse en pie. Sentado en el sofá, Pedro se masajeaba el paquete observando atentamente la escena. Las dos chicas arrodilladas no podían evitar de vez en cuando el roce de sus lenguas, cada vez más a menudo, hasta tal punto que la chica pareció olvidarse durante unos segundos del hombre y se dedicó a saborear el interior de la boca de Nuria.

Viendo una escena así, el hombre no pudo evitar echar mano a su miembro y empezar a pajearse. Ambas sonrieron ante tal circunstancia, y la desconocida comentó: “Ven, vamos a ayudarle”. Comenzaron a chupar alternativamente aquel pene, que por momentos parecía crecer un poco más.

Desplegaron todas sus ganas y fuerzas sobre el aparato del hombre, el cual en aquella situación no pudo aguantar más que un par de minutos, comenzando a soltar chorros de semen en una inmensa corrida, mientras las chicas se dirigían alternativamente el miembro para repartirse toda la leche. Tras limpiar concienzudamente el rabo del hombre, se lamieron la una a la otra cualquier resto de leche que hubiera en sus caras, fundiéndose en un tremendo morreo. “Bueno, y qué tal si ahora vamos con tu amigo?”

La chica se despojó del vestido blanco que llevaba, mostrando unas inmensas tetas desprovistas de sujetador coronadas por dos grandes pezones rosados y duros como el acero.

La chica se montó sobre Pedro, poniendo sus tetas a disposición del mismo. Esta invitación fue aceptada con sumo agrado, y Pedro se dedicó a chupar esas grandes tetas con total fruición. Mientras tanto, Nuria se agachó al pie del sofá y, tras abrir la cremallera del pantalón, sacó el endurecido miembro de su amante para, acto seguido, introducirlo en su boca, un lugar mucho más húmedo y acogedor que su anterior encierro.

Nuria chupaba y chupaba entusiasmada, regocizándose en su visión del espléndido trasero de aquella jovencita prácticamente perfecta. En su postura actual, podía apreciar cómo el tanga se le introducía entre ambas nalgas y cómo la chica se rozaba sobre el abdomen de Pedro.

Tras un buen rato de chupeteo, levantó la cabeza y, haciendo a un lado el tanga blanco, se dedicó más que a lubricar, a esparcir todos los jugos que había ido acumulando allí la chica. Más arriba, la desconocida apretaba sus tetas sobre la cara de Pedro y, de vez en cuando asomaba su lengua enlazándola con la de Pedro.

Al mismo tiempo Nuria, un poco más abajo, estaba muy atareada moviendo impulsivamente una mano sobre el miembro de su amante, introduciendo 2 dedos en el ano de la chica y lamiendo el delicado pero abierto chochito de aquella mujerzuela tan liberal.

No obstante, ella también empezó a recibir su parte cuando resurgió el otro individuo, colocando las dos manos en sus tetas, sobándolas descaradamente, e intentado quitarle el top apresuradamente. Antes de dejarse caer en un vórtice de placer, Nuria dio un par de chupadas más al coño de la chica, otro par al pene de Pedro y en un momento, introdujo este último en el mojado conejo de la chica, que gritó como si fuera penetrada por un hierro al rojo.

Esto dejaba a Nuria y al otro hombre de lado, pero supieron sobreponerse a esto, comenzando el hombre a desnudar a mi amiga.

Una vez la hubo despojado de todo su vestuario, incluidos el tanga y los zapatos, la tumbó al lado de la pareja en el sofá, y comenzó una espectacular mamada al tierno coñito de Nuria, la cual se debatió entre orgasmos hasta que, al fin, aquel hombre enorme decidió que estaba lista para ser penetrada. Y así fue, una tras otra, Nuria recibía las embestidas de aquel guardia de seguridad.

El hombre, haciendo gala de su fuerza, la tomó en vilo y, apoyándola contra la pared, reanudó las embestidas. Nuria, con las piernas cruzadas en el culo de aquel desconocido, notaba la fuerza de las penetraciones y cómo chocaban contra ella los huevos. Los gemidos de Nuria eran eclipsados por los aullidos que soltaba la otra chica al alcanzar el orgasmo. No tardó mucho más Nuria en correrse con aquel gorila.

Aunque las chicas habían terminado ellos seguían en pie de guerra y la chica, con unas escuetas pero efectivas indicaciones, hizo que el gorila soltara a Nuria y se colocara tras ella.

Nuria reanudó sus juegos anteriores en el ano de la desconocida y, cuando juzgó que estaba suficientemente abierto, el hombre apoyó su miembro en el ano y comenzó a empujar.

La chica jadeaba según el pene del hombre iba desapareciendo en su interior. Pedro, por su parte, le comía las tetas y masajeaba con su mano derecha el clítoris de la chica.

Nuria, al percibir esto, decidió ayudar un poco más. Cogió el miembro de Pedro y lo chupó repetidas veces. Luego apartó su mano, no sin antes lamerla, recogiendo así todos los jugos de la chica y se dedicó a darle lengua al clítoris.

El gorila ya había penetrado por completo en el ano e iba a comenzar en breve a culear, de modo que Nuria se apartó y dejó que Pedro introdujera de nuevo su polla en la vagina de la chica. Los tres comenzaron a moverse acompasadamente al ritmo de los jadeos de todos ellos. Nuria, ahora al margen, se masturbaba golosamente en la moqueta del suelo sin perderse ni un solo detalle.

Tras cerca de 10 minutos de una intensa follada, y habiendo contabilizado Nuria al menos 5 orgasmos, el guardia de seguridad aumentó el ritmo, anunciando la inminente corrida. Nuria se acercó y recibió gustosamente toda la corrida en su boca, si bien no la tragó, sino que la retuvo.

Apenas 1 minuto más fue necesario para que Pedro terminara también y Nuria, una vez más, recibió toda la corrida en su boca. La joven, completamente exhausta, se dejó caer al lado de Pedro.

Nuria se puso a su vera, y estampándole un gran morreo compartió toda la leche de los chicos con ella. Pedro le pidió a Nuria que se vistiera, y en apenas 5 minutos ambos estaban saliendo por la puerta.

Nuria echó una última mirada a la pareja antes de despedirse: ella tenía aún algunos chorretones de leche en la mejilla, y estaba semi-inconsciente; él ya se estaba vistiendo y jaleaba a la chica para que también lo hiciera.

Pedro le explicó que aquella chica era la hija de uno de los principales jefazos de la noche madrileña, no solo de aquella discoteca.

Como suele pasar muchas veces, la chica era una verdadera zorra de las que aparecen cada mucho tiempo en la noche de cualquier ciudad aunque, a ojos de su padre, era una chica dulce y remilgada. “La verdad es que sí que es muy dulce” apuntó Nuria, y ambos se echaron a reír.

Después de esta pequeña orgía, ambos se fueron al despacho de Pedro, donde después de relajarse y tomarse unas cuantas copas, Pedro volvió a follarse a Nuria.

Naturalmente, la historia de Nuria causó una gran expectación y asombro entre todas nosotras. En algunas, como por ejemplo Sandra, podía leer la envidia en sus ojos. Otras, como Álex, no cabían en su asombro de lo que algunas de nosotras éramos capaces de hacer.

Y eso que todavía desconocía lo que había pasado en el coche de Juan. Todas escuchamos atentas la historia de principio a fin, con algunas pausas para aclarar ciertos detalles o para ir a la barra a recargar energías. Tras el relato de Nuria quedamos casi todas calladas durante un rato.

La música fluía entre nosotras suavemente. Yo, aun conociendo bastante bien a Nuria, nunca pensé que fuera capaz de hacer este tipo de cosas, si bien nos dejó claro que esto no era una práctica habitual. De todas formas, según ella, la relación con Pedro le había abierto muchas puertas en el campo del sexo, puertas que ella creyó firmemente cerradas antes de conocerle.

Tras asimilar por completo esta impactante historia, algunas nos dimos cuenta que ya era bastante tarde, de modo que decidimos buscar a Alberto para ver si nos podía acercar a casa. Lo vimos entrando en la discoteca de la mano de la morena con la que le había visto antes dándose el palo.

“Otro que también ha mojado esta noche” pensé mientras esbozaba una sonrisa. Le paramos y le dijimos que si nos íbamos. Aceptó sin poner objeciones, salvo que tenía que acercar antes a Lorena a su casa. Sonia llevó a sus respectivas casas a Raquel, Silvia y Nuria, mientras que Alberto, tras acercar a Lorena, nos llevaba a Sandra, Álex y a mí en dirección a mi casa, pues era la que quedaba más cercana en ese instante. Por el camino, nos comentó:

– Bueno, y qué tal la noche? Os habéis divertido?

– Sí, mucho – Le contesté -. Y tú también por lo que hemos visto, no?

– Jejeje, pues sí. Lore estaba muy receptiva y bueno, ya sabes…

– Sí, ya sé.

– Y vosotras? Os ha dado con la caja de 24? Jajaja.

– Pues ahora que lo dices, por poquito, mañana tendré que comprar otra, jajaja – Le respondió Sandra.

– Así me gusta, que seáis unas fieras… Que la vida son dos putos días y hay que vivirlos a tope.

– Y que lo digas.

– Por cierto, mañana inauguran una discoteca en la carretera de Valencia. Dicen que está muy guapa y las inauguraciones son la polla. Tengo unas cuantas invitaciones, os animáis?

– Pues no sé… – Empecé a decir.

– Claro que sí!! – Me interrumpió Sandra.

– Buff, Sandra, estoy matada ahora mismo.

– Tonterías, cuando te has follado a Juan estabas muy animada…

– Sandra! – No podía creer que lo soltara así como así.

– Qué he dicho? Ni que fuera un secreto. Además la vida son dos días, a que sí, Alberto?

– Claro que sí, Sandrita. Pero llámame Al. Oye, tú y yo haríamos muy buenas migas eh?

– Jajaja.

– Yo iba a intentarlo con Laurita, pero como dices que se ha estado cepillando al tal Juan, pues tendré que intentarlo contigo, jejeje. Por cierto, y tú cómo sabes que han estado follando, ya te lo ha contado? Yo alucino con las tías…

– Bueno, no exactamente, jejeje. En realidad… no puedo decírtelo porque Laura se enfada.

– Venga, coño, dínoslo. No se va a enfadar y, si no, la desenfadamos luego, jajaja. Oye Álex, cariño, por qué no te vas liando un porrito, tengo algo de costo en la guantera.

– Yo es que… no sé.

– Trae, ya lo hago yo – Se ofreció Sandra, que estaba hiperactiva.

– Bueno, pues el caso es que… – Me echó una mirada mientras quemaba la piedra -. Pues resulta que Laura se iba a ir con Juan al coche, no?

– Ajá.

– Entonces ella, muy limpia, se fue a los servicios supongo que a lavarse el… Ejem.

– Sí, ya, el potorrín, jajaja.

– Iba a mear, graciosos.

– Bueno, la cosa es que – Hablaba entre risas mientras mezclaba el chocolate con el tabaco – yo estaba allí, no?

– La madre que lo parió!!! Hijo de puta, mira por dónde vas!! – Exclamó Alberto mientras hacía sonar el cláxon repetidamente -. Me cago en tó lo que se menea, no me extraña que luego digan que los jóvenes se matan con el coche. Habéis visto cómo se me ha cruzado el muy cabrón? Perdona, Sandra, sigue.

– Bueno, yo la vi y me acerqué a ella y le propuse irme con ellos, sólo a mirar. Yo había estado con una colombiana antes, viendo cómo se follaba a su novio, de modo que estaba muy cachonda – Terminó el porro y se lo encendió. Le dio dos profundas caladas y se lo pasó a Alberto.

– Ostias, Sandra. Te van cargaditos, eh? Jajaja – Dijo Alberto entre toses.

– Trae acá, coño, que no sabes apreciar una obra de arte, jajaja. A lo que iba, así que le dije de irme al coche con ellos, y Laura, que es tan recatadita, me dijo que sí, jajaja.

– Me vas a pedir más favores otro día…

– Pero si a ti te gustaba más la idea que a mí – Álex estaba escuchando todo intrigada. No daba crédito a las cosas que hacíamos -. Bueno, y eso es todo. Nos reunimos con Juan, el cual por supuesto no puso pega alguna, y les vi allí echando un kiki que no veas.

– O sea, que te morías de envidia, jaja.

– Jaja, pues la verdad, Al, no te voy a mentir: tenía unas ganas de que me cojiera el Juan por banda que no veas… Jajaja. Ostia, Laura, tú no te veías, pero qué cara de placer! Lástima que sea un gilipollas, que si no…

– Tú te follas lo que sea, Sandra.

– Pues sí – Repuso al tiempo que se terminaba el porro.

– Bueno, era por aquí no?

– Sí, ahí a la derecha – Alberto paró el coche y comencé a bajar.

– Espera, que nos bajamos todos. Al, te tomas la última en casa de Laura?

– Joder, Sandra, que estoy muerta de cansancio.

– Venga, Lauraaaa… Tú qué dices Al?

– Laura? – Alberto me miró inquisitivamente.

– Vaaaale. Una y os vais.

– De acuerdo. Además Álex también tiene que contarnos en qué se ha entretenido durante la noche, jajaja.

Sandra y Alberto iban riéndose y haciendo bromas. Tuve que pedirles que bajaron la voz más de una vez. Álex, por su parte iba tan callada como siempre. Al llegar pasé directamente a mi cuarto a ponerme cómoda. Me quité la ropa y me puse una camiseta ancha.

Me acerqué al lavabo a quitarme el maquillaje y refrescarme un poco. En el salón, Sandra sacaba una botella de whisky que había sobrado en la fiesta del día anterior y lo servía en cuatro vasos, bien cargados.

Mientras me esperaban, pusieron la televisión, pero a esas horas no había nada medianamente potable. Alberto seguía intimando con Sandra, y lo intentaba con Álex, pero era muy complicado. Mientras iba por el pasillo en dirección al salón, oí que llamaban al portero automático. Era Sonia.

– Quién es? – Me preguntaron desde el salón.

– Sonia, se creerá como tú que esto es un puto bar.

– Joder, Laura, qué cascarrabias eres a veces. Si no fuera por cosas como lo de esta noche, no podría ni hablarte – Llamó a la puerta.

– Y tú qué haces aquí?

– Jeje, hola, pues nada, que he visto el coche abajo y pensé en que hiciéramos un trío, jajaja. Pero ya veo que haremos un quinteto más bien. Jajaja.

– Pasa, Sonia, ponte cómoda – Exclamó Sandra desde el salón.

– Iros todos a la mierda.

– Qué tal, Álex? Quizá deberías ir al baño a lavarte un poco, ya sabes.

– Ah, bueno es que…

– Venga, ven conmigo. Tienes bidé, no Laura? – Y antes que pudiera responder se fueron las 2 hacia el cuarto de baño.

– Ya veo por qué vais siempre juntas al baño, jajaja.

– Anda, Al, cállate tú también. Vais a tardar mucho? Tengo sueño.

– Laura, no seas así. Además estás preciosa con esa camiseta. Se te ven un poquito las bragas desde aquí, jejeje.

– Es verdad, Laura, jajaja.

– Bufff, cómo sois!

Al rato volvían las otras dos del baño.

– Todo controlado, era sólo un lavado de entrepierna rutinario, jajaja. Lo digo por si Alberto se preocupaba o algo, jajaja.

– Llamadme Al, por favor.

– Por supuesto.

– Bueno – Interrumpió Sandra -, entonces vas a contarnos ya tu primera experiencia, Álex?

– Es verdad, venga Álex cuéntasela – Insistió Sonia.

– No sé si…

– Oye, si os molesto… a mí no me importa irme.

– No, Al, por dios, por supuesto que no molestas – Dijo Sandra -. A que no, Álex?

– Bueno, no.

– Venga, pues cuéntanos.

Continúa la serie << Laurita I Laurita III >>

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