Capítulo 6
Zeks VI
De nuevo y por sexta vez hola! No me enrollo diciendo tonterías y voy a pasar directamente al relato. ¡Ah! Siento haber tardado en escribirlo.
Espero una respuesta, Johnny – Dany se impacientó.
Yo, que no sabía dónde meterme, supliqué que me tragara la tierra. No había excusa posible que inventar, estaba bien claro que pasaba.
Te diga lo que te diga ya sabes qué pasa, así que…
Quiero escucharte decirlo. – Su mirada me puso nervioso, parecía que podía ver atreves de mí.
Miré a Santi, él me devolvió la mirada. Estábamos nerviosos los dos.
Quizás deberíais hablar los dos solos – susurró por lo bajo Santi.
Tú no te escaquees. – Dany me volvió a mirar – ¿Qué?
Caminé apartándome de ellos dos, me apoyé en el marco de la puerta que daba al pasillo y respiré hondo.
Es lo que es. Santi y yo estábamos liados.
Estamos. – Corrigió Santi, tímidamente.
A partir de aquí las cosas se complicaron. Todo se torció, Dany comenzó a gritarle a Santi. Este se defendía. Los dos me nombraban en su pelea, pero ninguno de los dos me preguntaba o me decía nada. Los dos decían que era por mi bien, pero ninguna me preguntaba nada. No hablaré de esta pelea, porque me hace daño recordarla.
No creo que se enteraran de cuando me fui. Caminé tranquilamente hasta un parque cercano y me senté allí. Recordé haber estado con anterioridad aquí. Puede que con Santi. No quería pensar en nada, porque si lo hacía, sabía que me dolería. Él quería que volviera. Quería seguir conmigo. Y yo, aunque no le había dado una respuesta, sabía que quería volver a estar con él.
Cuando volví a casa, Dany ya había llegado. No nos miramos siquiera, no podíamos. Yo no sabía qué decirle. No había hecho nada malo. Pero por otra parte, Santi era su mejor amigo y yo, su hermano, me había liado con él.
Los días pasaban y seguíamos sin hablarnos, bueno de vez en cuando nos decíamos algo, para disimular ante mis padres. Yo había quedado con Santi para hablar de lo nuestro, a pesar que supiera que a Dany no le haría ninguna gracia.
Habíamos quedado en un bar que había en el centro. Yo llegué un poco antes de la hora acordada y me senté a esperar. Pedí algo de beber (no recuerdo qué) y esperé.
Me alegra que hallas venido. – Yo me sobresalté. No le había oído llegar.
Hola. ¿Qué tal?
Mejor que tú, por lo que veo.
¡¿Qué?!
Tienes mala cara, aunque supongo que es normal. ¿Qué tal con Dany?
Mal. – Los dos nos callamos y se hizo un silencio horrible.
Ninguno sabía como empezar. Nos miramos, él pidió algo al camarero y volvió a callarse. No había ningún sonido a nuestro alrededor, era como si todo el ruido se hubiera esfumado. Como cuando le das a la tecla «mute» de la televisión. Sabes que la gente habla, pero no hoyes nada.
¿De qué querías hablar, Santi?
Se lo pensó un poco y contestó bajando la mirada hasta mi mano. Su mano se acercó a la mía y la puso encima, agarrándola con suavidad.
¿Has pensado en lo que te dije?
Sí.
¿Y?
Algún día me arrepentiré de esto – pensé para mí, pero aun así le dije – Quiero volver contigo.
Sonreímos. Acercamos nuestros labios y allí, en medio de un bar, rodeados de gente, nos dimos un tierno beso. No duro mucho, pero lo suficiente como para que me transportara de nuevo a una nube. Algunas personas nos miraban y cuchicheaban por lo bajo, otros ocupados en sus asuntos ni se fijaron en nosotros.
Cuando nos separamos, me susurró que me quería. Esto hizo que me salieran los colores y que en mi rostro se dibujara una sonrisa de oreja a oreja.
Estuvimos mirándonos con ojos de besugo muchísimo rato, nos decíamos cuatro cosas sin importancia y volvíamos a sonreír.
No recuerdo cuando, al ir a levantarnos el camarero tropezó conmigo y me echó el café, que llevaba en la bandeja, encima. Aunque lo vi venir, no pude apartarme y me manché entero, mientras me quejaba del dolor(no sé si alguna vez os ha pasado, pero creedme, quema). El camarero me pidió mil disculpas y yo, refunfuñando me fui al baño a limpiarme un poco.
De mal humor, empecé a limpiarme un poco el pantalón, que era lo que peor estaba. El dueño me había dado una de esas toallitas quitamanchas para poder limpiarme. Una mano cogió la toallita que estaba pasando por mis muslos (para quitar la mancha. ¿Eh?) y la subió hacia mi entrepierna, que estaba manchada también.
¿Me dejas que te ayude? – Dijo Santi ladinamente.
Me di la vuelta hacia él y me apoyé en la encimera del lavabo.
Sí, por supuesto.
Pasó cariñosamente la toallita, mientras se arrodillaba en el suelo. Dijo que era para trabajar mejor (ejem, ejem). Pasó la toallita por mis muslos interiores, luego bajó un poco, pero ascendió para «limpiar» mi trasero.
Esa parte no está manchada – Le dije jocoso.
¿A no? – Fingió sorprenderse – Bueno, lo estará.
Se levantó del suelo y agarrándome de una mano me llevó hasta uno de los excusados. Cerró la puerta con pestillo y me abrazó, mientras me besaba de nuevo. Esta vez el beso fue más cálido, queríamos saciarnos de ellos. Cerramos los ojos para sentirnos mutuamente. Nuestras lenguas se juntaron, se rozaron y se reconocieron.
Nuestras manos no se quedaban quietas sobaban cada rincón de nuestros cuerpos. Separé mi lengua de la suya y la llevé a su cuello. Le metí un mordisco juguetón y le di un pequeño lametón. Aspiré su aroma, olía a desodorante, concretamente a Axe.
Me encanta como hueles, Santi.
Pues siento decirte que a mí el olor a café no me gusta. Pero se puede arreglar.
Me eché a reír. Él me miró con una sombra traviesa en los ojos, me desabrochó los pantalones y me los bajó hasta el suelo. Me apoyó en la puerta, mientras me quitaba las zapatillas y los pantalones.
Luego me subió la camiseta hasta el cuello y mientras una de sus manos sujetaba la camisa la otra acarició mis pectorales. Acercó sus labios carnosos hasta esa mano y me besó por toda esa parte.
Mordisqueó mis pezones, haciéndome reprimir una exclamación de placer. Me quité la camiseta, entre tanto él Fue bajando hasta mi estomago dándome besitos. Metió su lengua traviesa en mi ombligo, esto me hizo reír(tengo muchas cosquillas).
Siguió bajando hasta llegar a mis bóxers, que tenían una enorme mancha marrón a causa del café. Santi me bajó lentamente la única tela que cubría mi cuerpo(aparte de los calcetines) y la dejó junto con el resto de mi ropa.
De repente alguien empujó la puerta. Por suerte estaba cerrada. Me quedé sin respiración. ¿Qué haría si me pillaban desnudo en el baño del bar?
Esta ocupado. – Gritó Santi, mientras se arrodillaba en el suelo.
El hombre se fue y yo volví a respirar tranquilo.
Santi miró mi falo con decisión, luego me miró a mí y me sonrió mientras su mano agarraba mi falo. Lo acarició con mimo y lo meneó un par de veces. Me miró. Yo estaba nervioso, nunca me había acariciado de ese modo.
Empezó a mover su mano lentamente de arriba abajo. Algunas chicas ya lo habían hecho, pero esto era totalmente diferente, supongo que porque el que me lo hacia era Santi. Él sabía lo que hacía y yo gozaba con ello.
Una de sus manos acarició una de mis cachas y disimuladamente metió un dedo dentro de mí. Luego dos. Y comenzó a moverlos.
Gemía sin poder evitarlo y hacía verdaderos esfuerzos para no gemir en alto, no fuera a ser que alguien se asomara por allí y nos viera, en esos momentos tenía cosas más importantes en que pensar.
De repente, noté como algo húmedo rozaba la cabeza de mi miembro. Yo me estremecí. Santi jamás me la había chupado.
Humedeció el cuerpo de mi falo con su saliva. Su lengua jugueteaba arriba y abajo, de vez en cuando le daba un suave mordisco, el cual me hacía jadear mordiéndome los labios para que no me oyeran.
Santi se apartó un poco y momentos después noté como intentaba tragársela entera. Al principio tuvo problemas y se la sacó un par de veces, pero con paciencia consiguió metérsela entera.
No lo hacía muy bien, pero a mi me gustaba sentir que era el primero que entraba en esa boquita. Siguió comiéndomela un rato mientras yo le decía obscenidades que nunca pensé que diría.
No pude evitarlo. Enredé mis manos en su cabellera para luego empujar mi verga con fuerza hacía dentro. Santi sin saber qué hacer, se dejó llevar. No sé cuanto estuvimos así, pero recuerdo haber tenido el mayor orgasmo hasta entonces.
Santi bebió mi sabía golosamente, mientras se acariciaba por encima del pantalón una verga bien dura.
Se levantó, yo observé su grandioso bulto y cuando iba a ir tocarlo, me apartó la mano.
Tenemos que salir. La gente estará esperando para entrar.
Hice de tripas corazón y me vestí. Miré sus pantalones y suspiré, con las ganas que tenía de comerme ese cacharro. Santi lo debió notar y cuando salimos del baño me dijo:
Tranquilo luego te entretienes en el coche. – Mientras se puso el abrigo delante para tapar la erección.
Ya en el coche me entretuve con ciertas partes de él, mientras me llevaba a un lugar del que no quería decirme nada. Pero esa es otra historia y tendréis que esperar para leerla.