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Regina me pilló masturbándome

Regina me pilló masturbándome

Era un martes de principios de julio.

Sólo a mí me quedaba pendiente algún examen.

Mis demás compañeros de piso ya habían terminado y habían vuelto a sus domicilios habituales, por lo que me encontraba solo.

O eso creía yo…

Mis compañeros en cuestión eran un chico y una chica (pareja) y otra chica más:

Regina.

Ese martes me levanté a las doce del mediodía, un tanto desorientado.

Desayuné algo y me fui a la ducha.

Cuando estaba ya aseado y vestido encendí la tele y no encontré nada que me apeteciera ver, por lo que decidí ir al videoclub a buscar alguna película.

Pero no encontré ninguna que quisiera empaparme, así que eché un vistazo a la sección pornográfica y estaba una que, nada más ver la portada, supe que quería visionar: Flashpoint, de Jenna Jameson y Jill Kelly, entre otras.

Me la llevé sin dudarlo e iba relamiéndome por el camino de vuelta pensando en la paja que me iba a pegar viendo a la Jameson esa chupando pollas.

Cuando llegué introduje la cinta en el video y le di al botón de rebobinado y, mientras tanto, fui a cambiarme. Volví en calzoncillos al salón y la película estaba lista para el play. Y eso hice: play…

Este piso era muy pequeño. Constaba de 3 habitaciones, 1 baño y un salón-cocina. La puerta de la entrada accedía precisamente a este lugar, viéndose en primera instancia la cocina e inmediatamente después, a la izquierda, el salón, con la mesa para comer, un mueble con la televisión y el video, y un sofá, en el que me encontraba yo masturbándome como un loco. Joder con la Jenna Jameson… ¡Qué tetas! ¡Cómo la chupaba!… Mi polla estaba muy dura y yo no podía parar de meneármela.

Fue en alguno de esos momentos cuando escuché un ruido que hizo a mi corazón dar un vuelco tremendo.

Era el ric rac de la llave en la cerradura; la puerta se iba abrir de un momento a otro… y yo totalmente desnudo, con la polla tiesa y una peli porno en marcha.

Yo, que estaba tumbado en el sillón, me incorporé lo más rápidamente que pude, intentando, a la vez, darle al stop. Sólo me dio tiempo de ponerme en pie.

Tuve una gran sensación de ridículo y vergüenza cuando vi a Regina mirándome. Fueron los 2 segundos más largos que había vivido nunca.

Regina es una chica que siempre me resultó muy atractiva y, sexualmente, me atraía a lo bestia.

Me parecía una bomba explosiva. Tiene el pelo negro muy rizado y por los hombros.

Mide en torno a 1,60 aproximadamente y tiene unas tetas increíbles: una 95 al menos, diría yo. Y un gran culo, grande.

Su cara me resulta entre traviesa y salvaje. Suele vestir con camisas ajustadas, y ese día llevaba una, junto con una falda por encima de las rodillas y unas botas altas de tacón fino muy largo.

Esas botas en sus hermosas piernas, y digo hermosas en el sentido de macizas, rellenas, la hacían para mí una diosa sexual y, más de una vez, me había hecho alguna paja de antología imaginando que se la clavaba por el culo con las botas puestas. Incluso había buscado en su habitación bragas suyas cuando me encontraba solo en el piso.

Ella las dejaba colgadas del picaporte por el interior de la puerta y yo, más de una vez, cogí alguna y me toqué una buena paja oliéndolas y enrollándolas alrededor de mi dura polla, como esta vez…

– Como si yo no estuviera –dijo, mientras comenzaba a caminar hacia su cuarto e intentando aparentar que no había visto absolutamente nada.

Entró en su habitación y cerró la puerta. Yo me fui a la mía, completamente abatido, avergonzado.

Estuve allí mirando a ninguna parte hasta que reaccioné oyendo cómo Regina salía de su cuarto, posiblemente hacia la cocina.

Instantáneamente recordé: ¡¡las bragas!!, pues estúpidamente se me habían quedado sobre el sofá en el que minutos antes me elaboraba con maestría una maravillosa paja. Ignoro si antes de verlas, ya ella se había percatado de que en su cuarto no estaban.

Yo salí corriendo y me la encontré de pie, con sus bragas en la mano, mirándolas pensativa.

-Regina, yo… , perdona, es q…

No conseguía articular una frase entera.

Ella me miro, y me dio una sonora bofetada diciendo:

-¡Guarro!

No sé por qué, pero mi polla volvió a levantarse después de la torta que me propinó.

-¿Ahora se te pone dura así sin más? Eres un pervertido

Miré a mi polla dándome cuenta al mismo tiempo de que seguía desnudo y sintiendo como los calores acudían a establecerse en mis mejillas.

-Me pregunto cuántas veces habrás hecho esto cabrón. Debería denunciarte.

Eso me asustó. Parecía muy enfadada y hablaba muy en serio.

-No, Regina, por favor… cómo…

Entonces se acercó, y cogiendo mi polla con las yemas de sus dedos por el glande me dijo:

-Sería mucho más sencillo que me hubieras dicho que querías follarme…

-¿Qué?

-Eres un cabrón… encima me he puesto cachonda y todo –dijo mientras bajaba su mano hasta mis huevos…

Yo estaba paralizado. Ella, en cambio, parecía una actriz porno como las que antes observaba.

Se agachó y comenzó a chuparme la polla a lo bestia. Me la succionó durante unos 2 minutos y luego se levantó y metió su lengua en mi boca.

Era gorda y musculosa, me puso a 1000 tenerla entre mis labios. Entonces me empujó y caí sentado sobre el sofá. Se quitó las bragas, quedándose con la ropa puesta, me las puso en la cara y se sentó sobre mi polla. Joder ¡cómo me cabalgaba!.

Estaba acuclillada; nada de sentarse sobre sus rodillas. Me estaba follando apoyándose sobre las plantas de sus pies ¡y con las botas puestas!, lo que permitía una penetración muy profunda.

Sus bragas estaban mojadísimas y pude recrearme con su sabor y con sus efluvios. Su cara denotaba el placer que estaba disfrutando.

Se le escapaba alguna sonrisa mientras cerraba los ojos y sacaba la lengua.

En los minutos que duró el polvazo pude sobar sus tetas todo lo que quise, hasta que decidí atravesarle el culo con un dedito.

Poco después se corrió. Se puso a mi lado y comenzó a masturbarme muy fuertemente mientras su lengua se clavaba en mi garganta. Me corrí sobre mi torso y ella miró todo mi semen con una cara de entre asco y satisfacción.

Me dijo al oído:

-Tengo muchas bragas más…

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