Capítulo 4

Gerardo, un hermano dominante IV

Gerardo se encaprichó de Roxana, como se llamaba mi amiga de la que ya he hablado.

Gerardo era amigo de su hermano Carlos, y tenían una hermana un año mayor que él, llamada Laura.

Gerardo empezó a exigirme que quedara con Roxana.

Me la traía a casa y me ponía a estudiar con ella. El pobre de Gerardo no sabía cómo desenvolverse.

Se le trababa la lengua cuando intentaba hablarle.

En fin. Un desastre. Roxana empezó a mosquearse y empezaba a ser reticente a venir a casa. Veía a mi hermano como un pesado que no paraba de revolotear sobre la mesa de estudio. Gerardo debió de darse cuenta y decidió cambiar de estrategia.

A Gerardo se le ocurrió un plan descabellado. Debía de convertir a Roxana en algo más que una amiga. Debía convertirla en mi amante. -¡Tú estás loco! ¿Cómo crees que eso es tan fácil?.- Deberás de intentarlo.- Gerardo me explicó. Yo la seducía, y cuando fuera mi amante, entonces lo introduciría en la pareja, formando un trío. Si lo hacía, me daría la libertad.

Yo no deseaba totalmente mi libertad y además, no era lesbiana como para andar seduciendo a Roxana. -¡No se como quieres que me acueste con Roxana si ninguna de las dos somos lesbianas. -¡Pues aprende a ser lesbiana! ¿Quieres que te enseñe yo a ser lesbiana? ¿Quieres que te busque una tortillera para que se acueste contigo y te enseñe?.-

Me convertí en dos minutos en la lesbiana más enamorada de Roxana que podía existir sobre la tierra, porque sabía que Gerardo era muy capaz de hacerme quedar con una lesbiana cuarentona que me lo enseñaría todo.

Quedé con Roxana para ir al cine. Era una película en la que sabía que había algunas escenas de lesbianismo, pero Roxana no debía de saberlo.

Le dije cuando la ví, mirándola a los ojos con una mirada especial que tenía que decirle algo. Mientras veíamos la película le puse una mano sobre su pierna para decirle .-Te quiero.- Roxana fingió no escucharme.

Me costó un mundo decir aquello, y a pesar del nulo resultado, volví a la carga.

Besando la oreja caliente de Roxana, que apartó rápidamente mi mano de su muslo y se levantó del asiento y se fue.

Me quedé allí sola viendo el resto de la película, esperando que tal vez volviera a sentarse.

Una chica gorda se sentó a mi lado y comenzó a sobarme el muslo.

Me levanté y me fui. Roxana había abandonado ya el local. Estaba avergonzada y sólo tras llamarla y decirle que había estado presionada por Gerardo me creyó. Pero tuve que contarle una parte importante de esta historia para que me creyera.

Gerardo me responsabilizaba de mi fracaso ante Roxana. No debía de haberle contado lo nuestro a Roxana. Pero ya había ideado otra estrategia para conseguir a Roxana, más descabellada aún que la anterior.

Un día estaba en la azotea y vino con Carlos. Gerardo se puso de rodillas delante mía y se sacó el cipote. Carlos nos observaba a distancia.

Me puse a cuatro patas y tuve que masturbarle con la boca, como hice aquel día que vino el amigo incrédulo de mi hermano.

No creí que Gerardo me obligara nunca a hacerlo delante de nadie, pero menos delante del hermano de Roxana. Algo debía de perseguir Gerardo para actuar de aquella manera

Al cabo de una semana, Gerardo invitó a Carlos a casa. Los tres estábamos sentados en el sofá viendo una película.

Gerardo me había dado instrucciones sobre cómo vestirme: una falda y una camiseta y debajo, sólo las bragas.

Gerardo puso el vídeo y empezaron a salir escenas pornográficas.

Me ordenó entonces que me fuera del sofá y le rindiera homenaje. Tuve que ponerme a los pies de Gerardo y besárselos tras descalzarlo y luego agarrarme a su piernas y poner la cara en su regazo y lamer su miembro viril delante de su amigo, y consumar la felación. Era la segunda vez que me exhibía delante de Carlos.

Carlos estaba estupefacto. Dialogaron sobre ello y Gerardo le hacía ver las ventajas de poseer a una hembra. Carlos dudaba de la posibilidad de domesticar a Roxana.

Gerardo, para convencerle le hizo una demostración. Me obligó a desnudarme y luego me tuve que poner a cuatro patas, ofreciéndoles el culo. Gerardo puso su mano sobre mi sexo y comenzó a masturbarme. Me costó bastante correrme delante del hermano de mi amiga.

Yo sabía que Carlos lo tenía crudo con Roxana. Gerardo volvió a invitar a Carlos al fín de semana siguiente. Carlos le comunicó que sus gestiones iban muy mal.

Gerardo quiso estimular a Carlos. Me negué a permitir que aquel rubio pecoso me metiera sus dedos en mi vagina.

Pero Gerardo tenía mucha autoridad sobre mí. Me ató las manos por delante y me puso el collar y la cadena del perro.

Me retuvo mientras Carlos intentaba follarme. Tuve entonces que revelar mis temores a que me dejara preñada. Gerardo intervino.

Me tuve que comer la picha de Carlos, que pacientemente estaba sentado en el sillón, sobándome los pechos entre tanto. Saqué su trasto justo antes de que empezara a eyacular, pero no pude evitar que su semen me llenara el hombro y el pelo, ya que Gerardo me obligó a permanecer tendida sobre las piernas de Carlos.

Era el día de mi cumpleaños. Había quedado con mis amigas por la noche. Le pedí permiso a Gerardo, que me dejó si iba Roxana y si le acompañaba al cine esa tarde. Hacía tiempo que no iba al cine con Gerardo.

Accedí a acompañarle a la sesión de las cinco, una sesión a la que íbamos habitualmente por el poco público que asistía. Nos encontramos en la puerta a Carlos, con el que Gerardo había quedado sin decirme nada.

Me colocaron en una butaca entre Gerardo y Carlos y al empezar el cine, Gerardo me ordenó que les bajara la cremallera a los dos, como hice, y que sacara el cipote de los dos y comenzara a masturbarles.

Gerardo mientras me desabrochaba la camisa y bajaba los tirantes del sujetador hasta sacar mis dos pechos de las copas. Entonces, comenzó a mamar y animó a Carlos, reticente al principio, a hacer lo propio. Los dos cachorros mamaban de mis tetas mientras los masturbaba.

Sentí las manos de los muchachos sobre mis muslos y la mano de Gerardo, mucho más habituado y atrevido, rozarme el conejo, estimulándome el clítoris.

Me recosté para que me tocara mejor. Sentía que sus dedos iban introduciéndose por uno de los bordes de mis bragas cuando de repente, el acomodador vino hacia nosotros precipitadamente. Nos recompusimos como pudimos. Gerardo se pilló el pito con la bragueta. Debió de dolerle mucho. Yo me crucé la camisa. Salimos bien parados pero nos cortó el rollo.

Estuvimos andando como media hora, mientras escuchaba como mi hermano y Carlos hacían un plan para llevarme a un sitio u otro. – Que sí, que sí, que tú le vas a comer el coñito hoy a Marta para que veas como es.- Carlos era un poco reticente, pero Gerardo lo intentaba convencer y guiñándole el ojo le dijo. -¿Te has traído el preservativo? – ¡Venga ya, Gerardo! ¡Pero si no quiere!.- ¡Que sí, coño, que sí, que ya te he dicho que hace lo que tu quieras.- Y dirigiéndose a mí me preguntó.- ¿Es verdad o no? .- Yo guardé silencio.

Decidimos ir a casa, pues mis padres habían salido y volverían a la noche. Entramos. Gerardo se dedicó a sobarme en el ascensor mientras Carlos nos miraba empezándose a seducir por la idea de poseerme. Entramos y Gerardo me ordenó que fuera a la cocina a servirles dos vasos de agua. Obedecí. Al poco se presentaron los dos.

Gerardo me ordenó que me sentara en un pequeña mesa que había pegada a una pared y luego, que me tendiera.

Luego le animó a Carlos a que me quitara las bragas. Tenía el chico los ojos desorbitados. Metió sus manos bajo mi falda y como sin quererme tocar me fue bajando las bragas. Luego Gerardo me subió la falda para enseñarle a su amigo mi conejo depilado y animarle a que lo besara. Carlos puso su boca en mi conejo, pero lo quitó rápidamente.

-Tonto, métele un dedo, verás como se pone.- Carlos no se atrevía. -¡Coño! ¡Dale caña de una vez!.- Gerardo puso su dedo en mitad de la raja. Yo comencé a revolverme, intentando evitarlo, pero Gerardo me cogió de las manos y yo no pude oponer toda la resistencia. Carlos aproximó su dedo a mi sexo pero de repente, lo separó.- Me voy, esto es una gilipollez.- Pero Carlos, ¿Dónde vas?.- Me voy a casa.- Gerardo se dirigió a mí.- ¿Has visto lo que has conseguido?.

Estaba muy disgustado. Me acerqué varias veces a congraciarme, pero estaba disgustado, no se si por haberle fallado o por que su estrategia respecto a Roxana quedaba desarmada. Me fui con mis amigas e intenté pasarlo bien. Todo estuvo muy guay pero Roxana estaba muy distante de mí y eso me dolía.

Volví a las tres de la mañana. Gerardo me esperaba. Mis padres dormían. Gerardo nada más llegar me ordenó que le diera las manos. Yo había bebido bastante y me sorprendió bastante ver a Gerardo levantado a esas horas de la noche.

Me dirigí a la cocina a beber una vaso de leche y allí, donde antes me había negado a ser penetrada por el dedo de Carlos, fui abordada por Carlos que sin dificultad pues no puse oposición, me ató las manos a la espalda. Llevaba la misma falda que me había puesto por la tarde, y Gerardo hizo sin cuidado lo que Carlos había hecho con tan delicioso cuidado. Bajarme las bragas.

Me llevó pasillo adelante hasta mi cuarto, que estaba junto al de mis padres. –No quiero que los despiertes.- Me dijo haciendo una mueca hacia la puerta cerrada de su dormitorio. Una voz salió de su interior. -¿Marta? ¿Ya has llegado?.- ¡Sí!.- Nos metimos en la habitación y Gerardo me empujó hacia la cama. Caí de espalda. -¡Abre la boca!.- Me tuve que meter mis propias bragas en mi boca hecha una pelota para evitar que hablara. Cerró el cuarto y me subió la falda.

Abrí mis piernas poniendo los zapatos de tacón alto encima del colchón. Gerardo me abrió la camisa y abrió el sujetador que llevaba, que se habría de un brochecito por delante y comenzó a magrearme las tetas mientras me lamía el coño.

Gerardo de repente puso su dedo justo en medio de mi sexo, como Carlos había intentado hacer y me metió el dedo lenta pero inexorable.

Luego, junto a este le acompañó un segundo dedo. -Esto para que veas que no te puedes librar de lo que yo te exija.- Comenzó a mover los dedos dentro de mí y yo no tardé en correrme violentamente pero en silencio, ahogando mis gemidos entre las bragas y mis deseos de no ser escuchada.

Era la primera vez que Gerardo me había tomado con mis padres dentro de la casa y pienso que no lo habría hecho si no llega a ser por mi oposición a Carlos

Carlos no volvió a aparecer. No consiguió ni acercarse a su hermana, o simplemente, no le iba nuestro rollo. Un día apareció Gerardo con Laura, la otra hermana de Carlos y Roxana.

Pensé que Gerardo se había conformado con una hembra más de su altura pero me extrañaba que me hubiera ordenado que me vistiera de forma tan sexy. Me equivoqué. Gerardo me volvió a ordenar que saliera del sillón y tuve que hacerle la felación delante de una chica, que me miraba sin decir nada. Sí, estaba más serena que Carlos.

Gerardo le enseñó delante de mí, obligada a sentarme entre los dos, y pudiendo ver por primera vez, mi álbum de fotos, en las que aparecía de forma excitante. Laura se empapaba de las fotos y se dedicaba a ruborizarme mientras las comentaba y me miraba a la cara. Se fijó en las fotos en que estaba rapada.- Como las putas de la antigua Roma.- Dijo.

Increíble. Gerardo convenció a Laura antes que a Carlos, de la conveniencia de tener una esclava en la familia. -¿Quieres probarla ahora? Seguro que está caliente al verse en el álbum. Es muy putilla – Gerardo enseñó esa noche a Laura como atar a su hermana, sirviendo yo de conejillo de indias. Jamás antes una mujer me había tocado ni usado.

Pero Laura tenía, a sus diecisiete años, una mano experta. Me ataron las manos a la espalda tras desnudarme, y mientras me comía el rabo de Gerardo, Laura me comía el coño, y tras provocar que estuviera lubricado, introdujo sus dedos. No pude evitarlo. Me follaba mientras me veía obligada a comerme el rabo de Gerardo.

Me corrí. Era una mano experta y muy distinta a la de Gerardo. Gerardo preguntó a Laura si deseaba que yo le comiera el coño. Laura me rechazó. Me usaría si algún día entregaba a Roxana a cambio. -Pero ese día quiero follármela como si fuera un macho.-

Me encontré a Roxana unos días después. Fui astuta y le pregunté por Laura, le dije que lo habíamos pasado muy bien aquella noche. Roxana se sonrojó. Comprendí que no tardaría en llegar el día que Laura trajera a Roxana atada como a una res.

Laura debió comunicarle algo parecido a Gerardo. Una noche, todo parecía que iba a seguir los pasos de otras noches, pero Gerardo no me dio la orden de hacerle la felación.

Me extrañó. Gerardo me ató. Comenzó a masturbarme, pero mientras introducía sus dedos, comenzó a contarme lo que ya sabía.

Me dijo que no podía hacer el ridículo delante de Roxana y que tenía que practicar conmigo.

Me negué a que me tomara como me negué la primera noche, pero fue inútil. Le voceaba mientras observaba impotente cómo se colocaba el preservativo. Le voceaba mientras se colocaba encima mía, Le voceaba mientras sentía introducir su pene cubierto por un preservativo en mi coño húmedo. No me había intentado penetrar desde la noche de fin de año

Gerardo fue implacable, Nada le paró, ni mis quejas, ni mis voces, ni mis súplicas. Gerardo estuvo muy nervioso y se corrió tras meterla, pues como vió que se corría, la metió de un tirón. La noche de fin de año lo hizo bastante mejor y me dijo que tenía que seguir practicando para mejorar su estilo.

Gerardo me estuvo follando durante una semana. Fue mejorando mucho en la técnica y acabó consiguiendo que me corriera junto a él. Me follaba algunos días varias veces.

Bastaba que mis padres faltaran y que lo viera claro para penetrarme. La verdad es que es delicioso que te folle tu hermano. Me abandonaba totalmente. Con nadie he follado tan a gusto como con Gerardo. Bueno, sólo con mi marido, y no siempre.

Me negaba a aceptar que Roxana fuera a presentarse allí de la mano de Laura. Era duro ser poseída por Laura, era duro ver a Gerardo poseyendo a otra mujer, pero lo más duro sería contemplarnos las dos amigas, una frente a otra, aceptando dócilmente las órdenes de nuestros hermanos, con los que encima nos habíamos acostado.

Pero un día, Gerardo apareció con Laura. Me llevaron a mi habitación y cerraron la puerta. Gerardo se quedó fuera. Laura me miraba sonriendo lascivamente. Me ordenó que me desnudara, y yo la obedecí. Laura se cobró lo que Gerardo le debía.

Nunca antes había tocado a una mujer, y allí, de primeras, tras unas caricias de Laura que me calentaron mucho, Laura se abalanzó sobre mí mientras estaba de pié, cuando sólo me quedaban por quitarme las bragas y me mordió la boca.

Me ató las manos a la espalda sin ofrecerle ninguna resistencia y se apoderó con su boca de mi cuerpo. Gerardo entreabrió la puerta para observarnos. La boca de Laura ardía en mis pezones y su mano se deslizaba por el interior de mis bragas y luego por entre los labios de mi sexo.

Laura me trató sin piedad ni contemplaciones. Me corrí en su mano mientras me devoraba el pecho. Eso significaba también que Roxana pronto sería ofrecida a mi hermano.

Gerardo me dijo que me preparara para dar un paseo en coche. Laura era una chica muy precoz y a sus dieciocho años ya tenía carnet y su padre le dejaba el cochazo. Me coloqué una minifalda sin cambiarme de bragas y una camiseta, encima de mis tetas recién lamidas.

Bajamos los tres y me colocaron en los asientos traseros. Laura conducía y Gerardo iba de copiloto. Salimos de la ciudad y aparcamos en la cuneta. Gerardo se sentó junto a mí y me desnudó de cintura para arriba quitándome la camiseta y luego me ató las manos a la espalda.

Volvió a su asiento de copiloto y proseguimos la marcha por unas carreteras cada vez más estrechas y poco frecuentadas. Nos metimos por un caminito hasta llegar a un sitio que reconocí como una pequeña casita propiedad de la familia de Laura.

Era una casita rural sin muebles, aunque limpia. No querían perder el tiempo, me sacaron así, y me introdujeron en la casa. Gerardo se sentó en el suelo junto a una ventana. Laura se puso junto a mí, vestida con los vaqueros viejos como ella iba, se quitó la camiseta y asomó sus pechos juveniles e insultantes.

-Te dije que te follaría como si fuera un machito.- Al decirme esto me sentí excitada. Laura restregó sus pechos en los míos y pude sentir sus pezones calientes y duros. Metió su muslo entre mis piernas y comenzó a restregarlo por mi coño y a excitarme aún más, mientras me cogía las nalgas y devoraba mis pechos.

Me cogió del pelo para tirar de mi cabeza hacia detrás y obligarme, arqueando mi cintura, a que me restregara el sexo contra su muslo. Mis senos quedaban así más a su merced.

De repente, me obligó tirándome del pelo a ponerme de rodillas y tras ponerse ella de rodillas frente a mí, me bajó las bragas hasta las rodillas, luego tiró de mi pelo hacia ella, obligando a que mi cara tocara el suelo, no sin antes haber probado la suavidad de su piel y la miel de su pecho en mi camino descendente. Mis pezones casi rozaban el áspero suelo.

Se puso de pié y con la cara mía torcida sobre el suelo, pude ver que se quitaba los pantalones vaqueros. Entonces descubrí muy pegado a su cuerpo, que llevaba una especie de pene postizo negro, como lo de Gerardo, pero al cien por cien, y de un tamaño grande. –Esta tía me va a abrir el coño.- Pensé.

Se colocó detrás mía y me levantó la falda y me cogió de ambos lados de la cintura. Presionó contra mí y empecé a sentir aquello penetrarme, hincarse dentro de mí. Aquello se abrió paso entre las estrechas, casi vírgenes paredes de mi vagina hasta que me sentí insertada. Laura comenzó a agitarse dentro de mí, mientras yo resistía las embestidas y procuraba que mis rodillas no cedieran.

Gerardo se había sacado el cipote y se estaba masturbando mientras nos veía. Laura me agarraba de la cintura y me cogía del cuello y yo empezaba a sentir la necesidad de moverme y bailar al compás de Laura. El orgasmo estaba próximo.

El calor me inundaba desde el ano hasta los pezones. Mi cara estaba ardiente desde las orejas a las mejillas. De repente grité de placer, gritaba y gemía.

Laura sacó el trasto de mi interior. – ¡me has engañado! ¡No es virgen!- Bueno casi lo es.- Sólo nos la hemos follado Juan y Yo.- Repuso Gerardo. Luego le sugirió una idea. –Marta es una experta lamedora, déjale que lama el cipote para que se pruebe ella misma. – Me lo acercó a la boca, mientras aún lo llevaba puesto. Yo me incorporé y puesta de rodillas, olí el rastro de mi propio sexo y lamí un poco de aquel líquido salado. Laura no insistió mucho.

Se bajó las bragas y dijo. –Ahora te toca a ti.- Se sentó en el suelo y abrió sus piernas. Yo la seguía de rodillas. Ella se retiraba y yo la seguía hasta que tropezó con una pared. Entonces me agarró de nuevo del pelo y puso mi cara sobre su sexo, que sabía también salado y tenía un olor parecido al mío, aunque no igual.

Rocé el sexo de Laura con la lengua y lo lamí repetidas veces. Laura se corrió al cabo de un tiempo.- Te queda mucho que aprender, zorrita, pero no importa, yo te enseñaré como lo tienes que hacer. Tengo una hermana que estará encantada de jugar junto a ti. Me ha dicho que está deseando conocerte.- Me dijo

Nos montamos en el coche y los dos, Gerardo y laura entraron en conversaciones comerciales, proponiendo los términos de un intercambio: Laura le cedería a Roxana a Gerardo si Gerardo me cedía a ella en explotación. Aceptaron y fijaron la fecha para realizar la transacción y celebrarlo con una fiesta entre los cuatro.

Quise que me tragara la tierra cuando tocaron al timbre aquel sábado por la tarde. Gerardo me había preparado muy bien. Es decir, me tenía paseando desnuda totalmente, salvo unos zapatos de tacón y una cadena atada al cuello. Roxana sabía a qué casa iba.

Su ya descompuesta cara se le descompuso más al verme pulular por allí desnuda. Laura la traía con un abrigo largo. Fue una sorpresa descubrir que debajo de él sólo llevaba las medias. Roxana tenía un tipo realmente soberbio. Parecía cinco o seis años mayor que yo.

Gerardo tuvo la gracia de preguntar sarcásticamente si nos conocíamos y después de presentarnos a Roxana y a mí, nos obligó a besarnos en la boca y estrechar nuestro cuerpo en un abrazo.

Nunca había percibido a Roxana de aquella manera, tan tierna, tan excitante, tan sensual. Nuestros senos se rozaron y nuestras lenguas se fundieron y me costó separarme de ella, tal vez porque sabía que tras ese abrazo iría a parar a las manos de Laura.

Gerardo no tuvo grandes prolegómenos con Roxana, que permitió dócilmente que le atara las mano a la pata de la mesa y se la follara allí mismo, sobre la alfombra. Mi hermano cumplió como un hombre, pues después de calentar y penetrar a Roxana durante bastante tiempo, ésta estuvo debajo de él, inmersa en un largo orgasmo que pareció dejarla extenuada.

Laura me cogió de la cadena del cuello y tras sentarse cerca de nuestros hermanos, sobre la alfombra, me llevó hasta su sexo. No hizo otra cosa que lo que tantas veces me había hecho mi hermano, pero sin la rabia que el ponía en todo.

Aprendí a comer coños rápidamente y Laura se corrió en mi boca, empujando contra mí con todo su cuerpo, agarrándome del pelo y obligándome a proporcionarle hasta el último gramo de placer.

Luego me ató de la cadena a una pata del sofá y se colocó detrás mía para comerme el coño mientras extendía sus manos y me amasaba los senos y contenía mis pezones entre sus dedos.

Me penetraba con la lengua y acabó por lamerme también el agujero del culo, seguramente, aleccionada por Gerardo, que le diría que yo siento por detrás también.

Estaba a punto de correrme, cuando de repente Laura dejó de Lamer. De pronto sentí como presionaba con algo y me abría el coño.

Miré hacia atrás y Laura me introducía un consolador. (ahora sé cómo se llaman, pero no había visto antes nada parecido). Mi coño se llenaba de aquello, como follada por un semental.

Me ordenó Gerardo que no mirara detrás.

Al poco rato Laura sacó aquello y comenzó a menearlo dulcemente en mi interior y sentí de nuevo la lengua de Laura en mi ano y sus manos, pero eran distintas.

Eran más sensuales sus caricias, más suaves sus dedos y más húmeda y larga su lengua.

No debía desobedecer a Gerardo y menos públicamente, pero miré hacia detrás. Sí, era lo que yo pensaba.

Era Roxana la que me había sacado aquel trasto y obedeciendo órdenes me estaba ocasionando ese orgasmo mientras Laura y Gerardo hacían un sesenta y nueve al otro lado de la habitación.

El juego duró durante algunos meses más. Gerardo se puso a salir con Roxana, y yo con Carlos, aunque en realidad mi novio era Laura.

Siempre salíamos los tres o los cinco, pero encontraban una buena forma de deshacerse de Carlos y se montaba el cirio.

Gerardo acabó viviendo con Laura y Roxana, y yo me casé con Juan, aquel amigo de la fiesta de fín de año y me divorcié. En cambio a Gerardo no le va mal. Tiene dos hijos de Laura. Y uno de Roxana.

Esta mañana apareció Laura por aquí y me hizo una proposición, pero tenía que escribir esta historia a cambio.

Si Gerardo se presentara una mañana en mi casa y me propusiera atarme como entonces, creo que dejaría que me hiciera su esclava de nuevo, él y sus dos compañeras.

Continúa la serie