Capítulo 2
Elsa y Juan II
El 15 de mayo Elsa cumplió 36 años. Al entrar en su habitación encontró una orquídea y una tarjeta que ponía: Una linda flor para la más preciosa flor de la Tierra. Te amo, Elsa. Juan». Al verlo salió a su encuentro y lo abrazó. – Gracias cariño. ¡Qué halago! Si no fueras mi hijo lo tomaría cómo una declaración de amor. – Juan la miró intensamente a los ojos – ¡Lo es! – Hijo, no me digas esas cosas. Estás creciendo y los sentimientos a veces nos confunden… soy tu madre. – Juan volvió a mirarla, estuvo como unos seis segundos callado. – Perdóname, me acostumbré a decirte siempre la verdad y a contarte todo… y la verdad está ahí escrita. – y salió a dar una vuelta muy deprimido. Ella no sabía como reaccionar. Esa noche salieron a cenar fuera para celebrar su cumpleaños y no se habló del tema.
El tiempo fue pasando pero nada cambió entre ellos. Vivían en paz, felices pero hasta cierto punto frustrados. Juan seguía enamoradísimo de su madre y ella aunque no quisiera pensar en el tema… también sentía un amor anormal por su hijo. Era una mezcla de sentimientos que no lograba controlar.
El 3 de junio de 2001 Juan había roto con su novia. Sus relaciones con el sexo opuesto nunca le duraban más que un mes, como mucho. Estaba a punto de cumplir 21 años de edad y estaba llegando al final del cuarto año de ingeniería superior de telecomunicaciones con notas espectaculares.
Un día Elsa se encontró casualmente con Pili, la ex novia de Juan. La conocía de toda la vida y le caía muy bien. – Hola Pili, te invito a un café. – La otra la acompañó, muy simpática. Ya sentadas en la explanada, le dijo – ¿Qué ha pasado entre vosotros, Pili… por qué rompisteis? – Pues… no sé si debo decirte la verdad, Elsa… es un poco difícil, pero tampoco quiero mentirte… – Elsa empezó a preocuparse… – por favor hija, dime la verdad. Juan anda raro y me temo que le pase algo, pero no dice nada. – Bueno, la verdad es que tanto yo como otras chicas que conozco con quién salió antes, llegamos a la misma conclusión… no sé si decírtelo, no siendo que te parezca mal… – Ahora sí que Elsa estaba realmente preocupada. – Hija, por favor, sea lo que sea dímelo, te prometo que no me enfado. Estoy muy preocupada. ¿Qué le pasa? – Pili se puso muy colorada… – Bueno, la verdad es que no hay mujer en el planeta que pueda competir contigo. No me mal interpretes. Sé muy bien que no eres la típica madre posesiva ni mucho menos. Es que él tiene una tal adoración por su madre que hace imposible que alguna relación prospere… sea con quién sea. Un día llegó al colmo de llamarme «Elsa, cariño» y ni se dio cuenta… – Elsa se quedó de piedra. – Pues paso el tiempo a decirle que salga, que no esté tan pendiente de mí… pero siente que tiene que cuidarme… ya ves… cómo no tiene padre… Normalmente somos las madres las súper protectoras, en este caso es al revés. Ya le dije que nadie viene a casa a comerme y que no me hace falta tanta protección. Ya no sé que hacer. Quiero que se independice. Puedes creerme que nunca lo influencié en contra de ninguna novia… todo lo contrario. – Pili sonrió. – Lo sé muy bien. Os conozco a los dos desde niña. No eres tu. Es Juan. No te preocupes por mí. No funcionó y lo mejor fue cortar…
El 15 de junio Juan cumplió 21 años, un día que quedaría histórico para ambos – Juan, cariño, tenemos que hablar… ¿Qué té pasa, porque no te duran las novias? Con lo guapo e inteligente que eres las chicas andan locas por ti, no más hay que observarlas. – Juan se acercó a ella, la cogió por la cintura y la abrazó. Lentamente la besó en los labios… – Juan, por favor no me hagas eso… soy tu madre. – La siguió besando, su lengua penetró su boca y ella ya no tuvo fuerzas para resistir. Sus lenguas se mezclaron en un largo beso… La cogió en brazos y la llevó a su habitación. – Elsa, llegó el momento de la verdad. Te amo, te deseo… y a ti té pasa lo mismo, aunque intentes ocultármelo. Lo siento en las todas tus reacciones. Puedes negármelo si quieres, pero ambos sabemos que tengo razón. Por favor… enfrenta la realidad. Sé que es muy fuerte, que va en contra de todos los principios y valores de nuestra cultura… de la religión católica, esa lacra de esta sociedad… – Juan era agnóstico – que nadie aceptaría la situación… Hasta ahora nunca necesitamos de nadie, estoy trabajando y obteniendo resultados sobresalientes para terminar el curso y todo lo que hago es pensando en nosotros. Quiero ser digno de ti, darte una vida lo mejor posible, no quiero casarme con nadie, las novias no me duran nada porque ninguna se asemeja a mi Elsa. Todas las veces que hice el amor, sin ninguna excepción, mentalmente lo estaba haciendo contigo y cuando terminaba me quedaba un vacío y una frustración tremendas. Eso tampoco fue justo, me estaba sirviendo de ellas, las estaba engañando, más de una vez las llamé por tu nombre. No puedo vivir sin tu amor de mujer… Lo de madre ya lo tengo y es muy hermoso, pero no me basta. Exploto de pasión por ti. No me siento culpable porque es verdadero y si a la sociedad no le conviene… me da igual. No es el típico caso de atracción de un muchacho por su madre ni lubricidad barata, es algo muy serio, profundo y noble, además hace mucho que soy un adulto.
Lentamente empezó a desnudarla y ella se dejó. – Eres la única novia que quiero, Elsa… aquella vez no te lo dije, pero cuando pasó aquello en tu cama soñaba con mi Elsa, mi único amor… me da igual que seas mi madre. Acuérdate que la sociedad impone ciertas reglas que van cambiando en el espacio y en el tiempo. Los faraones, por ejemplo, se casaban frecuentemente con sus hermanas y la civilización egipcia era de lo más organizada y evolucionada que había, no eran bárbaros. Nadie lo sabrá. Para el mundo seremos madre e hijo, en la intimidad serás mi madre y mi mujer.
Nadie se enterará. – Elsa estaba desnuda y empezó a desnudarlo a él. – Es cierto, cariño, a mí me pasa lo mismo… ya no tengo fuerza para luchar contra los sentimientos ni contra el destino. Sí… tenemos el derecho de ser felices. Cuando encontramos la felicidad no la podemos desperdiciar… solo se vive una vez. Pero tenemos que ser muy prudentes. Como alguien se enterara me moriría… ¡Qué vergüenza!
Con mucho cariño la acostó, siempre dándole tiernos besos y diciéndole que la amaba más que todo en la vida… se arrodilló en el suelo entre sus esculturales piernas, empezó a besarle e lamerle los pies, siguió subiendo lentamente hasta descubrir su vulva, le separó sus carnosos labios; ella estaba mojadísima, sus jugos ya le inundaban las ingles y Juan bebía cada gota de ese precioso néctar, a cierta altura se ocupó del imponente clítoris que estaba erecto, saliendo de su capuchón casi un centímetro. Se lo chupó, alternando con los pequeños labios, introduciendo dos dedos en su vagina. Con la otra mano le masajeaba el precioso ano introduciendo muy despacio la punta del índice lubricado con los fluidos vaginales mezclados con su saliva. Estaba muy cerradito y no quería hacerle daño. Entonces Elsa explotó en una serie de orgasmos que le producían espasmos continuos y decía – Juan, qué me haces, cariño… ¡Cómo te amo! Me da tanto miedo que me dejes… después ya no me verás como madre, no seré ni tu amante, ni tu mujer. – Él subió besándole la barriga, le cogía los pezones, uno con la boca y el otro con la mano… continuó subiendo y sus bocas se unieron mezclando sus lenguas. – No te dejaré nunca, Elsa, mi adorada madre, te seguiré amando siempre y cuando seas viejita te seguiré cuidando… y tampoco seré joven a esas alturas. No temas que las cosas cambien entre nosotros. No dejaré de amarte como madre. Sabré darte mis dos formas de amar.
– Juan, mi amor, debo estar loca, pero te quiero sentir dentro de mí ahora mismo. No termino de asimilar esta situación, Dios mío. – entonces, la acomodó en la cama, se colocó entre sus piernas. – Eres mi diosa. Me haces el hombre más feliz de la tierra. Los años que esperé por este sublime momento… – Con mucho cariño y cuidado, muy lentamente la penetró. Lo hizo muy despacio; ella estaba muy cerrada, casi como una virgen, porque no lo hacía desde que el padre de Juan la dejó. Nunca había conocido a otro hombre. Tal como en el sueño, estuvieron amando-se varios minutos y cuando ella empezó a tener su orgasmo Juan explotó con ella. – Es maravilloso, cariño. ¡Cómo me haces feliz! Es el mejor regalo de cumpleaños de toda mi vida, mama. – El sueño de sus catorce años se materializaba.
– Elsa, eres mi mujer. Antes odiaba a ese imbécil que me tocó como padre biológico. Ahora le estoy muy agradecido, no sabe lo que se ha perdido y lo que me he ganado yo. ¡Cómo se puede dejar a alguien tan maravilloso como tu! Tenerte como esposa es un privilegio para cualquier mortal. No podemos tener una situación legalizada ni hijos, pero no me hace falta. Tu solita me llenas la vida… siempre ha sido así. ¿De verdad me amas? Quiero decir… como hombre, no como hijo. – Ella lloraba de felicidad y él le cogía las lagrimas con la lengua y le acariciaba el rostro. – Si, mi amor, tal como tu, tampoco yo sé distinguir en este momento el hijo del hombre y os amo a los dos. Todo se me mezcla en una explosión de afecto… pero soy tan feliz…
A partir de ese día no volvieron a dormir separados. A las amigas de Elsa les extrañaba que un chico tan guapo siguiera sin tener novia. Alguna que otra hasta admitía que pudiera ser gay. Elsa, cuando le preguntaban si ya tenía novia, siempre contestaba – Hija, no lo sé, me imagino que no, pero vete tú a saber… de todas formas la universidad no le deja mucho tiempo. Ya llegará el tiempo… – ¿Y tu, Elsa, no piensas rehacer tu vida, con lo joven y guapa que eres? – Pues no. Un día quise a un hombre que me engañó miserablemente… no me interesa nada de eso. Me he vuelto asexuada, totalmente fría. No siento nada, no quiero nada, me dedico a sacar a mi hijo adelante, que por cierto ya está casi encaminado y la soledad no me asusta. Soy feliz a mi manera.
Cuando Juan terminó el ano lectivo en la universidad con una media final altísima y entró en su período de vacaciones, Elsa una tarde le preguntó: – ¿Cariño, tienes mucho que estudiar en las vacaciones? – le extrañó la pregunta, pero no lo comentó. – No, Mama. Quiero relajarme sin pensar en nada del curso. Reservo las últimas tres semanas para prepararme un poco para el próximo año… ¿por qué? – Nada, nada… solo curiosidad.
El día siguiente, cuando llegó de trabajar ya Juan tenía la mesa puesta y la comida hecha, dicho sea de paso que era un excelente cocinero. – Mmmmm… que bien huele. Sentémonos, cariño, estoy hambrienta. Tengo una sorpresa para mi hombre. – La miró intrigado. – ¿Qué es? – Un mes, solita con mi amor en luna de miel en un paraíso tropical. Salimos el 31 de julio por la noche para Londres y el 1 de agosto también por la noche para Sydney vía Singapur. Podremos bañarnos desnudos, hacer el amor al aire libre que nadie nos verá… nada de Tailandia ni Maldivas… Un sitio desconocido de todo el mundo a dónde no hay la más mínima posibilidad de encontrar a nadie conocido. Fue muy caro pero la situación así lo exige. Lo contraté a través de un Tour operador de Londres. Un bungalow en una isla solo para nosotros en Australia. Nos llevan en un hidroavión y si nos aburrimos nos recogen para que nos vayamos a otro sitio, pero… – le cogió el pene por encima de los pantalones y se lo apretó con suavidad – … no creo que tengamos tiempo para aburrirnos. – Él quedó encantado con la idea.
Esa noche estando acostados Juan le dijo: – ¿Ya pensaste en la cantidad de hombres que viven solteros con sus madres? – Se echó a reír – La gente hace comentarios, algunos tienen fama de homosexuales… impotentes… algo del estilo dirán de mí en el futuro, pero me da igual. Lo que nadie comenta ni se imagina es que a lo mejor algunos viven sus vidas igual que nosotros. Cuantos casos habrá… Bueno dejemos eso y empecemos el entrenamiento para la luna de miel australiana…
Continuará…