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Elsa y Juan VII

Elsa y Juan VII

Elsa se fue a la playa y se dirigió al toldo. Juan estaba en la tumbona leyendo un libro.

La sintió llegar y salió a recibirla. – ¿Entonces… qué tal el masajito? Con mucha sal y muchas especias… me imagino. – Ella sonrió y lo besó. – Sabrosísimo. Y está todo preparado… para la sorpresita que te prometí. Si es que todavía estás interesado. – Estaban ambos desnudos y a Juan se le puso el pene como una roca. Ella se lo cogió, se arrodilló y comenzó a chupárselo. – No hagas nada, cariño. Simplemente disfruta. Quiero beberte todo. – Él gozaba y en poco tiempo se corrió abundantemente. Elsa no perdió ni una gota. – Ahora cuéntame con todos los detalles. – Solo te digo que es una buena masajista… los detalles te los contaré algún día…

– Mami… no dejas de sorprenderme. Sin embargo, no termino de entender cómo fue posible que una mujer con tanta energía y tanta sensualidad haya podido estar “congelada” todos estos años. ¿No me ocultas nada? – Se tumbaron en las toallas. – Nada. Todo es verdad. No tendría problemas en contártelo si hubiera algo que contar.

Sabes… cuando naciste me sentí muy culpable por haberte tenido sin un padre, que tanta falta hace a un niño… por haber sacrificado a mis padres en una tarea que era mi cometido… después vi como reaccionabas cuando algún hombre se me acercaba… todas esas cosas me afectaron mucho psicológicamente. Decidí que el sexo se había acabado para mí.

Podría haber sucumbido a la tentación de una relación lésbica, como te dije, pero estabas tu por medio y sentía que más tarde o más temprano terminaríamos así… – Juan le besó las manos, agradecido. – Ahora, con nuestra relación toda mi sexualidad brotó, cómo si hubiera que recuperar el tiempo perdido. Me faltaba un catalizador y ese papel lo desempeñaste tú.

Tú eres tan fogoso y tan abierto, que tenemos que aprovechar todo lo que podamos… claro, siempre respetando los deseos de ambos, dejando para tras los prejuicios… gozar, gozar y gozar. Es algo tan lindo y tan agradable… Solo hay algo que nos está prohibido: la mentira. – Juan concordaba totalmente. – Mi amor, siempre que a uno de nosotros se le ocurra algo o tenga una fantasía… lo propondrá al otro y lo haremos mientras estemos ambos de acuerdo. La mentira está prohibida… ese es el pacto. Juro que lo cumpliré. – Ella contestó: – Juro que también lo cumpliré. Acuérdate que una media verdad es una mentira. Yo lo asumiré también.

– Elsa, cuéntame lo de tu relación con tu amiga Eva. – Ella decidió complacerlo. – Ven a bañarte conmigo. En el agua, flotando y haciendo el amor muy despacio, Elsa empezó su narrativa. – Bueno… habíamos quedado en el momento de mi segundo orgasmo. Eva entonces me pidió que le comiera el coñito. Yo lo deseaba tanto o más que ella, pero entonces oímos el ruido del portal del garaje. Nuestras madres habían llegado. – Tenemos cuatro minutos… vístete, vete para el salón y enciende la tele. Si preguntan por mí… estoy en el baño. – Eva abrió la ventana de su habitación para que los aromas de nuestro deseo no nos traicionaran. Cuando ellas llegaron a casa estábamos ya las dos en el salón viendo la televisión. – Hola niñas… ¿Cómo habéis pasado la tarde? – Eva que era lista y de respuesta rápida, dijo: – Un rollo, mejor nos habíamos ido con vosotras al corte inglés. La tele está cada día peor… ¿Comprasteis mucho? – Y así estuvo un rato con una conversación que no daba ni para creer. A cierta altura dijo: ¿Conce, puedo invitar a Elsita mañana al cine? – Mi madre tenía mucha confianza en Eva… la consideraba muy responsable y era como una sobrina. Con Eva su hija estaba segura… ¡Si ella supiera! Cómo el día siguiente era domingo mi madre dijo que sí. – Vale, cariño. ¿Elsa, quieres ir? – Yo dije que sí. Me imaginaba cual iba a ser “la película”. – Bueno, entonces vienes a comer, después nos vamos a casa de una amiga mía un rato… ella también va. Nos vamos al cine y después cenamos una pizza. Después la dejo en casa. Ya empieza a tener edad para salir un poco… y además es una niña muy madura y agradable. – Mi madre dijo que estaba bien pero que no llegáramos después de las once de la noche y la madre de Eva muy contenta porque su hija me cuidaba mucho. – Mientras tanto, Elsa tuvo un orgasmo y interrumpió la narrativa. Juan continuó a penetrarla aguantándose. Quería brindarle otro y correrse con ella. Cuando terminaron se fueron a las tumbonas.

– Sigo… el día siguiente, me fui a comer a su casa y a continuación, nos fuimos al apartamento de una amiga suya. Se llamaba Nuria y tenía relaciones esporádicamente con Eva. Fue Nuria quién la inició. Tenía 23 años y era enfermera. Nos recibió muy bien. Era simpática pero demasiado machorra para mi gusto. – Hola, niñas. Mmmm… ¿tú serás Elsa, verdad? – Me quedé muy cortada, porque no esperaba encontrarme con nadie y mucho menos que alguien supiera algo de nosotras. – Eres un bombón, Elsa… Eva tiene muy buen gusto… bueno, os dejo. El apartamento es vuestro durante las próximas cuatro horas. Sabía muy bien a qué íbamos. – Cuando quedamos solas, Eva me quitó la ropa y yo le hice lo mismo a ella. Enseguida nos duchamos juntas jugando con nuestros sexos. Nos secamos, me acostó en la cama sobre una toalla grande y comenzó a hacerme toda clase de caricias. Yo le hacía lo mismo. – Elsita, cariño… te quiero… déjame comerte el coñito, cielo… mmmm… eres tan sabrosa… – Me comía y me bebía toda. Yo estaba cachondísima y tuve un orgasmo casi enseguida. – Eva… mi amor, ahora déjame comerte. – Entonces me puse entre sus piernas. Ella estaba acostada boca arriba con las piernas abiertas. Comencé a lamerla. Estaba mojadísima y olía intensamente a mujer. Eran muy agradables tanto su aroma cómo su sabor. Me fue enseñando como comerla. Aprendí pronto. Nos hicimos de todo y me encantó. También usamos un vibrador de Núria. A mí, Eva no me lo introdujo porque yo era virgen, solo me estimulaba la vulva y la entrada de la vagina. Yo daba saltos cuando me tocaba el clítoris… ¡Qué gustito! A ella sí que se lo metí todo. Eva ya no era virgen y le gustaban los chicos igual que las chicas. – Elsita, mi niña… nunca te metas nada, no siendo que te rompas el himen. Limítate a jugar con la parte exterior de tu lindo coñito. Guárdate para cuando un chico te lo rompa. Cuando empieces a follar… ya verás lo bueno que es. – ¿Mejor que hacerlo con otra chica? – Bueno, una cosa complementa la otra. Y en materia de gustos cada uno tiene los suyos. Solo tú podrás contestar a esa pregunta cuando lo pruebes. A mí me gusta hacer de todo… pero si tuviera que elegir, me quedaría con las chicas… a pesar de que echaría de menos un buen polvo. – Las cuatro horas pasaron en un instante.

Después, mientras cenábamos en la pizzería, me contó la película que supuestamente habíamos ido a ver, por sí acaso mi madre me hacía preguntas… afortunadamente solo me preguntó que película era y si me había gustado. Fuimos amantes durante dos años, hasta que ella y su madre se fueron a vivir a Barcelona. Nuria intentó conquistarme, pero no era mi estilo. No he vuelto a tener nada con chicas, pero me dejó un buen recuerdo. Después conocí a tu padre. Al contrario de Eva, a mí me gustaban mucho más las relaciones heterosexuales y lo demás ya lo sabes.

– Bueno, cariño… ¿Cuándo me darás la sorpresita? – Elsa puso una sonrisa misteriosa. – ¿Pero no es una sorpresa? Pues cuando menos te lo esperes. – Vale… no te pregunto más…

Se pasaron algunos días que corrieron normalmente. Se iban a la playa, se amaban en los sitos y en las ocasiones más variadas, sobre todo les encantaba beber agua de coco durante la puesta del sol mientras se amaban. A Juan le encantaba derramársela en la barriga y la beberla en su maravilloso coñito mezclada con su delicioso flujo. Lo llamó “beber agua de la cascada”.

Una mañana, Elsa le dijo: – No te vistas, cariño. Hoy desayunamos desnudos. – Salieron a la sala y se encontraron con Jane que ya había puesto los desayunos y estaba también desnuda. – Hola Jane… Juan, hoy Jane desayuna con nosotros. Después nos vamos en el barco a ver los corales y a visitar una parte de la isla que ella conoce y que no tiene acceso por tierra. – Juan no sabía que decir. – Bueno… vale… lo que digáis… – Ellas se dieron cuenta de su nerviosismo y se echaron a reír. Después del desayuno, se fueron al embarcadero y Jane ya había preparado todo. Toallas, tres colchones de playa, equipos de submarinista para tres, una caja térmica con comida y bebidas para todo el día, etc. El barco se llamaba “Coral Sea” y era una lancha con una pequeña cabina, tendría como unos siete metros y remolcaba un pequeño barco neumático para unas seis personas, para poder llegar a tierra. Finalmente comenzaron a navegar. – Aquí es un sitio muy bueno para nadar un poco… ¿paramos? – OK, Jane lo que tu digas.

Empezaron a nadar. Jane era cómo una sirena. A cierta altura las dos nadaron hacia Juan y empezaron a tocarlo. Jane se metió bajo el agua y empezó a chupárselo. Eva se puso a flotar con las piernas abiertas y Juan le comía el coñito. Antes que Juan se corriera, Jane lo dejó y se fue a besar a Elsa que mientras tanto fue penetrada por su hijo… Fueron variando y cambiando de posiciones. Finalmente le dijeron que se pusiera boca arriba y lo chuparon entre las dos.

Cuando Juan se corrió, les llenó las bocas y caras con sus leches que ellas tragaron y después se lamieron la cara la una a la otra, besándose.

Cuando subieron al barco se echaron los tres en los colchones que estaban encostados y cubiertos por las toallas para hacerlos más cómodos. Juan entonces tuvo la idea de hacer un triángulo… una especie de sesenta y nueve triple. Le comía el coñito a Jane, esta lo hacía a Elsa y esta lo mamaba a él. Así estuvieron un rato y después cambiaron de posiciones… Al poco rato Elsa se puso a cuatro patitas y él le penetraba el culito, mientras Jane, metida por debajo comía a Elsa y le lamía los testículos. Otro chapuzón para lavarse y navegaron hacia el otro lado de la isla.

– ¿Entonces, mi niño… te está gustando la sorpresa? – Sí, mi amor, pero solo como una pequeña variación… no hay nada que me encante más que estar contigo a solas. – A Elsa le encantó la respuesta. – A mí también. Pero hoy disfrutémoslo en pleno… – Sí, claro. Además quiero veros a las dos haciendo el amor… – Mientras tanto llegaron a la zona que Jane había elegido. Jane soltó el ancla, Juan bajó las cosas al barco a remos. Elsa nadó hacia la playa. Cuando estaba todo en el barco, Jane le pidió que remara, que ella iba nadando.

Era un pedazo de paraíso. Formaba una minúscula bahía con la típica vegetación, la arena era muy blanca y el mar, muy transparente, tenía un color azul casi turquesa. Jane cogió una caja un tanto extraña, con varios botones, luces y un indicador digital. Les sonrió… – Es un generador de ultrasonidos portátil… para evitar alguna sorpresa desagradable. Os garantizo que no habrá ninguna culebra en un rayo de 50 metros. Así estaremos tranquilos.

– ¿Tenéis hambre? – Ninguno de los tres tenía hambre. Elsa la cogió de la mano y empezó a besarla… Juan observaba. Era lindo el espectáculo de dos mujeres haciendo el amor. No aguantó más y comenzó a masturbarse.

Antes de correrse se puso un condón, fue por detrás de Jane, le untó el culito con gel y la penetró… muy despacio para no hacerle daño. Elsa alternaba entre la vulva de Jane y los testículos de su amante. Jane empezó a correrse con bastante flujo ya gemir… Juan entonces descargó su carga en el condón. Entonces Jane se dio la vuelta y le quitó el condón.

Le dio un nudo y lo guardó en una bolsa que había preparado para la basura. Después entre los dos besaron a Elsa en los labios, mezclando sus lenguas, en un acto de la más profunda sensualidad. Jane lo cogió de la mano, se arrodillaron los dos y lo llevó a chupar la vulva de su madre mientras ella hacía lo mismo.

Al mismo tiempo se besaban saboreando el abundante e inagotable flujo que ella manaba. Después Juan la lamió a ella llevándola a un violento orgasmo, mientras Elsa le lamía los pezones y le hacía mil caricias. Le agradó el gusto, bastante diferente de Elsa, pero su amor era en todo insuperable…

Después nadaron, comieron, volvieron al barco, se fueron a bucear en la zona de los corales, vieron dos tortugas y muchos peces de muchos colores y por tarde, cuando el sol estaba bajo regresaron.

– Jane, no nos hagas nada de cena. Quédate aquí con nosotros y comemos lo que queda en la caja. – La chica estaba encantada. – ¿En serio? A mí no me cuesta ningún trabajo hacerla. De todas formas voy a preparar una ensalada que no tardo nada. ¿Qué tal pasasteis el día? – Muy bien… fue maravilloso. Gracias por todo Jane. – Ella sonreía muy contenta. – ¿Y tú, Jane… Qué tal lo pasaste? – Sois una pareja maravillosa. Estuve en el paraíso. Me gustó todo. Ya sabéis… contáis conmigo para todo lo que queráis… es solo decirlo.

Cuando ella salió a preparar la ensalada, Juan besó apasionadamente a su madre. – gracias, cariño. Me encantó la sorpresa.

Para que no te quedes con ideas equivocadas, quiero que sepas que Jane es muy agradable y guapa, pero cómo mi Elsa no hay nadie. Solo deseo estar a solas contigo otra vez. – Elsa quedó muy feliz. – Lo sé mi amor… lo sé muy bien. Esto es algo que algún día se puede repetir… pero creo que tiene que pasar una larga temporada… ¿Verdad?. – Totalmente, cariño. No tengo ningunas ganas de meter a nadie en nuestra relación. Cómo dices tu… quizá algún día…

La luna de miel al final se terminó como todo en la vida… En el penúltimo día tuvieron otra salida con Jane aún más agradable que la primera. Elsa le prometió que la invitaría a pasar una temporada en España cuando terminara el curso. Le pagaría los viajes, se quedaría en su casa… la llevarían a visitar todo lo que se pudiera… y lo pasarían muy bien los tres…

Finalmente regresaron a España. El tiempo había pasado volando.

Sus vidas continuaron igual que antes, madre e hijo para el mundo… los dos cada día más unidos, siempre compaginando las dos situaciones con mucho amor, mucha sensualidad y mucha lubricidad, en una relación total. Ambos sentían que habían descubierto el paraíso terrestre.

Fin

Continúa la serie << Elsa y Juan VI

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