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Cuchillo I

Cuchillo I

El apareció por nuestro valle aquel caluroso verano, venía montado en su caballo prieto con manchas blancas, desde lejos se podía apreciar que no era un hombre común.

Su cuerpo era demasiado grande para ser real. Mientras se acercaba a nuestro rancho pude fijarme en sus facciones indígenas y en las enormes proporciones de su cuerpo.

Su cara mostraba unos negros ojos entrecerrados pero vivos, del mismo color que su negra cabellera, unos pómulos fuertes y marcados al igual que su mentón y una enorme cicatriz que iba desde el lado de su ojo izquierdo hasta cerca de su poderosa barbilla, detalle que lo mostraba aún más brutal a pesar de sus dos metros de altura y de sus gigantescas proporciones.

¿No sería mucha molestia pedirle un poco de agua para la bestia patrón?- preguntó el gigante.

Saque la que necesite amigo- Respondió mi padre tapando con su mano el caluroso sol para apreciar mejor a semejante monstruo.

Mientras el desconocido sacaba agua del pozo pude observar la pistola que colgaba de su cinturón y el rifle que tenía sujeto a la cincha de su caballo.

Yo hubiera ido a examinarla un poco más, pero justo en ese momento llegaban a nuestro rancho un grupo de cuatro hombres montados. Hombres del Sr, Gonzales, el rico y despiadado terrateniente que tenía sus tierras cerca de nuestro humilde rancho.

Qué lindo vestido señora, pero le apuesto que es más lindo lo que hay debajo- dijo uno de los matones insolentemente a mi madre.

¿Qué es lo que buscan señores?- Dijo mi padre interponiéndose.

Los ojos del pistolero seguían mirando fija y lujuriosamente a mi madre cuando dijo:

Ya sabes granjero, el Sr. Gonzales quiere tu tierra.

Pues no está a la venta- respondió ahora nervioso mi padre.

¿Quién habló de comprar rata miserable?- soltó el bandido, poniendo su mano sobre la empuñadura de su revolver.

De repente los ojos del pistolero se abrieron con cierta sorpresa y su mano se alejó del revolver para afirmar nuevamente sus riendas, estaba mirando hacia donde estaba yo, cuando de repente escuché una voz detrás de mí.

“Muchas gracias por el agua patrón, ¿tiene algún problema?” era el indio gigante, tenía tomada la empuñadura de su revólver y su mirada era tranquila pero firme y segura.

Piensa lo que hablamos- fueron las últimas palabras del bandido antes de dar vuelta su caballo y partir en dirección a la casa de su jefe con sus tres compinches.

Padre los miraba alejarse con una mirada que yo había visto antes, de impotencia y rabia. Pero luego se calmó y dijo al indio.

Bueno desconocido, se está haciendo tarde, ¿por qué no se queda a cenar y pasa la noche en mi granero, no es lo más cómodo, pero es lo que podemos ofrecerle, además aprovecha de descansar su caballo, que bien cansado se ve-.

Con mucho gusto- respondió el gigante.

Mi nombre es Eusebio y mi señora se llama Carolina y es la mejor cocinera de la región- dijo mi padre- pero todavía no sabemos su nombre amigo-

Mi nombre es Cuchillo- fueron todas las palabras que nos habló.

Padre no mentía acerca de las cualidades culinarias de mi madre. La cena consistió en un sabroso cerdo asado, choclo, porotos y una tarta de manzana.

Mi hermana llegó tarde a la cena y se llevó una reprimenda de parte de mi padre. Entre bocado y bocado el indio miraba de reojo a mi madre y a mi hermana. De repente me miró a mí:

-¿Que es tan interesante muchacho?- me pregunto observándome con esos ojos tremendos y negros como la noche

Nada señor solo quería saber cómo se hizo la cicatriz que tiene en la cara-

No seas intruso, no molestes al señor- fue la única respuesta que recibí de parte de mi padre.

Terminamos de comer y Cuchillo dijo dándose palmadas en su estomago

Señora Carolina esta es la mejor comida que he tenido en mucho tiempo-

Gracias- dijo mi madre un poco ruborizada. Le encantaba que le alabaran su comida.

Carolina miraba al indio como se acomodaba en el granero, la tarea se le hacía fácil, ya que una lámpara iluminaba la habitación y la gigante figura.

¿Necesita algo Señora?- dijo Cuchillo sin darse vuelta apenas entró Carolina al granero. El hombre parecía percibir todo lo que pasaba a su alrededor.

Carolina se acercó lentamente, mientras él se daba vuelta para observarla. –Señor Cuchillo, me preguntaba si habría alguna posibilidad de que usted se quedara trabajando en la granja. Hay muchas cosas que hacer y mi marido estaría mucho más aliviado si contara con vuestra ayuda -.

-¿Para qué lo ayudara con la granja o con esos hombres que vinieron en la tarde? – Preguntó inquisidor el indio.

Carolina enrojeció, avergonzada al haber sido adivinadas sus intenciones, y le dijo- Con las dos cosas señor -.

Pero Eusebio es un hombre grande, ¿por qué no él les hace frente?-

Porque es contra nuestra religión el hacer daño a nuestros prójimos, señor –

Un hombre de verdad tiene que defender lo que es suyo- sentenció el indio en su manera brutal – ¿Y qué es lo que esos hombres quieren con ustedes?-

Esos que usted vio son hombres del Sr. González, un poderoso terrateniente del valle vecino al de nosotros, y nuestro humilde rancho se interpone en sus planes de apoderarse de toda la tierra que tuvo alguna vez su padre. Y también tiene interés porque hay algunos pozos de agua en nuestra tierra que él quiere para dar de beber a sus animales. Pero… ¿que dice?, se quedará a trabajar con mi marido, aunque sea lo que dure la cosecha, por favor se lo suplico……-

Yo juré nunca más trabajar la tierra- respondió Cuchillo- Pero como ustedes han sido tan amables conmigo, lo pensaré si la paga es justa.

Usted ha visto que nosotros no tenemos mucho, pero le podemos ofrecer comida y techo- dijo Carolina con voz esperanzada.

No es mucho- dijo el indio.

¿Qué podría ser entonces?

Hace mucho que no estoy con una mujer, Carolina- dijo Cuchillo, con su voz grave tuteándola por primera vez.

Carolina se puso roja como una manzana, la saliva se le hizo difícil de tragar. Ella creía realmente que los deberes de una mujer eran para con su marido y que de los más importantes era prestarse para satisfacer las necesidades carnales de su esposo. Pero con él y nadie más, así lo mandaban las escrituras.

Yo creí que usted era un caballero señor, pero veo que me he equivocado. Buenas noches.- Dijo violentamente Carolina mientras se disponía a partir rauda a la casa.

Carolina espera- Dijo cuchillo cuando Carolina ya iba en la puerta del granero. Ella se frenó y dio la vuelta para mirarlo- ¿Alguna vez has escuchado la expresión, hacer una paja?-

No señor.

Eso es cuando aprietas la polla de un hombre hasta que se venga. Si tú me haces eso todos los días yo me quedo a proteger a tu familia.-

Pero… pero eso es asqueroso.

Piensa que es como ordeñar una vaca, huachita. Solo pasa tus manos de arriba abajo hasta que me corra-

Como ordeñar una vaca- dijo Carolina pausadamente, como pensándolo, sin darse cuenta del nombre que le había dado el indio, huachita era como llamaban los hombres del pueblo a las mujeres que ofrecían sus cuerpos en las casas de citas, pero ella no estaba pensando en eso, solo pensaba en el efecto atemorizante que Cuchillo había causado en los pistoleros del Sr. González esa mañana. – Si yo hago eso por usted, entonces ¿se quedaría?-.

Si huachita. Si me haces acabar todos los días, yo me quedo todo el tiempo que me necesite.-

¿Y cómo lo hago?

El respondió acostándose en su cama improvisada (unos sacos encima del trigo) mirando con un brillo en sus ojos sabiendo que había ganado

– Arrodíllate entre mis piernas y desabrocha mi pantalón-

Carolina se sintió enojada. Un indio estaba siendo condescendiente con ella. Bastante aprovechadores y confianzudos se habían puesto después de la emancipación, pensó, sin embargo ella consideraba que esto era un pequeño precio que estaba pagando con tal de tener a su amada familia protegida. Esto solo sería como ordeñar una vaca. Tomar la tetilla y estrujar hasta que saliera la leche. Se arrodilló entre las piernas del monstruo y desabrochó el cinturón y el botón mientras él la miraba. Con sus dos manos bajó los pantalones hasta medio muslo.

Carolina no quería mirar nada, así que dio media vuelta su cabeza y con los ojos cerrados buscó a tientas con sus manos, hasta que su mano derecha agarró algo. – Por favor quite su brazo de ahí, me molesta – dijo ella.

Ese no es mi brazo- respondió el indio

Carolina no se pudo aguantar y abriendo los ojos dio vuelta la mirada. – No puede ser, – dijo genuinamente asombrada- es más grande que la verga del potro del Sr. Sullivan-

Cuchillo solo sonrió y bajó sus pantalones hasta sus rodillas, dejando al descubierto sus bolas. Se veían como dos manzanas maduras dentro de un saco negro.

¿Cuál es el problema Carolina, acaso la polla de Eusebio no es así?

Carolina realmente nunca había observado el genital de su marido, solo hacían el amor a oscuras y en la posición más recatada. Ignorando la pregunta dijo:

¿Cómo empiezo?-

Escupe en tu mano- él dijo. Ella lo miró con furia pero le obedeció.- Ahora cógeme la punta de mi polla- Al hacer esto Carolina, la piel se deslizó para atrás y emergió una cabeza enorme, un poco más chica que la mano de Carolina empuñada, y de un color rojo furioso. Parecía viva, casi la observaba con su único ojo. La polla de su marido nunca había estado tan gruesa y grande pensaba Carolina. El indio gruñía mientras lo tocaban.

Ahora toma el resto- dijo

Carolina escupió de nuevo su mano y apretando ese enorme pedazo de carne empezó a mover lentamente su mano de arriba abajo. Esa polla tenía por lo menos veinticinco centímetros y era casi del mismo ancho que el brazo de Carolina. Era tan grande que Carolina no podía evitar sentirse intimidada, y algo curiosa a la vez. Mientras un calorcillo iba subiendo por sus mejillas.

– Ahora ordeña la vaca mi huacha- dijo pícaramente Cuchillo

Carolina empezó a apretarla. No podía creer lo que estaba haciendo pero tampoco podía creer esas proporciones, eran más propias de un burro, de un caballo, en fin de un animal pero no de un hombre. Era como una enorme serpiente que la iba encantando. Era tan dura que se podía clavar un clavo con ella- Esta parece la polla del diablo- pensaba Carolina.

Pronto su mano empezó a cansarse escupió la otra y continuó. Luego se cansó esa también y no le quedó más que con las dos manos acariciar y apretar esa atemorizante pero hipnotizadora pitón.

Es tan caliente- murmuro Carolina.

¿No es así la de tu marido?- Preguntó Cuchillo.

No sé. Nunca le he hecho esto a mi marido.

Más rápido, más rápido, que pierdo la inspiración-

Sus dos manos estaban cansadas pero Carolina aumentó la velocidad.

Señor Cuchillo, está creciendo más- dijo Carolina sollozante ya por el esfuerzo.

Toda la polla estaba sudorosa, y la cabeza tenía un color púrpura furioso y se veía tan grande que parecía que iba a explotar.

Aprieta bien que ahora me vengo- dijo el indio entre dientes.

Carolina miró fascinada cuando el ojo de la pitón empezó a abrirse, soltó el monstruo y acercó un poco la cara para mirar con más detalle. La primera explosión fue enorme y fue a dar directo a su cara, la segunda a su vestido, sus manos y su pelo. Se venía de nuevo y de nuevo.- Dios mío, pensaba ella, La corrida era más que todas las corridas juntas de su marido en veinte años de matrimonio.

Perdone señora, es que no me corría desde hace varios días-

Carolina se levantó y sin decir palabra se fue del granero rápidamente. Se sentía mal pero le parecía un precio abordable por mantener a sus hijos seguros. Fue al baño para limpiarse, pero el agua no parecía ayudar. El semen se hacía más espeso. Ella quería sentir náuseas y arrepentimiento, pero el olor penetrante de la corrida y el recuerdo de esa bestia entre sus manos, extrañamente no se lo permitían. Es más, quería que Eusebio estuviera despierto todavía, porque por primera vez en su vida, era ella la que quería hacer el amor con su marido. Así, una vez que estuvo suficientemente limpia, subió a su dormitorio con ansias de sentir a su marido………

Cuchillo esa mañana devoró con mucho gusto el pan recién hecho por mi madre. Yo y mi hermana solo lo observábamos aun impresionados por las dimensiones del gigante. Algo extraño, eso sí, eran las sonrisas que se cruzaban mis padres en la mesa, nada común en ellos, que generalmente se levantaban silenciosos. Mi madre también le dedicaba sonrisas al indio de vez en cuando, parecía que ella estaba igual de fascinada que nosotros con el visitante.

Cuchillo- dijo mi padre- ¿estás muy apurado por irte?, quiero mostrarte la propiedad antes de que te fueras.

Feliz lo acompaño, además necesito caminar para bajar estos deliciosos panes que hizo su señora- dijo guiñándole un ojo mi madre, que se puso roja como un tomate.

Bueno, vamos entonces- dijo parándose mi padre. Yo me quedé mirando hasta que mi padre me invitó a que los acompañara.

Nuestra tierra no era tan grande así que en dos horas mi padre ya le había mostrado a cuchillo lo más interesante. Ahora estábamos en el estanque, donde mi hermana Mery gustaba de bañarse los meses de calor. Mi hermana era una chica temperamental, que en esta época del año gustaba, después de hacer las labores en las casa, de ir al estanque donde se bañaba y se acostaba bajo los altos árboles a leer sus estúpidas novelas románticas y en eso se pasaba casi todo el día. Antes le gustaba que yo la acompañara, pero desde que había cumplido 16 años le gustaba ir sola.

Esta es la razón por la que me molestan los hombres del Sr. González- Dijo mi padre mirando el tranque- Él tiene que llevar su ganado a tomar agua a ocho kilómetros de aquí, lo cual hace que sus animales tengan que caminar y así pierden peso y las carnes se les hacen más duras, pero para mala suerte de él, no pienso cederle mi tranque ni vendérselo, y así será- dijo mi padre al indio que lo escuchaba atento.

Terminamos de dar la vuelta al campo y llegamos detrás del granero donde estaba la inmensa base de un roble que mi padre había cortado hace tiempo- Hace mucho que quiero hacer leña este resto de árbol, pero las tareas del campo no dejan mucho tiempo- comento mi padre- me gustaría tener una ayuda por aquí-

¿Me está pidiendo que me quede a ayudarlo Don Eusebio?- preguntó cuchillo.

Sería una gran ayuda Cuchillo y además, por lo que veo, no te vendría mal establecerte por un tiempo en un lugar.-

Don Eusebio, yo tengo malos recuerdos del trabajo en la tierra de cuando yo era niño-

Entiendo lo que me dices Cuchillo, pero te ofrezco una paga justa y la comida que cocina mi señora, ¿qué dices?

Justo en ese momento mi madre salía de la casa para avisar que el almuerzo estaba listo. Cuchillo se fijó en ella y dijo:

Don Eusebio… acaba de contratar un trabajador- dijo el indio extendiendo su enorme mano a mi padre.

Después de almuerzo Cuchillo corrió su silla para atrás y se levantó de la mesa

-¿Adónde va Cuchillo?- preguntó mi madre.

Señora. Un hombre tiene que ganarse la pensión cuando encuentra a alguien que cocina tan bien como usted.-

Al poco rato después, Cuchillo salió de la casa y empezamos a oír los golpes secos que hace un hacha contra la madera. Mi padre se levantó de la mesa y se dirigió hacia fuera. Todos lo seguimos. Cuchillo estaba detrás del granero dándole golpes de hacha al enorme tronco de roble que habíamos visto en la mañana. Con cada golpe que el gigante daba volaban unas enormes astillas en todas direcciones, sin duda era un espectáculo portentoso. Mi padre se quedó un momento observando hasta que partió al granero, volviendo con otra hacha.

Me quedé mirando a los dos hombres como trabajaban por horas. Mi hermana Mery solo se quedó un rato hasta que se aburrió y se fue, seguramente al tranque. Cuando pasaron tres horas noté que el enorme tronco ya cedía. Con esto Cuchillo y mi padre se entusiasmaron más y empezaron a darle más fuerte al tronco hasta que después de una hora el tronco había sido cortado. Con gran esfuerzo los dos llevaron el tronco hasta el lugar donde cortamos la leña. Cuando finalmente pudieron dejarlo ahí mi madre nos llamaba a comer.

Los dos hombres comieron como si fuera la última comida que tuvieran, buena recompensa era después de la titánica tarea que habían hecho.

Carolina carraspeó ligeramente para llamar la atención del indio apenas entró al granero. Cuchillo estaba desnudo frente a un recipiente con agua lavando su musculoso y enorme cuerpo del sudor del día trabajado. La luz de la linterna reflejaba tenuemente el hermoso cuerpo del indio, haciendo que Carolina sintiese sus rosados pezones endurecer. La magnífica polla del indio estaba semi erecta, sobresaliendo de ese cuerpo perfecto, colgando, siempre hipnotizante. –Polla- pensó ella extrañada, nunca le había llamado polla al pene de un hombre hasta ayer, pero el término parecía calzar perfectamente a la culebra gigante de Cuchillo.

-¿Vino a pagarme?- preguntó el indio.

Si- dijo Carolina, carraspeando nuevamente cuando Cuchillo se volteó y dejó caer la toalla que le cubría la espalda, mostrando unas grandes cicatrices de latigazos que iban de arriba debajo de la enorme mole de músculos. Eran cicatrices antiguas pero dejaban ver la brutalidad con que habían sido hechas.

Cuchillo se dirigió a su improvisada cama y se tendió de espaldas con las piernas abiertas al tiempo que le hacía una seña a Carolina para que se hincara entre ellas. Ella obedeció. Por alguna extraña razón esperaba con ansias ese momento. Por una parte, era el recuerdo de la noche anterior en que se había sentido tan cachonda que había casi obligado a Eusebio a subirse encima de ella para un par de minutos de sexo.

¿Qué es lo que tiene en tu mano?- preguntó Cuchillo.

No me es muy cómodo escupirme en la mano así que traje un poco de miel de abejas. Espero que no te importe-

Lo que sea- dijo escuetamente el indio.

Carolina asintió y procedió a destapar el frasco con miel. La polla de Cuchillo ya estaba dura anticipando lo que venía. Estaba totalmente erecta apuntando hacia el techo, la cabeza de la pitón emergía de entre los cueros en carne viva asemejándose a una rosa. Con ojos de deseo ella sacó un poco de miel del jarro y empezó a untar el monumento de carne.

Hay un problema…- dijo Carolina apenas empezó a apretar con su mano la polla del indio.- Tu semen me manchó el vestido la otra noche y me costó mucho sacar la mancha -.

Yo te aviso antes que salte- dijo el indio

Carolina, satisfecha, volvió su atención a la verga del indio. Con las dos manos empezó a sobajear y apretar el miembro, ya que dos manos eran necesarias para envolver semejante monstruo. La miel actuaba como un excelente lubricante, sus manos corrían suavemente por la tiesa polla del indio. Ella podía notar que Cuchillo estaba gozando ya que arqueaba las caderas cada vez que sus manos bajaban, acariciando esa serpiente.

El indio nuevamente estaba durando mucho, Carolina levaba 25 minutos acariciándolo y recién empezó a notar ciertos espasmos.

Me estoy acercando- dijo entre dientes el indio.

Carolina soltó la polla y retrocedió un poco. Pudo ver como la cabeza de la polla iba creciendo con cada latido de su corazón pero no acababa.

Sigue huachita que lo estoy perdiendo- barruntó el indio

Carolina se movió a un costado de las caderas del indio e intentó seguir pajeándolo en esa posición pero el nuevo ángulo le hacía más difícil la tarea. Cuchillo se veía frustrado y sus ojos mostraban cierto enojo, entonces se puso de rodillas y poniendo su polla frente a la cara de Carolina le dijo violentamente.

Pajéame bien puta!

Ella un poco asustada tomó la polla con sus dos manos y empezó a apretarla y a moverla de nuevo. No tardó en ponerse a tope de nuevo. La cabeza de la verga parecía que iba a explotar luego, estaba roja incandescente y palpitante. Justo cuando la primera gota de semen aparecía por el ojo de la pitón, Cuchillo tomó la cabeza de Carolina y la llevó hasta su miembro, la punta del mastodonte de carne estaba haciendo presión para entrara en esa delicada boca, cuando explotó. Ella sintió primero el sabor de la dulce miel justo ante de que la primera carga de semen llenara su boca.

Carolina había sido sorprendida con la guarda abajo y estaba sin aliento. Inconscientemente tragó la primera carga y cuando volvió en sí, asqueada sacó la polla de su boca y alcanzó a retroceder unos centímetros, la segunda avalancha fue a dar a su cara y vestido. Sin saber que hacer metió de nuevo la polla en su boca y engulló el resto de semen. Estaba sorprendida de lo caliente que era el jugo de este indio y de que el gusto no era desagradable para nada. Con estos pensamientos tragó el resto sin dificultad.

Al día siguiente Carolina se sorprendió mirando a Cuchillo desde la cocina mientras trabajaba arreglando la reja de la casa sin camisa. Debería estar molesta con él, pero algo en el interior de sus pensamientos no se lo permitía. Jhon estaba en el colegio y el resto de la familia estaba trabajando en el campo lejos de la casa. El indio estaba sin camisa y Carolina podía ver como los músculos del gigante se marcaban sudorosos mientras martillaba, aceraba y clavaba la verja. Lo estuvo mirando tanto tiempo que descuidaba las tareas de la casa.

Carolina se trataba de concentrar en sus tareas hogareñas pero se desviaba muy seguido a mirar por la ventana para ver su adonis. Finalmente se entregó y decidió llevarle una limonada fría a Cuchillo con el solo propósito de observar más de cerca esos músculos que no la dejaban concentrarse.

Gracias señora- dijo el indio antes de bajarse de un trago el vaso entero- me viene muy bien- secándose la boca con su brazo.

Parecía que lo necesitaba, además es una forma de decirle que no hay resentimientos por su mal comportamiento de ayer en la noche -.

¿A qué comportamiento se refiere señora?

A cuando usted introdujo su polla en mi boca señor- dijo ella simulándose ofendida.

Yo lo hice para no mancharla nada más. Y en todo caso me pareció que usted lo quería en ese momento.

Es verdad que lo quise, pero no era lo que yo llevaba en mente- dijo esto mientras el recuerdo de su boca llena de semen volvía a su mente pero extrañamente no se le hizo desagradable- Además que no resultó por que igual me manchó mi vestido señor.-

Entonces hoy en la noche lo debería hacer sin ropa y además para asegurarse, debería beberse toda mi carga, de esa manera no hay posibilidad que se manche- dijo vivamente el indio.

Yo no puedo hacer eso señor- dijo Carolina sorprendida ante la sugerencia.

¿Por qué?-

Una mujer decente no se aparece desnuda frente a otros hombres, señor, ni siquiera delante de su marido-

Debería sentirse orgullosa de mostrar un cuerpo como el suyo- dijo Cuchillo- cualquier hombre se volvería loco de solo verla.-

Carolina se sonrojó- Gracias señor, lo tomaré en cuenta- dijo y volvió a la cocina a preparar la comida.

Carolina saltó de la cama en el momento que escuchó a Eusebio roncar. Había pensado toda la tarde en la sugerencia de Cuchillo y concluyó que desnuda era la mejor manera de salvar su vestido de las manchas. Ningún hombre la había visto desnuda nunca y no podía creer que esta iba a ser su primera vez y ante un perfecto desconocido. Nuevamente pensó con sorpresa la cantidad de cosas nuevas que había hecho desde que Cuchillo había llegado a sus tierras. Más extraño le parecía lo ansiosa que estaba de encontrarse con él esa noche…

Continuará

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