Mi segundo encuentro con mi comadre fue dos semanas después de aquél glorioso día; no hallaba la manera de pasarla a «visitar» pues, mis viajes al interior del país, me habían absorbido mucho tiempo.

Pero por fin pude pasar a saludar a mi comadrita en su trabajo y con el pretexto de llevarle unos obsequios para mi ahijado, le pregunte si por la tarde podría estar con ella en su casita.

Ella me contestó que a las cinco de la tarde ya estaría esperándome, se mostró muy serena, como si nada hubiera pasado, pero al besarle la mejilla de despedida me susurro: «pero a las cinco en punto» y rio pícaramente.

Dio media vuelta y se retiró de mi lado y yo discretamente le miré ese culo enorme e inmediatamente note que usaba unos calzones más chicos que antes, o sea, a medio cachete de la nalga.

Eso me enardeció mucho y conté los minutos para la hora fijada.

Por fin llegó el momento y ahí estaba yo súper caliente y con tantas ganas de cogerme a mi comadrita. Subí las escaleras del edificio casi volando; Ella vestía la misma falda que en la mañana, apenas debajo de la rodilla un tanto estrecha, sin medias y calzaba unas sandalias de pequeñas tiras que apenas cubrían sus pies; arriba tenía una blusa negra abotonada por el frente que apenas contenía los tremendos senos de mi comadre que, como ya dije, son unas toronjas de un tamaño que jamás podría yo mamárselas completas.

Me recibió con un beso en la mejilla, pues la puerta estaba abierta, pero al pasar, y cerrar ésta, ella busco mi boca y me dio un beso introduciendo su lengua y moviéndola como una pequeña serpiente que busca a la presa. Luego me dijo que me había citado a esa hora, pues a las seis y treinta llegaría mi ahijado de su clase de música.

Así que la abracé y comencé a besarla ardientemente a la vez que juntaba mi cuerpo al de ella que emanaba un calor inmenso; sentía sus tetas apretadas contra mi pecho y mis manos ya estaban acariciando y disfrutando de esas nalgas tan paradas y duras; subí poco a poco su falda y ella comenzó a jadear y a moverse untando su panocha contra mi verga que ella ya sentía parada.

Olía ella a un perfume barato, y esto me excitaba mucho, pues eso indicaba que se preparó para mí. Yo seguía amasando esas nalgas que parecían no tener fin, amplias, redondas, sólidas; pero no me apresuré. Recorrí el borde de sus panties que le llegaban a medio cachete y le dije: «que bien se sienten tus calzones, me calientan». Ella entre sus suspiros y su respiración acelerado solo dijo: » ¿te gustan? Los compré por ti pero quítamelos» y ahora era yo quien le restregaba con fuerza en su entrepierna y ella se abrazaba a mi cuello y me besaba como una adolescente en sus primeras citas.

Nos separamos un poco y mi comadrita me desabrocho el cinto y todo el pantalón, el cuál cayo y dejó al descubierto mi pene que ya escurría, así que se hincó y lo comenzó a besar pero con calma, con cierta ternura sacando la lengua y lamiendo como si fuera un caramelo; se notaba que también quería disfrutar más que la primera vez.

Para ese momento la falda había vuelto a su lugar y yo quería quitársela, la tome de los hombros y la levante le subí la falda y tiré de sus panties hacia abajo, se quedaron a la mitad de sus muslos excelsos y eso fue suficiente para poder llegar con mi mano derecha a su conchita que ya estaba escurriendo verdaderamente, así con su cantidad de pelos entre esas piernotas y la suavidad de sus labios con sus propios líquidos.

Quite mi mano de ahí y le acerque mi verga, ¡ella bramaba, se restregaba como si de eso dependiera su vida! Me disponía a quitarle la blusa y… ¡sonó el timbre de la puerta, el pánico me invadió! Subí mi pantalón con una rapidez que me sorprendió y ella también subió sus calzones y se acomodó la falda, pero sin asustarse. «espera, me voy a asomar por la ventana» me dijo y se acercó al ventanal a mirar hacia abajo, pues ella vive en un tercer nivel. Yo me senté y la observe como corría la cortina y luego la ventana para sacar la cabeza y parte del cuerpo y se inclinó para atender quien llamaba.

Mi verga se hizo pequeña del susto y estaba sentado un tanto inquieto, pero escuche que mi comadre hablaba con alguien de las conexiones de agua de los edificios y hablaba y reía lo cual me dio seguridad de que no subiría nadie y me hizo aguzar mis sentidos sexualmente de nuevo.

Ella seguía hablando inclinada en la ventana y la cortina le cubría hasta media espalda; así que al ver sus pies, sus piernas llenas y las nalgas que se desdibujaban bajo su falda hizo que mi instrumento volviera a templarse y preparar la metida en el coño chorreante de mi comadre.

Me acerque a ella y me hinque metiendo mi nariz entre las nalgas, pero sobre la falda y panties, eso lo hice como diciéndole que ya cortara la plática, pero entonces tomo la cortina como para no dejar que algún viento traicionero me descubriese y a una pregunta de la señora que hablaba desde abajo, mi comadre contestó que no estaba ocupada; yo comprendí lo que tenía que hacer.

Así que levante la falda poco a poco con mi cara, pues arranque desde sus hermosos pies lamiendo, chupando, ensalivando esas piernas cortas pero macizas con un poco de bello en las pantorrillas que me súper excita. Llegué a las nalgas y no pude más, casi le arranco su bikini, tiré de él y en un movimiento lo baje hasta los tobillos, luego le levante un pie y saque una parte, luego el otro pie y la deje sin calzones.

Me sumergí bajo su falda y comencé a mamarle todo que encontraba a mi paso: sus muslos, sus nalgas, la hendidura del ano que lamí con avidez y me agache más para poder introducir la punta de mi lengua en su raja que olía a sexo, a hembra en brama que espera ser penetrada por su macho.

Separe un poco sus piernas que son columnas de carne firme y al fin pude llegar totalmente a su coño, chupaba yo tanto que me dio un dolor como un tirón en la base de mi lengua, pues la sacaba como una víbora.

Mi comadre paso una mano hacia atrás y se desabrocho la falda; esta cayó y levanto los pies para que lógicamente se la quitara. Deben suponer que esto me hizo ponerme a mil, pues la sensación de que mi comadrita por un lado estaba con medio cuerpo hacia afuera hablando como una mujer de casa; y por otro ¡medio cuerpo desnudo esperando ser cogida por la verga de su compadre!

Dio como resultado de que pensara tirármela así como estaba. Así que baje mi pantalón y le acerque la cabeza de mi chorizo a sus nalgas, ella afianzó la cortina y abrió las piernas tanto que solo se sostenía con las puntas de sus hermosos y cachondos pies.

Sin embargo no podía penetrarla bien, pues ya he dicho que ella es bajita y al estar tan abierta, hacía que su coño hermoso y hambriento estuviera debajo de mi tolete, así que busque con la mirada lo que mi mente le indicaba y ahí estaba, un pequeño taburete como de cuarenta centímetros de alto, pero hacía falta otra cosa para el otro pie pues de otra manera no estaría mi comadre tan abierta, entonces busque otra cosa en donde apoyarla y vi una pila de libros que acerque de inmediato.

Le subí un pie en el taburete y el otro sobre la pila de libros ¡pero ahora quedaba muy alta! Sin embargo ¡oh sorpresa! Mi comadrita al sentir que mi miembro estaba un poco bajo, abrió y paró más las nalgas de tal forma que quedo justo donde la necesitaba, ella apoyó más tus brazos sobre la orilla de la ventana y me imagino que pensó: «ahora, entiérrame esa macana que mi raja está ávida de consuelo». Y digo esto porque ella hacía movimientos pélvicos hacia atrás como buscando dicho consuelo.

Lo que siguió fue que comencé a penetrarla poco a poco con delicadeza, primero la cabeza y luego todo el pene, pero le daba yo dos o tres bombeos cortos y uno profundo que yo sentía hasta sus entrañas que estaban realmente calientes y mojadas.

No podía yo tocar sus tetas por la posición en que estaba así que me la estuve bombeando en esa forma unos seis minutos, cuando escucho que se despide de la vieja entrometida (hasta cierto punto, pues por asomarse mi comadrita a la ventana sacamos esa excitante manera de coger) y se lo saco para sentarme y agacharme en el sillón, ella se termina de despedir y cierra la ventana y la cortina, voltea y se va sobre mi diciendo: » ay compadre porque me agarras desprevenida» con esa cara pícara y excitada, entonces se aprisiona el cabello con una dona y se hace una cola de caballo que hace que su cara se vea aún más de chiquilla inmediatamente me toma la verga y me la fricciona haciéndome una mini paja que por poco hace que se me salieran las cremas que le estaba reservando a ella.

Se levantó y nos besamos un momento mientras yo le desabrochaba la blusa y dejaba al descubierto los melones que lleva por pechos y luego seguí con su sostén, que al liberar los broches de la espalda, dejo caer como en una cascada sus tetas hermosas coronadas con dos pezones casi rojos y parados; mi intención era desnudarla completamente y yo hacer lo mismo, pero mi caliente comadre me jalo hacia abajo y nos tiramos en el suelo sobre la alfombra y me la empecé a follar de la manera clásica, pero era tanta nuestra calentura que jadeábamos y nos revolcábamos como perros, entonces le levante las piernas y mi comadre me puso sus tobillos sobre mis hombros para quedar con su coño bien expuesto y en la dirección exacta para introducirle mi palo con tal vehemencia que mi comadrita decía entre suspiros: «mas, mi amor, me encanta cómo me clavas, sigue así que ya estoy llegando, no pares» eso fue el colmen para que yo explotara y le echara toda la crema, pero ella se convulsionaba tanto que me comenzó a doler la verga, pues mi mente decía que se volviera a parar (y mi comadre imagino que quería lo mismo) pero el instrumento se había vaciado y requería de descanso.

Me hice a un lado y ahí estábamos: calientes y patéticos; yo con zapatos, calcetines y camisa, y ella solo con la blusa medio puesta y el sostén como collar. Estuvimos así cosa de cinco minutos pero mi cerebro pensaba que habría que hacer algo, pues comenzaría mi comadrita a hablarme y decirme cosas de ellos o problemas cotidianos, etc. Y yo lo que quería es estármela cogiendo cada que se pudiera.

Así que la levante y nos comenzamos a besas calentando las baterías una vez más, vi que ella busco con la mirada el reloj de la pared que marcaba las seis con tres minutos y me dijo «oye compadre se está haciendo tarde y no va a tardar en llegar mi hijo» entonces nos vestimos en silencio y nos sentamos arreglándonos el cabello pero cuando ella se tocaba su negra cabellera y levantaba sus brazos, las tetas parecían que se le saldrían y me acerque para tocarlas sobre la blusa, pero ella se resistió un poco.

Miré el reloj y ahora marcaba las seis con dieciocho, era hora de retirarme y dejarle saluditos a mi ahijado, pero mi comadre me dijo que me esperara y que cuando la visitaba de nuevo, entonces yo trataba de esquivar otra cita, pues no quería que se convirtiera en algo forzado, pero ella me coqueteaba y me dijo:» cómo me encantas compadre, me haces sentir lo que hace tiempo no sentía, ni con mi esposo, pues esto es una aventura que hace me emocione al máximo» «no te voy a presionar ni a pedir nada que no me puedas dar» y en eso me toco la verga con delicadeza, pero imprimiendo un calor que lógicamente hizo reaccionara y comenzara a pararse otra vez.

Me empujó al taburete, me sentó, saco mi verga y comenzó a besarla y darle lengüetazos ella estaba hincada e inclinaba su cabeza sobre mi palo subiendo y bajando la cabeza al ritmo de las mamadas; yo le veía su hermoso culo en forma de corazón que amenazaba con romperle las costuras laterales de la falda y le comencé a sobar dichos cachetes; mi instrumento ya pedía nuevamente el coño oloroso de mi comadre, pero en un momento que yo tenía cerrados los ojos ella se incorporó rápidamente y me dijo con una voz melosa y sensual: «si quieres más, tienes que regresar, y lo más pronto posible compadre, te voy a estar esperando. Ya sabes que solo me debes «avisar» en mi trabajo y yo preparo todo»

Mi comadre abrió la puerta y salí despidiéndome con un besito en la mejilla (por aquello de las miradas) y baje el edificio haciendo en mi mente el itinerario de mis viajes para regresar lo más pronto que pudiera»