No podía creer lo que me pedía mi amigo

Cuando viajamos con un matrimonio amigo a pasar un fin de semana largo a Mar del Plata no podía ni adivinar lo que me iba a ocurrir.

Nos alojamos en un hotel de Punta Mogotes en un departamento que tenía dos dormitorios y un baño en el medio que compartíamos ambas parejas.

En un momento en que las mujeres estaban deshaciendo las valijas Salva me invitó a tomar una copa en el bar del hotel y sin muchos rodeos me propuso que le hiciera el amor a su mujer.

Me sorprendió con sus palabras, no entendía de qué me hablaba y se negué al tiempo que le pregunté si estaba loco.

Que era un irresponsable, que cómo me hacía tal propuesta y por qué trataba a su mujer como si fuera una puta y me hacía tal ofrecimiento.

Estuve a punto de irme. Pensé que pasaríamos un fin de semana horrible. Pero luego, quizás traicionado por mis bajos instintos, le pregunté a qué se debía esa idea loca que tenía en la mente.

Asombrado escuché que ella era una especie de «máquina sexual» y que no daba abasto a atenderla.

Que, aunque disimulara y pareciera una mina recatada, le gustaba mucho coger y que sospechaba que lo podía estar haciendo con otros así que hacía un tiempo que trataba de conseguirle machos que fueran de su agrado y sobre todo amigos porque sabía que serían discretos y no divulgarían nada de lo que aconteciera con ella.

Que no era el primero que accedería a su pedido.

De ese modo ella quedaría satisfecha y él sabría con quién cogía. Me dijo que quedaba extenuado cabe vez que hacían el amor porque era una hembra insaciable.

Que se la chupaba hasta hacerme acabar, que quería que tuviera dos o tres polvos porque es multiorgásmica y que desde que se conocieron la cogía también por el culo porque a ella le gustaba.

A esta altura ya me estaba entusiasmando la idea porque en honor a la verdad siempre le tuve ganas a esa mujer. Es espectacular, tiene un buen par de tetas, un culo admirable, muy buenas piernas y es muy simpática. Además congenia mucho conmigo.

Se podría decir que me trata mejor que al marido.

Al menos ello se trasluce en cada reunión en que estamos juntos.

Me acuerdo que cuando habíamos ido de vacaciones a Córdoba un día se apareció con una malla tan escotada que más de una vez y por los movimientos que hacía se le había escapado una teta.

Recuerdo que siempre que ello pasaba no estaba mi mujer ni su marido

Me vinieron a la memoria las imágenes de una vez que fuimos a pasar unos días a la casa que tenemos en la costa y me llamó desde su habitación para hacerme una pregunta vistiendo solamente una pequeña bombachita, estando Salva presente.

También ese otro otro día que al pasar por delante de la habitación que ocupaban estaba la puerta abierta (¿adrede?) y ella al verme dejó caer el toallón que la envolvía porque acababa de ducharse, dejando al descubierto todo su cuerpo que también pudo ser observado por mi amigo «El tano» que estaba de visita en casa y me dijo de lo buena y reputa que estaba esa mina.

Al final y con todos esos recuerdos le dije que sí, que me la cogería, si realmente tenía unas ganas locas y Salva me la servía en bandeja.

Me tenía que introducir de noche en su habitación y podía hacerle lo que quisiera a su mujer, como cogerla por la concha o por el culo o hacerme chupar la pija, que ella nada rechazaría.

Que lo único que me pedía era discreción y silencio y dijo también que él estaría presente en la habitación observando todo, algo que no me pareció de buen gusto pero lo acepté. Si le encantaba ver cómo me cogía a su mujer allá él.

Esperaba no ponerme nervioso y no poder hacerlo.

Llegada la noche y cuando mi mujer se durmió, entré en el dormitorio de nuestros amigos vestido solamente con un pequeño sleep.

La habitación estaba tenuemente iluminada por la luz que entraba a través de las persianas que no estaban totalmente cerradas y ella se encontraba dormida y totalmente desnuda.

Al verla así se me empezó a parar.

Me saqué el sleep y me metí en la cama. Me senté apoyando mi espalda sobre el respaldo de la cama, dejando mi entrepierna a la altura de su cara.

Lo primero que quería hacer era ponérsela en la boca. Suavemente atraje su mano hacia mi verga que ya estaba totalmente erecta y me quedé quieto esperando que ella actuara.

Ella murmuró unas palabras ininteligibles y empezó a mover la mano de abajo a arriba dejando que la piel cubriera y descubriera la cabeza de mi miembro. Suavemente se la introdujo en la boca y comenzó a succionarla. No podía creer lo que me estaba pasando.

Recorría íntegramente mi pija con su lengua húmeda y un suspiro escapó de mis labios cuando mis dedos se enredaron en su pelo.

Utilizaba su lengua lentamente hacia arriba, hasta llegar al glande, metiéndola en su agujerito de la punta y luego volviendo nuevamente a la base. Llegaba hasta los testículos y los mordía muy suavemente.

No aguantaba más. Quise darme vuelta para chuparle la concha pero ella no me dejaba moverme y continuaba con su tarea. Era toda una experta chupando pijas y Salva no me había mentido. Lo estaba comprobando realmente.

Cuando percibió que aparecía en la boquita del miembro el líquido preeyaculatorio ya estaba humedecida por el olor a macho que desprendía de mis partes íntimas aceleró los movimientos metiéndoselo todo en la boca,

Chupaba de tal manera que no se pude contener y empecé a acabar. El primer chorro de semen se lo tragó, después la sacó y siguió pajeándome con la mano desparramando leche sobre su cara y pelo.

Luego, lamió las últimas gotitas que quedaban en la verga y se recostó a mi lado, sin dejar de sostener entre sus manos el miembro ya fláccido.

Cuando supuse que ella se había vuelto a dormir, me retiré sigilosamente hacia mi habitación.

Pensaba que imposible que no se hubiera dado cuenta que no era la pija de su marido la que se había chupado ya que yo que lo he visto a Salva desnudo en el vestuario del club puedo decir sin parecer jactancioso que distaba mucho del tamaño de la mia.

Por la mañana, todos nos duchamos y bajamos a desayunar, sin que existieran miradas cómplices ni nada por el estilo. Después salimos todos a pasear por la bonita Mar del Plata.

A la noche se repetiría el juego. Volví al dormitorio de mis amigos y me acosté detrás ella y comencé a acariciarle suavemente los pechos al tiempo que le besaba su oreja.

Mi pija comenzó a crecer. Lentamente ella fue abriendo sus piernas y me recibió desde atrás en su vagina.

Mi miembro entraba en forma más ajustada y me favorecía en el movimiento. Podía tomarle los pechos y acariciarle los pezones con la punta de los dedos al tiempo que la besaba en su su cuello, oreja o boca indistintamente.

La estaba pasando muy bien. Me movía cada vez más rápido porque mi excitación era cada vez mayor y estaba pronto a acabar.

Ella se sacudía y estremecía ante cada embestida de mi miembro y pedía por favor más. No podía aguantarme y la saqué rápidamente para acabar sobre la cola de Nora, ya que habíamos quedado con Salva que no le acabaría dentro.

A la mañana siguiente, luego del desayuno, partimos los cuatro a una excursión por las afuera de la ciudad y pasamos todo el día disfrutando de la naturaleza.

Nos tratamos como si nada hubiera ocurrido. La única ajena la única ajena a todo era mi esposa, quien no sospechaba nada y nunca llegó a darse cuenta que la dejaba por las noches para satisfacer a su amiga.

La tercera y última noche fue especial, sobre todo para mí.

Cuando me metí en la cama y le acerqué mi miembro al rostro, ella, sin abrir los ojos, manoteó la verga y comenzó a masajearla subiendo y bajando su mano con lo que provocaba que la piel del prepucio se moviera de arriba a abajo, dejando al descubierto su glande púrpura. Después, se incorporó levemente y la boca se la tragó toda.

Comenzó a succionarla pajeándome sin la ayuda de sus manos.

Cuando empecé a sentir las primeras vibraciones del orgasmo, ella se la quitó de la boca ante mi desesperación ya se ilusionaba con acabarle nuevamente dentro. Se acercó despaciosamente a mi oído y me susurró que la cogiera por el culo, girando su cuerpo para recibirlo.

No podía salir de mi asombro y si hasta ahora me había gustado el jueguito que me había propuesto Salva ya que me había hecho chupar la pija por esa mujer que tanto deseaba y me la había cogido ardorosamente, hacerle ahora el culo era algo muy, pero muy especial. Los glúteos duros y paraditos de esa mujer me atraían sobremanera pero no había sabido como pedírselo hasta ahora, a pesar de que sabía que podía hacer con ella cualquier cosa y ahora resultaba que era ella la que me lo ofrecía. Parecía estar soñando.

Puse mi boca en ese preciado agujerito y lo lubriqué bien con saliva introduciéndole mi lengua dentro lo que provocó una exhalación de la mujer.

Despacio y con mucha suavidad le acerqué la pija al orificio y comencé a penetrarla. Al principio me costó un poco porque mi inflamada cabeza no pasaba por el pequeño lugar. Fue entonces que me detuve, pero incitado por ella a continuar seguí con la tarea.

El orificio se fue dilatando poco a poco favorecido por los movimientos que ella realizaba.

Esto permitió que mi miembro entrara casi todo. La mujer de mi amigo gimió pero me pidió que empezara a moverme y así lo hice al ritmo de los glúteos de ella que sí sabía como hacer aquello. Los apretaba cuando el pedazo entraba y los aflojaba cuando éste salía.

Alentado por las palabras de ella que me exigían acabar de una vez, derramé furiosamente mi leche dentro de ese culo maravilloso. Luego, ya distendido, quedé recostado sobre ella, pero no por mucho tiempo porque consideré que le debía una gratificación a esa hembra maravillosa.

Quería chuparle la concha en agradecimiento por todo lo que había hecho y además porque realmente tenía muchas ganas de hacerlo.

No no se resistió al embate, más bien me recibió con mucho agrado. Mientras le metía mi lengua en la vagina para devorarle el clítoris, ella me sujetaba la cabeza acariciándome el cabello y gozaba como nunca.

Me pedía que no me detuviera, que la hiciera acabar y empezó a tener -gracias a los lengüetazos intensos- fuertes convulsiones llegando al orgasmo.

Cuando sus líquidos empezaron a fluir llevó su cuerpo hacia abajo y quedando cara a cara conmigo abrió bien los ojos y me dio un beso de lengua que duró una eternidad, saboreando de esa manera también sus propios jugos. Luego giró y dejó que me retirara de su cama.

No me atreví a preguntarle a Salva si su mujer sabía que me la había cogido pero estaba bien claro todo.

Al día siguiente empacamos y volvimos todos contentos por el paseo realizado.

En ningún momento cruzamos miradas cómplices. Nos tratamos amigablemente como siempre, sin despertar las sospechas de mi esposa.

Al bajarnos del auto le dije a Salva al oído que cuando me necesitara no tenías más que llamarme que llegaría pronto a la cita.

La experiencia había sido increíble.

Me había cogido a Josefina, a quien deseaba desde hace bastante tiempo y me la había chupado como jamás mujer alguna y todo eso delante de mi amigo Salva, su marido y con su consentimiento.

Todavía pienso que fue un sueño.