Poder absoluto

Todo transcurrió muy rápido desde que salimos del boliche, nos subimos a mi auto y llegamos a mi departamento. Ella, una morocha de ojos verdes con un cuerpo infernal: un culito en punta, desafiante y un par de tetas que se le salían del top de lo grandes que eran.

Apenas entramos, nos dirigimos directamente a mi dormitorio, la tiré en la cama y comencé a refregarle mi bulto por su cuerpo. Ella me detuvo y me dijo con un brillo de deseo en sus ojos que quería sentirse sometida, que abuse de ella, que la violase y que estaba a mi entera disposición para lo que yo quisiese. La idea me gustó. Esa sensación de poder me producía un morbo inexplicable que me excitaba cada vez más. No lo dudé ni un minuto más y comencé con mi plan.

La tumbé de un empujón en la cama y tomé unos cinturones para atarle las piernas y los brazos a los extremos de la cama, dejándola prácticamente inmovilizada. Tomé una tijera y le corté el top, liberando a sus enormes tetas de la prisión en que estaban. Le rasgué toda la ropa hasta dejarla completamente desnuda y me deleité con tanta belleza. Ella estaba con su cuerpo desnudo y sudoroso, indefensa, aterrada, pero muy excitada. Con un pañuelo la amordacé, amortiguándole sus gritos. Sus oscuros pezones estaban muy erectos apuntando al techo y su impenetrable mata de pelo negro alrededor de su sexo sobresalía por sobre su pálida tez. Entonces, tomé mi afeitadora y ante la mirada de terror que reflejaban sus ojos le afeité todo su sexo, dejándoselo más a la vista.

Todo estaba listo para llevar a cabo nuestra fantasía. Me quité toda la ropa y me pene se irguió amenazante ante su lujuriosa mirada. Me senté encima de ella y comencé a restregarle mi enorme pene por su cara, sus pechos, y continué bajando hasta llegar a su sexo. Comencé a restregarle mi pene por los húmedos labios de su vagina recién depilada, pero sin penetrarla todavía, torturándola.

Tomé un cinturón y se lo comencé a pasar por su cuerpo, dándole pequeños azotes que no hacían más que excitarla aún más. Le empecé a lamer los pezones consiguiendo que estos se endurecieran aún más; se los mordisqueaba y ella gozaba… Fui bajando con mi lengua hasta llegar a su vagina y la introduje en sus labios tragándome el mar de jugos que había en su interior, saboreando todo su sexo.

Mi pene ya no aguantaba tanta excitación, entonces me incorporé, le saqué la mordaza de su boca y le introduje mi pene. Su lengua me relamía todo el glande aumentando la presión sobre él. Se introdujo mis huevos y los saboreó uno por uno. Como ya me estaba por correr, le ordené que parara e introduje mi pene en el surco entre sus dos tetas y comencé a refregarme hasta que toda mi leche salió expulsada hacia su boca y su cara. Aprovechando la lubricación de mi miembro, le desaté los pies y se los até junto con sus manos, dispuesto a sodomizarla. Miré su hermoso culito y no tardé en lamerme todo su ano, hasta dejarlo bien lubricado. Entonces tomé impulso y la penetré de una estocada provocando un grito desgarrador de ella al haber recibido mi enorme pene en su estrecho recto. Empecé a cabalgarla violentamente, mientras ella lloraba de dolor y de placer al mismo tiempo que le metía tres dedos por su vagina, provocándole una corrida formidable. La estrechez de su ano, me provocó una corrida inmediata llenándole las entrañas de mi espesa leche.

Retiré mi miembro de su maltratado ano y me decidí a dar fin al encuentro. Fui a la cocina y traje el pepino más grande y grueso que encontré y se lo introduje en su dolorido ano al mismo tiempo que su cuerpo se arqueaba ante tal agresión. La desaté, le abrí sus piernas y las puse encima de mis hombros y le perforé su vagina con mi pene. Ella se corrió de una manera brutal mientras la cabalgaba. Verla a ella gritando de placer con toda su cara llena de semen me excitaba aún más mientras con la otra mano se empujaba el pepino de su culo más adentro. Sentí como una corriente eléctrica cuando me corrí violentamente dentro de su cuerpo y le estrujé las tetas mientras las últimas gotas de semen salían de mi pene. Al retirar mi pene de su sexo, una abundante cantidad de semen se derramó de los labios de su sexo, manchando la cama. Ella estaba completamente extasiada y todavía se estaba recuperando de la terrible corrido que había tenido.

Le retiré el pepino de su ano, y éste salió embadurnado de mi propia leche que había en su recto y con algunos restos de caca. Le acerqué el pepino cagado y se lo llevó a la boca lamiéndolo como si fuera chocolate. Al ver sus labios con un color blanco de mi leche y un color marrón de su mierda me provocó un morbo tremendo besar sus labios cagados y así lo hice saboreando toda su boca.

Finalmente a mí me vinieron ganas de orinar y ella me dijo que lo hiciera sobre su cuerpo. Entonces me paré enfrente de ella y oriné en sus tetas, su cara y su boca. Ella terminó relamiéndose y ambos nos quedamos acostados en la cama, exhaustos. Me confesó que había tenido los mejores orgasmos de toda su vida y desde entonces siempre repetimos este tipo de prácticas, obteniendo un inmenso placer.