Capítulo 11

El anuncio XI

Silvia se duchó rápidamente, se puso un fino vestido y salió corriendo al aeropuerto. Su avión salía en poco tiempo. Una hora después, llegó al aeropuerto de Ibiza a la hora fijada, al llegar los señores condes la esperaban en la terminal con un cartelito con su nombre. La pareja era bastante joven teniendo en cuenta la edad de sus últimos clientes, rondaría los 50 años, pero se conservaban bastante bien, muy elegantes, esperaban sonrientes. Al menos, le gustó que no fueran algo engreídos, pero claro sólo era el primer contacto.

  • Silvia, ¿verdad? – preguntó Manuel cuando ella llegó a su altura.
  • Si, sí. Soy yo.
  • Yo soy Manuel, el conde y ella es mi esposa, Mariana, la condesa.
  • Un placer señores condes.
  • Acompáñanos, el coche está en el parking.

Silvia fue detrás de ellos, manteniendo una prudente distancia, hasta llegar a un flamante Rolls aparcado en un reservado especial del parking. Extrañamente doña Mariana se sentó en el puesto de conducción y don Manuel se situó en la parte de atrás con Silvia.

Él la estuvo observando en silencio… comprobando que bajo ese vestido liviano que portaba, debía de haber un cuerpo muy bonito, para una mujer que había entrado en la madurez.

  • ¿Sabes Mariana? El canalla de Pablo tenía razón, esta putita está muy bien – dijo el conde a su esposa.
  • Perdón, pero no soy una puta. – respondió airada Silvia contra frase que siempre le parecía más que contradictoria.
  • ¿Y quién te ha dicho que hables, zorra? – dijo él agarrándole de un pecho y retorciendo su pezón.
  • ¡Ahfffgg! – se quejó ella dolorida.

Cuando doña Mariana conducía fuera del parking don Manuel autoritario dijo.

  • ¡Chúpame la polla, preciosa!

Doña Mariana, lo más concentrada que podía en la conducción, movió el espejo para poder ver bien la jugada.

Silvia se agachó sin rechistar y procedió a bajar la cremallera del pantalón de don Manuel, metió la mano y encontró un pequeño gusanito. No se atrevió a mirarle a los ojos y tuvo que desabrochar el botón para poder sacarlo fuera. Bajando su boca, empezó a succionar esa pequeña cosita, una polla casi de niño. Por más que chupaba aquello no pasaba de morcillón, pero apenas un minuto después, para su sorpresa recibió una descarga en la boca sin siquiera haber conseguido ponerla dura.

  • ¿Peroooooo Manuel, ya te has corrido? Si no he podido ponerme ni cachonda. – gritó la condesa viendo la cara de su marido a través del retrovisor.
  • Mariana hija, que voy a hacer si la chupa como los ángeles.

Silvia, tras tragar la pequeña descarga del conde, alucinaba por la premura en su corrida y con la conversación de ambos, casi cómica.

Llegaron por fin a su destino. Era una gran casa, situada en lo alto de unos acantilados y de frente al mar, en el que podía verse buena parte de la costa oriental ibicenca. Los condes tenían una piscina con el lado de cristal y parecía que el mar entraba en ella, algo que Silvia sólo había visto en las películas. Se quedó obnubilada con las vistas.

Doña Mariana se sentó en una hamaca, mientras el marido preparaba unos “Martini”.

  • ¡Ven aquí bonita y cómeme el coño! – ordenó la condesa a Silvia.

Esta se acercó a su nueva ama y se acuclilló frente a su hamaca, levantando el vestido ibicenco de la condesa, hasta dejarlo arremangado en la cintura, comprobando que no llevaba ropa interior.

  • “Esta es tan puta como yo” – pensó Silvia.

Allí empezó a comerse ese bonito y depilado coño. Estaba acostumbrándose a comer coños y empezó a cogerle gusto a eso de darle gusto a otra mujer, además doña Mariana, se conservaba muy bien y tenía un delicioso manjar entre las piernas. Para la cuarta lamida un potente chorro regó la cara de Silvia.

  • ¡Guaaauu niña, sí que chupas bien si, menuda corrida me has regalado! – dijo Mariana

Silvia se quedó un poco decepcionada… no porque no hubiese proporcionado aquel desmesurado placer a la condesa y en tiempo récord, eso era toda una proeza, pero sí pensando que esa gente, tan pasada de vueltas en la vida, no disfrutaba como debía ser… no le parecía ni medio normal y llegó a pensar que ellos dos no gozaban de tener sexo en condiciones teniendo que recurrir a terceras personas, pero sin conseguir satisfacerse plenamente. Pensó que necesitarían algo más fuerte por lo que con decisión y máximo riesgo, cambió las tornas, tomando ella la iniciativa.

De pronto Silvia se puso de pie, se quitó el vestido que cubría como única prenda su desnudez y así, totalmente despelotada se tumbó en la hierba. Los condeses, se miraban entre sí, desconcertados por el cambio de actitud.

  • ¡Tú, puta perra, ven aquí y cómeme el coño! – gritó Silvia dirigiéndose a doña Mariana.
  • ¿Ehhh que dices? – respondió la otra sin entender ese comportamiento, impropio de una sumisa contratada, como tantas otras veces.

“Plas, plas” – Silvia dio dos palmadas.

  • He dicho que vengas aquí y me comas el coño, no te lo voy a decir más veces. – inquirió dejándoles alucinados y mirándose entre ambos sin saber qué decir.

Doña Mariana bajando confusa de su hamaca, agachó su cabeza de una forma inédita y arrodillándose en la hierba se colocó sobre las piernas de Silvia y empezó a comerse el coño, como le habían ordenado.

  • Vamos, puta, seguro que lo sabes hacer mejor. – decía sonriente con sus codos apoyados en la hierba.

Don Manuel, confuso y excitado, había dejado de preparar los combinados, había sacado su polla de la bragueta y aunque no se lo creyera, la tenía bien dura, después de tanto tiempo sin conseguirlo.

  • ¡Manu, ven aquí! – ordenó Silvia al otro, con total familiaridad y descaro, que acudió presto junto a ellas, sin rechistar.

La condesa se giró un momento descubriendo la polla de su marido, que seguía siendo pequeña, pero insólitamente dura y tiesa.

  • ¡Jodeeeer Manolo, jodeeer!, ¿Cuánto tiempo hacía que no se te ponía tan dura? – repetía la condesa, pero Silvia le hizo callar, cogiendo su cabeza, estampándola contra su coño para que siguiera chupando.

Manuel, seguía masturbándose absorto en la escena y comprobando que seguía en una erección espectacular para él.

  • Romperle el culo a esta puta. – ordenó esta vez Silvia al marido.

Manuel, sonriéndose a sí mismo y teniendo a su esposa arrodillada a cuatro patas, apuntó su polla a su culo y se la clavó de una estocada.

  • ¡Manoloooooo jodeeer hummmm que rico!, ¡cuanto tiempooo!, ¡siiii dame fuerte siiiii.qué duraaaa!

El hombre, desbocado y con su cuerpo sudoroso, se afanaba en sodomizar a la condesa agarrado a sus caderas, follándola con fuerza y con ganas, a la vez que doña Mariana estaba dejando bien limpio el coño de Silvia con su lengua.

  • ¡Vamos guarra, chupa, chupa como tú sabes…! – alentaba la sumisa en su nuevo rol de ama.

La condesa se limitaba a hacer su labor y al mismo tiempo estaba disfrutando como nunca de devorar un coño y saber lo que era que alguien te dominase.

  • ¡Tú, Manu!, ¡no se te ocurra correrte en su culo!, ¡échaselo todo en la boca! – fue el nuevo mandato de Silvia viendo que el hombre iba camino del éxtasis.
  • ¿Peeeee peeerooo?… si nunca quisooo.- gimió él.
  • Pues ahora va a querer ¿A que si putita? – dijo agarrando a la condesa del moño y haciendo que la mirase fijamente con lágrimas en los ojos.

Doña Mariana se limitó a menear la cabeza en señal de afirmación. En ese preciso instante, Manuel entendió que era el momento y mientras Silvia tenía la cabeza de la condesa echada para atrás sujeta firmemente de su pelo, el marido, sin poder aguantar más, sacando la polla del culo de su esposa, buscó la boca de esta para derramarse en su interior.

  • ¡Tomaaaaa zorraaaaa tomaaaaa jodeeeer toda la vidaaaa para conseguir estooooo jodeeeeer! – exclamaba él, bufando con todo su cuerpo tembloroso.

Doña Mariana, receptiva y obediente, recibió toda la corrida sin rechistar, teniendo un fuerte orgasmo cuando la primera lechada entró en su garganta. Silvia para cerciorarse que se lo tragaba entero, primero le tapó la nariz, para que el hecho de coger aire, le obligase a tragar. y luego, le dijo.

  • Trágatelo todo, puta, que luego mi lengua te va a recorrer buscando cualquier resquicio.

La condesa le miró a los ojos y se lo tragó todo tal y como le pedía, momento que Silvia aprovechó para soltar su nariz, pegando su boca a la de Mariana e hizo bailar su lengua dentro de ella. El marido, observaba alucinado a las dos mujeres comiéndose la boca, postrado de rodillas sobre la hierba.

  • El señor conde está muy rico, ¿eh Mariana? – dijo Silvia separando su cara.
  • Sí, está delicioso. Nunca había querido probarlo y ahora, gracias a ti… uf… hacía mucho que no disfrutaba tanto.
  • Tranquila doña, esto solo ha hecho que empezar. ¿Y tú Manu? – preguntó al esposo.
  • ¡¡¡Ese culo es increíble, pero cuando se lo ha tragado todo, hasta la última gota, no me lo creía!!!

Silvia estaba pletórica tras ese giro que les había dado a los dos y a los acontecimientos, sabiéndose ganadora y planificadora de una nueva vida para esa pareja.

  •  Bien, os quiero a los dos desnudos durante el tiempo que estemos juntos, sólo podréis vestiros y siempre sin ropa interior cuando salgamos a la calle. ¿Entendido?
  • Pero… – intentó intervenir la condesa.
  • ¿Entendido? – repitió Silvia mucho más enérgica.
  • Si, si, entendido.
  • Ahora, decidme cuál es mi habitación y vais preparando la cena. Estoy hambrienta.

Siguieron sus instrucciones sin rechistar y totalmente desnudos se pusieron a preparar la cena, mientras Silvia subía a su habitación y aprovechaba para contactar con Pablo.

  • Dime, ¿todo bien, Silvia?
  • Perfecto… mucho mejor de lo que me esperaba. Los tengo a mis pies.
  • ¿Cómo?
  • Sí, he dado un pequeño giro a la situación, ahora soy yo la que manda. Joder estos dos, son unos perfectos sumisos y no lo sabían, además les gusta que los humillen.
  • Me tienes flipado, Silvia… nunca lo hubiera pensado de los condes.
  • Pues ya ves… los tengo comiendo de mi mano.
  • Pues adelante, eso mejora todos los planes previstos y abre más las posibilidades del estudio.
  • Sí, tendré que pensar algo para jugar con ellos durante la cena. Al final casi la que les tiene que pagar soy yo. Jajaja…

Tras colgar la llamada con Pablo, Silvia bajó al comedor con un precioso conjunto de satén blanco, totalmente transparente, donde se podía apreciar su total desnudez. Vio que habían preparado algo para picar y que se habían dispuesto uno a cada lado de la mesa, totalmente desnudos como ella había dispuesto.

Por un lado, Silvia empezaba a cogerle gusto a eso de mandar, de sentirse poderosa, pero más si cabe, con una pareja que nunca lo había hecho de forma inversa. Ellos al mismo tiempo se excitaban más que nunca con ese juego. Los ojos vidriosos de la condesa así lo anunciaban, también se dejaba ver una incipiente erección en el conde.

  • Manolito, ven hasta mí de rodillas y cómeme el coño mientras degusto este plato. – ordenó decidida.

El conde se acercó gateando hasta llegar al coño de Silvia. Sacando su lengua, recorrió los labios lamiéndole durante un buen rato. Silvia se abrió de piernas al máximo y cogiendo los extremos de su sexo le ordenó:

  • Ahora haz que me corra, cabrón. Y tú, ven aquí y chúpale la polla mientras – ordenó esta vez a la condesa que esperaba sumisa su nuevo mandato.

Doña Mariana se metió bajo las piernas de su marido y se encontró una polla dura como no reconocía. La metió en su boca y la chupo con ganas. Don Manuel jadeaba y estaba cercano al orgasmo, pero sin dejar de lamer al mismo tiempo ese empapado coño. Era increíble tenerlos ahí a los dos bajo la mesa.

  • Cómo te corras sin darme gusto, mañana lo pagarás muy caro. – apuntó Silvia al conde.

Estas palabras hicieron que don Manuel llenase la boca de su mujer con su esencia. Entonces Silvia le dio dos tortazos, una con su palma y otra con el dorso de su mano, dejándolo confundido y a la vez más excitado.

  • ¿Pero…? ¿cómo has podido? Que sepas que hoy cenaras en el suelo. Mañana ya veré qué hago contigo.

Manuel se retiró de entre sus piernas humillado ante alguien, seguramente por primera vez en su vida, en ese instante, Mariana ocupó su lugar en una clara señal de Silvia hacia ella.

  • Vamos, zorra, termina lo que no ha sabido comer tu marido.

La condesa se esmeró, atrapando el coño de Silvia entre sus labios, lamiendo y chupando, hasta conseguir que esta se agarrara a su cabeza y se corriera entre temblores…

  • Joder, muy bien, cabrona… tú sí que sabes. Ahora quiero que me veáis terminar de cenar y luego podréis comeros mis sobras – advirtió con chulería todavía con un temblor en todo su cuerpo.

Silvia terminó su cena y les dejó allí arrodillados, saliendo de ese comedor, pero sin subir a su cuarto, se quedó escuchando detrás de la puerta, mientras el matrimonio comentaba lo sucedido en ese día.

  • Joder Mariana hacía mucho tiempo que no me corría dos veces seguidas. – escuchó decir al conde.
  • Mira Manuel, eso y esa dureza que ya echaba en falta en tu pene. Se te ha puesto muy, muy dura. Hacía años… – replicaba la esposa.
  • Si, está chica ha sabido sacar todo lo que había escondido. Parece que en vez de amos lo que somos es unos buenos sumisos.
  • Pues sí, al menos eso nos calienta más. ¿No crees?
  • Desde luego, creo que hablaré con Pablo para darle una buena propina.
  • ¡Huy Manolo! Sí que te ha impresionado que hasta te veo rumboso y generoso…

Silvia escuchó como iban rebañando los platos que ella había dejado empezados y se fue a dormir orgullosa y feliz.

A la mañana siguiente don Manuel amaneció con una importante erección y doña Mariana le pidió que le follara. El empezó muy despacio, recordando cómo era aquello, como su pene entraba en Mariana, lento y potente rozando las paredes de ese coñito que aún lubricaba de perlas. La folló muy, muy suave, para acelerar un poco más al final. Él mismo se creía transformado y aún no sabía cómo había ocurrido todo, de la noche a la mañana.

  • ¡Sii Manuel, siii, sigue no pares, me corro, hmmm cuánto tiempo y que bien sabeee! ¡dame fuerte, reviéntameee! – gemía ella.
  • Tomaaa tomaaaaa Marianaaaa tomaaaaa – exclamaba él.

Ambos se corrieron a la vez y sólo recordaban algo como eso, cuando se conocieron treinta años atrás…

  • Jodeeer qué buen polvo. – dijo Mariana, totalmente renovada. ¿Esta tía nos ha hipnotizado?
  • No lo sé, cariño, la verdad… cuando me habló Gerard de ella, creía que era una de sus exageraciones y cuando Rigoberto estaba tan contento, pensé que nos tomaba el pelo y también que quería que soltaremos la pasta… ahora veo que ambos se quedaron cortos.
  • Ya lo creo. Deberíamos hacer algo para que se quedase a vivir aquí, con nosotros y por favor, Manolo, esta vez no empieces con tus tacañerías…

De pronto oyeron a Silvia que ya se había despertado y se pusieron displicentes a preparar el desayuno en la cocina. Unas tiras de beicon, un revuelto de setas, tostadas, café, zumo, bollos calientes…

  • ¡Qué bien huele! – dijo Silvia al entrar en la cocina y descubrir a los condes desnudos preparando su desayuno.

Ella se dio cuenta de que le habían decorado la mesa con un mantelito y hasta una pequeña flor en un pequeño jarrón, encabezando su plato.

  • Lo estáis haciendo muy bien. – dijo ella dando el primer bocado a su tostada, mientras ellos permanecían a un costado esperando instrucciones.

Silvia se percató que la polla de Manuel estaba despertando de forma instintiva y quizás fuera en parte por el camisón casi transparente que llevaba ella.

  • ¿Te gusta lo que ves? – dijo Silvia masajeando sus pechos sobre el camisón provocando que la polla del hombre diera un pequeño respingo.
  • Sí, ama. – contestó él cabizbajo.
  • ¿Y crees que has ganado algún premio? – preguntó ella de nuevo.
  • No, ama. Sé que merezco un castigo.
  • Bien… así me gusta. Mira, estoy pensando que hoy podemos salir con el barco, ahí tendrás tu castigo, Manu. -sentenció devorando ese delicioso desayuno ante ellos que permanecían en silencio.

Tal y como ella, les había indicado, sólo se pusieron ropa interior para poder salir a la calle, que de alguna manera ella empeñaba en explicarles que asemejaba a unos bañadores, lo obvio es que no era en absoluto así. Mariana llevaba braguita y sostén a juego de color blanco y Manuel un slip azul.

  • Pero, en el puerto tenemos conocidos… nos pueden ver. – protestó él.
  • Veo Manu, que eres muy malo y vas a tener un castigo triple… tú sigue quejándote – le advirtió Silvia que se había puesto un vestido liviano de seda, que había obtenido del ropero de la condesa.

Manuel cogió el coche en dirección al puerto, mientras las dos mujeres se sentaban atrás. Silvia dio permiso absoluto para besarla y manosearla y allí, esas dos mujeres empezaron a comerse las bocas mutuamente y a acariciarse por sus respectivas curvas… mientras él las observaba por el retrovisor, con una erección cada vez mayor, viendo la efusividad de su esposa con Silvia, retozando como dos yeguas salvajes en el asiento posterior.

Una vez que llegaron al puerto, Silvia tomó la voz cantante de nuevo.

  • Vayamos a ver vuestro barquito, pareja.

Silvia caminaba delante y ellos dos llevaban las bolsas con la comida, unos pasos tras ella… estaban apurados, porque se encontraban con alguna de sus amistades que los miraban extrañamente al verlos en ropa interior, incluso alguno se reía de ese atuendo, pero ellos se intentaron mantener lo más dignos posible.

Por fin llegaron al atraque de su yate… un velero imponente de más de quince metros de eslora.

  • Caramba, sí que es pequeño el bote – dijo Silvia con sorna subiendo a bordo. Muy bien Manolo, ahora, vas a sacar el barco del puerto y después me vas a explicar cómo mantener el rumbo.

Una vez que avanzaron las primeras millas, ella ordenó que todos debían desnudarse y Don Manuel siguió patroneando el velero hasta llegar a mar abierto, donde explicó entonces a Silvia como mantener el rumbo y como poner el piloto automático.

  • Perfecto, Manolito… parece sencillo.

En ese momento, Silvia ató el cuerpo desnudo de Manuel del palo de la vela mayor y le dejó colgando con las piernas abiertas. Él prefirió no protestar, para no llevarse un nuevo castigo.

  • Así estarás bien, podrás ver todo y no podrás participar.

Silvia abrió un bote de crema para el sol y empezó a embadurnar a Manuel por todo su cuerpo, incluso en su polla que se tensó al sentir los dedos de ella.

  • Así bien blanquito, no te nos quemes. Esta cosita tan pequeña hummm también, bien blanquita. Y este culitooo hummm tambien bien blanquito. – dijo ella extendiendo la crema por todo el trasero de don Manuel, metiendo su dedito en su ano en alguna ocasión. – Veo que te gusta ¿ehh pajaron?

Doña Mariana estaba alucinada viendo como el pene de su marido iba adquiriendo tersura.

  • No sé cómo lo haces Silvia, mira cómo se le está poniendo. Hacía mucho que no se la veía tan dura. – dijo la mujer.
  • Ven, ven aquí conmigo y aprende. – le respondió Silvia.

Doña mariana guiada por esa nueva maestra, fue dando crema al culito de don Manuel y metiendo y sacando su dedito del culo de este, mientras él aguantaba estoicamente con una excitación cada vez mayor.

  • Me absorbe el dedo entero, lo mete para adentro. ¿Eso es que le gusta? – preguntaba la condesa atónita.
  • Claro mujer, ven cómeme el coño, que vas a ver qué bueno.

Doña Mariana se puso a cuatro patas a comer el coñito de Silvia mientras ella, dejando abandonado al marido en ese palo mayor, metía un dedo y luego dos en el culo de la condesa, proporcionándole varios gemidos,

  • ¡Así Mariana, así hummm que bien me comes el coñito! – repetía Silvia sin dejar de masajear el esfínter de la otra.

Doña Mariana estaba recibiendo un enorme placer por parte de los dedos de Silvia. Retorciéndose sobre ellos, buscaba que le metiese los dedos bien adentro.

  • ¡Hummm Silvia que gusto, hummmm! – repetía la condesa con la doble sensación de comerse un coño mientras recibía esos dedos jugando en su trasero.
  • ¡Uf! – gimió él atado junto a ellas.
  • ¡Mire, Ama, ¡mire! – dijo de pronto Mariana, avisando a Silvia.

Las dos mujeres miraron como la polla de don Manuel se movía hacia arriba y hacia abajo. Subía, cabeceaba y volvía a bajar, para rápidamente volver a subir. Así hasta que empezó a soltar su preciado líquido en grandes reguerones.

  • ¡Aaaaaaaaggggggg siiiiiii hummmmm jodeeeer, siiiiiiiiii! – bufaba él, viendo cómo se corría sin tocarse.
  • Te has corrido otra vez sin permiso, esto te costará diez azotes. Tu Mariana se los darás. ¿con la mano o prefieres algún utensilio? – preguntó Silvia.
  • Prefiero buscar algo. – dijo la otra, animada con ese nuevo juego.

Mientras Mariana buscaba con que dar a don Manuel, este seguía en la gloria, disfrutando de su corrida, notando como esos últimos regueros de semen seguían escurriéndose por sus muslos.

  • No tienes remedio, Manu. Ahora tu esposa va a darte lo tuyo. – dijo Silvia tumbándose un rato al sol, esperando el regreso de la condesa.

Al cabo de un buen rato, la condesa regresó con una manguera de cable eléctrico.

  • ¿Esto valdrá? No encontré otra cosa – preguntó Mariana pensando en azotar a su marido con ello.
  • Es extraño Mariana, porque estamos en un barco lleno de cosas para fustigar… pero es perfecto. Antes, tienes que dejarle bien limpito. Lávale todos esos regueros de semen reseco con la lengua.

La condesa, de rodillas frente a su esposo y sin poner objeción, empezó a chuparle por las rodillas, los muslos, lamiendo, chupando y succionando, hasta dejarle bien limpito y logró, incomprensiblemente que esa polla volviera a tomar cuerpo, poco a poco.

  • Manolo, ¿se te ha puesto dura otra vez? – preguntó atónita la condesa.
  • Ya ves lo que le gusta a este… – intervino Silvia – ahora le vas azotar mientras yo le como la polla y no pararás de darle latigazos hasta que se corra.
  • Hummm que bueno, pero me temo que después de esa no va a poder con otra.
  • Ya veremos. – dijo segura Silvia.
  • ¿luego me lo podéis hacer a mí? – preguntó Mariana
  • ¿Acaso quieres?
  • Me estoy mojando entera solo de pensarlo.
  • Sois incorregibles – respondió Silvia riendo – Pues empieza cuando quieras y recuerda que luego será él, el que te dé.

Mariana tensó la manguera eléctrica y descargó con fuerza el primer latigazo sobre Manuel. Al mismo tiempo, Silvia tenía la polla de él más que morcillona en su boca y la lamia como un caramelo. Doña mariana tensó ese cable y volvió a golpear. Un grito sordo salió de la boca de Manuel. Un tercer golpe y su polla reaccionó para ponerse más dura, otro golpe más y a la vez Manuel introducía su polla en la boca de Silvia. Ella viendo que no tenía un tamaño muy grande, a pesar de esa mamada y los latigazos. Aprovechó que esa polla era poca cosa, para a la vez que la tenía metida en su boca, lamer sus huevos por debajo con la lengua. Eso hizo que se tensara un poco más, aparte de un nuevo latigazo cerca de su pezón, lo que provocó que metiera la pelvis contra la boca de Silva.

Don Manuel estaba en la gloria. Su polla ya estaba completamente dura… ni en sus mejores tiempos había tenido esa dureza a pesar de tanto sexo. Con el octavo azote sintió que le llegaba el orgasmo y apretando con fuerza sus caderas intentó llegar todo lo profundo que pudo.

  • ¡Siiiii me corro otra vez siiiii joderr que boquitaaa hummmmmm tomaaa, tomaaaaa!

Silvia se agarró con fuerza a sus nalgas, tragando al máximo esa polla y devoró con ansia ese semen que le regalaba el conde.

  • Hummm estás muy rico, Manu. – dijo ella recogiendo con sus dedos un goterón que se escurría por su barbilla.
  • No me lo puedo creer. – repetía atónita la condesa viendo esa segunda corrida de su esposo tan seguida de la anterior.

Al momento cambiaron las tornas y tras soltar a Manuel, Silvia, ayudada por él, ataron el cuerpo desnudo de la condesa, para aplicarle una buena tunda de latigazos. Los primeros algo suaves en la espalda, cuando la boca de Silvia se agachó entre las piernas de Mariana, para hacerle una comida de coño brutal.

  • Manu, dale más fuerte a esa puta, ¿no ves qué le gusta más duro? – ordenó Silvia, viendo que el otro no se estaba aplicando debidamente.

Un azote impactó con fuerza en la nalga derecha de Mariana, para proceder de igual forma con la izquierda, haciendo rebotar el cable y sacando un grito de su garganta.

  • ¡Ahhh bruutooooo… cabronazo!

Esas palabras parecían estimular aún más al marido, aplicando otra buena tanda de fuertes latigazos en ese pandero, hasta arrancarle varios gritos de dolor. Siguió fustigando, cada vez con más ganas, dejándole visibles marcas, pero a ninguno le importaba, los tres disfrutaban al máximo.

Doña Mariana se retorcía de gusto y de dolor en el mismo palo que había sido atado don Manuel, que se vengaba dándole duro con ese látigo improvisado, descargando con todas sus fuerzas.

  • ¡Toma, zorra! – repetía él en cada impacto.

Don Manuel ahora le dio entre las nalgas, buscando acertar en su coñito y lo hizo. Mariana se retorcía en sus ataduras, por los golpes y por qué los dedos de Silvia le estaban volviendo loca. Con el décimo azote, ya no aguanto más y se corrió con un fuerte squirt que regó todo el cuerpo de Silvia

  • ¡Aaaaahhhh hijo putaaaaa haaaaa no voy a poder sentarme en una semana ahhhhhh siiiiiiii puta siiiiiii que bien Ahhh, joddeeerrr…. síii…. qué gusto… Cabronaaaaa…! -repetía Mariana entre espasmos.

Silvia se sentía pletórica… primero por disfrutar de esos momentos con el matrimonio y hacerles descubrir una nueva faceta en sus vidas, que había despertado algo que tenían ahí medido dormido, pero latente y a pesar de tener los cuerpos doloridos, estaban eternamente agradecidos…. y así se lo hicieron saber cuándo decidieron, tomar un vinito y comer un poco para reponer fuerzas.

  • Silvia no vamos a olvidar este finde nunca – dijo Mariana, sentándose de lado, pues los latigazos le habían dejado un moretón en su trasero y apenas podía sentarse.
  • Gracias a vosotros por permitirme unirme a este nuevo mundo.
  • Desde luego es un placer… ya nos dijo Pablo que eras especial, pero no tanto. – añadió el conde.
  • Gracias, Manu. – dijo ella apretando su polla que volvía a tomar forma entre sus dedos.
  • Silvia, me gustaría follarte. ¿Es posible?
  • Vale si se te pone dura del todo, te dejaré que me folles. – le anunció Silvia.
  • Espera que yo le ayude a eso. – dijo Mariana que sin dudarlo se la metió en la boca, succionando con ganas, como nunca había hecho, muy excitada de ver a su marido así de excitado y con ese poder de recuperación inédito.

Silvia miró al conde y vio su polla totalmente dura. Se puso en cuatro y espero ser ensartada. Manuel poniéndose en cuclillas le metió la polla hasta el fondo y Silvia soltó un gran gemido, al sentir esa polla bien dura, pues también tenía ganas de un buen polvo.

Silvia notó como esa pequeña polla entró en ella, follándola duro, casi con desesperación, la estaba destrozando su punto G, entraba con gran fuerza y precisión de forma ruda, de esa forma a la que tanto gusto le estaba cogiendo últimamente… ella siempre había creído que un polvo lento, suave y romántico era lo mejor, pero desde que había empezado en el proyecto con Pablo, todo lo contrario, cuanto más duro le follaban, más le gustaba.

  • ¡Asi puta, huuum que ganas te tenía huuummm te voy a destrozar ese coñito hummmm! – repetía el conde, con las venas hinchadas, el cuerpo totalmente sudado y haciendo el máximo esfuerzo por clavársela a Silvia, con tanto ímpetu que esta tenía que agarrarse a unas cuerdas del barco para no caer por la borda.

Doña mariana se deslizó bajo las piernas de Silvia y procedió a recoger todos los jugos que esta estaba echando, tras las embestidas del conde, lamiendo tanto el coño de ella, como la polla de su marido que entraba y salía sin parar. Entonces, Silvia, al notar ese doble placer empezó a gritar:

  • ¡Asiii siii cómeme bien y tu maricon, con más fuerza, con más ganas. Siiiiii, jodeeeer siiiii. Me voy a correeeer siiii huuuummm maaaas maaaas siiiiiiiii asiiii, asiiiii!

Silvia gritaba con desesperación, gracias a ese matrimonio, que le estaba llevando a un increíble orgasmo, producido por la martilleante polla de uno y la deliciosa boca de otra

A la vez que Silvia se corría, Manuel soltaba chorros dentro del coñito de ella y doña Mariana esperó paciente su turno, hasta que este sacó su polla, para recoger toda la leche que había dejado dentro y que iba goteando lentamente, para depositarlo en su lengua y posteriormente tragarlo.

  • Niña, consigues sacar mis más oscuras perversiones. – dijo la condesa degustando ese elixir que salía del coño de Silvia.

Una hora después, Manuel, dolorido y agotado, sujetaba con fuerza el timón y guiaba el barco de vuelta hasta puerto, casi en silencio absoluto, cada uno degustando en su memoria tantas sensaciones. Tras agradecer a Silvia todos los servicios, incluso llegaron a rellenar un nuevo talón duplicando la tarifa estipulada, porque querían a toda costa que ella volviera cuanto antes, para repetir o probar nuevas sensaciones. Y allí en un abrazo de los tres, se despidieron de Silvia en el aeropuerto con las promesas de volver a verse.

Silvia subida en el avión, rememoró los días vividos. Llegó a la conclusión, de que el sexo no dejaba de sorprenderla, aunque ella fuera, en gran parte, la que innovara, porque descubría que esa nueva faceta, le añadía más placer a lo que ya había sentido antes… Estaba claro, que ya no era el dinero, ni el poder, en realidad los ricos no sabían lo que querían, solamente tenían dinero y ella podía aportar esa parte que los otros no podían pagar.

Dos horas más tarde, Pablo la recogió en el aeropuerto de destino y ella se abrazó a él en el hall de la terminal… mientras le iba contando con detalle todos los pormenores del viaje. Lo hacía casi precipitadamente, sin tiempo a que él pudiera ir asimilando cada detalle y tuvieron que sentarse, allí mismo en un banco de la terminal, porque él no paraba de apuntar todos esos detalles que ella iba soltando ante una nueva experiencia vivida con los condeses…

Al rato estaban en la calle para tomar un taxi…

  1. ¿Y Adrián? – Preguntó Silvia al ver que no tenía dispuesta la limusina.
  2. Bueno, está entrenando…
  3. ¿Entrenando?
  4. Sí, está con tu hermana y con Ángela.
  5. ¿Está follando con las dos?
  6. Si, les está dando duro, porque es posible que tengamos un nuevo proyecto. De momento te llevo a casa, descansa y te voy avisando.
  7. Yo puedo entrenar también.
  8. No, preciosa… tú vienes de darte mucha caña, te necesito preparada al 100% para que como hasta ahora, tomes las riendas ante esta gente.

Silvia abrazó de nuevo a Pablo, pues ese reconocimiento era mucho más de lo que ella hubiera soñado jamás y en parte se lo debía todo a él… Por eso, Pablo era algo más que su jefe, algo más que el coordinador de esos proyectos…

CONTINUARÁ…

Javier & Sylke

Continúa la serie