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Laura Soledad – su mejor polvo

Laura Soledad – su mejor polvo

Esa noche de verano, el fresco de la costa descanso mi cuerpo, me sentía realmente bien cuando me fui a trotar en la mañana temprano a la costanera, la vereda sobre el acantilado y el viento desde el mar suave y firme golpeaba las olas continuamente contra las piedras, rompiendo esas paredes de agua en espuma maleable, pintando un escenario majestuoso, ante mis ojos maravillados.

Poco era sobre esa majestuosidad de piedras, olas en rompiente y cuadros de espumas en las rocas.

Al respirar profundo, me sentía bien, verdaderamente en paz, había dejado atrás la relación con mi hermano, el estaba en España con su mujer y yo encontrada con mi cuerpo, si bien no era una máquina de sexo, mis cosas tenía.

Ya tengo 24 años, acepte la invitación de Soledad de escribir en sus relatos mi mejor acto sexual (polvo) y esa mañana como anunciando una experiencia inolvidable estaba en un éxtasis de contemplación, pese a mi trote, su cuerpo trabajado, atlético, viril, me impactó, no dijo nada, trate de seguir su paso y me fue imposible, pero como sabiendo que alguien lo miraba, lo encontré elongando en frente al Hermitage, casi sobre la playa, nos miramos y sin dejar el trabajo en su físico, me indicó con firmeza pero con un decir especial.

No te enfríes, estira tus músculos.

Me quede allí, haciendo el mismo trabajo, ambos estábamos sudorosos, cuando terminamos, lo encontré que me miraba, sus ojos claros, su tez dura, indicaban rasgos árabes, del norte argentino, bueno me gustaba y su léxico era impactante, por lo menos para mi , cansada de escuchar las estupideces de mis compañeros de colegio, de la facultad, del trabajo, no tardó en darse cuenta, se presentó era Néstor, Ingenierio, 32 años, divorciado, intercambiamos datos y me indico un auto estacionado donde tenia toallas, jabones etc.

Fuimos a la pileta cubierta y nos higienizamos, el se cambio, me presto una remera y fuimos a tomar un café a un bar cercano.

Como estaba sola en el departamento de mis padres, lo invite a cenar, ambos sabíamos que esa era la excusa para directamente aparearnos, la atracción fue mutua, apenas llegó, nos besamos, ese contacto íntimo que todo el día que ambos habíamos estado esperando.

Nos desnudamos en el living , puso su hermoso falo a resbalar sobre mis labios vaginales, el flujo de ambos lubrico en un pequeño preludio, la introducción en mi cuerpo que succionaba esa barra como chico a su chupetón, pocos minutos duró ese primer acto, pero ambos acabamos al unísono, mi calentura recién se reflejaba, no pude contenerme de arrodillarme y mamarlo, lamiendo su sudor entre las piernas y el mi cuerpo, inicie mi juego, sus testículos caían en mi boca y los lamía, subí hacia el glande abriendo toda mi lengua como frazada que cubre el cuerpo del frío.

Húmeda y golosa , llegue en un entre y saca apretando los labios, tome toda su leche, la trague , me levante el sentir introducir ese falo en mi vagina, una y otra vez saliendo hasta casi escapar de la cueva y entrar hasta el fondo, en un ritmo hermoso como las olas contra las piedras en la playa, nos dejaron exhaustos, pero ambos satisfechos.

Charlamos de nuestras vidas, de nuestro sentir, pero pude percibir que tanto a él como a mi, nuestras hormonas, nos pedían una y otra vez unirnos en un solo cuerpo.

Comenzó a besarme en el cuello, fuimos a la ducha, no pude de dejar a recordar a mi hermano (la primera vez con él fue en la ducha de la pileta), pero al sentirme penetrada, tomándome de mis pechos por la espalda, solo vi sus ojos y su cara , sintiendo el agua caer en mis ojos cerrados y el goce, un goce profundo, nunca pude sentir lo mismo que esa vez, ni aún con él, se habían dado todas las circunstancias, fue un día y un momento especial.

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