Capítulo 2
- Pisa el acelerador I
- Pisa el acelerador II
- Pisa el acelerador III
- Pisa el acelerador IV
- Pisa el acelerador V
- Pisa el acelerador VI
- Pisa el acelerador VII
- Pisa el acelerador VIII
- Pisa el acelerador IX
- Pisa el acelerador X
- Pisa el acelerador XI
- Pisa el acelerador XII
- Pisa el acelerador XV
- Pisa el acelerador XVI
- Pisa el acelerador XVII
- Pisa el acelerador XVIII
Pisa el acelerador II
Actualmente me cuesta mucho calificarme como heterosexual.
Después de masturbarme recordando lo que siento cuándo estoy con unos diecisieteañeros.
Y que uno de ellos X me haya causado (inconscientemente) el mejor orgasmo de mi vida.
Deberé plantearme mi vida como bisexual.
Después de treinta y pico años siendo hetero y activo pienso que lo que me hace más feliz es ser bisexual y pasivo o tal vez totalmente gay.
Como recordareis tras mi experiencia con X las pisadas accidentales de los chavales ya no me llenaban tanto como antes.
Al que ha alcanzado el Cielo la Tierra le resusta insulsa. Seguía buscándolas pero sólo un chaval K. me lograba poner cachondo.
Lo conseguía porque yo estaba seguro de que no me pisaba accidentalmente, sino que lo hacía adrede. A veces estaba en la barra y un chaval tardaba varios minutos en pisarme y en pocos segundos lo retiraba al darse cuenta.
Otras muchas veces se marchaba de la barra antes de pisarme.
Pero K era llegar y pisarme directamente, no rozándome sino de lleno y no sólo en la punta de la bota sino también en el empeine y en la caña. Le gustaba pisotearme al principio despacio pero cada vez iba más lejos midiendo hasta donde podía llegar.
K es uno de los más chulitos del barrio abandonó los estudios hace años y no quiere currar. Por eso siempre anda colgado de pelas.
Hace unos días se acercó a la barra y me pisó de lleno. Yo disimulé saludándole y seguí leyendo el periódico, no sin antes fijarme discretamente en la deportiva que me pisaba ancha de lengüeta gorda, reforzada con unos calcetines que llevaba para hacer más bulto, gastada y sucia, totalmente floja y destaca.
Justo mi preferida me excite y noté una erección que ya empezaba a echar de menos. K siguió con su labor de pisarme de todas las maneras que se le ocurría y me dijo págame una cerveza.
Dada la diferencia de edad y de recursos económicos no es raro que invite a alguno de estos chavales de vez en cuando pero suele salir de mí, no a petición de ellos.
Pero me daba mucho placer que K estuviera allí y me pidió la cerveza de una forma tan chula que la pedí al camarero.
El me dijo así me gusta que seas obediente, me pareció muy descarado e iba a cortarlo pero temí que se fuera a sentar con la cerveza y yo me perdería la sensación de ser pisado por una zapa alucinante y por un tio tan chulo que me ponía muy cachondo.
K tenía una costumbre que me fastidiaba, fumo poco y tengo gafas y K solía echarme el humo.
No era el ahumado accidental al que te somete un interlocutor fumador, eran caladas muy largas y seguidas todas en medio de mi cara, y se le notaba una sonrisita pícara cuando yo tosía, me apartaba o me frotaba los ojos. K empezó a fumar a mi lado mientras hablábamos de fútbol.
Sus caladas eran largas y me sometía a una intensa humareda, le gustaba hacer perrerías a los de su edad pero hacérmelas a mí le agradaba aun más.
Le debía dar sensación de poder, putear a alguien con estudios y con dinero.
Acabó el tabaco y dijo cómprame una cajetilla. Le contesté una frase que suelo utilizar para cortar al que se pasa, ¡el cáncer te lo pagas tú!. Él insistió, diciendo que no fuera perro con él o el lo sería conmigo.
No podía aceptar una amenaza de un macarrilla y le dije que yo decidía a quién y a qué invitaba.
Se fue a sentar a una mesa y ahí acabó todo o eso creía yo.
En mi ciudad hay obras sempiternas y al lado del bar había una zanja.
Vi cómo K fue hacia allí y al volver a entrar me fijé que el pie derecho no lo apoyaba en el suelo, tan solo el talón. Disimulé y no hice ningún movimiento cuando se acercó a mí.
Noté como apoyando la punta del playero en el suelo pegaba su suela contra la caña de mi bota derecha, como si accidentalmente rozaran, pero frotando contra mi pantalón vaquero.
Volvió a salir y discretamente miré mi pierna derecha viendo una gran mancha de barro, el hijo de puta me había manchado y luego se había ido para que yo no pensara que fue él.
Pero me equivoqué K se hallaba muy seguro de sí mismo, había realizado la maniobra de pisarme varias veces y yo no me había dado por aludido.
Ví qué entraba caminando como la vez anterior se me acercó y repitió la operación con mi pierna izquierda.
Volvió a salir y al entrar se me acercó y me piso totalmente la bota derecha, frotaba su suela contra ella sin ningún reparo. Una cuarta vez salió y yo ya sabía que era el turno de mi bota izquierda, como así fue.
Le hice un comentario sobre los viajes que se pegaba y él irónico dijo que estaba nervioso por no poder fumar.
Yo por picarle aún más le dije pues trabaja para pagarte los vicios.
Él me sonrió desafiante estaba disfrutando su venganza.
Seguramente lo que más le fastidiaba era ser él único que pudiera gozar del espectáculo pues no había otros clientes, y el dueño cuando había poco trabajo se metía en la cocina hasta que alguien lo reclamaba.
Se sentó en una mesa y desde allí le veía a través de un espejo cómo miraba para su hazaña.
Por provocarle me levanté y fui al servicio, él se dió cuenta que allí me vería y decidió cubrirse avisándome. ¡Eh!, has estado currando en una obra, vas perdido de barro.
Yo me miré y fingí enfurecerme con las putas obras del Ayuntamiento. Él disfrutaba se sentía triunfador yo no lo relacionaba y me había cabreado.
En un último toque de chulería me dijo ¡eres una cerdita! mientras entraba en el baño.
Yo quería contestarle, pararle los pies, (eso era lo último que deseaba, mi fuente de fantasías para masturbaciones eran esos pies) para que eso no me quedara de mote, pero me excito un niñato tan chulo calificándome de cerdo y en femenino.
No dije nada haciendo que no lo había oído y cerré la puerta del servicio para limpiarme.
El Barro es difícil de limpiar, lo eliminé de las botas pero las cañas del pantalón seguían sucias y empapadas de tanto que las mojé para limpiarlas. Salí y me acomodé en mi sitio habitual.
K estaba fuera de sí era la personificación de la alegría me había puteado como había querido y viendo lo sucios que seguían mis pantalones se le notaba disfrutar.
Yo quise provocarle para que su victoria sobre mí fuese completa yo tenía que comprarle una cajetilla.
Le dije que se acercara y le agradecí que me avisara de que me había ensuciado y le dije que le invitaba a una cerveza.
Él sonrió, la pedí y empezó a beberla. Me dijo: la cerveza me da ganas de fumar píllame tabaco le contesté con la frase del cáncer y él más chulo que nunca me dijo enróllate cerdita.
Lo miré incomodado pero al fin suspiré como si me mereciera ese apelativo por lo descuidado que había sido y le compré el tabaco.
K había vencido totalmente, se había vengado y había conseguido que le comprara tabaco y llamarme de una forma totalmente ofensiva y dominadora sobre mí sólo le quedaba hacer dos cosas que acentuaran su dominación de una yo no me daría cuenta o eso creía él.
Pero la otra sabía que me molestaba y si la soportaba sería la primera de muchas cosas que le debería tolerar.
Me pisó de una forma autoritaria, dominadora como si tomara posesión de un territorio y empezó a ahumarme, dando caladas largas y echándomelas directamente a la boca la nariz y los ojos.
Tosí y me froté los ojos en varias ocasiones pero no le dije que parara.
Entonces como por probar su poder retiró su pie, lo levantó y me dió un pisotón.
Yo no podía fingir no notar eso, y me había hecho daño y retiré el pie quejándome.
Él sonrió diciendo que no se había fijado pero no se disculpó, me trataba como alguien inferior, peor que al más pardillo de los de que puteaba de su edad.
Volvió a apoyar su pie suavemente para que yo no me diera cuenta, seguramente para él era como cuando el cazador se hace una foto pisando el trofeo.
Luego lo movía más rápido a su gusto.
Siguió fumando echándome el humo y sonriendo feliz.
Le deje otra cerveza pagada y me marché, mi erección no había bajado desde la primera vez que me había pisado y notaba como los fluidos preseminales afloraban a mi glande presagiando una masturbación que haría historia, cómo así pasó.
Luego en casa me di cuenta que había creado un monstruo y no sabía en que acabaría todo eso.
K siente que me puede putear y sacarme cervezas y tabaco cuando quiera y teniendo en cuenta sus bajos ingresos seguro que querrá muchas veces.