Capítulo 1
Era una tarde algo calurosa, la época del año invitaba a tener las ventanas abiertas y la ventilación encendida.
Yo había tenido una mañana muy mala en el trabajo, básicamente había salido despedido tras una fuerte discusión con mi mi jefa que resultaba ser también mi tía la hermana de mi difunto padre.
Al igual que ellos y casi toda mi familia paterna estudie la carrera de medicina mi tía quizás en memoria de mi padre me acepto como interno el el hospital que ella dirigía, me dejó muy en claro que no me daría ningún favoritismo que que tendría que empezar desde abajo como ella o mi padre en su momento.
Eso en realidad no me molesto ya que yo quería demostrar mis capacidades y no me importaba iniciar en escalón más bajo.
Yo siempre he sido muy impulsivo y arriesgando al tomar decisiones y aunque eso a veces hacía sentir a muchos intimidados para mí era solo tener la iniciativa.
Bueno esa mañana mi tía me había reprendido por solicitar un tratamiento para una paciente sin antes haber consultado con el médico en jefe.
Desde mi punto de vista yo había hecho bien, el tratamiento fue el adecuado y la paciente parecía responder bien.
Pero para mí tía y los otros médicos del consejo yo me había arriesgado mucho en saltarme un procedimiento y si algo hubiere salido mal ahora todo el hospital estaría en problemas y de nuevo la seguridad de que no me había equivocado y sabía que todo iría bien fue vista como un exceso de confianza y soberbia.
Salí de la sala de juntas frustrado y enojado y con una suspensión hasta nuevo aviso y sin entender que había hecho mal.
Confieso que use un tono de voz algo elevada hacia mi tía y los demás lo cual no mejoro la situación.
Después de conducir sin rumbo un par de horas decidí ir a casa y sacar mi frustración contra el saco de boxeo.
En poco tiempo le tome ritmo y me movía con agilidad mientras lanzaba diferentes golpes, el calor se hizo intenso así que me saque mi playera y empecé a boxear solo en mis ajustados shorts deportivos.
Perdí la noción del tiempo y estuve así hasta que una inesperada voz me sacó del trance de estar conectando golpe tras golpe.
–No sabía que boxeabas–
Me decía mi tía sacándome del trance.
Ahora hablare un poco de ella, mi tía hacía un par de años que había enviudado, estaba llegando a sus cuarenta pero bastante bien conservada, su cuerpo era el resultado de una rigurosa rutina de ejercicios y dietas muy disciplinados, famosa por llamar la atención con sus pronunciaciones escotes y atraer las múltiples miradas de los demás internos y doctores del hospital y en cierto punto hasta yo me había desviando la mirada para contemplarla, además de eso era una mujer con un puesto alto en el hospital, un don de mando y liderazgo que solía espantar a muchos.
Y allí estaba ella aún con su bata médica abierta y dejando ver en parte sus dotes.
La siguiente plática se centró en dejar claro el incidente de la mañana, ella me decía que no quería despedirme pero que tenía que aceptar que me había equivocado y que si bien tenía buenos instintos eso no era suficiente para saltarse los protocolos del hospital.
Notaba algo raro en ella cuando hablaba yo había decidido aceptar mi error y no contradecirle más pero ella empezaba a entrecortar sus palabras, además de cierto tono de enrojecimiento en su rostro.
Note como bajaba su mirada un poco y fue entonces que noté el motivo de su incomodidad, había olvidado que a parte de mis tenis deportivos solo usaba un ajustado bóxer para entrenar y la adrenalina del entrenamiento me había provocando una buena erección, no era la primera vez que me pasaba pero está vez había alguien más que lo había notado.
Pensé por un momento cubrirme y dejar que todo pasara pero pensé que una buena venganza sería incomodar un poco con la situación.
Le ofrecí disculpas y le seguí la charla pensando en pronto bajaría la erección pero paso justo lo contrario pues el morbo de la situación me excitaba bastante y mi erección se hacía de hecho más grande y notoria.
–Tia Helena estás bien quieres algo de tomar–
Le dije para calmar la situación pero de manera traviesa acercándome a ella y tocándola en su hombro.
Ella sonrió enrojecida me dijo que estaba algo cansada y tensa, decidí arriesgarme más y me ofrecí a darle un masaje en sus hombros, para sorpresa mía ella aceptó de inmediato.
Le ayude a quitarle su bata y me sorprendió verla en un ajustado y escotado vestido y ahora era yo el sonrojado.
Se acomodo en una una silla cercana y descubrió sus hombros, yo me acerque por la espalda y suavemente empecé a dar masaje en sus hombros y cuello ella reaccionó con una ligera sonrisa y un pequeño sobresalto, pero empezó a suspirar casi de inmediato.
Yo no podía dejar de asomar mi vista hacia su escote y poder mirar esos abundantes y redondos senos.
Mi erección estaba a tope y sin darme cuenta la punta de mi miembro se unió al masaje bajo la tela del boxer.
—Tia? Ya no me llamas doctora—
Me preguntó ella entre suspiros y ligeros jadeos
—Bueno podemos ser un poco informales fuera del hospital–
Le contesté mientras ampliaba la zona de mi masaje un poco más abajo de su cuello y sus hombros, la adrenalina de que ella sintiera el roce de mi miembro bajo la tela de mi boxer y no dijera nada me tenía el corazón a mil, entre ansioso y temeroso pero muy excitado.
Ella tomó mi mano con la suya mientras ella me decía que misanos eran mágicas yo le pregunté con tono atrevido si había una zona donde mágicas manos le pudieran ayudar más ella solo bajo mi mano y la metió dentro de su vestido justo encima de sus senos.
Sin perder tiempo baje mi otra mano y tome poder de sus senos, a lo cual empecé a amasar, presionar y mover de arriba hacia abajo.
Ella se limitó a gemir y disfrutar del tacto de mis manos a la vez que hacía caer su vestido por sus costados
–Ven quiero verte–
Al instante me puse de pie frente a ella y ella al ver mi erección no tardó ni un segundo en tirar de mi boxer hasta que mi miembro quedó de fuera erecto y apuntando al cielo.
Ella se quedó mirando por unos segundos pero yo dominado por la lujuria la tomé de su cabeza y empujé mi miembro hacia su rostro.
Ella abrió su boca y entró hasta adentró tan adentro que sentía como su garganta se apretaba a mi grosor.
Después de unos segundos lo saqué y ella tomo aire mientras varios hilos de saliva y preseminal colgaban de mi glande hacia sus labios.
Ella sonrió y repitió el movimiento varias veces antes de parar y respirar mientras me sonreía de nuevo con varios hilos de saliva y preseminal estilando de sus labios.
Una vez más lo llevo dentro de su boca está vez más lento pero succionando muy fuerte y profundo, aplastando su lengua contra mi glande haciéndome sentir el placer que solo una madura experimentada podría generar.
Aumentaba y disminuía el ritmo pero sin dejar de chupar y lamer llenando su cara de mucho preseminal.
Empecé a sentir como mi miembro palpitaba dentro de su boca y me costaba seguir reteniendo mi eyaculación.
Ella lo notó y con una sonrisa de complicidad me indico que ya no la retuviera más.
Una gran eyaculación salio de mi como ninguna otra que yo tuviera memoria, ella solo se movió un poco hacia atrás y abrió su boca dejando que varias líneas de de mi semen cayeran dentro de su boca y otras más en todo su rostro y un par más sobre sus senos.
Nos quedamos un momento en silencio ambos tratando de asimilar lo que había pasado aunque no podía dejar de mirar su rostro lleno de mi semen y sentirme muy extaciado.
–Me puedes traer un poco de agua—
Finalmente dijo ella rompiendo el silencio, me di la vuelta y me dirigí a la cocina, regrese a dónde ella con un vaso con hielos y agua pero ella ya no estaba allí.
En ese momento pensaba si en verdad era buena idea que tuviera llaves de mi departamento, solo escuché el sonido de su coche saliendo a la calle y pensaba en ella saliendo al pasillo y al estacionamiento con su cara llena de semen.
Le marque un par de veces a su móvil pero ella no contesto.
No fue hasta la mañana siguiente que recibí un texto de ella indicándome la hora para presentarme en el hospital ante la junta directiva para terminar el asunto que había quedado pendiente.