Capítulo 1

Pisa el acelerador I

Me animo a contar lo que me sucedió hace unos días. Frecuento un bar de mi ciudad que es el típico bar de barrio, mobiliario viejo y local pequeño y necesitado de una mano de pintura (justo igual que su dueño).

Como está situado enfrente de una sala de juegos y el bar dispone de cartas, dados dominó, futbolín, suele haber bastante chavalada.

Yo tengo treinta y pico años pero al no haberme casado siempre he frecuentado la amistad con tíos mucho más jóvenes (mis coetáneos se iban casando y no podían hacer vida de soltero golfo).

El caso es que es habitual que charle con varios de esos chavales que paran en el mismo bar, varios de los cuales no han cumplido 18 años.

Hay un chaval en concreto que me cae muy bien, es el típico deportista carne de gimnasio, entrena 5 días a la semana varias horas pues compite en deportes de contacto (boxeo, kickboxing, full contact, etc.) semi-profesionalmente, para salvaguardar su identidad me referiré a él como X.

Bien pues ese día X aún no había ido a entrenar, se acababa de de levantar y estaba muy inquieto como suele pasarle antes de pegarse una paliza en el gym.

Me dijo si jugábamos una partida a las cartas y le dije que si, soy bastante aficionado y juego verdaderamente bien a muchos juegos.

Nos sentamos en una de las pocas mesas que tiene el bar, muy cómoda porque la sillas son bajas y la mesa no tiene columna central sino cuatro patas y que permite colocarse cómodo.

Es el momento para comentar que hasta la fecha siempre me he considerado heterosexual nunca tuve ningún tipo de experiencia con hombres aunque soy un fetichista del calzado siempre me encantó una mujer con grandes tacones de aguja y/o botas altas, el cuero negro y cosas similares.

Últimamente me gustaba también el calzado masculino las botas y las deportivas sobre todo, casi todos los chavales usan muchos playeros y X como deportista solía calzarlos.

El día de la partida llevaba unos de esos muy anchos que se suelen llevar desatados y flojos -estilo rapero- y que a mí me gustan especialmente.

Hace unos meses un chico a mi lado en la barra me pisó accidentalmente, creyendo que se apoyaba en la base y yo iba a separar mi bota pero no lo hice.

Era una zapa de las que me gustan y notar como me pisaba, como la movía encima de mi pie hizo que mi polla empezase a despertar y me recorriera un calorcito muy gustoso.

El chaval siguió pisando un buen rato y consiguió ponerme cachondísimo, al final vió que me pisaba y pidió perdón.

Yo disimule y fingí que debido al grosor de la bota (Harley-Davison de motorista).

No me había enterado, desde entonces me pego en la barra a los chavales que llevan calzado que me mola para repetir la experiencia, siempre con resultados muy gustosos.

Luego al llegar a casa me calzo en el pie izquierdo, una zapa y dejo en el derecho la bota y me piso a mi mismo mientras me masturbo alcanzando algún orgasmo comparable con una buena cabalgada sobre una puta de las que frecuento (he renunciado al amor y de una mujer solo quiero sexo).

Perdonad que me haya extendido en antecedentes pero os ayudará a entender lo que me paso el día de la partida con X.

Decidimos jugar al tute a 8 tantos.

La primera partida X tuvo mucha suerte e hizo 3 puntos.

Entonces, sonriente, me dijo si me atrevía a jugarme las consumiciones, yo le advertí que llevaba 2 cubatas y el me dijo que aparte de los refrescos tenía 2 bocatas y que sumábamos mas o menos lo mismo.

Acepté y seguimos la partida. Las dos siguientes tuvo malas cartas y yo le empaté.

Durante las tres partidas X no dejó de moverse, es de natural inquieto pero recién levantado y antes de quemar energía en una de sus sesiones maratonianas en el gym, no paraba quieto.

Me piso en varias ocasiones, con gran gozo por mi parte, mi polla empezó a ponerse morcillona solo pensando en recordar los pisotones luego en casa a solas.

Al empatarle y perder su ventaja, se puso más nervioso todavía y yo le dije que parara porque iba a tirar las bebidas.

X entonces me dijo si podía estirase y ponerse cómodo, para relajarse y yo le que dije que se pusiera como le diera la gana pero que iba a perder y los cubatas me sabían mucho más rico cuando eran invitados.

El calló y se estiró metiendo la pierna izda. entre las dos mías, por debajo de la silla, al mismo tiempo que metía la derecha por el mismo sitio pero encima de la silla, totalmente apoyada en en talón y casi rozándome los huevos.

Iba a decirle que la retirara pero ver ese playero desatado, ancho ahí tan cerca era una visión que me excitaba.

Mi polla ya semi-erecta creció un poco más colocándose hacia arriba y opté por no decir nada.

Eché mi silla un poco para atrás para tener más espacio, pero un centímetro y tropezó con la pared no permitiendo separme más.

Como si X lo hubiera estado esperando (pero con toda la naturalidad del mundo) se estiró un poco más apoyando su suela totalmente sobre mi polla. No me hacia daño simplemente aplicaba una presión desde la base de mi polla con su talón hasta el glande con su puntera.

Noté una erección grandiosa, me dió pena no poder medírmela pues sentía que era más grande que los 17 cm. habituales, descapullé y sentí un calor inmenso, no sólo en la polla y los huevos sino en todo el cuerpo.

Mientras la partida continuaba y yo no podía concentrarme.

X movía su pie lentamente sin brusquedades, a veces con un movimiento de vaivén, otras veces adelante y detrás como si pisara un acelerador.

Esta comparación la note afortunada, pues me estaba acelerando de un modo que jamás soñé en sentir.

Me costaba grandes esfuerzos que no notara las muecas de placer que me provocaba, llegando a morderme el labio inferior en dos ocasiones.

Lo que no podía controlar era el sudor, caía a chorros y me empapaba las gafas. X lo atribuiría a nervios de perdedor porque me dijo ¡empieza a hacer calor!, ¡eh!.

Le dije ¡calla y juega!. La partida fue un desastre y me hizo 2 puntos, íbamos 5-8.

Seguí sudando y me guardé definitivamente las gafas. X me dijo sonriendo, ¡si qué hace calor! pero yo no supe que responderle. Seguimos jugando y yo pensaba que tenía que poner fin a esa situación por dos motivos.

En cualquier momento el dueño del bar o alguno de los pocos clientes podía fijarse y yo no quedaría en buen lugar permitiendo que un niñato me pisara la polla.

No era lo mismo que cuando me pisaban las botas, no podía decir que en esa zona no tenía sensibilidad.

Además el bulto en mi pantalón era imposible de disimular y prueba evidente de que la situación no me disgustaba. El segundo motivo es que tan intenso movimiento estaba dando sus frutos y me veía a punto de correrme, sin poder concentrarme en evitarlo.

El placer que notaba era superior a todo lo anterior que había experimentado.

El que me estuviese pasando en un lugar público, qué me pudiesen descubrir, me excitaba de una forma que no había sentido nunca.

La partida llegaba a su fin y X ganaba de muchos puntos, yo no recordaba que cartas mandaban, ni cuales habían salido y X se dió cuenta que iba a ganar de 3 puntos y completar un 8-3 ganando la apuesta.

No sé si era por eso, o por otros motivos pero cada vez se movía más rápido y me pisaba más fuerte.

X dijo ¡partió! en el momento que supo que había ganado y proféticamente en ese momento yo acabé corriéndome abundantemente.

No pude evitar soltar un pequeño gruñido en el momento justo y X dijo ¡bah! no te quejes 2 refrescos y 2 bocatas eso no es nada para ti.

Otro día te juego otra, a ver si te dejo seco.

A todo esto seguíamos en la misma posición y no sé sí era por la emoción de ganar o porqué, su deportiva se movía más rápida que nunca apretándome hasta casi sentir dolor.

Esos frenéticos movimientos me ordeñaban totalmente.

Tenía la polla los huevos y el slip empapados y en mi vaquero empezaba a dibujarse el mapa húmedo de un continente llamado orgasmo.

X se levantó y me dio una palmada en la espalda, mientras yo intentaba disimular poniendo mi cazadora encima, para que no viera la mancha de suciedad que me había dejado su playero, el bulto que aún había y sobre todo la mancha mojada que delataba lo ocurrido.

Sonriendo se volteó y dijo estoy invitado, en el tono de voz más alto que encontró.

Se hallaba pletórico.

Salió hacia la puerta mientras me decía, lo dicho, otro día a ver si logro sacarte más.

Voy a machacarme. Se fue y yo me quede sentado pensando que a mí si que me había machacado y deseando que otro día me saque todo lo que pueda.

Fui a casa y rememorando lo ocurrido tuve otro de los mejores orgasmos de mi vida.

Desde entonces cuando me pisan las botas ya no me excita como antes, excepto con un niñato de unos 17 años, al que me referiré como k. que no lo hace sin querer si no que lo hace adrede y eso me pone muy cachondo, como espero contaros próximamente.

Mientras espero repetir la experiencia con X.

Continúa la serie