Es increíble!…
Que polla más grande tienes – dijo Ana Laura, como saliendo de un trance, mientras sostenía mi falo semierecto y pesado entre sus delicadas manos, como quien tiene atrapada una paloma.
Ana sostenía la punta de mi pene grande y purpúreo.
De repente, una sola de sus manos lo subía en vilo y lo bajaba como comprobando su peso, a la vez que la otra mano bajaba estirando toda la piel abrazando con su palma el tronco firme del animal inerte hasta llegar a mis testículos donde éstos se hinchaban al contacto de esa suave, incitante e inexperta mano.
Casi podía sentir como mis huevos se cargaban de leche y bullían de ganas para regar de semen al universo entero.
Ella, con sus 17 años, difícilmente podía haber visto antes en vivo y directo una polla poderosa y esbelta como la mía; y sin embargo era como si el espacio y momento que compartíamos le hiciese conocedora de todo lo necesario para excitarme y llevarme al límite como yo la había llevado a ella.
Yo recordé su pregunta y respondí: – Es para follarte mejor, dije riendo como un lobo feroz erotizado.
Ella no rió, ya que seguía como hipnotizada, más bien concentrada, acariciando mi caliente polla.
Estiraba la piel y la soltaba como en un juego. Bajaba toda su mano hasta la base de mi pene y trataba de abarcar los huevos con la misma mano… imposible.
Todo ello lo hacía con una calma y cuidado parecida a quien acaricia un gato desconocido pero cariñoso.
Podía observar que poco a poco, que al ritmo que crecía mi esbelto glande, y sin darse cuenta, iba abriendo su pequeña boca como calibrando una posible (y casi segura) mamada. Pero no era lo que yo quería en ese instante. Eran las 12:05.
Sin sonar preocupado le inquirí sobre qué te sucedía cuando entró de mi mano en la casa, mientras yo acariciaba su cabello rizado y amable…
Ella entornó los ojos hacia arriba, tratando de recordar y me contó pausadamente lo sucedido, sin dejar de manosear mi miembro: -Creo que dos pastillas que me dio mi novio me dejaron catatónica.
Queríamos probar a ver qué pasaba con dos en vez de una.
Sólo recuerdo que me monté en su coche y el quería que lo hiciéramos en el asiento del copiloto. Estábamos acariciándonos cuando de repente me sentí muy mal y entré como en un estado de sueño pesado que hizo que mi novio se asustará al principio y se molestara al poco rato de intentar animarme.
Que sensación desesperada, podía oír perfectamente lo que decía y sentir su contacto, pero mi cuerpo no me respondía y parecía como desmayada.
El se cabreó mucho más luego de intentar que reaccionara mientras me acariciaba por todas partes y me trajo a casa, dejándome sola en el portal. Pensé que era un gilipollas y casi lloro de desesperación tratando de llegar al portal e imaginando que me pasaría algo terrible si mi madre me veía así.
Luego apareciste tú y aunque podía sentir tu voz y tu tacto, sólo podía ver un borrón como una alucinación. Llegó un momento en el que de pronto pensé que estaba soñando sin ser consciente de que lo que me sucedía era real.
De repente apretó mi pene con un poco más de fuerza: – maravillosamente real.
Levantó sus ojos y por primera vez en la noche se veía sobria y lúcida. Yo la rodeé con mis manos detrás de su cintura y la traje hacia mi.
En algún instante nos habíamos quedado desnudos al completo y esa desnudez se hizo consciente al sentir como todo su cuerpo transmitía su calor al mio desde los pies, los muslos, el pecho, hasta tocarnos y transpirar uno sobre el otro.
Era pequeña, manejable y llenaba el espacio junto para sentir que tenía una hembra y no una niña anodina a mi lado. Una hembra con un olor a sexo virgen y con una piel suave como la seda.
Que sensación tan celestial. Mi polla pasó transversalmente entre sus piernas como sosteniendo su sexo y sus dos glúteos, o según se vea todo su cuerpo estaba apoyado en su coño caliente sobre mi gruesa pitón.
Que calor tan divino salía de nuestro centro de gravedad en ese abrazo.
Ella dijo, mordiéndome el hombro y con una voz que adivinaba una sonrisa en su boca: – me gustó todo lo que hicimos. Nunca pensé que te atreverías a tocarme.
Siempre tan serio, con tu esposa y yo que hacía tiempo que me había resignado a que mis coqueteos no tendrían efectos en ti.
Y míranos, me has dejado las entrañas llenas de tu semen y mi interior ensanchado y planchado por dentro con una delicia que nunca sentí…
¿Que se te metió en la cabeza para hacerme todo esto?.
Deslicé mis dos manos hasta sus nalgas y con cada mano traté de abarcar la mayor superficie que me era posible, mientras le decía:
«Ana Laura, es algo que no puedo explicar fácilmente, sólo puedo decirte que…» uno de mis dedos (el del medio) se acercó a su agujero y empezó a trazar círculos muy, muy despacio… » siempre será mío este centro de tu cuerpo, esto hoyito de placer infinito»… con la otra mano apretaba lentamente una de sus nalgas y mi dedo ya resbalaba dentro y fuera de su ano una y otra vez gracias al semen que aún brotaba de su interior, el dedo seguía incansable sobre el agujero ensanchándolo… «- y ya me dirás tu si puedo apropiarme de algo más en este hermoso cuerpo tuyo…» ella jadeaba y cerraba los ojos, arqueaba la espalda y sus pezones empezaron a endurecerse y a rasgar mi pecho.
Le pregunté: «- te gusta?…»- «si, me encanta, así es como me conquistarás toda para ti… » dejo escapar un excitado «ssiiiiiii… , me encanta que lo muevas así…» y mientras se dejaba invadir por el placer, mi dedo entraba más profundamente y mi polla se retorcía como un pez fuera del agua masajeando su chochito humedecido, sedoso y caliente.
Llegó un punto en que se levantó del todo y fue a parar a sus manos al nivel de su estilizada panzita.
Ella agarraba firmemente mi pez y podía sentir el roce de sus dedos en mis cojones hinchados de semen.
Podía adivinar que todo era nuevo para ella y aunque su placer era auténtico, no sabía qué decir o cómo manifestar su éxtasis y deseos. Sólo atinaba a decir «me gusta» entre jadeos profundos que hacían abatir sus turgentes senos una y otra vez contra mi cuerpo.
Descubrí que tenía que enseñarla a expresarse y a excitarme con su voz anhelante.
Ya tenía afinado el instrumento, ahora había que escribir canciones para él.
Ahora todo tenía otra dimensión. Ya no estaba solo follándome a la vecina más divina que pudiese imaginar sin oírla gemir conscientemente, ahora ella me respondería y lo que era mejor, me aceptaba gustoso y con gozo infinito.
Después de un largo rato de masajear su piel interior con mi irrespetuoso dedo, pensé que ella estaba encantada, excitada y dominada tanto por mi enorme falo como por mi irreverencia y descaro al sodomizarla directamente sin cortejarla, ni decir frases juveniles que tanto le aburrían y ahora ya no tenían sentido.
Ahora había encontrado un oasis donde dar rienda suelta a sus preguntas, sus excesos y correr descaradamente por el camino del placer que hasta ahora sólo había conocido y había adivinado al mirar por encima del muro de los adultos y sus pasiones.
Volviendo a nuestra cama, allí estábamos los dos, excitándonos con las manos y jadeando entre un mar de peluches de la habitación y con la emoción contenida de saber que aún faltaba mucho para que se descorriera la cortina arrulladora de la noche que nos permitía explorar juntos algo nuevo y desconocido para ambos. Definitivamente, para ambos.
Ana Laura, susurró con renovado asombro – Que polla más grande tienes. E inspirado por algo que venía muy dentro de mi sexo, me puse encima de ella, y apoyé mis rodillas en la cama y con mi pene al aire entre sus piernas, muy cerca de sus labios vaginales… la miré con hambre y deseo y la levanté sujetándola de sus firmes y cálidos muslos.
En voz baja y sonriendo le dije: «¿Me has dicho que tengo una polla muy grande? Pues, cariño has de saber que (y le dije acercándome a su oído)… «ES…» y despacio acerqué mi punta roja y vibrante y la hundí en su suave y mojado sexo (unos 7 cm) a una velocidad constante… «ES PARA…» ella abrió sus labios de la boca imitando a su sexo y abrió sus piernas al sentir mi carne abrirse paso tan decididamente, mientras mi serpiente se ensanchaba al máximo y penetraba robusta ese túnel virginal y carnoso (entraron unos 18 cm)…
«ES PARA FOLLARTE… » todo su cuerpo se tensó y de su boca surgió un jadeo excitante al sentir ese roce que iba a más, como un silbido de tren que llega a su estación imparable (ya entraban mis 23 cm en su chocho distendido) … «ES PARA FOLLARTE MEJOR»… mis huevos cargados llegaron hasta su entrada y rebotaron sobre sus mullidos y firmes glúteos y al sentir esto, ella se relajó dejando caer sus piernas, que quedaron sujetas en mis muslos.
Con calma tensa, con mis manos la jalé de los tobillos dejándola momentáneamente en el aire y dentro de ella clavé aún más mi poderoso ariete, sabiendo que mi punta gorda y rosada se hinchará mucho más en fondo causando el buscado placer.
También buscaba que con sus fuertes y jóvenes piernas me abrazará por detrás de mi espalda… y así fue, quedando ella más abierta si cabe, obligando a su estrechez y preparada para que mi sable la traspasará lentamente una y otra vez… así que saqué despacio mi falo mojado por su interior vaginal y repetí mi respuesta y mis movimientos varias veces, sin dar tregua a su coño.
Le decía con diferentes voces: «Es-para-follarte-mejor, … Ana de mi vida»…y ella sólo atinaba a decir suplicando «me duele, pero sigue, soy toda tuya». Y yo le hice caso.
Y le enseñé a que dijera lo que pensaba de mi polla: «Anda Ana Laura, dile cosas bonitas a mi serpiente que te atraviesa y te tiene mordida, te gusta?… anda dile lo que te pase por tu excitada cabecita».
Esto me ponía a mil y sentía una punzada de dolor en mis testículos al querer retener la salida a presión de mi leche caliente. Ella inició sus halagos entre gemidos más fuertes, pero contenidos: «Me gusta demasiado tu polla…», «es grraaaaande»…jadeos repetidos, «qué rica»,… tomaba un aliento como respirase por primera vez…. «la siento tan grande y caliente»… y así siguió diciendo muchas cosas atrevidas y nunca pronunciadas por su boquita pequeña y rosada.
Me sonreí de escuchar sus primeros piropos a mi polla, ya que parecía que describía una chupeta o algo que solo una adolescente puede imaginar, así que le pedí que se me contara cómo se sentía con ella adentro y que lo dijera con pequeños gritos cuando mi mastil de carne le hiciese ver las estrellas o la menor cosquillita.. «oooohhhh… es increíble lo que me hace sentir… ahhhh… no puedo decirte lo que siento…. aaaaAAAhhhh…. no puedo pensar…. uuuuufffff….tengo ganas de llorar, o de… uuiiiii… o de reir… qué quieres que te diga…. aaaaaaah… ahí, ahí, pegate así… (y yo me pegaba y con mis manos trataba de acecarla pero su piel resbalaba entre mis manos, debido al calor y sudor que ambos desprendiamos)… me gusta ahí…. asiiiiiiiiii… me gusta hablar y dar estos gritos para ti…. pegate ahí, ooooOOOOO…. y se dejaba caer hasta el último cabello hacia atrás…. ui-uiiiiiiiii…. siento que me hundo…. aaaaahhhhh…. siento todo pesado allí abajo…. asiiiiiii… aaaaaahhhh…
Literalmente se estaba corriendo una y otra vez en pequeñas oleadas.
Sentía como cada vez se hacía más húmedo su chochito y que se había dilatado mucho más de lo habitual.
Todo su vello púbico estaba mojado y pegado como una pelusa sobre su piel temblorosa en esa zona tan abultada y enrojecida.
Era demasiado para mi seguir con ese ritmo sólo acertaba a decirle «Es… para…. follarte………. mejor» entre sus alaridos en voz baja y sus primeras frases de placer total… ella seguía moviéndose con cuerpo debajo como queriendo escapar y pegarse a la vez de mi diciendo: si, si, qué polla más grande tieneeeeees…. así… siento que me muero, me estás matando… no sé decir lo que siento amor, pero ya me enseñarás… así… no pares…. me entrego a ti como nunca lo soñé… te amo…. no sé lo que siento pero allí abajo….. uuuuuuhhhhhh….. algo hace que me mojé… aaaahhhhh… oh no… que divino… asiiiii….. me inunda……. me llena…. aaahhhhh…. sigue metiéndolo… pero que me pasa, dios mio… aaaaHHHHAAAAAAAAAAaaaaaa.
Sólo quedó un jadeo entrecortado resonando en la habitación.
¿morimos?
Todo un mar de susurros que me habían puesto como nunca antes en mi vida y que la ella a habían hecho explotar con tanta intensidad de una forma que no olvidaría nunca.
Evidentemente, Ana Laura se había corrido tan tremendamente por primera vez.
Al menos de esa forma tan intensa y furiosa. Y en poco menos de cuatro arremetidas más, ya estaba retorciéndose de nuevo, mordida por mi reptil.
Se había corrido, pero extrañamente su coño quería más.
Quería, como toda ella, aprender pronto. Devorar lo pendiente y el porvenir. Todo en una sola noche.
Tanto fue su humedad que mi palpitante miembro salía chorreando un líquido espeso y oloroso que me hacía insistir y volver sobre ella entrando y saliendo despacio una y otra vez…realmente pensé por un momento que la estaba matando…
Hubo un instante de compasión en que mi pene completo resbaló errando el agujero vaginal, salió mojado rozando su culo pasando entre sus dos esferas de terciopelo y luego entre sus dos nalgas se adormeció momentáneamente, para subir, tomar impulso de nuevo y entrar arrolladoramente por su coño, hasta el final de su canal… que alegría para mi pene, para mi serpiente que necesitaba beber y regodearse en una cálida caverna….
Seguí así hasta que mis piernas empezaron a temblar luego de mucho tiempo entrando y saliendo de ella y mis huevos a punto de reventar se soltaron como una presa contenida y dejaron correr mi leche a través de mi largo falo, y mientras corría, aún dentro de mi, ella apretaba su cavidad y con un espasmo que hacía ver que ella sentía el chorro correr dentro de mi pene y sabía que algo fuerte y contenido se vaciará una vez más dentro de su cuerpo, pero ahora por su puerta principal, su cavidad más sensible y más roja, la más mojada y fértil, la más pura y blanda, ahora ya estaba inundada de mi líquido viscoso.
Era mi segunda eyaculación en su cuerpo turbado y perfecto durante esa noche eterna y sin embargo estuve convulsionando mucho tiempo dentro de ella como si fuese la primera vez. Ella enloqueció de placer.
No decía nada, sólo jadeaba y abría al máximo los dedos de sus manos y de los pies.
Que calor nos inundó y nos arrolló en un segundo.
Y sucedió que nos corrimos juntos al final del camino. Sujeté su tersa y mojada mano.
Me apretó con fuerza y al instante se rindió.
Luego de todo este choque, me dejé caer cansado sobre ella, venciendo su escasa resistencia e involuntariamente mi firme y cálido miembro dentro de ella, comenzó a expandirse y relajarse en un juego que comprimía y ensanchaba la cavidad extenuada de mi amante…
No podíamos hablar y sentí un sueño profundo que me invadía.
Eran la 1:20 am.