Capítulo 8
- Pisa el acelerador I
- Pisa el acelerador II
- Pisa el acelerador III
- Pisa el acelerador IV
- Pisa el acelerador V
- Pisa el acelerador VI
- Pisa el acelerador VII
- Pisa el acelerador VIII
- Pisa el acelerador IX
- Pisa el acelerador X
- Pisa el acelerador XI
- Pisa el acelerador XII
- Pisa el acelerador XV
- Pisa el acelerador XVI
- Pisa el acelerador XVII
- Pisa el acelerador XVIII
Pisa el acelerador VIII
Eran las 8:30 de la mañana de un viernes de agosto ( muchas veces me gustaría ser más concreto pero pienso que ya proporciono demasiados datos, alguno de mis comportamientos rozan lo ilegal y algunos lo son totalmente), y ya estaba en mi despacho.
Me gustaba madrugar y aunque mis negocios iban bien, siempre me habían gustado los refranes «El ojo del amo engorda al caballo» «Él que tenga tienda que la atienda y sino que la venda».
Pero hoy no tenía interés en comprobar el estado de mis inversiones.
Había ido al despacho a preparar el plan para gozar del espectáculo de tener a K currando todo el fin de semana en mi finca. Junto a la piscina tenía una pequeña construcción con una sala, un cuarto de baño completo y un pequeño almacén. Llamé a una empresa de reformas de un conocido y les pedí que fueran a mi casa de las afueras e hicieran unas pequeñas obras.
Los he contratado en varias ocasiones y saben que no me importa pagar una buena cuenta si cumplen mis deseos al pie de la letra. El encargo podía sonar raro pero era sencillo de realizar. Tenían que desmontar el espejo del cuarto de baño del pabellón de la piscina y hacer un agujero de 30 X 40 (los acompañaría un empleado mío para abrirles). La pared sobre la que estaba ese espejo daba a un cuarto almacén.
Al jefe le expliqué que iba a instalar una caja fuerte oculta tras el espejo del cuarto de baño y prefería que el boquete me lo hicieran ellos que sabía lo bien que trabajaban (me gusta regalar a los oídos, un piropo dicho por una persona importante, es mucho más agradecido).
Además le pedí que desmontaran la mampara del baño, para instalar más adelante una mejor. En realidad lo que quería es que la mampara no estuviera allí cuando K fuera a ducharse (lo iba a hacer trabajar de forma que necesitara ducharse y así poder grabarlo desnudo). Encargué a una tienda de seguridad tres cámaras de vídeo digital con mando a distancia, una de ellas con trípode.
Las otras dos les pedí que las instalaran esa misma mañana. Les mandé un croquis por fax, detallando la situación de las mismas. (Dicha situación era, disimuladas, sobre la zona en la que K iba a trabajar y cubriría también una mesa de terraza en la que yo me sentaría).
Luego encargué un espejo especial que fuera transparente por un lado. Se basan en la refracción de la luz y si al otro lado está totalmente oscuro no se diferencian de otro espejo. Pedí que me mandaran el espejo bien embalado y con un sistema adhesivo de seguridad en la parte posterior de forma que yo mismo pudiera instalarlo fácilmente.
Llamé a la tienda dónde había comprado la ropa a K y les encargué dos slips y dos pares de calcetines iguales a los que le había regalado (quería tenerlos iguales por si le podía dar el cambiazo, K no se cambiaba mucho y lo normal era que los llevara). También pedí dos bañadores speedo de la talla de K. Luego encargué a una empresa de calefacción que le colocara un termostato que pudiera regular la temperatura del calentador del agua del pabellón, entre los 18 y 48 grados.
Deseaba poder bajar el agua caliente para que no se empañase el espejo cuando K se duchara,( el vaho puede ser muy erótico al difuminar los contornos de un cuerpo, pero yo no quería erotismo quería pornografía). Es más estaba dispuesto a obtener una grabación de K masturbándose. Tener un vídeo donde se pajeara hasta correrse me acompañaría en mis propias pajas.
A las 14 me acerqué por allí fijé el espejo fuertemente, tapando el agujero, al otro lado en el almacén coloqué la cámara sobre el trípode e hice una prueba de imagen. Grababa toda la zona de la ducha y la taza del wáter, si K orinaba también quedaría grabado.
Incluso no era necesario encender la luz, la claridad que pasaba a través del vidrio esmerilado (traslúcido pero no transparente, como es común en los cuartos de baño) era suficiente para una buena calidad de imagen. Luego comprobé que tal grababan las otras dos cámaras. Quedé muy contento con todo lo que había encargado y me fui para el bar.
Al llegar vi que estaba sólo el dueño. Pedí mi cubata y me dispuse a esperar. Al poco llegó K me saludó y se puso a mí lado. Le pedí una cerveza, el me pisó despacio y me dijo: píllame tabaco, que no tengo. Se lo pedí encendió un pitillo y me echó un poco el humo.
– Arreglaste algo de lo del coche.
– Sí hablé con el dueño (era mentira la policía no había visto las fotos de K robando en el coche) para que retire la denuncia. Pero quiere 1000 euros.
– Que cabrón y porqué pide tanto.
– Para pagar la cerradura que forzaste y el radiocasete que le robaste.
Además dice que le llevaste unas gafas de sol y un walkman.
– Eso es mentira, sólo le cogí el radiocasete.
– Ya pero mejor no llamarle mentiroso, para que te quite la denuncia.
– Y le vas a pagar.
– Tendré que hacerlo, sino encerraran a mi gitano favorito.
Hice que sonara como una broma, pero a K le pareció mal. Intentó sonreir pero cuando estaba incomodado se le notaba y la sonrisa era un dibujo de mueca.
– Mañana vas a tener que currar mucho y pasado también, dije.
– El domingo no, dijiste el sábado.
– Vas a tener que currar todos los fines de semana durante mucho tiempo ahora me debes 2.500 euros. 1500 de la multa del hachis y 1000 para el dueño del coche.
– Pero dos días seguidos cavando y en agosto, voy a quedar agotado.
– Hombre, mejor agotado que encerrado. Si quieres llamo al del coche y le digo que no le pago.
– No, no. Es que si es trabajo muy duro me voy a cansar.
– Las mulas de carga han nacido para eso.
Me fui a la tragaperras y vi como k manipulaba mi vaso. Lo deje un rato largo para que le diera tiempo a sacar su saliva. Volví a la barra y cogí mi cubata, discretamente vi que aparte de la baba blanca había dos mocadas. Me bebí el cubata casi de un trago y puse sonrisa de bobito, esa cara de felicidad que simboliza la estupidez.
Me froté el paquete con la mano y cogí el teléfono móvil fingí que llamaba a la puta de la otra vez. Estuve un rato discutiendo y colgué incomodado. Fui al servicio y tardé unos minutos. Cuando salí K estaba escamado.
Pedí un cubata y una cerveza y K me preguntó ¿Porqué no vas con la puta?. Ha tenido clientes y no quiere hacerme los extras y me apetecía hacerle tragar mi leche a una putita. ¿Y no llamas a otra?. No, no aguantaba la excitación me hice una paja en el wc (era mentira pero me gustaba que lo creyera). Acabé de beber y quedé con K en que lo recogería cerca de allí a las 12 que estuviera un poco antes que no quería tener que esperarlo.
Me despedí y me fui a casa, el portero me entregó una bolsa con los bañadores, slips y calcetines de la tienda de al lado. Me desnudé y empecé a hacerme una paja con las tres zapas de chavales ( P, X y K). Me corrí tres veces, sobre las seis suelas y seguí mi costumbre de lamerlas hasta limpiarlas.
Vencido por los orgasmos y el sueño me dormí. Horas más tarde se me ocurrió algo y no quise esperar, me levanté y fui al botiquín. Cogí las pastillas que me había recetado un médico amigo para potenciar mi vida sexual.
No era viagra eran tres fármacos que hacían afluir la sangre al bajo vientre y eso producía una erección continuada. (El pene está formado por cuerpos cavernosos y al afluir la sangre se llenan, proporcionándole el tamaño y la dureza que caracterizan a una erección).
Las pastillas daban mejor resultado si te excitabas (yo podía ser un buen testigo de eso, conseguía estar cuatro o cinco horas sin perder la erección y la recuperaba enseguida de correrme), pero aunque no te excitara nada al rato de tomarlas notabas poco a poco como te ibas empalmando.
Cogí un molinillo pequeño de café, que mi asistenta utilizaba para el azúcar glass de los postres y le eche la dosis de tres días.
Quedó un polvo blanco muy fino que fácilmente se disolvería en la bebida que le preparara a K para que se refrescara. Aunque yo sabía que el efecto que iba a lograr era estar muy caliente y que yo me pusiera más caliente aún. Con esa erección grabarlo en la ducha o meando tenía que ser maravilloso.
Se me ocurrió un último detalle. Agarré la bolsa de ropa que había encargado y cogí los speedo (bañadores de competición, muy pequeños ) escogí el que más me gustaba para vérselo a K y le corté en cuatro puntos el elástico de las perneras .
Eran unos cortes pequeños pero que impedían que se ciñeran a las piernas.
Eso unido a los movimientos que tendría que hacer K y lo abultado de su entrepierna me iban a proporcionar un bonito espectáculo. Dentro de unas horas empezaría a ejecutar mi plan.