Mi pequeña Ariana

Ariana iba al colegio, daba clases de ballet y de natación, y se había convertido en una preciosa criatura de larga melena oscura, ojos azules y piel de melocotón.

Su madre y yo, como era de esperar, estábamos separados, hacía ya años que no había nada entre nosotros y optamos por seguir caminos diferentes, eso sí, ella decidió quedarse con la niña más que nada porque sabía que así me haría daño, realmente yo era el único que en aquella casa se ocupaba de Ariana, yo la iba a buscar al colegio, jugaba con ella, la ayudaba con los deberes…. ya hacía años de mis «devaneos sexuales» con mi pequeña, y realmente no había vuelto a verla más que como mi hija y nada más, podría decirse que aquel impulso sexual degenerado hacia ella estaba dormido, pero no muerto.

Ariana empezó a pasar los fines de semana conmigo, tal y como dictaminó el Juez en nuestra separación, y quizá por la ansiedad de todo aquel proceso de separación, despertó en mí aquel demonio que hace años me llevó a ver en mi pequeña algo más que una bebita inocente.

Uno de estos fines de semana, mientras bañaba a la pequeña, noté que como en el pasado, una erección surgía dentro de mis pantalones, y al secarla después lamenté que ya fuese demasiado mayor para volver a los jueguecitos de cuando era un bebé, ahora Ariana estaba en pie sobre mi cama desnuda como una muñeca, dejándose secar por mi con la toalla, sin darse cuenta de que mis manos temblaban más y más…

Esa noche, esperé a que estuviese dormida, la hice a propósito dormir en mi cama con el pretexto de que era más grande y así papá no se sentiría tan solito, y cuando estuvo dormida, me acosté a su lado; dormía profundamente, con su camisoncito rosado hasta media pierna, y con mucho cuidado empecé a acariciar sus piernas, estaban tibias y relajadas, y fui subiendo hasta toparme con sus braguitas blancas, crecí que me moría de placer al meter mis dedos bajo la tela y rozar su culito duro y firme, con la otra mano masajeaba mi polla que parecía ir a reventar, apretaba sus nalgas suaves sin que ella al parecer ni lo notase, y me fui envalentonando tanto que me atreví a pasar mi mano hacia delante y acariciar su sexo…

Bajo las braguitas de algodón, mi mano acariciaba aquel coñito suave, tierno, inmaculado, mis dedos iban arriba y abajo, ella se removía un poco medio en sueños y al moverse tuve la fortuna de poder meter mis dedos entre sus labios y notar aquel botoncito caliente y durito, Ariana estaba medio mojada ya y aquello me hizo poner aún más a 100.

Subí mi mano bajo el camisón hasta su pecho, tenía unos pezoncitos rosados y ya un poco abultados y me sorprendió encontrarlos erectos, sin duda aquello la estaba gustando porque aparte de tener el coñito húmedo, sus pezones parecían de piedra, entonces fue cuando no pude más y me arrimé a ella todo lo que pude empezando a frotar mi polla erecta contra su culito protegido por el camisón, ella no sé si llegaría a despertarse del todo, pero el caso es que se dejaba hacer soltando a veces un pequeño gemido como un suspiro que me animaba más aún a seguir restregándome contra aquel culito de once años duro y respingón.

Madre mía, que maravilla de culito, dan ganas de follártelo, mmm, y como te mueves, mi niña, mi pequeña putita, así, deja que papi te haga sentir bien….

No se ni como, pero de pronto me vi agachándome entre sus piernas y separando sus muslos calientes, bajando sus braguitas hasta sacárselas suavemente y hundiendo mi cara entre sus piernas, la escuché gemir de placer como cuando era pequeña mientras pasaba mi lengua por sus labios hundiendo de cuando en cuando la punta en su vagina, que estaba muy rosada y caliente, ella gemía y gemía muy suave y yo ya no podía más, así que le coloqué una de las almohadas debajo de su cintura para elevarla un poco y pasé sus piernas a cada lado de mi cuerpo, como cuando jugábamos al caballito, y empecé a acariciar la entrada de su vagina con la punta de mi enorme pene ya a reventar.

Se la metí despacio, aquello entraba como la mantequilla en el pan, suave, y me extrañó no notar nada que hiciese ver que mi Ariana era virgen, ni sangre ni dolor ni nada, mi polla entró en su cuerpo como un sable hasta el fondo, y empecé a bombearla despacito, a cada empujón ella temblaba y gemía con los ojos entreabiertos, agarrándome las muñecas fuerte, pero sin hacer nada ni decir nada que me hiciese pensar que la molestaba aquella escena, era maravilloso sentir mi polla aprisionada por su vagina tierna y estrechita, estaba ardiendo por dentro y a cada empujón mío notaba que ella se movía al ritmo como si estuviese ya entrenada…

Ariana, mi Ari… mi niña preciosa, que coño mas rico tienes, es el coñito de papi, me lo voy a comer todas las noches, te voy a dar mi leche todas las noches, que gusto follarte así, tan caliente, tan durita…

Noté que se corría porque un líquido pegajoso salió de sus piernecitas y me mojó los huevos, así que la saqué antes de correrme yo, y con rapidez la cogí por la cintura para voltearla y colocarla dócilmente a cuatro patas sobre la cama, con la tripita encima de las almohadas.

Vamos a ver ese culito de papi, que papi quiere comérselo entero y follártelo y llenártelo de leche caliente…..

Empecé a comerle el culo, estaba un poco dilatado ya por el movimiento de antes, y con mi dedo la iba acariciando el clítoris mientras mi boca chupaba su ano caliente y rosadito, ella seguía gimiendo como si aquello fuera el mayor de los placeres para una mocosa, y cuando me enderecé detrás de ella y empecé a follarla por detrás, me di cuenta de que no era la primera persona que lo hacía, no era normal que en un culo tan joven entrase así de bien una polla tan grande como estaba la mía en aquellos momentos, entraba suave y salía igual, era una delicia sentir el culito de mi niña apretándome así la polla cuando entraba y salía, y verla moverse a ella adelante y atrás como si alguien la hubiese adiestrado antes, aquello me gustó tanto que en pocos segundos me corrí dentro de su culito y pude ver mi leche escurriendo por sus muslos sonrosados y tiernos.

Después me fui a duchar, y al volver a la habitación, la hallé dormida como si nada hubiera pasado, con su camisón y sus braguitas en el suelo, tapada bajo la sabana.

Nunca pregunté quien había sido el que desvirgó a mi pequeña.

Nunca me preguntó ella nada de aquella noche en que su papi la llenó de leche y la comió el coñito.

Nunca volví a dormir con ella.

Pero aún recuerdo cómo al acostarme aquella noche a su lado, estando ya dormida, pasé mi mano por su culito y noté su agujero aun abierto y caliente.

Aun me excito al recordarlo.

Y lo peor es que de esto hace cuatro años, que me volví a casar y que aparte de Ariana, tengo ahora un precioso bebé de seis meses de mi actual mujer, y que desde anoche noto que me excita verla sin pañales.